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lunes, 27 de abril de 2015

Clase N° 31 - jueves 23 de abril 2015

Comenzamos en esta clase con las visitas de poetas destacados, que vendrán a contarnos en el transcurso de este 2015 su experiencia literaria y su vida vinculada con el quehacer poético.  

Fue un lujo para Abordajes poéticos recibir la visita de NORMA PÉREZ MARTÍN, poeta argentina, nacida en Buenos Aires, quien nos habló de sus dos ejes en la vida: la enseñanza universitaria y la actividad literaria. Poeta, escritora, crítica literaria, ensayista, investigadora, ex profesora universitaria UBA, militante peronista.  

Nos honró con su presencia y experiencia, nos habló de su poética y nos leyó sus poemas. Asimismo, nos contó acerca de sus ensayos dedicados a destacadas figuras, entre ellos, Horacio Quiroga, Rodolfo Kusch (“La muerte del Chacho” de Rodolfo Kusch, Centro de Estudios Latinoamericanos- CELA, 1982) y Miguel Ángel Bustos en Aproximación a la poética de Miguel Ángel Bustos, CELA, 1985. 

Nos relató el vínculo entre experiencia vital y su trasvasamiento al poema, en especial en su poemario Ceremonial de la piedra, que reflejó su viaje por la América Latina profunda.

Su poética, nos dijo, tiene tres raíces y linealidades: lo poético-intimista, lo social y lo filosófico-metafísico.

Fue un momento pleno, riquísimo, intenso; entre todos le realizamos un reportaje abierto en el que Norma Pérez Martín se explayó acerca de tu extensa, diversa y rica obra y nos dio una clase magistral.

Y por supuesto, un más que merecido homenaje a quien fue además para mí una gran profesora universitaria, que supo enseñar a sus alumnos a leer poesía, la gran cenicienta en las Universidades argentinas. 

Hablamos de su poética sustantiva, vital, de ideas-fuerza, ascética, trabajada, pulida; su obra poética tuvo y tiene plena influencia en mi quehacer poético.

“Escribo para morir despacio” dice en su poema titulado Autobiografía, que leímos. Incluso, aunque ella siente que no se debe dar consejos, señaló la orientación necesaria: captar ese momento poético, plasmarlo en el papel o formato virtual; luego dejarlo reposar y, pasado un tiempo, recién allí trabajarlo, pulirlo.

-¿Qué es la poesía?, le preguntamos.
-Es algo indefinible. La palabra y el signo se hacen indefinibles. A medida que la palabra surge y el signo se abre, es como que se fueran encadenando sucesivas asociaciones.

-¿Cuándo comenzaste a escribir poesía?
-A partir de la juventud, siendo estudiante universitaria. Daba más importancia a la sonoridad que a la métrica.

-¿Qué poetas influenciaron en tu poesía?
-El primer maestro, sin duda: Leopoldo Marechal. Y también, Miguel Ángel Bustos. Y desde ya, todos los españoles, comenzando por Federico García Lorca. Fui amiga personal de Olga Orozco, de quien admiro muchísimo su poética aunque no me vi influenciada por su obra, y con Alejandra Pizarnik, somos de la misma generación universitaria junto con Ivonne Bordelois, Nélida Salvador y Angélica Beatriz Lacunza, toda grandes poetas.

-¿Cómo te acercaste a las letras?
-De chica, ya desde muy chica, ya decía que iba a estudiar “filosofías y letras”, así en plural, las filosofías. Sin duda que mi vocación fue la de ser docente y escritora. También, aquí en la SADE, di talleres literarios durante muchísimos años; ahora estoy jubilada, pero siempre escribo. Para mí escribir es como respirar. Sí, escribo a mano.

-¿Cuál es tu estilo poético?
-Mi poesía está ubicada a lo largo de tres líneas: lo intimista, lo filosófico y metafísico y lo social.

-¿Influencias?
-Fui influida por la Generaciones del ´98 y la del ´27 españolas. Y desde luego, yo estoy vinculada con ese maremágnum que se denomina generosamente “posmodernismo”, que podríamos definirlo como “el no movimiento”. Y desde ya por los poetas cercanos latinoamericanos: Ernesto Cardenal, César Vallejo, Pablo Neruda, los Parra.

-¿Borges?
-No me gusta como poeta, lo prefiero como cuentista. Punto.

-Norma, ¿trabajaste alguna vez poesía medida?
-No, nunca hice poesía medida. Alguna vez, algún ejercicio de sonetos; pero sólo porque me vi obligada. El romance, sí, el romance antiguo y español lo he trabajado.

-¿Cómo elegir el título de un libro?
-El título surge en forma misteriosa.

-Ya en el siglo XXI hablar de géneros literarios es un exceso formalista, de todos modos, vale la pregunta: ¿en qué género literario te sentís más cómoda?
-Estoy cómoda en el que estoy haciendo.

-¿Cómo surgen los géneros literarios en nosotros?
-A priori uno no busca… “la luz se hizo y se fugó” (luego de que Rubén Devoto le tomó una foto con flash desde su teléfono celular).
Me gusta la forma manuscrita. La máquina de escribir ya no la uso; está guardadita, esperando siempre. Hace años que trabajo en computadora. Después del manuscrito, va a la computadora.

-¿Consejos a un joven o no-joven poeta?
-Nunca fui consejera. Pero sé que el camino comienza por leer mucho, leer a muchos poetas, de otras épocas y actuales. Y en otros idiomas. Dejar fluir el interior, dejar luego en barbecho lo escrito, y revisar un tiempo después. Se ven luego los defectos, qué corregir, agregar, sacar. El trabajo poético se aprende, es fruto de la experiencia personal. Y desde luego, se debe ser muy exigente a la hora de corregir, aprender a romper papeles, a desechar lo que no sirve.

 Nos dejó flotando en el aire el verbo “manuscribir”, muy poético.
Porque ella manuscribe.

Un poderoso y cálido aplauso selló este homenaje. 

Desde luego, hubo momento para las fotos; en este caso la tomada por nuestra secretaria por la Fundación Argentina para la Poesía, Norma Belleri. 

De izq. a der.: Dora Dobosch, Valeria Sabbag, Miguel Curcio, María Marta Donnet, Sandra Pien, Norma Pérez Martín, Griselda Pereyra, Rubén Devoto y Gabriel Cherulñec.





Aquí dejamos además su dirección de e-mail: nperezmartin@gmail.com y un volumen de la reciente antología en la que participó: 20 poetas a mar abierto, bilingüe castellano-francés, de Ed. La Luna Que.



Profesora y licenciada en Letras, egresó de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, casa en la que durante muchos ejerció la docencia y en la que obtuvo importantes distinciones a su labor. Esa contracción a la enseñanza fue  siempre paralela a una acendrada vocación literaria. Autora de quince poemarios, dos novelas, numerosos cuentos y dos libros de ensayos que han tenido amplia repercusión académica: Testimonios autobiográficos de Horacio Quiroga, de 1997, y Escrito en América, del año siguiente, su profundo interés en temas latinoamericanos descuella, asimismo, en multitud de artículos publicados en su patria y en otros país del Continente. Fue directora de la revista de integración cultural Francachela e integrante del Centro de Estudios de Narratología con sede en Buenos Aires. La Editorial Vinciguerra publicó la totalidad de sus poemas en el volumen aparecido bajo el título de Poesía 1963-2003.

MISERIA

En la orilla descalza
tiembla el agua.
En el pozo gime la escarcha.
En la Villa Miseria llora el viento,
blasfema el sol,
la lluvia,
el alma.
En la torre del aire
miran los ángeles;
en el centro del mundo
sopla la muerte;
lleva un tricornio con borlas,
los niños le cantan detrás de sus harapos.
En la Villa,
la muerte se desnuda.
El agua se sacude.
El pozo se acurruca.
Los ángeles se duermen.
                                                     (de Me duelen las palabras, 1966)


IX

Desde la fidelidad milenaria de sus ojos
los perros
saludan la tristeza del hombre.
Las mujeres
vislumbran en la mejilla de la tarde
una gota de miel.
Y en el último carrusel de la noche
asoman los animales desterrados
las figuras primogénitas
que lavaron sus pies
–promisorios altares para el sacrificio-
Los templos
quedaron profanados
por el descuido insensato
que no aprendió
las revelaciones
florecidas
en la fiesta sagrada de la luna.

                                                             (de Animal desterrado, 1962)


IX

El viejo olor de las maderas
de mi infancia
levanta en mis nocturnos ojos
el cáliz de la risa,
como pellizco de sol
en los cristales minúsculos
del ventanal destruido.
El olor del jazmín
atraviesa el polen
y se atreve,
hoy,
por el camino de la derrota impertinente,
a convertirme
en buhonero audaz
que puso un mástil de humo
en el palo mayor
de su locura.

                                             (de Monólogos del ciego, 1975)


XVI

Soy el mendigo;
el hermano
el pordiosero de platos encendidos
que postula un lugar en el mundo.
Yo, el de los párpados cóncavos
a quien Tiresias ofreció
su destino,
para seguir andando
con los mismos ardores
para escuchar los truenos
del linaje maldito
y reencontrar enigmas
entre las gruesas sombras.
Soy el vidente caduco
el profeta leproso
que resuelve distancias
con bastones en vuelo.

                                    (de Monólogos del ciego, 1975)


EL POZO

Si alguien pregunta
el porqué del vacío,
y adónde guardaré los ojos
cuando todo esté lejos,
responderé:
no tengo otros sitio mejor
para mi vértigo
que el pozo triangular
de este silencio

                                             (de La sed en el pozo, 1967)


NOTICIAS

El infierno se instala
en cada página
y tu curiosidad
abre el instante gris
sobre tus huesos
como un hormiguero reventado
después de la tormenta.
Los hombres dinamitaron el canto
y bajan las aguas del siglo
hacia la electrónica
que alucina cadáveres.
El laberinto se complica
en los periódicos:
crecen los basurales
en los territorios donde
soñábamos verdes paraísos.
El suplemento infantil te predispone
a la humorada
pero la violencia de los supermanes
congela la esperanza en la historieta.
Allí, junto a tu lámpara,
la última estrella se consume.

  ( de "Aquí me quedo", 1982, publicado en "POESIA", Norma Pérez Martín,
selección 1963-2003, VINCIGUERRA, colección metáfora, Bs.As., 2004)


A LAS PUERTAS DE UXMAL

Detuve mis urgencias
y en la partida
creció la sombra
de mi hechura.
El día fue madurando
en ofrendas jubilosas.
Todo va cubriendo
el cotidiano
murmullo de los siglos,
con algunas plataformas
de lloviznas o aguaceros.
En las puertas de Uxmal
toda mi esperanza
se precipita,
y las proféticas pirámides
brillan
entre las estelas
de infinitas ceremonias.
Cada luna
va subiendo
exacta
hasta el punto final
de su medida.

A PESAR DE TODO

Narro lo incierto en esta niebla. / Voy entre multitudes
sudorosas, asediadas de aceros sin batallas / en cotidiano infierno.

Romilio Ribero

Sobrevive
el corazón
en esta niebla.
Desafían los muertos
las ruinas
las batallas
las torturas.
A pesar de todo
el compás del latido
continúa
al ritmo agridulce
de los sueños.



AUTOBIOGRAFÍA

Nací
un día cualquiera
de verano.
Me dueles, madre,
(tierra caliente
sacrificada por el mar,
al mediodía).
Mi infancia
no tuvo calesitas,
ni globos,
ni biberones
luminosos
perfumados
con el tazón de la alegría.
Mastico de prisa
el pan
de cada noche,
y bebo lentamente
las imágenes del sueño.
Escribo para morir despacio.



ELEGÍA EN GRIS MAYOR

Estás mirando
la modernidad arrogante.
¿Recordarás, Rubén,
tu Sinfonía?
No invoques
en vano
horizontes exóticos
ni luminosos plumajes. Aquí estamos
humillados
globalizados
infortunados
hasta los huesos.
Tu América
sacude los harapos
en el vientre
de mujeres indomables
niños
que azota el huracán
indios
que meditan
en el silencio del hambre.
Generaciones nuevas
remontan exilios
de engañosas virtualidades.
No, Rubén,
no olvidamos
tus Cantos
tus profecías.
Ojos sin rumbo
cruzan montañas
valles
bajo el cielo azul
americano.
Nubarrones y volcanes.
El azul no claudica
aunque venga degollando
el lobo imperial
con rechinar de dientes
agresivos.

De Poesía (selección 1963-2003), 2004


I

Mi lucha se enrosca por el indefinido túnel del cerebro.
La muerte
recorre las cornisas en los caminos del intento.
Descubro el mal
enfrentando con garras asfixiantes
las aureolas de arcángeles y dioses cotidianos.
El diabólico lenguaje
robustece los bosques.
El niño está dormido
sobre la dorada hierba,
entre los charcos de la isla profunda.
La diosa de perfiles almendrados
lo busca con sus dedos azules,
bajo el delirio de la noche.
El niño ya no es:
quedó atrás de las piedras
taciturnas
imperturbables,
en silencio.



II

Mi cuerpo creció bajo el recinto salvaje de tu cuerpo
y en la casa alucinada
busqué, entre cenizas y serpientes,
la luz de tu espanto.
Me diste tantas cosas inviolables
tantas otras carcomidas por la demencia.
Estrellé los labios en el secreto de los muertos
y en la risa fantasmal
socavada por espectros y mil cárceles.
Cabalgué noches enteras sobre tus caballos delirantes
y en sueños, reviví la última cuerda de tu sombra
la más reconfortante convicción de otro pasado.
No olvidaremos nuestra cita en los infiernos
hora por hora el incendio que nos nutre
a pesar de los prudentes temores del arcángel.
Serás mi descubrimiento y mi locura
mi flaca posibilidad de paraíso
mi nuevo mundo insospechado.
Oh seducción la de tu sangre
donde la mínima memoria
se volverá recuerdo y fantasía.


III

En lejanía de presencia
la devoción
casi locura
crece milímetro a milímetro.
En mi nombre
se cometieron
desde el principio
hermosas depredaciones,
insignes concubinatos,
ponderables torturas,
fusilamientos,
calificados atropellos,
delirantes inquisiciones.
En nombre
de mi nombre
llevo un apellido:
alguna vez,
él lavará las cenizas
y colmará
los oídos de los muertos.



IV
Y se hizo la noche.
Y no hubo amaneceres
con banda de trinos.
Ni un gorrión solitario
junto
al muro.
Los insectos
multiplican las sombras
revolotean
en la asfixia del aire.
La escenografía
irreverente
distorsiona
los signos del abrazo.
Se desparrama el tiempo
—crudo barro del exilio—
por el camino
sin huellas
que olvidó
los trigales.


V

Uno a uno van sumándose
los tigres, los pájaros, los buitres, las palomas
en este corazón de piedra y de cristales.
Las máscaras se unen
separándose en la sombra.
Se quiebran poco a poco
cayendo sobre los pastos dormidos
que aguardan muy adentro de los ojos.
Y aquélla
que tiene perfil de tragedias
inmutables
se deshoja sobre el rocío de la mañana.
Todo posible viaje se clausura
hacia el sol
hacia el almuerzo
servido con platos y promesas.
Aparece
después
la máscara oblicua, que olvidó la risa en el desván.
Despliega
la máscara terrible de mí misma
sus fauces devoradoras y salvajes
en el rincón sumiso del silencio.
Y me conduce
con gentileza de madrastra
a los voraces
tumultos del infierno.


De Animal desterrado, 1984



IX

El viejo olor de las maderas
de mi infancia
levanta en mis nocturnos ojos
el cáliz de la risa,
como pellizco de sol
en los cristales minúsculos
del ventanal dormido.
El olor del jazmín
atraviesa el polen
y se atreve,
hoy,
por el camino de la derrota impertinente,
a convertirme
en buhonero audaz
que puso un mástil de humo
en el palo mayor
de su locura.


JANO

En la frente de Jano
se halla la herida primera:
la radical
herida de los siglos.
En la frente de Jano
está marcada
la pesadilla del hombre,
del pájaro,
del árbol.
Ella soporta
el dolor intransferible
que dilata
más allá de la muerte.


De La sed en el pozo, 1967



LOS POETAS

Poetas de las razas
inmortales.
Araucanos, huarpes
guaraníes, matacos
aymaráes y tobas
incas, muiscas
onas, tehuelches y charrúas;
toltecas
mayas
navajos.
POETAS
de los CANTOS
desolados.
Alabadores
de la fruta apetecida
de la llama
y el viento;
de los peces,
las aguas
y serpientes;
del puma y colibrí.
Himnos sabios
guardadores
de los signos
y la Noche.
Lenguas de fuego,
espíritus del aire
y eternidad de la Estrella.
Retumbar del odio
en las batallas.
Brujos siniestros
del maligno exterminio.
Oh Poetas
del amor y la guerra.
Sacerdotes de la Espuma,
hechiceros de la Muerte.


De Ceremonial de la piedra, 1982


POEMA AUGURAL

Cuando se vuelva ceniza esta amargura,
nacerá el canto.
Habré pagado todos los tributos.
Habré trocado el pan en lluvia.
Cuando mis manos entierren el olvido,
surgirá la semilla
que he buscado,
absurdamente,
en los círculos del agua.

De Me duelen las palabras, 1966


PORVENIRES

Sabrás
que el devenir
flota
entre las aguas.
Se convertirá
en por venires
luminosos
sobre
la cabellera nocturna
del misterio.

De Miércoles de ceniza, 2003



TRÍPTICO

De este lado del Océano llegará la hora
y los muertos resucitarán nuestra mirada.
A los caídos en las Islas del Atlántico Sur: 1982

I
Los estallidos entrecruzaron las distancias.
Un pájaro atraviesa las islas
revoloteando detrás del caserío.
Y va a posarse
sobre las últimas nubes de la mañana
invisible.
Un niño lanza la flecha de horror,
desfilan ejércitos de alucinaciones
y en la atmósfera helada
emergen los cuchillos para el día del entierro.

II
No se ha ido la hora de la infamia.
Pasó la guerra
y el aguardiente desgrana las heridas.
El camino se diluye sobre el hoyo.
Una sombra acorrala los vestigios
del asombro,
guardado en el monedero de la noche.
Suben por las islas los pies sucios
de la muerte,
llegan en silencio hasta nosotros.

III
Los enemigos se alejaron por países remotos,
las furias los acechan.
Aúllan los perros del hombre.
En la playa un pescador
puro hueso
se adelanta hasta la barca
que el vendaval
dejó
en el filo de los relojes siniestros.


De Aquí me quedo (1980-1982)


V
He recorrido el mundo
acompañando
tu imagen presentida.
La tierra huele
a caricia
esta mañana,
y se llena de optimismo.
Por la noche,
me envuelve tu luz
y resucito.


VI
Cuál es tu nombre verdadero
entre los tantos nombres
acumulados en duros calendarios
de castigo.
Dímelo, pues,
ya es hora.
Tu identidad se perdió entre los días.
Mi pregunta se alza
y advierto los secretos
que lastiman tu sangre acorralada.
Me demoro en lenguas de fuego
y profecía.
Quemaron con puños de odio
tu íntima belleza.
Heroísmo callado en nuestra historia
la tuya
la mía
la de muchos
corriendo
por las orillas insalvables del recuerdo.


De Huésped de la memoria, 1983


VI
Quieras o no,
habito tu misma carcajada.
No disimules
porque no cuenta ya,
ese fingir cansado
de tu anhelo.


VII
Al pie de tu silencio,
la gloriosa plenitud
que has inventado.

De Javva, 1969


VII
Los jinetes del Apocalipsis
avanzan.
Jeremías llora
la muerte del siglo.
La ballena de Jonás
empuja
los deshechos de la historia
interminable.
El oriente suma y resta
ojo por ojo.
La ley del talión
consume
la impotencia del herrero
ante la fragua
y las túnicas
se arremolinan
en el viento.


X
Quién conoce las asperezas de la tarde.
Acaso, recién amanecida,
la fibra incandescente
pudiera construir el primer milagro de la noche.
Cuando todo el vacío se quebranta
con una brizna de sol,
logramos instaurar el imperio de la palabra.
Quién descubre el resquicio hambriento del aire.
Venturosos amigos del hallazgo
comprometen la victoria,
crean mil rompecabezas de papel
sobre inextinguibles frentes de poetas y de locos. Quiero permanecer intacto
en la jungla,
mirar con los párpados ardientes
esta piedad dormida,
la fe que buscamos en las almohadas del insomnio.
Yo soy el ciego,
atroz vigía de los tiempos
sobre la rueda inmóvil
que empuja el carruaje insobornable
de los días.

De Monólogos del ciego, 1975

XXIII
Cuando nos dirigimos
al encuentro de la culpa
una inquebrantable
opción
nos redime.
El consiguiente fracaso
nos incita
y en el viaje
sobreviene
—doloroso—
el equilibrio.
Aquellos
que un día buscamos
para rescatarnos
juntos
vuelven el gesto
hacia otro abismo
con la inconciencia
que prodigan
las seguridades falsas
de los días ardientes:
aquellos días
en los cuales
fuimos
tigres hambrientos.
Desenmascaramos todos
los engaños.
En el vacío,
después del caos,
hallamos
la obsesiva semilla
para seguir viviendo.

De La culpa y otras humillaciones, 1980



XXVI
El canto
entró en el infierno.
El poeta
vislumbra
resplandores
de perverso destino. Tarde cayó
la estrella
de sus ojos.
Se descubre
agreste
un hechicero
en medio
del diluvio.
Conoce
las arenas
y las máscaras.
Recoge
algunas palabras
pero
no le sirven.
El último sonido
tortura
su instrumento
lobo estepario
que aúlla
atravesando el mundo
como fantasma
de trágica belleza.


De El diluvio y las máscaras, 1998.

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La de hoy fue una clase diferente, sin recurso poético para trabajar y sin poemas realizados en clase. De todos modos, si alguno de ustedes si sintiera inspirado por la poesía de nuestra invitada, la poeta Norma Pérez Martín, por favor, no dejen de subir sus poemas al blog. 

Les dejo también aquí un link que vale la pena: el discurso que acaba de dar esta semana Juan Goytisolo al recibir el Premio Cervantes, el mayor premio literario a las letras de nuestro riquísimo idioma.


Y recuerden, por último, que la Fundación Argentina para la Poesía está, estamos, síííí, en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, en el Stand 627, Pabellón Azul. 



martes, 21 de abril de 2015

Clase N° 30 - jueves 16 de abril 2015

En esta segunda clase del año haremos un acercamiento a la poética de una muy buena poeta argentina contemporánea, Paulina Vinderman.

También, continuando con los recursos poéticos, hoy veremos uno de nivel semántico, que se articula con el que vimos la semana pasada:

la enálage (del griego ‘εναλλαγή, 'cambio') es una figura retórica que consiste en utilizar una palabra con una función sintáctica que no le es propia. Así, podemos verlo en el soneto de Quevedo, cuando dice:
soy un fue, y un será, y un es cansado
las formas verbales fue, será y es ejercen la función de atributo, como si se tratara de sustantivos.
En ocasiones, se considera también enálage el uso traslaticio de un tiempo verbal por otro, o de un género gramatical por otro.
Uno de los rasgos característicos de los romances es el uso del tiempo imperfecto de indicativo con valor de pretérito perfecto simple o de presente de indicativo. Por ejemplo, el Romance del prisionero comienza con el verso
Que por mayo era, por mayo,
pero la acción no sucede en el pasado, sino en el presente (cuando hace la calor; sino yo, triste y cuitado / que yago en esta prisión).


Paulina Vinderman: poeta y traductora argentina nacida en Buenos aires en 1944. Es una importante exponente de la poesía argentina contemporánea. Ha sido incluida en numerosas antologías y muchos de sus poemas han sido traducidos al inglés, al italiano y al alemán. Colaboró con Nina Anghelidis en la traducción al castellano de "Votos por Odiseo", de la poeta griega Iulita Iliopulo y tradujo al castellano a John Oliver Simon.

Ha obtenido importantes galardones entre los que se destacan, la Faja de Honor de la SADE en 1988, el Tercer Premio de la Municipalidad de Buenos Aires en 1989, el Primer Premio Municipal Ciudad de Buenos Aires en 2003, el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras en el género Poesía y el Premio Citta' di Cremona 2006 por el conjunto de su obra.

Parte de su obra está contenida en las siguientes publicaciones: "Los espejos y los puentes" en 1978, "La mirada de los héroes" en 1982, "La balada de Cordelia" publicado por la Fundación Argentina para la poesía, 1984, "Bulgaria" 1998, "El muelle" 2003, "Transparencias" 2005, y "Hospital de veteranos" en 2006. Actualmente reside en la ciudad de Buenos Aires.       

Ha colaborado (con poemas, artículos y reseñas literarias) en publicaciones del país y del exterior: La Nación (Bs. As.), La Prensa (Bs. As.), Clarín (Bs. As.), El Espectador (Bogotá, Colombia), Hora de Poesía (España), Babel (Bs. As.), Babel (Venezuela), Diario de Poesía (Bs. As.), Intramuros (Bs. As.), Hispamérica (USA), entre otras.
Todo lo suyo puede verse en su sitio web www.paulinavinderman.com.ar

Este que les muestro es el tomo XVI de Poesía Argentina Contemporánea, antología publicada por la FAP (Fundación Argentina para la Poesía) a fines de 2007, de los que fueron invitados a tomar parte los poetas (por orden alfabético de los apellidos):

Enrique Bossero, Leopoldo Castilla, Susana Cattaneo, María del Mar Estrella, Cecilia Glanzmann, Ernesto Goldar, Jorge Hirsch, Jorge Isaías, Santiago Kovadloff, Élida Manselli, Hugo Mujica, Sandra Pien, Michou Pourtalé, María Inés Ure, Lidia Vinciguerra y Paulina Vinderman.




Allí, en la sección de participación de Vinderman, además de los poemas más relevantes, elegidos por ella misma, se reproduce la crítica de tres poetas notables –María Negroni, Sara Cohen y Jorge Ariel Madrazo- respecto de la obra de Vinderman; en este caso, los prólogos de esos poetas que acompañaron a los poemarios titulados El muelle (2003) y Hospital de veteranos (2008), que probablemente estén online en el sitio de la FAP http://www.letrasargentinas.com.ar

En breve síntesis, dicen:

María Negroni àPrólogo de El muelle.
“La madurez de la incertidumbre. Imágenes aisladas, recuerdos, y la cita ´Reconstruir es saber, pero saber a medias´.
Epopeya privada: imágenes con algo de onírico, provisto de algunos saberes. Escribe dentro del dolor del mundo, que por supuesto, es ella misma.
Perderse, dar el salto, liberarnos de la carga del ser.
Y la cita en un verso: “Ciudad de torres y tinta”.

Sara CohenàPrólogo de Hospital de veteranos.

La cita: “He llegado a un hotel tan ruinoso como mi alma”…
“Hospital de otro siglo. El dolor que me ata a la silla despintada, también es de otro siglo”. Relaciona el sueño, lo onírico, con el universo de la escritura.

Jorge Madrazo à de Hospital de veteranos.
Dice: “Lleva al lector a un paraje de extrañeza”.
Y compara la obra de Vinderman con la de Cesare Pavese.


Poemas de Paulina Vinderman

La muerte de la imaginación

  "Lo que más temo es la muerte de
la imaginación."
                              Sylvia Plath


El corazón no tiene quien le escriba,
nadie se atreve a cruzar la noche remando
en la intemperie
           (nadie se ve)
Y si no fue más que un amor negro, susurrante
que nada da,
el viaje más lejano fue el de mi cabeza
hacia su hombro
               (el más inútil)

La rama golpea en la terraza
pero es solamente oscura. El miedo
se sienta a comer un pastel en la cocina
               (y dice que es real)

¿Alguien pudo tocar a la desesperación?

Terciopelo, papel de diario, una lata oxidada,
no hay vacuna contra las superficies.

El mundo es un hueco tapado con barniz
                 (y no respira.)


Bulgaria

"We are such stuff as dreams are made of/
And our little life is rounded with a sleep."
"Estamos hechos de la misma sustancia de los sueños/
Y nuestra pequeña vida está cercada por un sueño."
W. Shakespeare

Varna. Geog. Ciudad de Bulgaria, cap. del distrito de su nombre, en la costa del mar Negro. Escala de las líneas de navegación que se dirigen a Odessa, Constanza y Estambul. Centro industrial. Universidad. Emplazada en la antigua ciudad griega de Odesos.

Si el infierno fuera un color
ése sería el color de la piel de mi padre esta mañana.
Carver agregaría huevos revueltos en la sartén,
una hornalla carcomida, palabras pesadas como piedras,
piedras del color resinoso del suburbio.
Un perro amarillo olfatearía los restos,
y la enfermedad y el espionaje.
Pero no puede haber perros en el departamento de mi padre.
Hay un vaso irrompible de té a medio tomar
atrapando el sol
entre el reloj pulsera y una estación de tren
que emerge de la llanura más próspera de la tierra.

-Anoche soñé-quiero decirle-que sacaba un
pasaje para Bulgaria.
Pero es difícil hablar de sueños a un hombre como mi padre.

Ni sueños ni palabras. Escasas acciones (como
luces de linterna), salvatajes prolijos de rincón.
No entiende de plasticidad, no entiende de confianza,
él sabe de los bordes del mundo y de sus héroes
pero reduce su lírica a cenizas
y las guarda en su valija de cartón.

Aquellas estaciones de tren deciden su escenario,
el único que acepta
(por poco tiempo y esa es su tragedia:
el exilio, el no volver.)
Se diría que siempre lo espera
una partida de cartas sobre una mesa improvisada
con durmientes. El jefe de estación, el boticario,
el comisario del pueblo, a veces nadie.
A veces juega contra nadie, mi padre, en un vacío
que domina.
Un pacto de silencio con el destino.

Ni sueños ni palabras.
Ha roto con paciencia infinita, a lo largo de los años,
todas mis cartas
y conservó los alambres, cortaplumas, sacacorchos,
una agujereadora anaranjada y un cuadro
donde el mar está pintado con tan poca fe
que no sabe si quedarse cuando llegue la noche.

Ni sueños ni palabras.

Aprieta mi mano sin fuerza,
sus dedos se mueven buscando una oportunidad,
no una certeza:
mi presencia imposible en un muelle, una bodega,
con un perro de otro que husmea un viento de río
frente a un horizonte incendiado.

-Anoche soñé que sacaba un pasaje para Bulgaria-
quiero decirle.
Llego a una ciudad amplia y resuelta, apoyada en un
mar interior (un mar de manual, con muchos barcos enhiestos.)
Inexplicablemente la ciudad está callada
y resuenan mis pasos sobre las calles.
Universidad, dice un cartel,
y otro me envía a las ruinas de un templo griego
que instala la armonía en mi ceguera.
Feliz y salvaje por haber escapado,
devoro una salchicha contra el portón de hierro
de una fábrica.

No me despertaré, me digo, no sabré nunca
que no estoy tan lejos como pensaba,
no me dolerá odiarte: como cien cuchillos,
como mil inviernos, como el anillo que estrecha
mi nombre y el tuyo,
como el lustre opaco que le dimos al encierro,
esta ausencia trabajada, padre, del color de tu piel.

                                                                          De Bulgaria


I

“Poi piovve dentro a l´alta fantasia”
“Llovió después en la alta fantasía”
Dante Alighieri

Cuando el otoño llegue va a empezar la novela, dice,
y señala en el aire un café como quien señala el destino,
dueña de esa música ambigua y perfecta que crea el corazón.
Habrá un sueño para seguir, en un paisaje carbonizado .
Un río para seguir, de orillas monótonas
con árboles dormidos como grandes elefantes.
Habrá pequeñas anotaciones en los bordes de las hojas
como si la vida interfiriera,
como si chamuscara un pergamino para envejecerlo,
como si la memoria recortara en papel glacé
las indecisiones, la epopeya privada.
Planea los silencios, la inconstancia, la vaguedad
como focos de poder
sobre lo que no se puede recordar pero se sabe.
Un abanico para su fiebre cuando surja:
Pensar la aridez
en el atardecer del pueblo más opaco, menos elocuente
que pueda dar una escenografía
a la emoción crónica de la realidad distorsionada por el arte.
La flauta del pastor en el museo local.
Las murallas bajo la amplitud de la noche.
Y una fuente, donde sentarse a conversar con el personaje,
todavía huraño, todavía presuntuoso,
en el centro exacto de su historia.


II
Otra vez cúpulas en el poema, otra vez la ciudad.
Las travesías se volvieron copias
de ciudades tocadas sólo por supervivencia,
para regresar a la mía.
Como si ella contuviera todos los números, los secretos,
las pasiones del mundo.
Alguna vez una calle me devuelve el desierto
y cuando oscurece,
las sombras de las bolsas de basura
son instalaciones de museo, que sólo puedo ver
cuando mi memoria agotada olvida el mar, aquellas grúas
detrás de las cercas, la mujer del turbante azul que
me vendió la caja mágica y la oportunidad
de atesorar mis miedos como mariposas atrapadas
en la belleza de su oro.
Hay que aprender la asfixia como se aprende un idioma.
Nadie llorará por la ausencia de las alas contra el cielo.


III
Puerto Viejo es el nombre del café
y hay un hombre en el fondo
fumando en pipa.
Las ciudades se definen en sus puertos
(o en su carencia),
pienso,
en lo inescrutable de los extravíos
y la espera.
Me inquieta este antiguo golpe del corazón,
esta mirada directa de cuando era chica,
que partía en dos los secretos de gente muy quieta
en las habitaciones silenciosas del verano.
Perro entrenado para escribir la luna,
la espero en la huida de esta tarde,
frente a las tipas de la ventana,
como si fuera un puente tendido
expresamente para no regresar
(lo demuelen después que paso, sin ceremonia.)
En este pequeño sitio debo construir algo que se anude,
como un puerto a la ciudad.
Y digo puerto como digo abrigo,
como digo existencia,
erguida sobre la memoria,
orgullosa
como la pintada sobre la pared de la fábrica.
¿Qué es escribir sino modificar la respiración
de las ciudades?
El hombre de la pipa ordena sus cosas para partir.
Tiene ojos duros,
como cristales de botellas,
preparados para el calor y la soledad:
un personaje de London en el trópico,
de camisa gastada
y manos bruscas.
¿Debo averiguar su historia o inventarla?
Mientras la noche viene,
me cambio de mesa
para aspirar mejor el olor de la pipa que flota todavía
como un barco fantasma,
sobre las historias muertas,
caídas de bruces sobre los papeles.
«El zorro se comió a la fábula», me grita, la pared. *

*Pintada de los sujetos, Buenos Aires, 1992.


IV
Este verano se parece a un pueblo todavía humeante
después de un bombardeo.
Del otro lado del río, en la bruma, un bote
está listo para llevarme a la frontera.
Si la metáfora suena dramática, es para proteger
esta ausencia sin brillo,
el riesgo de una soledad en sordina
y a repetición.
Las heroínas no huyen del calor
ni de los muñecos quemados entre los escombros.
Hay que llegar (del otro lado),
y escribir.
Y escribir es despojarme página por página
de un nombre anotado demasiada vida.
Amo este balanceo en la nada,
los recuerdos como linternas en la noche
que atraen a los animales y los alejan de sus cuevas.
Mi cueva es este verano inmóvil, metafísico,
casi reverente.
¿Hay alguien ahí?
No es fácil de entender tanta certeza, duele el mundo
y yo soy el mundo.
Un galpón atestado de maniquíes de vidrio,
para verles de lejos y cerca,
los hilos de la repetición.

V

Bichito colorado mató a su mujer
con un cuchillito de punta alfiler.
Le sacó las tripas, las puso a vender:
«A veinte, a veinte, las tripas calientes de mi mujer»
copla infantil anónima

¿y dónde empezó la historia?
«¿Dónde están sus monumentos, sus batallas, sus mártires?»*
Viajo para encontrarme con aquella crueldad
y aquella fuerza
de los sufridos gomeros en los balcones.
Ningún mar,
ningún pájaro,
ningún acantilado.
Mojo la pluma en el tintero y calco reinos de pesadilla
sobre un hule floreado.
Busco el lugar del resplandor
entre muebles demasiado grandes para la habitación.
Así después caminaré pueblos
casi ocultos por la melancolía del sábado,
con infaltable perro solitario, esperanzado y ocre
(del color de la tierra, del color de la piel)
esperando una flor en el tacho del traspatio,
el almuerzo del domingo
y un lagarto que fosforezca como la música de ayer.
Un ómnibus infinito entra en la noche,
cada vez más rápido,
cada vez más profundo
y deja atrás autopistas silenciosas,
caballos, bahías apacibles,
ciudades acunadas por un viejísimo rumor
que creo reconocer
en algún punto de algún lugar del mundo donde la canción
— la sombra de la sombra de la vida—
no signifique el lujo de la victoria,
bajo otra luz que no sean las estrellas.

                                                                          De El muelle

* verso del poeta Derek Walcott

Bueno, gente del taller: disculpen la demora en subir la clase al blog. Espero sus poemas y les recuerdo -de paso, ya confirmado el tema- que en nuestro próximo encuentro, este jueves 23 de abril de 2015, vendrá a visitarnos y a compartir con nosotros su experiencia poética, la poeta argentina Norma Pérez Martín.