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lunes, 27 de julio de 2015

Clase N° 42 - jueves 23 de julio 2015


No olvidar se llama el poema, y es algo así como un mandato, que dice:

El mejor modo de esperar es ir al encuentro.



Sin duda. Por eso, en esta clase vinimos al encuentro de la poética de Mario Trejo, un gran poeta argentino.

“Era la cara oscura de Gelman”, dijo Reynaldo Sietecase, periodista y amigo personal del poeta, en su homenaje: “Es incomprensible que haya sido invisible para las editoriales”.

Mario Trejo (Argentina; 13 de enero de 1926 - 13 de mayo de 2012) fue  poeta, dramaturgo y director de teatro, guionista de cine y periodista. Sin duda todo eso y, además, dueño de un divertido sarcasmo ante la vida.

Verán que en el lugar de nacimiento dice solo “Argentina”. Es que existe cierto desacuerdo acerca de su ciudad natal. Algunas fuentes indican que Buenos Aires o La Plata la vieron nacer; sin embargo, el poeta y amigo Jorge Ariel Madrazo, al prologar el poema Orgasmo (Centro Editor de América Latina,1989) menciona que "Mario Trejo asegura, alternativamente, haber nacido en Tierra del Fuego, en Comodoro Rivadavia, o en muchos otros lugares: todo indica que ello ocurrió al sur del país, no aclara en qué año (Trejo coincide con Marcel Duchamp en que tales precisiones "sólo sirven a los tontos y a los profesores de literatura española").
Se vinculó al grupo de poetas de la revista Contemporánea (1949), participando en la dirección de Luz y sombra (1948), dirigió Cinedrama creada por él en1953), revista de cine y teatro contemporáneos (1953), colaboró además en Ciclo y Conjugación de Buenos Aires.

Ha editado en poesía:

 El uso de la palabra (1979) que reúne tres libros: Crítica de la razón poética, El amor cuerpo a cuerpo y Lingua Franca, e incluye los poemas que le valieron el Premio Casa de las Américas (La Habana, 1964); La pena capital (Madrid, 1980); Orgasmo y otros poemas (1989). Cassette: De puño y letra (1989). Poemas en inglés grabados por Jeanne Lee, con música de Miles Davis y Aretha Franklin, New York, 1972.
Canciones con Astor Piazzola y Waldo de los Ríos.

En los ´40 creó con Alberto Vanasco el HIGO Club, movimiento que promovió los primeros happenings de Sudamérica. Su primer libro de poemas fue Celdas de la sangre (1946). Escribió en coautoría con Vanasco, la obra de teatro No hay piedad para Hamlet (1954), Premio Municipal de Buenos Aires. En los ´50 integró la revista Poesía Buenos Aires, junto a Raúl Gustavo Aguirre, Jorge Enrique Móbili, Edgar Bayley y Rodolfo Alonso, entre otros. 
A fines de esa década, tuvo a su cargo los programas televisivos de Canal 7 (
de la Argentina) Historias de Jóvenes, (ganador del premio Martín Fierro en 1959) y Desnuda Buenos Aires. 
Fue colaborador de Radio Televisión France
sa, junto a Mario Vargas Llosa y ejerció el periodismo en el diario La Prensa, y en las revistas Primera Plana y Confirmado. 
En 1967 se interpretó a sí mismo en el documental de Bernardo Bertolucci La vía del petróleo. Escribió y dirigió en el mítico Instituto Di Tella de Buenos Aires varias obras; la más recordada, Libertad y otras intoxicaciones (1967). También fue el autor de Libertad, Libertad, Libertad, dirigida por David Stivel y Norma Aleandro en 1968.
Astor Piazzolla musicalizó varios poemas suyos, entre ellos, Los pájaros perdidos; la cantante Jeanne Lee y el trompetista Enrico Rava interpretaron sus poemas en inglés Quotations Marks y Let me be. En los ´70, como cronista free lance, trabajó para las agencias ANAS. (España), ASA PRES (Francia) y HARVEY (Italia). Junto al poeta estadounidense Allen Ginsberg tradujo a Nicanor Parra, en 1990. En 2008 el Fondo Nacional de las Artes editó una antología prologada por Liliana Heer y la Fundación Argentina para la Poesía le otorgó el Gran Premio de Honor. 

La poesía de Mario Trejo pretende ser concisa y clásica, en el sentido de decir lo superior con la menor cantidad de palabras posibles. Es la llamada “poesía social”, me dicen. Y dicen que hizo poesía comprometida, aunque para mí toda la poesía es comprometida.
Casi todo en sus poemas y prosas poéticas hace referencia a la labor poética, y posee incluso muchas ars poéticas.

Aquí, la portada de una antología publicada por Ed. Colihue. 



LABIOS LIBRES 

Al cabo de las tierras y los días
de horarios y partidas y llegadas
y aeropuertos comidos por la niebla
enfermo de países y kilómetros
y rápidos hoteles compartidos
Luego de esperas
prisas
y rostros y paisajes diferentes
y seres encandilados por el olvido
o abiertamente besados por la vida
Después de aquella amada
y esa otra apenas entrevista
mujeres cogidas por mi soledad
y ahogadas por las bellas catástrofes
Luego de la violencia y el deseo
de comenzarlo todo nuevamente
y los errores
y los malentendidos cotidianos
y los hábitos torrenciales del trópico
y noches acariciadas por el alcohol
y tabaco fumado con tanta incertidumbre
Al cabo de un nombre que no me atrevo a decir
y de alguien que yo llamaba Irene
de cierta voz
cierta manera de clavar los ojos
al cabo de mi fe en el entendimiento de los hombres
y en el corazón de ciudades y pueblos
que nunca sabrán de mí
Luego de tanta tentativa de huirme o enfrentarme
y comprender que estoy solo
pero no estoy solo
al cabo de amores corroídos
y límites violados
y de la certidumbre de que toda la vida
no es más que los escombros
de otra que debió haber sido
Al cabo del hachazo irreparable del tiempo
sólo puedo blandir estas palabras
esta obstinación de años y distancias
que se llama poesía.



A través de este bello poema, la producción de la revista lamasmédula realizó a través de Ian Kuschevatzky en 2010 este homenaje, y colocado en Vimeo en este link:

https://vimeo.com/13360402


ULTIMÁTUM A UN JOVEN POETA

Que el pan sea pan y mar el mar
Basta de conjeturas
Murciélagos lunares o roedores de orquídeas
Toda palabra tiene precio
Las palabras que atacan como rayos o víboras
Y también madre
Amigo
Y alcohol y cama y mesa
Y el hijo concebido a dulces empujones
Y los hongos que provocan destellos de amor
O resplandores de muerte
Y el poeta que cae bajo las balas
Como un sol que la noche acribilla
Que el pan sea pan y mar el mar
el agua eterna
Pero la sed eterna
Para poder decir al fin:
He hallado un pan junto al mar
Los buitres sobrevolaban mi amor
He mordido una orquídea
Los buitres disputaban un cuerpo querido
He guiado camiones y dormido en aserraderos
Los buitres devoraban a mi amada
Viajé de noche sobre la arena caliente
Invoqué los nombres secretos
Conjuré un maleficio
Contuve una catástrofe
Conduje un águila a su nido
He muerto con mis muertos y estoy vivo
Cuando llegué a la ciudad
Un loco vagaba por las calles
En su mirada había un cuchillo
Le di mi mano
Lo miré
Le hablé y mi voz duró entre los astros
Éramos sólo dos sobre la tierra
Pero éramos dos sobre la tierra
La soledad se hizo añicos
La poesía palabras

El uso de la palabra, 1979.


LA POESÍA

Sí.
Porque sus labios nacen a la luz de mis ojos.
Cuando aparece su voz, su ritmo invulnerable,
las cosas le obedecen.
Sobre las miras adversarias, sobre el tedioso
oficio de temerle, están las voces sin reposo,
las patrullas del tiempo, las olas victoriosas.
Ciudadela de la oscura verdad que desampara al
hombre: yo soy tu prisionero y soy tu fugitivo.
¿Mi contraseña?
Ejercer tu silencio, solicitar tu estruendo.
Porque, ¿qué es entonces la poesía sino una
fanática consigna, una tensión entre los
muertos y las profecías?

El uso de la palabra, 1979.


APUNTES PARA UNA CRÍTICA DE LA RAZÓN POÉTICA

Digamos, por ejemplo:
por un punto dado fuera de la luna
sólo podrá trazarse a dicha luna
una perpendicular y sólo una.
O también:
llámase barroco a todo aquel
para quien la distancia menor
entre dos puntos
es la curva.
Proposición:
pasar de la poética de la moral
a la moral poética.
Ejemplo:
de dos peligros debe cuidarse el hombre nuevo:
de la derecha cuando es diestra
de la izquierda cuando es siniestra.
En resumen:
más vale ser cabeza de león que cola de ratón.
El mejor modo de esperar es ir al encuentro.
El uso de la palabra, 1979.


Abajo las máscaras

 Hablando de Musil, Broch recordaba que para 
Hofmannsthal
el mejor escondite de la profundidad es la superficie. 
Rimbaud ejerció durante tres años su sarampión poético. 
La poesía no se repuso, todavía. 
Gallois expulsó su ecuación la noche previa a su muerte
en un duelo. 
Tenía veinte años. La ecuación persiste. 
Hokusai pedía ciento diez años de vida para que todo el
mar cupiese en un punto de su pincel de marta sibilina. 
Para J.B., la vida duraba menos que un balazo. Jane
Bowles: ¡qué angustia elegir en un menú, cuando hay
tan poco tiempo! 
Atención. El primer suicida fracasó. En una noche que
aún olía a dientes de sable, la rama no resistió a su peso. 
Pero el gesto perdura. Descubrió la cultura profunda, la
que dice no desde una superficie que nos enceguece. 
Avancemos, espada en alto, entre esta selva de antifaces. 


EL PRINCIPIO DE RAZÓN SUFICIENTE 

La quiero 

Por sus piernas que la conducen a mí 
y sus pasos que la alejan de los otros 

Por las olas de su cuerpo 
y el mar de fondo de su piel 

Por sus manos que hacen juego 
y la gravedad de sus caricias 

Por la solemnidad de sus caderas 
y la precariedad de su cintura 

Porque cuando despierta echan a volar los pájaros 
y sus sueños son sus mejores argumentos 

Porque está atada a mí 
y resplandece de libertad 

Porque sólo ella puede aniquilarme 
y sólo ella puede perpetuarme 

Por sus ojos sus ojos 
porque sí y por su puesto 

Porque es ella y no otra


A UN PERONISTA
Este hombre conocía todos los amaneceres de su vida.
La cara recién afeitada rumbo al trabajo
el paso miserable y caviloso
del borracho que volvía.
En esos límites había visto
el brillo fugaz e inatajable
del cuchillo que se hunde en la ingle.
Había visto correr la sangre lúcida y espesa
chupada por la ropa.
Conoció la bravura y el miedo
la debilidad que te aprieta el estómago
y el odio en los ojos abiertos y ciegos.
Este hombre creyó porque lo necesitaba.
Creyó creer porque el país se lo reclamaba.
Este hombre fue convocado por banderas y bombos
y también fue a gritar sin que lo llamaran
atravesando un diluvio.
Respiraba la ilusión de su libertad
y ante sus ganas todos los espacios se hacían cívicos.
Resistió en plazas y aeropuertos y le tocó ver y sufrir
una matanza colectiva en un día que él soñó feliz.
Volvió a atravesar el barro y la lluvia
soportó días y noches sin dormir
siempre bajo la lluvia para decirle adiós a Evita y al Viejo.
Este hombre tiene derecho a estar equivocado.
Este hombre tiene todos los deberes de quien se ha
                              equivocado.
Mario Trejo, El uso de la palabra, Bs. As., Colihue, 1999, p. 113.

Los pájaros perdidos

(poema-canción de Mario Trejo – música de Ástor Piazzolla)

Amo los pájaros perdidos
que vuelan desde el más allá
a confundirse con un cielo
que nunca más podré recuperar.

Vuelven de nuevo los recuerdos,
las horas jóvenes que di
y desde el mar llega un fantasma
hecho de cosas que amé y perdí.

Todo fue un sueño, un sueño que perdimos,
como perdimos los pájaros y el mar,
un sueño breve y antiguo como el tiempo
que los espejos no pueden reflejar.

Después busqué perderte en tantas otras
y aquella otra y todas eran vos;
por fin logré reconocer cuándo un adiós es un adiós,
la soledad me devoró y fuimos dos.

Vuelven los pájaros nocturnos
que vuelan ciegos sobre el mar,
la noche entera es un espejo
que me devuelve tu soledad.

Soy sólo un pájaro perdido
que vuelve desde el más allá
a confundirse con un cielo
que nunca más podré recuperar.



En este link, este poema magníficamente interpretado por la suprema voz de Susana Rinaldi 




Aquí, una muestra de la bella prosa poética de Mario Trejo, que le dedicó al gran poeta Juan Ele.

JUAN L. ORTIZ, MORDIDO POR LA PALABRA TIGRE 

Entre argentinos, el tema del exilio es tan folklórico como el tango y tan silencioso como el mate. Quién no conoce de memoria el catálogo de los proscriptos, de aquellos que, desde 1810, han elegido o debido (no hay tiempo para polémicas) vivir o morir en otras tierras. 
Pero hay un exilio hacia adentro: el que comienza en la soledad que tiene el atrevimiento a asumirse y que, a veces, el olvido y la indiferencia de los otros perfecciona. 
Vamos al grano, daré nombres: Macedonio Fernández, Benito Lynch, Baldomero Fernández Moreno, Oliverio Girondo, Juan Carlos Paz, Jorge Enrique Ramponi, el chileno Juan Emar, los uruguayos Horacio Quiroga, Felisberto Hernández y Juan Carlos Onetti. A todos ellos les debemos algo; a algunos del debo, además, la amistad para el adolescente desconocedor y desconocido. Hablaré de Juan Ele. 
Así me lo nombraron por primera vez a lo largo de tres jornadas completas sin reposo ni anfetaminas. Otros tiempos, sí. 
Recuerdo un laberinto de caras queridas y perdidas que me peregrinaba sobre el totémico Paraná hacia la Poesía Prometida. Recuerdo que Juan Ele estaba fuera de la ciudad. 
Como en el amor, a partir del segundo recuerdo comienzan los verdaderos. 
Paraná: una caminata a orillas del río. 
Juan Ele tiene un estilo curioso de mostrarme el paisaje, de demostrarme que entre uno y la naturaleza la distancia es menor de la que suponemos. 
Me habla de un sitio preciso; no lo busca, va directamente a él. De pronto se detiene, se agacha, levanta una piedra y una flor azul se despierta y una mariposa verdinegra echa a volar. Me pregunto si no será que el paisaje, el que cuenta, lo llevamos adentro. 
Pero, a partir de ese momento, de una cosa estoy seguro: Juan Ele inventó esa flor y esa mariposa. En ese lugar y en ese momento. Siento un tímido espanto. Lo miro y le agradezco con un silencio. 
Pampa Gringa: un polvoriento viaje de cientos de kilómetros luego de una tarde y una noche entre sus poemas largos y finos como su corbata, su boquilla, sus costumbres. 
Un estilo, en fin. 
Juan Ele me pregunta sobre la vida y la música de Charlie Parker. Juan Ele me escucha tan intensamente que, por un momento, lo juro, fui Charlie Parker. Para disimular mi turbación, me cuenta sus días en China entre hombres que le hablaban de Klee y de Éluard. 
Comienzo a sospechar que Juan Ele, en ese instante, está en todas partes. De una cosa estoy seguro: Juan Ele es eterno. 
Mendoza: un melancólico congreso de escritores. Juan Ele ausculta las intermitencias de mi corazón. Con la delicadeza del humo me toma de la palabra y comenzamos a levitar; luego seguimos remontando hasta llegar a una nube y terminar siendo una nube con forma de pantalones, un paisaje, un lugar turístico. 
Nunca me imaginé que el Aconcagua fuese tan calvo y tan pequeño y tan rubio el pelo de la niña en cuestión y tan grandes sus ojos. 
Buenos Aires: módico viaje en trolebús desde plaza Once hasta la Casa Rosada , que, en rigor de verdad, no era nuestro destino. El mío era Medio Oriente; el de Juan Ele, el Paraná, brazo desarmado de su poesía. Comienzo a pensar seriamente si alguna vez nos hemos conocido. De una cosa estoy seguro: desde ese momento nunca nos separamos.
Paul Valéry pensaba como un racionalista y sentía como un místico. Juan Ele tiene una cicatriz; una vez lo mordió la palabra tigre. Siempre se le dio por ser más un realista de la mística que un místico del realismo. 
Juan Ele, mucho gusto, me alegra haberlo conocido. 
Ele, Ele, nunca te hemos abandonado. 


Antes de despedirme, les pido que suban al blog sus poemas inspirados en la poética trejana. Sí, sin duda que esta poética merece un adjetivo específico.



Por último, lo periodístico. Las necrológicas que le dedicaron algunos medios y escritores, y hasta un anticipo de su biografía autorizada.

Necrológica que publicó la agencia Télam el día siguiente de la muerte, lunes 14.05.2012

Murió Mario Trejo, poeta vanguardista e irreverente

El poeta Mario Trejo, una de las voces mayores de la literatura argentina que atravesó distintas épocas de la producción poética hispanoamericana, murió el domingo por la noche a los 86 años.

Trejo, nacido en Buenos Aires en 1926, fue también un personaje irreverente, irónico, provocador, que hizo de la insolencia y la rebeldía un camino de vida fogoneado por un espíritu siempre joven y alerta, tan presto al diálogo como al debate.
En ese sentido, para nada resulta extraño que su último libro aparecido hace dos años, "Los pájaros perdidos", sea un conjunto de poemas amorosos que resuman erotismo -en una de sus imágenes, escribe: "Y entre los labios de la noche/ Espía el número del sexo"- por medio de  un lenguaje que alterna el coloquio urbano, los paisajes oníricos y un aire de crónica.
El itinerario del Trejo trasgresor lo ubica en el cruce entre los poetas reunidos alrededor de la revista surrealista "Letra y Línea", los "invencionistas" nucleados en la revista "Poesía Buenos Aires", los artistas del Instituto Di Tella y los "concretistas" brasileños.
Iniciada en 1946 con el libro "Celdas de la Sangre" su obra se continúa con los títulos "El uso de la palabra", Premiado en 1964 con el Casa de las Américas de Cuba - un libro aumentado y reeditado en diversos países- y su "Antología Poética" editada en 2006 por el Fondo Nacional de las Artes.
El Trejo escritor y personaje de la bohemia, se desdobla además en el poeta de canciones, el dramaturgo, el actor y el periodista.
De sus textos llevados a la canción destacan las letras de "La tristeza y el mar "con música de Waldo de los Ríos y los temas "Escándalos privados" y "Los pájaros perdidos", musicalizados ambas por Astor Piazzolla.
"Los pájaros perdidos", sin duda el tema que alcanzó mayor popularidad, sería interpretado por cantantes de la talla de Susana Rinaldi, Julia Zenko y Amelita Baltar, con versiones además al griego y japonés.
Entre otros artistas que grabaron temas de Trejo, figuran la cantante italiana Milva, la norteamericana  Jeanne Lee y el trompetista italiano Enrico Rava.
Ubicado en las corrientes teatrales de los años `60, escribió las piezas "El ángel rojo", "Libertad y otras intoxicaciones" -estrenada en 1967  en el marco del Instituto Di Tell- y "No hay piedad para Hamlet", en coautoría con el escritor Alberto Vanasco y con música de Enrique Villegas, y galardonada con el Premio Municipal de Teatro y el Premio Florencio Sánchez.
El poeta también se prodigó en trabajos para cine y televisión. Para la pantalla grande fue autor de los guiones de los filmes "Desarraigo" y "El final";  además de escribir en 1965 junto al director italiano Bertoluci "Kill me Future", una obra "fanta-político posnuclear"que no llega a filmarse.
Intervino además en 1965 como actor protagónico en el tercer episodio del documental "La vía del petróleo", del mismo Bertolucci.
En televisión intervino en los ciclos "Desnuda Buenos Aires" e "Historias de jóvenes", ciclo en el que colaborarían además los escritores David Viñas, Francisco Urondo y Osvaldo Dragún, y que obtuviera el Premio Martín Fierro en 1959.
El Trejo viajero se junta con el Trejo periodista que escribe sus crónicas desde Egipto, El Líbano, Siria, Chile y otras partes del mundo, mientras va entrevistando a personalidades de la cultura y la política internacional como Jorge Luis Borges, Ernesto Guevara, Yasser Arafat, Salvador Allende y, entre otros muchos, Ben Gurión.
Se había iniciado en el diario La Prensa, para colaborar luego en diversos medios que sentaron las bases del periodismo moderno en Argentina como las revistas Confirmado -en la que tuvo a su cargo la sección literaria- y Primera Plana en cuyas páginas dirigió la sección de Artes y Espectáculos.
El narrador Guillermo Saccomano, no ha dudado en calificar a Trejo como "un monstruo", un "poeta de obra solitaria (que) estuvo en todas. Mejor dicho, picó en todas y se las picó antes de que lo embalsamaran".
Outsider es la acepción que le dedica al poeta otro poeta, Jorge Madrazo: "Es un outsider de cuanto huela a lugar común, al confort de las posturas obvias y acomodaticias. Por eso suele llevar la contraria".
Uno de sus amigos más cercanos, el poeta y periodista Reynaldo Sietecase, habla de Trejo como una leyenda, un tipo especial, "un peleador, una especie de Muhamad Alí de la literatura -como lo definió un periodista-, un aventurero, un exquisito, un dandy", y sobre todo un poeta cuya obra "interpela a la estupidez, a las convenciones, a los autoritarismos".
"Sentiremos la falta de su palabra luminosa y su pensamiento crítico", señala Sietecase, quien se lamenta de que "uno de los mejores poetas argentinos" fuera "casi invisible para los medios de comunicación", y que además su obra poética -"de alta calidad, profundidad y compromiso"- no lograra la atención debida de las grandes editoriales.
"Es posible que ahora lo hagan. Esto está entre las grandes paradojas de la Argentina más ingrata".


Un pájaro perdido

por Mariano Schuster (autor de la biografía autorizada por Mario Trejo que se publicará próximamente)

I - Estamos en el Sanatorio Güemes. El hombre tiene la piel curtida, y los ojos marcados a fuego. La verba y la mente permanecen en su estado habitual de perfección y extravagancia. Rememora momentos, actos que no quisieron ser y sin embargo fueron.
El sanatorio se transforma en una tribuna de culto al amor y la amistad. La convoca este hombre, llamado Mario Trejo. Reynaldo Sietecase y yo  lo tomamos de ambas manos. Ahora escucha, en un MP3, a Frank Sinatra, a Joan Manuel Serrat,  a Bola de Nieve,  a Ella Fitzgerald y a Lucio Dalla.
Para el Padre Francisco – el cura de la Isla Maciel -todo está claro: Es hora de que este hombre se case.  María Fernanda tiene poco más de treinta años, Mario poco menos que noventa. Ella sostiene que él es el bello error de su delicadeza de existir. Él ya le declaró su amor para antes y para después de la eternidad.  Osvaldito Parma y Silvana Núñez son, junto a Carlos Verástegui y José Campitelli son testigos de la unión sagrada. El padre Francisco me solicita una lectura. Leo A propósito de la palabra Dios.
La noche de bodas es, por no llevar la contraria al lugar, hospitalaria. Miguel Granado le alcanza una petaca de whisky para el festejo. Han pasado Noé, Tununa, Miguel, Andrew, Leonor y muchos otros.
Es querido por sus amigos. No necesariamente artistas ni intelectuales. Buenas personas, ¿desea usted algo más?

II -Hijo de padre santiagueño y madre tucumana, nacido no se sabe dónde, y – probablemente - en 1926, ha estado y está  aquí para contarla. Vienen a su memoria los primeros amigos: Cesar de Vedia, Aldo Cristiani y Alberto Cabado.  Se traslada a la niñez y, con ella, al sonido de la orquesta de Julio de Caro que ensayaba bajo su departamento de la calle Paraguay.
Su historia es la de un país que supo ser su mejor amigo. Y, por eso, Trejo nos invita a recordar como maniáticos o como coleccionistas.

III - Nos encontramos en el Buenos Aires de principios de la década del cuarenta y el hombre de piel curtida es ahora un joven de quince años que lee, en su pupitre del Colegio Nacional, un libro de André Maurois. Uno de sus compañeros propone el intercambio. Trejo aporta García Lorca, el Romancero Gitano y Residencia en la tierra. Su colega colabora con Hemingway y Miguel Hernández. Se trata de Alberto Vanasco, el hermano, el cómplice, el compañero.
Bioy Casares define al tándem como el grupo literario de dos absolutos francotiradores. Alberto toma la iniciativa. Propone fundar un movimiento de vanguardia. Nace el HIGO Club, bajo el cual editan sus primeros libros. Vanasco descuella con Sin embargo Juan vivía y Trejo lanza Celdas de la Sangre, un libro de sonetos que combina humor, errancia y filosofía. Paralelamente, y junto a Lalo Schifrin, montan una serie de espectáculos de música, poesía y pintura en plena calle Florida. Son de los primeros happenings porteños.
Trejo-Vanasco son y serán implacables. Sólo una prueba: No hay piedad para Hamlet, la obra de teatro que escribieron en 1948, fue precursora del teatro del absurdo. Obra que, en 1965 montará Alberto Cousté, y que musicalizará Enrique Villegas.

IV - El joven duerme hasta tarde y recorre la noche. Asiste a las sesiones de jazz en el Bop Club como luego lo hará en el Bohemian y en el Jamaica.  Ha sentido el llamado de la biblioteca familiar y con ella el de Don Segundo Sombra y el de los Veinte poemas para ser leídos en un tranvía.
Trejo se abre a un mundo nuevo. El que lo encuentra junto a Edgar Bayley, quien  junto a su hermano Tomás Maldonado, ha fundado el Movimiento de Arte Concreto Invención.
Juntos se proponen armar una revista. Pero sucede que estos jóvenes son tan amigos de las letras como de la vagancia y el proyecto queda trunco. Llega entonces Raúl Gustavo Aguirre, único hombre capaz de ponerlo en marcha.  Sale, en 1950, el primer ejemplar de una mítica revista: Poesía Buenos Aires. Es firmado por Aguirre, Mobili, Lamadrid, Bayley y Trejo e inicia una larga andadura de reuniones en el Palacio do Café en el que confluirán, entre otros, Miguel Brascó, Ramiro de Casabellas, Nicolas Espiro, Wolf Roittman, Jorge Carrol, Juan Carlos Paz y Osmar Luis Bondoni.
Trejo no se cierra. Huye de la dinámica de grupúsculo y de la tribu cultural. Por eso, Aldo Pellegrini quiere tenerlo como secretario de Redacción en la Revista Letra y Línea.  Allí comparte páginas con Enrique Molina y Oliverio Girondo.
Su vocación a la reunión y la fraternidad provoca respeto. Tanto como sus poemas. Y, con ellos, el hechicero de la tribu que los invoca.

V- Trejo es, además, el hombre del dirty work. Vale decir, el que acompaña a Flora Alejandra –la Pizarnik– en sus profundas depresiones, el que convence a un joven poeta santafesino de apellido Urondo – que luego será tan sólo Paco – de trasladarse de su  Santa Fe natal a Buenos Aires, el que  incursiona en el ácido lisérgico bajo la tutela del Dr. Alberto Fontana. Es el que viaja a Brasil,  el que cena en el piso con Dorival Cayimi y el que le acerca vasos de whisky a Vinicius de Moraes desnudo en una bañera.
Hasta allí la jirafa loca. Pero el oficial prusiano dice basta y, en la tranquilidad – o quizás también en el desorden – escribe para El Nacional y La Prensa. Desde la redacción ve las bombas que, en 1955, caen sobre la Plaza de Mayo.

VI - El cine lo convoca, al límite de publicar una revista. La titula Cinedramay da a conocer textos de Sergei Eisenstein, Parker Tyler y Charles Chaplin. Salen, en 1953, sus dos únicos números, que alcanzan para mostrar su vocación audiovisual que, pronto lo tendrá en el ruedo. Llega, entonces, la televisión. En 1959 se incorpora al equipo de guionistas del  programa Historias de Jovenes, donde comparte labores con David Viñas, Ricardo Halac, Germán Rozenmacher, Paco Urondo y Alberto Vanasco. Dos años más tarde, se convierte en el guionista central de Desnuda Buenos Aires, teleteatro que reflexiona sobre un Buenos Aires desconocido: el de la noche y los márgenes. Pero queda la perla: la musicalización que realiza su eterno amigo Leandro “Gato” Barbieri.
Pero no es tiempo aún de la pantalla grande. Es tiempo de revoluciones, del hambre acorralada por la sed, sed que se llama agua o ron, pero sobre todo justicia se llama.

VII - Trejo no entiende de lejanías ni de peligros acechantes. Se siente atraído por los barbudos que, en Cuba,  descendieron de la Sierra Maestra para acabar con el régimen dictatorial de Fulgencio Batista. Llega en 1962, en el último avión que parte antes de desatada la crisis de los misiles.
Reúne sus poemas y los presenta al Premio Casa de las Américas, el más importante de la región. El uso de la palabra, título que condensa su obra poética y que seguirá publicando en sucesivas ediciones que cancelan las precedentes, obtiene el primer premio. La noche de la premiación cena con otro argentino: se llama Ernesto, se apellida Guevara Lynch de la Serna.
En esa Isla con olor a ron y sonidos de Bola de Nieve, ve asomar a un joven amigo con cámara en mano: Fausto Canel. Junto a él escribe el guión de dos películas: El final Desarraigo. Esta última aborda  la historia de amor entre  un ingeniero argentino – Mario Camargo - que llega a la isla con el fin de colaborar con la planificación industrial en una planta de níquel y una arquitecta cubana nacionalista  –Marta– comprometida con el proceso revolucionario. Amor frente a bloqueo, frente a autoritarismo, y frente a burocratismo reinante.
Le película obtiene una Mención Especial en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián convirtiéndose en el primer film cubano premiado fuera del área socialista. Sin embargo, es rápidamente retirada de la cartelera del cine cubano y prohibida años más tarde.
Sigue su eterno trip. Se dirige a Italia, donde, en 1965, lo esperan sus amigos Gianni Amico, Anna Oberto, y Enrico Rava. Este último, toca su trompeta para musicalizar tres poemas de Trejo que incorpora en su disco Quotation Marks.
Mientras, Bernardo Bertolucci –que lo define como “el gran poeta argentino”- prepara la cámara y un nuevo viaje. El de La vía del petróleo, film documental que tendrá a  Trejo como protagonista de. Allí interpreta un giornalista patagónico, es decir, a él mismo, que referenciaba  la historia del cine a través de citas de Cocteau, Valéry, Manzoni, Stendhal, Welles, y Mizoguchi.

VIII - Trejo siempre está volviendo. Llega en 1966, año del golpe de Estado del General Onganía. Se integra, entonces, en los semanarios Primera Plana y Confirmado. Pero en primera plana se pone su nuevo desarrollo: el teatral, que lo llevará a descollar en ese ámbito de resistencia estético política que fue el Instituto di Tella.
Allí monta, en 1967, Libertad y otras intoxicaciones, obra teatral inspirada en las técnicas del Living Theatre, que aborda el problema de la tortura. En ella la tortura se volvía contra los propios torturadores, porque – como decía Baudelaire - : “La tortura es la aplicación de un medio material a un fin espiritual: la búsqueda de la verdad”.
El mismo espíritu crítico lo convoca en sus obras posteriores: Libertad, Libertad, Libertad El gran proyecto humano, y La reconstrucción de la ópera de Viena, pieza esta última que reversiona un texto escrito junto a Bernardo Bertolucci –Kill me, future – que no llegó a filmarse.
La libertad lo empuja, le impide caer en la parálisis. Toma la posta como periodista free-lance. Viaja, en 1971, al Medio Oriente, dónde entrevista, entre otros, a Yasser Arafat, aa David Ben Gurion y a Abba Ebban. 

A su regreso entrevista a Jorge Luis Borges. Se trata, en rigor, de una conversación entre iguales. Borges se expresa sobre las revueltas de la juventud que acechan al globo y sobre el desarrollo político de la Argentina.

Pero Trejo, escurridizo  y nómade,  vuelve a emprender viaje. Se dirige a Chile, donde desde hace tres años está desarrollándose un proceso revolucionario, conocido como la vía chilena al socialismo. Allí, frecuenta y entrevista al Presidente y líder de la Unidad Popular, Salvador Allende. Su estadía es más amable porque es más poética. Reside en Isla Negra, en la casa de Pablo Neruda, quien lo sigue llamando ahijado,
Emprende la vuelta, poco tiempo antes de que Augusto Pinochet, liquide la experiencia revolucionaria.
Estamos a mitad de la década del setenta. Años duros que no opacan su producción y su vida. La misma que conduce a su amigo Astor Piazzolla a grabar dos composiciones de Trejo: Violetas Populares y Escándalos Privados. Luego, vendrán Los Pájaros Perdidos, interpretado en el mundo por decenas de artistas.

IX -El país es dominado por la violencia política. Perón vuelve de su  exilio, se reproducen las organizaciones político-militares de izquierda, y una derecha militar reaccionaria amenaza el débil orden democrático.  La casa de Trejo es allanada por fuerzas policiales, que apresan a su sobrino Osvaldo Parma – entonces militante montonero –. Afortunadamente es libreado días más tarde.
Previendo un marco de más trágicas consecuencias – que llegará con el golpe de Estado de 1976 - Trejo sale del país junto a su sobrino y su hermana.  La consecuencia: un exilio de catorce años, que excede el marco de lo meramente político, y que se ancla también, en huir de un país que no siempre ha sido atento ni respetuoso con el poeta.
Vive entre el País Vasco, Madrid y Barcelona, ciudad esta última, en la que su amiga Esther Tusquets, directora de la Editorial Lumen, reedita El uso de la palabra, en una versión que contiene nuevos poemas y modifica las anteriores. El libro lleva ahora el insuperable prólogo de Alberto Cousté.

X - Estamos en 1988 y Trejo ha vuelto a Buenos Aires. El medio cultural lo aparta, la burocracia poética lo niega. Sólo lo rescatan jóvenes artistas y poetas no adaptados al medio oficial. Entre ellos destaca Ture -¿le suena?-, que lo entrevista para la Revista Fierro. El hombre hará  uno de sus últimos viajes. Debe seguir on the road. Allí están los Estados Unidos, que lo esperan en 1990. Lo reciben Joe Richey y Gary Allen. Y también Allen Ginsberg, con quien traduce a Nicanor Parra.
Trejo oscila los sesenta y cinco años y debe darse una tregua. Se traslada, a mediados de los noventa, a la ciudad de Rosario. Allí conocerá al amor de su vida. Es María Fernanda, con quien se casará años más tarde. Llegarán nuevos libros y nuevos proyectos. Y llegarán de su mano.

 XI - Trejo es y ha sido, antes que nada, un poeta. Esa palabra también tiene precio. La de pagar la vida sin numeritos literarios ni grandes publicaciones. Al menos así han sido y son los verdaderos.
Tenía apenas dos patrias: su infancia y sus amigos, y era de noche.  Pero tenía también el uso de la palabra. A partir de ella aprendimos que el alba es oficio de sobrevivientes, que no importa en qué lugar una palabra hará siempre de látigo, y reconocimos que la verdad sólo es verdad cuando es pronunciada, a puro y torpe corazón. Por él y junto a él comprendimos que “el mejor modo de esperar es ir al encuentro”, y creímos en su máxima que indicaba que “de dos peligros debe cuidarse el hombre nuevo: de la derecha cuando es diestra, de la izquierda cuando es siniestra”.
Poesía del pensamiento escapaba a toda pretensión. Poesía dialéctica que permite pasar de la poética de la moral a la moral  poética.

XII - Hasta aquí, Trejo. Pero es momento de hablar de Mario. Fue un ser humano excepcional, capaz de desbaratar reuniones y amigar hermanos. Sus broncas, sus risas y su permanente incorrección política, provocaban las más de las veces, la ira de unos y el festejo de otros. 

Pienso que a nadie he conocido con la capacidad, el poder de seducción que ha demostrado Mario durante toda su vida. La magnitud de esa sorprendente facultad la apreciaba siempre en los ascensores a los que subíamos acompañados por otras personas. Antes de llegar al primer piso Mario decía al desaire alguna cosa incisiva, breve, suelta, sobre algún aspecto muy general que todos podíamos comprender. Al pasar por el segundo agregaba a lo dicho alguna nota de ingenio, cargada de picardía y perspicacia. En el tercer piso ya todos sonreíamos a causa de un comentario dirigido ahora directamente a su público y a partir del cuarto ya todos estábamos pendientes de sus palabras y actos y muchos seguramente dispuestos a seguirlo hasta el último piso para no perderse sus ocurrencias.– decía Vanasco en Al Sur del Río Grande

XIII - Mario Trejo fue y es, para un buen número de poetas una guía para la acción (Lenin dixit). Frase sin lectura política. Estoy hablando de la profunda humanidad a la que convocaba, de su vocación a la reunión y de su espíritu de fraternidad. Fue un ser humano, capaz de amar y de recibir amor. Ni poeta maldito, ni del under, ni excelso. Poeta. Por eso, incluso tras su partida,  el espíritu Trejo sigue aquí. Aunque él esté desbaratando el espacio junto a Vanasco, a Paco, a Villegas, a Molina.
Un día nos encontraremos con él, aunque él ya esté en nosotros.



RADAR LIBROS #1 > MARIO TREJO

El monstruo sagrado


Personaje mítico y leyenda viviente de la poesía argentina, Mario Trejo vuelve con la reedición de dos de sus más importantes obras: El uso de la palabra y Los pájaros perdidos (Fondo Nacional de las Artes). La praxis poética de Trejo no se limitó a la escritura, sino que participó activamente en grupos, revistas, colectivos, ediciones y traducciones desde los años ’50. Guillermo Saccomanno repasa en esta nota la intensa experiencia vital y el recorrido literario de una voz imprescindible.

 Por Guillermo Saccomanno

1 Noche tarde. Tres jóvenes caminan con un veterano las calles del invierno porteño. Son los primeros años de la democracia. Todavía nadie acuñó el término flanneur que en unos años pondrá de moda la crítica tilinga, siempre afrancesada, para denominar el yiraje. Los jóvenes son poetas y, como ocurre cada vez que tres poetas jóvenes se reúnen, van a sacar una revista. Se han fumado un porro antes de buscar al poeta mayor. Les pegó su poema “Orgasmo”: “Breve vida feliz / breve muerte feliz”. Y también “El coño es una herida absurda”: “Reír todos/al mismo tiempo/alrededor de la cuna. // Aullar todos/ al mismo tiempo/ alrededor de la mesa. // Llorar todos/ al mismo tiempo/ alrededor del féretro”.
Los cuatro entran en El Ceibal: empanadas y vino. Un joven nombra a Kerouac. Empiezan a discutir sobre Kerouac. Otro habla con una presunta autoridad de la relación del alcohol, las drogas y la escritura. Menciona “El ángel subterráneo”. Más que escucharlo, el veterano lo tolera al presumido. Vos no sabés nada, le dice. El joven porfía. Alude a la traducción de Wilcock de “The Subterraneans” para Sur. El veterano se cansa y lo echa al joven: Andate, le dice. El otro se asombra, titubea. Te vas, le dice el poeta mayor. Aunque no es corpulento ni tiene aspecto de matón y es más bien bajo, canoso y está avejentado, el veterano impone respeto. El otro arruga, se levanta, mira a sus compañeros. Atónitos. Lo dejan ir. Se quedan dos. Wilcock no sabía nada ni de paraísos artificiales ni de literatura, sigue el veterano. Y recita, de memoria, en inglés, un pasaje de la novela de Kerouac, esa novela que empieza con una negra opinando que si Baudelaire hubiera comido más tal vez habría escrito menos, pero seguro habría sido más feliz. Uno de los jóvenes que se quedaron dice tener la traducción de Wilcock. Como vive cerca, se ofrece a buscar el libro. Traé el librito, pibe, le dice el veterano. El pibe se levanta como un resorte, sale, se apura, corre, se pierde en la noche y vuelve enseguida con la novela. El veterano toma vino. Abre el libro exactamente en el párrafo que termina de evocar en inglés. En la traducción la parte de la marihuana es un despropósito. Wilcock no sabía nada de drogas, dice el veterano. Y vuelve a repetir el fragmento en inglés.
2 Mario Trejo era, es, ese poeta mayor y no por su edad sino por su obra solitaria, que a través de décadas fue convirtiéndose en un manifiesto al cual acuden todos aquellos que desconfían de la poesía como carrera en el circuito de capillas del verso. No es de Trejo publicar con asiduidad. Además, como lo prueba la anécdota que transcribí hace un rato, no suele ser un tipo fácil. (Trejo debe estar, a esta altura, riéndose socarrón de lo que escribo, esta semblanza: “Huir de la pequeña historia. / La anécdota me saca de quicio. Vivamos el Gran Cuento”, ha escrito) Trejo, lo aclaro, tiene motivos fundados para no ser fácil. Estuvo en todas. Mejor dicho, picó en todas. Y de todas se las picó antes de que lo embalsamaran. Se destacó por una implacable lealtad con una poesía que, corrosiva, desconfía de su instrumento, la palabra, y la pone en cuestión: “La palabra lobo no muerde. / El que muerde es el lobo. // La palabra no muerde. / El que muerde es el poeta”. Que a su obra poética reunida la titulara El uso de la palabra (1964) no es una casualidad. Según Alberto Cousté en su prólogo a El uso de la palabra, “el mayor desencadenante de la irritación para su familia de lectores es la ambigüedad (esa madurez del espíritu por la cual se admite que cada formulación contiene el orden que la niega, cada imagen su reproducción especular, cada ente su contrario), característica en la que abunda la obra de Trejo, construida como está desde acechanzas e intuiciones, testimonio como es de un pensamiento que avanza en espirales cada vez más ceñidas y se niega al reposo”.
3 Algo más sobre la leyenda Trejo. Porque leyenda es un término que le cae perfecto. Una leyenda viva, como suele decir el periodismo cuando se trata de encarar algún monstruo sagrado. A propósito, Trejo es también un monstruo (como lo sugiere la variedad de inserciones que practicó en distintas actividades, ya fuera el teatro como el cine y la televisión) y también es sagrado porque, en su escritura, se toma conciencia de que “la poesía corre siempre el riesgo de cometer incesto con la magia y la religión. Cuando la transgresión se suma, se convierte entonces en una poesía esotérica, un rito de iniciación en el cual las palabras son a la vez velo y vestíbulo de una verdad que está más allá, en otra parte que no conocen las palabras”, escribe en El combate verbal. “El acto de crear, el momento mismo de la creación es, en estos casos, la experiencia más cercana a la mística, que es, por definición, no verbal. Puede argumentarse que una poesía que solicita el conocimiento de claves ocultas o de guiños culturales es hermética. Para que la ostra vuelva a abrirse y permita la esperanza de una perla es necesario, entonces, creer. Creer en la experiencia literaria”.
4 A Trejo, qué duda cabe, le gusta jugar con el tramado de una mitología personal. Es que tiene, como pocos, con qué. Su biografía puede empezar en 1926 con su nacimiento en Tierra del Fuego, Comodoro Rivadavia o La Plata. También se le atribuye un nacimiento en Temuco, Chile. En una entrevista contó hace poco que un tío suyo estaba preso en un penal patagónico. Y que su historia familiar bien puede empezar ahí. Pero como sucede con toda leyenda, hay una zona de imprecisión cuyo atractivo corre también por cuenta de quien lo lee, o lo escucha. En 1946 publica su primer poemario: Celdas de la sangre. En ese año, con Alberto Vanasco (con quien escribiría “No hay piedad para Hamlet”) montaba unos happenings callejeros: exhibiciones de pintura y escultura con lecturas de poemas. Todo duraba minutos. Y pasaba en el centro de Buenos Aires. Esto, subrayemos, antes del Di Tella. En 1948 se une a Tomás Maldonado y Edgar Bailey en el Grupo de Arte Concreto-Invención. En 1950 se lo encuentra con Bailey y Raúl Gustavo Aguirre en la revista Poesía Buenos Aires. Con una beca del Museo de Arte de San Pablo viaja a Brasil en 1951, donde estudia diseño. Regresa un año después y funda la revista Cinedrama. Entre 1952 y 1953 es secretario de redacción de Letra y Línea, la revista de Aldo Pellegrini, cuya redacción se reúne en la casa de Oliverio Girondo. Aquí se discuten traducciones de Aimé Cesaire y Dylan Thomas. En 1957, becado nuevamente, retorna a Brasil y toma contacto con los artistas del Museo de Arte Moderno y con el grupo de poesía concreta que integran Décima Pignatari y Haroldo de Campos. De esta época datan sus traducciones de Drummond de Andrade, Cabral de Melo Neto, Murilo Mendes y Vinicius de Moraes. Entre 1958 y 1960 realiza entrevistas para Canal 7 a la vez que escribe para Historias de jóvenes, el ciclo de David Stivel donde también colaboran Osvaldo Dragún, David Viñas y Dalmiro Sáenz. Desde 1960 hasta 1962 alterna Madrid, Roma y París. Hace crítica literaria, con Mario Vargas Llosa, para la Radio Televisión Francesa. Entre 1963 y 1964 está en Cuba escribiendo un documental sobre Wilfredo Lam. En 1964 recibe por El uso de la palabra el premio de poesía Casa de las Américas con un jurado presidido por Blas de Otero. Un año después se instala en Roma escribiendo para Bernardo Bertolucci Kill me future, un largo de ciencia ficción política que no alcanza a filmarse. “Prima della rivoluzione bisogna distruggere/ per non farsene dopo una preocupazione // E dopo? / Certe malinconie/ certe riflessioni verbali // Oh Europa/ mondo antico/ come sei pintoresca”, le escribirá a Bertolucci. Más tarde se interpreta a sí mismo en La vía del petróleo, un documental que, restaurado, se presentará en el festival de Venecia de 2007. En 1967 vuelve al país invitado por el Instituto Di Tella donde escribe y dirige, a partir de las enseñanzas del Living Theatre, Libertad y otras intoxicaciones, pieza adelantada en tratar la tortura, el aborto, el derecho a la diferencia. En 1968 escribe y dirige La reconstrucción de la Opera de Viena.
Incansable, como corresponsal free lance, 1971 lo encuentra en Medio Oriente: Egipto, Israel, Siria, El Líbano. En 1972, en Chile. Entre sus reporteados están Ernesto Guevara, Yasser Arafat, Salvador Allende, Abba Eban, Ben Gurión, dirigentes del MIR. Y en 1974 se exilia. “Acababan de matar a Ortega Peña y a un periodista amigo mío, Leopoldo Barraza”, cuenta en una entrevista. “Estábamos en casa de Martha Peluffo y hacíamos intercambio. Yo te doy coca, vos me das hachís. Y yo aportaba ácido lisérgico. Esa noche no aguanté más. Y me dije: Me voy, no aguanto más.
En esta resumida biografía de Trejo falta todavía acordarse de la relación entre poesía y música –como si no fueran una misma cosa–. Waldo de los Ríos y Astor Piazzolla les ponen música a sus poemas. De los Ríos a “La tristeza y el mar”. Piazzolla a “Los pájaros perdidos”, una elegía de la pérdida amorosa escrita en Villa Gesell, según él, mirando el mar una tarde. Este poema, el más popular, lo cantarán Amelita Baltar, Rosana Falasca, Milva, Susana Rinaldi, Julia Zenko, Lolita Torres y una innumerable cantidad de voces femeninas. Hay versiones griegas y japonesas. Más de cincuenta en el mundo. También Jeanne Lee y Enrico Rava graban sus Quotations Marks, poemas en inglés. Mientras su poesía aparece tanto en Barcelona como en Bombay, se junta en 1990 con Allen Ginsberg en Boulder, Colorado, y traducen a Nicanor Parra. En 2008 el Fondo Nacional de las Artes le publica una antología. También el año pasado la Fundación Argentina para la Poesía le entrega el Gran Premio de Honor. “Esta agitada vida/ me ladra como un perro”, ha escrito.
5 No obstante su trayectoria tan intensa como vertiginosa, más parecida a un raid que a un currículum en el que la poesía nunca parece ocupar el lugar central sino que corre, lateral, en una colectora por la ruta principal de los trabajos y los días, hasta no hace tanto Trejo era un nombre que operaba como contraseña entre iniciados. Lo que sucede con Trejo poeta lo explicó él mismo refiriéndose a sus preferencias en Juan L. Ortiz, mordido por la palabra: “Pero hay un exilio hacia adentro: el que comienza en la soledad que tiene el atrevimiento de asumirse y que, a veces, el olvido y la indiferencia de los otros perfecciona. Vamos al grano, daré nombres: Macedonio Fernández, Benito Lynch, Baldomero Fernández Moreno, Oliverio Girondo, Juan Carlos Paz, Jorge Enrique Ramponi, el chileno Juan Emar, los uruguayos Horacio Quiroga, Felisberto Hernández y Juan Carlos Onetti. A todos ellos les debemos algo; a algunos les debo, además de la amistad para el adolescente desconocedor y desconocido”.
En Opus yo, Trejo ya se anticipa a los gestos de apartheid crítico: “Yo tendré quién sabe cuándo y dónde/ soy un campeón que cada día lucha por el título/ yo escribo este poema/ yo ejecuto la poesía”. Con respecto al ninguneo, Trejo supo despacharse: “Estuve fuera del país no sé cuántos miles de años para que tengan pretextos. Pero creo que son un poco demasiado injustos conmigo. Por ignorancia. En primer lugar, no me han leído. Y tampoco han leído nada porque son muy ignorantes”. Trejo, siempre en movimiento, es una complicación para los críticos ya que se trata de un excepcional entre los poetas de su generación. Lejos de constituir una obra vasta, copiosa, reincidente en tics, su poesía trabaja por decantación y se concentra vital y expansiva en un único libro al cual, a lo largo de décadas, le fue sumando apenas algunos poemas. “No hay nada más honesto que la necesidad”, ha escrito. Porque la poesía, en Trejo, contesta una urgencia. Aunque sin apuro. Su palabra siempre está meditada.
Muchos poemas, la mayoría, están dedicados, y las dedicatorias, como las citas, refieren tanto afinidades como señas de identidad: Enrique Villegas, Paco Urondo, Juan Gelman, Umberto Eco, Alberto Cousté, Susana Constante, Marcelo Ravoni. Dedicatorias, cabe consignarlo, que fechan una generación. Y dentro de lo que esta generación ha producido, El uso de la palabra deviene rara avis: insular, Trejo parece consumirse en la espontaneidad, pero la persistencia en lo instantáneo es aquello que, justamente, destaca una manera de entender la pasión.
Agotado en ediciones anteriores, circulando a veces en fotocopias, de mano en mano, El uso de la palabra, editado en 1999 y reeditado en 2008, fue presentado por Noé Jitrik, su compañero de exploraciones del Grupo Zona de la Poesía Latinoamericana. Este año Trejo se sumó a Jitrik y Hugo Gola en el encuentro El Argentino de Literatura en Santa Fe. Más que de rescates y homenajes, quizá hay que considerar estas acciones como desagravios. Porque hasta acá Trejo pertenecía más a la leyenda que al cotilleo de actualidad de los suplementos literarios. Sin embargo, aún hoy, cuando uno lo menciona a Trejo no falta quien se asombra al enterarse de que está vivo. Quizá esta circunstancia, el aura de excéntrico (con respecto a todo canon) y de maldito, se deba a que su poesía tajea y su herida no cauteriza porque responde a una concepción de la belleza que se asume “tenebrosa, esta película transparente/ e infinita que une y separa la belleza del mal de la/ maldad de la belleza”. Nada más lejos de Trejo que la fingida inocencia rilkeana de mucho poeta contemporáneo suyo consagrado al verso de la melancolía rentable: “Toda palabra tiene precio”, dice terminante en “Ultimátum a un joven poeta”. Al leerlo, aunque a veces se escucha entre líneas una afinidad con César Fernández Moreno, Urondo y Gelman, se advierte en Trejo otra indagación. Una más solitaria.
6 Si bien Trejo no le hace asco a la poesía en el charco de la política, la considera con una tristeza. En “A un peronista” escribe: “Este hombre creyó porque lo necesitaba. / Creyó porque el país lo reclamaba. / Este hombre fue convocado por banderas y bombos/ y también fue a gritar sin que lo llamaran/ atravesando un diluvio (...) Volvió a atravesar el barro y la lluvia/ soportó días y noches sin dormir/ siempre bajo la lluvia para decirle adiós a Evita y al Viejo. // Este hombre tiene derecho a estar equivocado. / Este hombre tiene todos los deberes de quien se ha equivocado”. Y después, ahí está, la muerte: “Pasan ilusiones/ Pasan los recuerdos/ Amigos que fueron/ Derechos e izquierdos (...) Los hijos y hermanos/ Ya no están se fueron/ Y los cumpleaños/ Desaparecieron”, escribe en “Los abuelos huérfanos”. Porque también se trata de “convivir con los muertos”: “Hablamos de nosotros como de otra película. / Hemos aprendido a convivir con los muertos”. Una de sus lecciones de entonces, aún vigente: “De dos peligros debe cuidarse el hombre nuevo:/ de la derecha cuando es diestra/ de la izquierda cuando es siniestra”.
7 Lo que cuenta en Trejo es una escritura que responde, como pocas, a la urgencia y la voracidad de un destino “poético” llevado a fondo: “Escribo al dictado. / No me disculpo. / Hay poco tiempo”. Así Trejo atiende una necesidad salvaje de búsqueda: “La mejor manera de esperar es ir al encuentro”, anotó. Más que una “perla” poética (que lo es), esta frase resume una estrategia de vida, una consigna. De serle fiel, no de otra cuestión, nos habla su poesía.
8 El pianista Wynton Kelly intentó describir algunos aspectos de su relación con Miles Davis: “Es un gran tipo. Si lo conocieras, es único. Es más un acompañante que un líder. Y siempre está creando, toca fuera de los acordes y la sección rítmica y yo salimos a buscarlo. Cuando se lanza a fondo podés sentirlo en todo el escenario y a veces levanto la mirada y le veo esa sonrisita en la cara y me doy cuenta”. De Trejo estoy hablando.