Hoy haremos un acercamiento a la poética de un
poeta de los injustamente llamados “malditos”, Jacobo Fijman, quien dijo: “Según los
médicos estoy enfermo. ¿Acaso sabe alguien qué es el alma?”.
La expresión “poetas malditos” tiene sus orígenes en un libro de Paul Verlaine llamado Les poetes maudits, publicado en 1888.
La expresión “poetas malditos” tiene sus orígenes en un libro de Paul Verlaine llamado Les poetes maudits, publicado en 1888.
El recurso que hoy veremos es el
de redición: es recurso morfológico-sintáctico
que repercute en el plano fónico y consiste en repetir una palabra al comienzo
de un verso y al final del mismo.
Por ejemplo, aparece en el Romance sonámbulo de Federico García
Lorca, del que damos unas pocas estrofas:
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes
ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero
verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.
Jacobo Fijman fue un
gran poeta y dibujante. Había nacido en Orhei, Besarabia, hoy Rumania, el 25 de enero de 1898 y murió en
Buenos Aires, el 1° de diciembre de 1970. Formó parte de la vanguardia literaria
del grupo Martín Fierro, donde se vinculó con Jorge Luis Borges y Oliverio
Girondo. Desarrolló varios oficios irregulares, y a partir de 1921 comenzó a
padecer crisis mentales; crecientemente adepto al misticismo, pasó del judaísmo
al catolicismo en 1930, y colaboró en varias revistas religiosas antes de ser
internado definitivamente afectado de psicosis delirante en 1942. Moriría aún
internado en 1970.
Entre 1927 y 1928 viajó por primera vez a Europa
desde su llegada infantil a las costas argentinas; acompañado por César Vallejo (nada menos) llegó
a París, donde el surrealismo estaba en plena efervescencia, y conoció allí a
los grandes poetas del movimiento, entre ellos a André Breton, Paul Éluard y
Antonin Artaud. Pese a las afinidades literarias, la inclinación mística lo
distanció de los poetas. Contaría más tarde que
(...)
con Artaud nos conocimos en un café, en La Coupole. Estuvimos a punto de
pelearnos. Yo me identificaba con Dios y Artaud con el diablo. Y el conde de
Lautréamont era un loco perverso. Se había entregado a los vicios y hacía con
ellos poesía.
Compensó esas compañías con la frecuente visita a templos y catedrales.
Aquí uno de sus dibujos, y luego la portada de su Molino Rojo:
“El arte tiene que volver a ser un acto de
sinceridad”, decía. Tuvo una vida tortuosa y difícil, con cientos de vivencias
y anécdotas conmovedoras. Se trata de una poética riquísima en imágenes y
sinestesias, en un lenguaje popular con aditamentos de lunfardismos, en poderosas metáforas, a la caza de una búsqueda permanente.
Publicó
sólo tres libros. Su primer libro Molino rojo (1926), es el
antecedente natural —casi secreto— del surrealismo argentino. Ese mismo año, —como dijimos, pero es bueno repetirlo aquí porque está directamente vinculado— viajó a París donde conoció a André Breton y a Antonin Artaud.
Fijman dice que "En Molino Rojo hay una gran influencia de la sonata de Corelli
'La locura'. Esta sonata tiene dos formas de ejecución. 'El Loco' y 'La
Loca' (...) Molino rojo tenía un
título que atrapaba a los anarquistas y socialistas. En esa época reaccionaban al
instante ante el color rojo. Se notaba en la ciudad un estado de demencia
general. Y en Molino Rojo desde luego, hay una intención que empieza
por la demencia...".
Y luego editó Hecho de
Estampas (1930) y Estrella de la Mañana (1931).
Y aquí, parte de su obra
poética:
MAÑANA DE SOL
Tañía el sol sus llamas
en los cántaros húmedos del viento
de rocío y paisaje
que alargaba el elástico sendero.
Desentumecimientos.
Carnes del trigo;
espigas de mis manos.
Jadean los aromas;
temblequean cual besos los caminos.
Silencios verdes de los bosques rojos
apretados de gozo y alegría.
¡Enloquece en mis ojos la mañana!
OCASOS
Ocasos turbios de violeta.
Reliquias. Devociones.
Caras amortiguadas.
Nostalgias
descoloridas.
El mar se acoge en mis matices;
¡cierra su boca atardecida y fría!
El timbre de mis ojos
esparce intimidad.
Mi piedad de rodillas
se arroba en los suspiros del ocaso
(palomas de violeta)
Mis manos palpan el color de misa!
CREPÚSCULO
Ponderan los ocasos gustos violetas.
Un árbol negro, un árbol blanco, un árbol verde
cuelgan sus blusas
en la inmovilidad.
Ha cerrado los párpados el viento.
Luces deshechas;
pétalos estrujados
en superposiciones.
Ponderan los ocasos gustos violetas.
CIUDAD SANTA
Tres gritos me clavaron sus puñales.
Paisaje de tres gritos
largos de asombro.
¡Bromearon los sudarios del misterio!
Fuga de embotamientos;
suspiros
en la niebla inmovilizada.
Cipreses.
Bronce de los terrores
informes, fragmentados.
Mueren caminos
y se levantan puentes.
Un árbol se transforma
cerrando sus pupilas.
Caen medrosamente las palomas
angélicas del sueño
en las uñas heladas del espanto.
Un infinito horror
manaba en mis entrañas
en un himno de muerte.
TOQUE DE REBATO
Agua de trinos
manó de las gargantas estelares;
nos lavaba la angustia
el silencio concéntrico de los cielos lejanos.
En un andar de media-luz volvían los caminos
y un gran bosque de aromas
tañía las campanas de la aurora
un himno de la vida.
CÓPULA
¡Nos unió la mañana con sus risas!
En las rondas del sol
canciones de naranjas.
Danzas de nuestros cuerpos
desnudos -rojo y bronce.
El olor de la luz era sagrado:
música de horizontes,
espacio de paisajes-
rojo y bronce-
ruido de melodías,
himno de soles,
eternidad
y abismo de la dicha
en la alegría loca de los vientos.
Canciones de naranjos
en la piedad de los caminos.
¡Todas las aguas del silencio
rompimos en la danza!
Dicha de los abrazos y los besos;
toda la gloria de la vida
en nuestros pechos
jadeantes y ligeros;
nuestros cuerpos: auroras y ponientes
en la alegría loca de los vientos.
¡El corazón del mundo en nuestra boca!
VELADA
Rumor de carreteras aflautadas
en los alientos turbios de las miradas grises.
Portazos;
temblor de las vidrieras; cóleras destempladas.
Aúlla el frío blanco;
el suelo se ha caído de mis manos.
Crucifijos en somnolencia.
Marcha de retrocesos
¿Qué ruedas empujamos?
Acordeones desafinados
de mi sabrosa angustia.
Aúlla el frío blanco
cual los gritos helados de un espejo.
Silencios enjugados de la nada;
marchas muy bien envueltas, casi fijas.
Almohadas que lloran desesperadamente;
júbilos disonantes
de huellas desgarradas;
pasos atrás, deshechos
en la inconsciencia.
Mi corazón es una estrella en sorna;
canción de mis fogatas.
Almohadas burlescas que sollozan
desesperadamente.
Aúlla el frío blanco
cual los gritos helados de un espejo.
TARDE VIOLETA
Cae de bruces un silencio frío
en el ocio violeta de la tarde.
¡Perplejas añoranzas!
Se tuercen las paredes de mi estancia.
Ronronean las luces como gatos.
El caserío soñoliento
engrisa las campanas.
El viento tiene los pies desnudos.
Se ensordece la tarde
arrastrándose, lentamente.
¡Perplejas añoranzas!
De reojo me miran los sarcasmos.
EL VIAJERO AMARGADO
Gris andurrial de la mañana.
El mar descorcha sus botellas
de vinos espumosos.
Bailan como muñecos
mis anhelos, creados por los vientos;
y vanse a pique, sollozando,
con las manos abiertas, distendidas.
El mar embriaga mis sarcasmos-
aguja de relojes negros,
trasnochadores;
conciencia amarga de la vida.
Hastío.
Zozobras.
Gargantas temblorosas.
De día en día
preparo mis maletas;
¡cambio los aires y las horas!
Las grises estaciones me han dejado
el silencio de sus faroles
enfermos, de velorios;
y los puertos sus guinches y sus barcos
afiebrados de esclavos y bocinas.
Se alargan las agujas de los relojes negros.
Sarcasmos.
Bailan mis muñecos, oreados por los vientos
en el gris andurrial de la mañana.
MORTAJA
Por dentro:
atrás el rostro.
¡El pasado aniquila!
¡Es en vano que encuentre una herradura
en el estanque turbio de mi imaginación!
El árbol ha cubierto de palomas
mi soledad; pero es en vano.
Desnudo
siempre estoy como una llanura.
Para buscar un cerro
miro las multitudes.
Estoy siempre desnudo y blanco;
Lázaro vestido
de novio;
Una mortaja viva
entre el ayer eterno
y el eterno mañana;
una mortaja viva
que llora en mi garganta.
MÁSCARAS
Sangró mi corazón como una estrella
crucificada.
Dolor;
del sándalo purísimo del sueño
trabajaron la balsa de mi vida.
Amor
hízome calles de esperanza
que oprimieron tus manos de alegría.
Sus máscaras de aromas pusiéronme los astros
en las músicas negras que miran lentamente
mi soledad de túnel olvidado.
Y todavía el muelle
de mi ser bosteza;
yerra mi angustia
dando vueltas y medias-vueltas
como barricas.
Hasta que al fin, se romperá algún día
mi corazón, como un ladrillo.
¡Sus máscaras de aromas me prenderán los astros!
REQUIEM
Olores de amarillo.
Aliso de silencios
cual colgaduras tiesas
en la flor negra de mi estancia.
Sonrisa azul y blanca.
Gritos desesperados de los trenes
que doblan imprevistos horizontes
de lluvias y de fríos.
Otoño-
taburete desolado;
tabaquera de días rubios,
lánguidos y descalzos
y oscuras tardes de Rosario.
Un rebullir de sillas me despierta;
sabor de infancia; olores de amarillo.
El
Otro
Tarde
de invierno.
Se
desperezan mis angustias
como
los gatos;
se
despiertan, se acuestan;
abren
sus ojos turbios
y
grises;
abren
sus dedos finos
de
humedad y silencios detallados.
Bien
dormía mi ser como los niños,
y
encendieron sus velas los absurdos!
Ahora
el Otro está despierto;
se
pasea a lo largo de mi gris corredor,
y
suspira en mis agujeros,
y
toca en mis paredes viejas
un
sucio desaliento frío.
¡La
esperanza juega a las cartas
con
los absurdos!
Terminan
la partida
tirándose
pantuflas.
Es
muy larga la noche del corazón.
EL
CANTO DEL CISNE
Demencia:
el
camino más alto y más desierto.
Oficio
de las máscaras absurdas; pero tan humanas.
Roncan
los extravíos;
tosen
las muecas
y
descargan sus golpes
afónicas
lamentaciones.
Semblantes
inflamados;
dilatación
vidriosa de los ojos
en
el camino más alto y más desierto.
Se
erizan los cabellos del espanto.
La
mucha luz alaba su inocencia.
El
patio del hospicio es como un banco
a
lo largo del muro.
Cuerdas
de los silencios más eternos.
Me
hago la señal de la cruz a pesar de ser judío.
¿A
quién llamar?
¿A
quién llamar desde el camino
tan
alto y tan desierto?
Se
acerca Dios en pilchas de loquero,
y
ahorca mi gañote
con
sus enormes manos sarmentosas;
y
mi canto se enrosca en el desierto.
¡Piedad!
POEMA
V
Yo
estaba muerto bajo los grandes soles, bajo los grandes soles fríos.
A través de mi llanto
oigo
el agrio sudor de la precocidad.
Yo
vuelvo sobre un musgo
y
las ciudades crecen a la aventura hasta la noche del estupor.
Miseria.
Dios
pesa.
Me
llaman vientos de mar.
Van
y vienen en grandes cambios; se alargan en saltos irritados
que
apagan mi temblor, que exasperan los sueños.
Jamás
podré seguir.
Yo
me veo colgado como un cristo amarillo sobre los vidrios pálidos del mundo.
ɤ
Aquí
algunos de los textos que se escribieron en su homenaje:
EL PROFETA
Por Aldo Pellegrini
Las vivencias de la reclusión, los fantasmas de la locura, las angustias del apartamento constituyen los temas del primer libro de Jacobo Fijman (Molino Rojo), con una intensidad pocas veces alcanzada por la palabra.
Los poemas de "Hecho de Estampa" están iluminados por una luz esencial, única, insustancial y eterna. La Luz que descarna y penetra, que vuelve invisible lo falso, que hace transparentes las apariencias.
"Estrella de la mañana", a su vez, visitado por la obsesión de la muerte, por las búsquedas de su misterioso sentido. Es una suma de todos los significados, de toda la dimensión que adquieren las cosas y el hombre frente a la muerte. Todo está referido a ella y ella está presente en nosotros.
Y sus últimos poemas, los de la internación definitiva, alcanzan una calidad aún más compleja; son a la vez claros y herméticos, sobrios y densos, con una musicalidad plagada de extraños silencios. En ellos se encuentra la materia de todas las cosas, y de pronto adquieren un carácter profético que aparece siempre inevitablemente unido a toda verdadera poesía. Están como situados fuera de todo tiempo, y brota de ellos un soplo arcaico que parece destinado a remover esa permanente actualidad de lo eterno que yace sepulta en el interior de todo hombre.
Las vivencias de la reclusión, los fantasmas de la locura, las angustias del apartamento constituyen los temas del primer libro de Jacobo Fijman (Molino Rojo), con una intensidad pocas veces alcanzada por la palabra.
Los poemas de "Hecho de Estampa" están iluminados por una luz esencial, única, insustancial y eterna. La Luz que descarna y penetra, que vuelve invisible lo falso, que hace transparentes las apariencias.
"Estrella de la mañana", a su vez, visitado por la obsesión de la muerte, por las búsquedas de su misterioso sentido. Es una suma de todos los significados, de toda la dimensión que adquieren las cosas y el hombre frente a la muerte. Todo está referido a ella y ella está presente en nosotros.
Y sus últimos poemas, los de la internación definitiva, alcanzan una calidad aún más compleja; son a la vez claros y herméticos, sobrios y densos, con una musicalidad plagada de extraños silencios. En ellos se encuentra la materia de todas las cosas, y de pronto adquieren un carácter profético que aparece siempre inevitablemente unido a toda verdadera poesía. Están como situados fuera de todo tiempo, y brota de ellos un soplo arcaico que parece destinado a remover esa permanente actualidad de lo eterno que yace sepulta en el interior de todo hombre.
ɤ
LA MUERTE DE UN POETA, por Daniel Calmels, en El Cristo Rojo
En el mes de diciembre de 1970, un enfermero del hospital Borda, anuda en el dedo de un pie el rutinario epitafio de la muerte en el hospicio. Todo cabe en un cartel pequeño: "Jacobo Fijman, 72 años, muerto de edema pulmonar agudo". Así se daba de baja 28 años de internación de uno de los poetas más dignos de la literatura argentina. Tocaba el violín, instrumento que le ayudó a subsistir en los años anteriores a su internación definitiva, 1942, cuando fue presa de un triple destino de exclusión: pobreza, reclusión y olvido. "Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío", escribió en su primer libro "Molino Rojo" (1926), cuando todavía compartía la amistad con los integrantes del grupo Martín Fierro y viajaba a Europa con Oliverio Girondo. Su consecuencia con la palabra poética fue inalterable; no dejó de escribir aún en las condiciones menos favorables. La incorporación de otro lenguaje, desarrollado en su obra plástica, fue encarada con el mismo impulso. Pasión a dos vías: la palabra poética, en busca del conocimiento, modificando el mundo del sentido; el dibujo y la pintura, surgiendo en la tarea de desprendimiento y re-construcción de la primigenia de los sentidos.
ɤ
Vida
y obra de Jacobo Fijman
Por Leonardo Iglesias
Por Leonardo Iglesias
"Recuerdo que desde niño me llamaban 'el
poeta'. Mi cuerpo, muy temprano se acostumbró a alimentarse del dolor". El
25 de enero de 1898, bajo los soles fríos de Besarabia (hoy Rumania) nacía
Jacobo Fijman. El Imperio Ruso dura para él casi un lustro. En 1902 sus padres
deciden emigrar a la Argentina. En un principio la familia trajina por el sur
argentino. Más tarde se establecen en Lobos, provincia de Buenos Aires. En 1917
concluye sus estudios secundarios y se radica en Capital Federal. Ingresa en el
Profesorado de Lenguas Vivas y comienza una profunda formación cultural. Se
especializa en filosofía antigua, griego y latín. Además adquiere conocimientos
en leyes y matemáticas. Su pasión por el violín y la música clásica lo acerca,
en un primer momento, al compositor y violinista italiano Arcángelo Corelli, y
luego, a la espiritualidad de los cantos gregorianos. La vida de Fijman
fluctúa, pero los diversos nervios convergen en un solo músculo: su compromiso
con la palabra.
El final de la década no es del todo próspero. Trabaja escasos meses como profesor de francés en el Liceo de Señoritas de Belgrano y hundido en una oscura crisis emprende un viaje por todo el país, donde se gana la vida como músico ambulante. Decide irse a donde lo lleve el hambre. Tiene 21 años. Sus primeros poemas ya tienen forma y estilo. El siguiente paraje es el Chaco Paraguayo: allí se emplea como peón en un aserradero. A su retorno en 1920, Buenos Aires le tiende un solapado guiño, es ferozmente golpeado tras un confuso episodio en la puerta de la comisaría 4ta. Fijman suplica desde el suelo diciendo: ¡Soy el Cristo Rojo... no me peguen, no me peguen!, pero es detenido y llevado a la cárcel de Villa Devoto. Luego de una serie de improperios y de averiguaciones acerca de su vida privada, es inmediatamente trasladado al Hospicio de las Mercedes. Ingresa el 17 de enero de 1921 y permanece hasta el 26 de julio del mismo año. Dentro del hospicio es sometido a castigos corporales y descargas de electroshocks.
A su salida del hospicio, Fijman enfrenta una cruda realidad. Sin embargo su fuerza poética puede con el desánimo y logra publicar una serie de notas en el semanario Mundo Argentino y en la revista israelita, Vida Nuestra.
El final de la década no es del todo próspero. Trabaja escasos meses como profesor de francés en el Liceo de Señoritas de Belgrano y hundido en una oscura crisis emprende un viaje por todo el país, donde se gana la vida como músico ambulante. Decide irse a donde lo lleve el hambre. Tiene 21 años. Sus primeros poemas ya tienen forma y estilo. El siguiente paraje es el Chaco Paraguayo: allí se emplea como peón en un aserradero. A su retorno en 1920, Buenos Aires le tiende un solapado guiño, es ferozmente golpeado tras un confuso episodio en la puerta de la comisaría 4ta. Fijman suplica desde el suelo diciendo: ¡Soy el Cristo Rojo... no me peguen, no me peguen!, pero es detenido y llevado a la cárcel de Villa Devoto. Luego de una serie de improperios y de averiguaciones acerca de su vida privada, es inmediatamente trasladado al Hospicio de las Mercedes. Ingresa el 17 de enero de 1921 y permanece hasta el 26 de julio del mismo año. Dentro del hospicio es sometido a castigos corporales y descargas de electroshocks.
A su salida del hospicio, Fijman enfrenta una cruda realidad. Sin embargo su fuerza poética puede con el desánimo y logra publicar una serie de notas en el semanario Mundo Argentino y en la revista israelita, Vida Nuestra.
En 1923 un grupo de escritores jóvenes encabezado
por Oliverio Girondo, Macedonio Fernández, Jorge Luis Borges y Leopoldo
Marechal, promueven la revista Martín Fierro, de arte y crítica libre. Tres
años más tarde, Fijman es invitado por Marechal a unirse a los
martinfierristas. El 1° de septiembre de 1926, publica Molino Rojo. Su primer libro de poemas, aparece en un momento de
gran inestabilidad social y política. El título es inmediatamente asociado a
los movimientos anarquistas y socialistas. Por el contrario, Fijman buscaba dos
palabras que unidas representaran "esos estados del alma" - como le
gustaba decir -, donde habitaban los fantasmas, el espanto de su internación
dentro del hospicio y la abominable postración de un hombre que hallaba en la
demencia un instancia poética muy superior a la de cualquier mortal.
Camina. Cada tanto lo detienen las verdades.
Impresionado por los maestros clásicos de la pintura religiosa y por la vuelta
a la filosofía escolástica (Aristóteles), agudiza su crisis con el mundo real.
Es entonces cuando Natalio Botana, director del diario Crítica, convoca a los
mayores exponentes del grupo Martín Fierro y junto a Enrique Pichón Riviere,
dan forma a las columnas de arte y cultura.
Surrealismo
Surrealismo
Del otro lado del Atlántico, el surrealismo, surgido
en 1924, está en su apogeo. París es el parnaso de la cultura. Poco antes de su
viaje a Francia, Fijman relata: "Un presagio me inquieta: si el barco
naufragara en el camino a Europa sufriría dos tragedias: el cambiarme las
medias y lavarme la ropa". Desembarca en París junto a su amigo Vallejo y una noche conoce a varios de los precursores del nuevo movimiento.
"Nos citamos para leer poemas, estaban Breton, Desnos, Eluard...".
Pero su incipiente delirio místico lo distancia de los franceses. "Con
Artaud nos conocimos en un café, en la Coupole. Estuvimos a punto de pelearnos.
Yo me identificaba con Dios y Artaud con el diablo. Y el Conde de Lautréamont
era un loco perverso. Se había entregado a los vicios y hacía con ellos
poesía".
El largo viaje parece concluir y envuelto en una
gran confusión teológica cruza nuevamente el océano. Vive en la indigencia.
"Sus bolsillos abultados, llevaban un rosario, un catálogo que reproducía
las vírgenes del Louvre, y algunas estampas de santos"- narra el escritor
Juan Jacobo Bajarlía. En 1929, es bautizado y convertido al catolicismo. Ese
mismo año publica su segundo libro Hecho de estampas, que es bien recibido. En
la revista católica Criterio, Tomás de Lara destaca su figura y obra poética:
"Hablamos de poetas, como el autor de este libro, que en una atención
tensísima se revela eso, un poeta; pero su poesía no se percibe a la luz del
sol, fuerte y femenina a la vez, como debe ser; sino escondida en un salón,
agobiada de joyas, de metáforas, de conceptos, casi ocultada".
Al comienzo del '30, realiza un nuevo viaje a Europa,
en un frustrado intento para ordenarse como sacerdote y hacer una completa vida
penitencial. A su regreso escribe diversas notas en la revista católica Número,
en la que se destaca Ciudades más ciudades, relato en el que expresa su
encantamiento por una sobrina de Oliverio Girondo: "Mañana iré a Bruselas
con González Cháves. Ciudades más ciudades y ciudades muertas sobre la imagen
de las personas dinámicas. Pero de cualquier manera tengo que huir, huir de
Teresa, de mi amor por Teresa".
En el transcurso de 1931, edita su tercer y definitivo libro, Estrella de la mañana (et dabo illi stellam matutinam). La Argentina es gobernada por la dictadura de José Félix Uriburu y la presencia militar en las calles es una constante. "El libro, corresponde a la época más oscura que he conocido en este país. La gente era perseguida de la manera prevista por el Apocalipsis".
Luego del cierre de Número, su situación económica se agrava. Vive en conventillos y por las noches para poder subsistir toca el violín en tugurios. Nadie sabe de él. "Cada vez que preguntaba por mi tío la respuesta que me daban era siempre la misma: `no sé'. Un día apareció fugazmente en el velatorio de su madre, creo que fue en el `33 o `34, no sé bien, y después nadie más supo de él" - recuerda hoy Natalia Fijman una de sus sobrinas, mientras sus ojos atraviesan los vidrios de un bar cualquiera de Buenos Aires.
El poeta se mueve sin saber muy bien a dónde va ni por qué. Sólo atesora entre sus manos, lo más importante que mantiene en pie su vida: los poemas y los dibujos que ha bosquejado en el camino.
El hospicio
En la primavera de 1942, la Policía Federal allana el altillo en el que solía pasar sus días. El Acta policial sentencia: "afectado de alienación mental". De allí lo conducen a Villa Devoto y luego al Instituto Neuropsiquiátrico José T. Borda (Buenos Aires), donde permanecerá hasta el día de su muerte. Según los médicos padece de una "psicosis distímica". Vive en la más absoluta miseria y la mayoría de los amigos de su generación lo han abandonado. Dentro del hospicio es ultrajado. Al respecto, Fijman ironiza: "Me aplicaron electroshock. Se ve que querían sacarme la enfermedad del cuerpo".
A pesar del estado de quietud mental al que lo someten, el poeta despliega toda su fastuosa inventiva en poemas sacros y dibujos en pastel. Va y viene. Se sienta. Dedica la mayor parte del día al estudio de los teólogos antiguos y a la lectura de otras disciplinas. "Yo he investigado el alma, también la psiquiatría. Y sé que los ciegos y los sordomudos son dementes. Que los muy ricos y los que llevan uniformes son dementes y peligrosos. Y que los que visten sotanas y se llaman hijos de Cristo son los más dementes, hipócritas y demoníacos de todos". Escribe y pinta, para echar a patadas a todos esos animales que ríen en su cabeza y no lo dejan dormir. Se para. Recorre los pasillos una vez más, sin saber muy bien en qué lugar dejó el barco lleno de piratas y dioses.
En el año 1948, Leopoldo Marechal lo incluye junto al pintor Xul Solar y al escritor Macedonio Fernández en su mítico libro Adán Buenosayres. Aquel extraño habitante de la noche parisina, que volvía de sus largas caminatas con una crónica inusual sobre algún aspecto de la ciudad, era ahora Samuel Tesler, un personaje crecido en la fealdad y la sabiduría.
La segunda mitad del siglo viene arropado en penas. Por las mañanas concurre a la Biblioteca Nacional, en donde pasa horas meditando y leyendo poesía antigua. No tiene amigos, ni refugios. Todos los que lo han olvidado saben perfectamente que está loco. Que vive apasionadamente su amor por la Virgen María y que por las noches conversa con ángeles y demonios.
En el año 1958 asiste a la Sociedad Argentina de Escritores, donde aparentemente cobra una pensión tramitada en la entidad. Sus días se parecen a todos los días. Sale del pabellón. Baja hasta el salón principal. Se sienta frente a unas largas mesas y comienza a escribir o a pintar durante horas. Aunque es incluido en las Enciclopedias y colecciones de literatura Argentina, es cruelmente ignorado, y ningún escritor de su generación sabe a ciencia cierta dónde está.
Pecado original
A partir de 1968, la vida del viejo poeta, quedará marcada por la presencia del escritor y abogado Vicente Zito Lema, a quien Fijman concederá los más lúcidos conceptos sobre el arte y la locura y en quien depositará uno de sus máximos temores. "Sé que dentro de muy poco me voy a morir. Ya soy viejo y he sufrido lo suficiente. Pero tengo miedo de lo que me espera. No de la muerte porque ya estoy muerto en Cristo sino de que me abran la cabeza como hacen con todos los internos. ¡No quiero presentarme ante Dios cuando resucite con el cerebro dañado y chorreando sangre! Mi vida ha sido el estudio, la poesía, quiero estar hermoso digno. Además va a estar ella, la Virgen, la única que no se burló de mi amor, ni me rechazó".
Luego de una extensa lucha, Zito Lema es nombrado curador de Fijman, cargo que le permite llevarlo a vivir los fines de semana a su propia casa. En 1969, un grupo de personas, encabezadas por el joven tutor del poeta, edita el primer número de la revista Talismán (íntegramente dedicada a Fijman) y a mediados de año aparecen en la revista Extra, propiedad del periodista Bernardo Neustadt, una serie de notas firmadas por el propio Fijman.
La dictadura de Onganía agoniza, la idea de una Argentina más próspera es sólo una ilusión y la violencia recrudece. Al año siguiente, Fijman es invitado al programa de televisión "La Ciudad Creadora", emitido por Canal 7. Lo acompaña, entre otros el actor Federico Luppi. En un momento dado sucede algo impensado. Fijman alza la vista, acaso como si hubiera visto la luna que tanto amaba, y dice: "Tengo que contar un secreto que llevo toda la vida conmigo". Las cámaras lo buscan, quieren el mejor plano. Hay expectativa, y como un golpe en pleno rostro, afirma: "todos los domingos, en misa, los sacerdotes comen mierda". El silencio recorre el estudio y la tensión se hace insoportable. El poeta acaba de propiciar la más fulminante declaración escuchada, por aquellos años, en un medio del Estado. Y lo sabe. Como también es consciente de que la muerte está a pasos de hacerle la última zancadilla.
"¿Se ocupará de mí cuando muera? Sáqueme a toda prisa de la morgue. No dejen que me destrocen. ¿Me lo promete?"- le suplica a su amigo Vicente Zito Lema.
"Poeta", Jacobo Fijman: así lo registran las necrológicas de los diarios de diciembre de 1970. No dicen nada acerca de su vida dentro del hospicio. De sus huesos comidos por un montón de soledades. Que escribió y pintó infinidades de papeles y sueños. Que amó profundamente a la Virgen María. Y que un día decidió reencontrarse con los ángeles y los pájaros, con los que tanto había hablado. Tenía 72 años, tres libros publicados, un cuaderno con dibujos y lo puesto. Nada más.
En el transcurso de 1931, edita su tercer y definitivo libro, Estrella de la mañana (et dabo illi stellam matutinam). La Argentina es gobernada por la dictadura de José Félix Uriburu y la presencia militar en las calles es una constante. "El libro, corresponde a la época más oscura que he conocido en este país. La gente era perseguida de la manera prevista por el Apocalipsis".
Luego del cierre de Número, su situación económica se agrava. Vive en conventillos y por las noches para poder subsistir toca el violín en tugurios. Nadie sabe de él. "Cada vez que preguntaba por mi tío la respuesta que me daban era siempre la misma: `no sé'. Un día apareció fugazmente en el velatorio de su madre, creo que fue en el `33 o `34, no sé bien, y después nadie más supo de él" - recuerda hoy Natalia Fijman una de sus sobrinas, mientras sus ojos atraviesan los vidrios de un bar cualquiera de Buenos Aires.
El poeta se mueve sin saber muy bien a dónde va ni por qué. Sólo atesora entre sus manos, lo más importante que mantiene en pie su vida: los poemas y los dibujos que ha bosquejado en el camino.
El hospicio
En la primavera de 1942, la Policía Federal allana el altillo en el que solía pasar sus días. El Acta policial sentencia: "afectado de alienación mental". De allí lo conducen a Villa Devoto y luego al Instituto Neuropsiquiátrico José T. Borda (Buenos Aires), donde permanecerá hasta el día de su muerte. Según los médicos padece de una "psicosis distímica". Vive en la más absoluta miseria y la mayoría de los amigos de su generación lo han abandonado. Dentro del hospicio es ultrajado. Al respecto, Fijman ironiza: "Me aplicaron electroshock. Se ve que querían sacarme la enfermedad del cuerpo".
A pesar del estado de quietud mental al que lo someten, el poeta despliega toda su fastuosa inventiva en poemas sacros y dibujos en pastel. Va y viene. Se sienta. Dedica la mayor parte del día al estudio de los teólogos antiguos y a la lectura de otras disciplinas. "Yo he investigado el alma, también la psiquiatría. Y sé que los ciegos y los sordomudos son dementes. Que los muy ricos y los que llevan uniformes son dementes y peligrosos. Y que los que visten sotanas y se llaman hijos de Cristo son los más dementes, hipócritas y demoníacos de todos". Escribe y pinta, para echar a patadas a todos esos animales que ríen en su cabeza y no lo dejan dormir. Se para. Recorre los pasillos una vez más, sin saber muy bien en qué lugar dejó el barco lleno de piratas y dioses.
En el año 1948, Leopoldo Marechal lo incluye junto al pintor Xul Solar y al escritor Macedonio Fernández en su mítico libro Adán Buenosayres. Aquel extraño habitante de la noche parisina, que volvía de sus largas caminatas con una crónica inusual sobre algún aspecto de la ciudad, era ahora Samuel Tesler, un personaje crecido en la fealdad y la sabiduría.
La segunda mitad del siglo viene arropado en penas. Por las mañanas concurre a la Biblioteca Nacional, en donde pasa horas meditando y leyendo poesía antigua. No tiene amigos, ni refugios. Todos los que lo han olvidado saben perfectamente que está loco. Que vive apasionadamente su amor por la Virgen María y que por las noches conversa con ángeles y demonios.
En el año 1958 asiste a la Sociedad Argentina de Escritores, donde aparentemente cobra una pensión tramitada en la entidad. Sus días se parecen a todos los días. Sale del pabellón. Baja hasta el salón principal. Se sienta frente a unas largas mesas y comienza a escribir o a pintar durante horas. Aunque es incluido en las Enciclopedias y colecciones de literatura Argentina, es cruelmente ignorado, y ningún escritor de su generación sabe a ciencia cierta dónde está.
Pecado original
A partir de 1968, la vida del viejo poeta, quedará marcada por la presencia del escritor y abogado Vicente Zito Lema, a quien Fijman concederá los más lúcidos conceptos sobre el arte y la locura y en quien depositará uno de sus máximos temores. "Sé que dentro de muy poco me voy a morir. Ya soy viejo y he sufrido lo suficiente. Pero tengo miedo de lo que me espera. No de la muerte porque ya estoy muerto en Cristo sino de que me abran la cabeza como hacen con todos los internos. ¡No quiero presentarme ante Dios cuando resucite con el cerebro dañado y chorreando sangre! Mi vida ha sido el estudio, la poesía, quiero estar hermoso digno. Además va a estar ella, la Virgen, la única que no se burló de mi amor, ni me rechazó".
Luego de una extensa lucha, Zito Lema es nombrado curador de Fijman, cargo que le permite llevarlo a vivir los fines de semana a su propia casa. En 1969, un grupo de personas, encabezadas por el joven tutor del poeta, edita el primer número de la revista Talismán (íntegramente dedicada a Fijman) y a mediados de año aparecen en la revista Extra, propiedad del periodista Bernardo Neustadt, una serie de notas firmadas por el propio Fijman.
La dictadura de Onganía agoniza, la idea de una Argentina más próspera es sólo una ilusión y la violencia recrudece. Al año siguiente, Fijman es invitado al programa de televisión "La Ciudad Creadora", emitido por Canal 7. Lo acompaña, entre otros el actor Federico Luppi. En un momento dado sucede algo impensado. Fijman alza la vista, acaso como si hubiera visto la luna que tanto amaba, y dice: "Tengo que contar un secreto que llevo toda la vida conmigo". Las cámaras lo buscan, quieren el mejor plano. Hay expectativa, y como un golpe en pleno rostro, afirma: "todos los domingos, en misa, los sacerdotes comen mierda". El silencio recorre el estudio y la tensión se hace insoportable. El poeta acaba de propiciar la más fulminante declaración escuchada, por aquellos años, en un medio del Estado. Y lo sabe. Como también es consciente de que la muerte está a pasos de hacerle la última zancadilla.
"¿Se ocupará de mí cuando muera? Sáqueme a toda prisa de la morgue. No dejen que me destrocen. ¿Me lo promete?"- le suplica a su amigo Vicente Zito Lema.
"Poeta", Jacobo Fijman: así lo registran las necrológicas de los diarios de diciembre de 1970. No dicen nada acerca de su vida dentro del hospicio. De sus huesos comidos por un montón de soledades. Que escribió y pintó infinidades de papeles y sueños. Que amó profundamente a la Virgen María. Y que un día decidió reencontrarse con los ángeles y los pájaros, con los que tanto había hablado. Tenía 72 años, tres libros publicados, un cuaderno con dibujos y lo puesto. Nada más.
ɤ
Reportaje
a Jacobo Fijman
Por Vicente Zito Lema
Por Vicente Zito Lema
[Reportaje en el Hospital Neuropsiquiátrico José T.
Borda en noviembre de 1968, publicado en la revista Talismán, dirigida por Zito Lema, en mayo de 1969, un año antes de
la muerte del poeta.]
Luego de más de un año de entrevistas, lo que más nos ha impresionado de Jacobo Fijman fue su humor; corrosivo. En el estricto sentido de humor surrealista. Su autencidad de poeta: que trasciende hasta en sus menores gestos. Que le ha determinado estas formas de vida. Estos castigos sobre su persona. Más allá de los que supieron de su situación y nada hicieron, la enorme bondad de Jacobo Fijman, equilibrando tantas de nuestras maldades, perdonándonos.
-¿Cuáles son sus relaciones con los colores; y en especial con el blanco, el rojo y el negro?
-Los colores centrales son el violeta y el verde. Y los periféricos son el rojo, el amarillo, el anaranjado y el azul. Yo siento preferencia por el blanco y negro. Me gustaría ir vestido todo de negro con guantes blancos. Estos son los dos primeros colores nombrados en el Génesis. Separó Dios la luz de las tinieblas... Amo el blanco, el negro es melancolía. En cuanto al rojo. ¡Ah! El accidente del aire fácilmente conjuga con el fuego. Pero el secreto es saber cuál es el accidente.
-¿Cómo siente la poesía?
-Es un estado de ánimo, antes de la reflexión. Yo he tenido una infancia poética. Desde niño me llamaban el poeta.
-¿Qué autores han tenido mayor incidencia en su formación literaria?
-En mi infancia toda la obra de Sherlock Holmes; que me sirvió después para hacerle una crítica a Dostoievski, quien alardeaba de sus novelas psicológicas. También Pushkin, un negro comprado por un embajador de Pedro El Grande y Víctor Hugo. Ya de grande, ningún escritor ha tenido en mí una influencia decisiva. Aunque he leído muchísimo; especialmente a Santo Tomás de Aquino, a todos los maestros de la patrística latina y griega.
-¿Cuál es su símbolo?
-La palabra; que es símbolo. Y cruz, el símbolo de San Atanasio.
-¿Hay equilibrio entre su poesía y al que le cortan la lengua por no mentir?
-Sí. En primer lugar, por aquello "de que al principio fue el verbo". Y quise dar con ello.
-¿Qué valor le asiste a un asesinato?
-Los asesinatos tienen el valor de que el asesino va al infierno. Es pecado de segundo modo. Primer modo es pensarlo. En general, la decapitación es el más fácil de los métodos de matar. Y el más espantoso es el estrangulamiento. Pero yo deploro los asesinatos.
-¿Qué significan los títulos de cada uno de sus libros?
-Molino Rojo recuerda la demencia, el vértigo. Yo buscaba un título para esa obra que significara mis estados y reparé en un molinito viejo que tenía en la cocina. De color rojo. Para moler pimienta. Y vi en ese objeto todo lo que mi poesía quería expresar. Estrella de la Mañana, en cambio, se refiere a los estados místicos que yo había adquirido en esos años. Ya había sido bautizado, convirtiéndome a la religión católica, y quise expresar con ese título la encarnación de la verdad. En cuanto a Hecho de Estampas, yo trataba de volver a la filosofía escolástica. Y volver fundamentalmente a Aristóteles. Y en una visita al museo del Louvre quedé impresionado por los maestros clásicos, por su pintura religiosa. Cuando luego vi unas estampas de esos cuadros religiosos, las asocié a mis poemas. De ahí Hecho de Estampas.
-¿En qué medida la enfermedad mental puede influir en una obra artística?
-Corelli, el músico, escribió una sonata, "La Locura", después de estudiar esas enfermedades. Después de tocar la sonata, él salía a la calle a conocer gente. Y veía que todos estaban locos. Yo he estudiado psiquiatría. Y sé que los ciegos y sordomudos son dementes. En cuanto a mi obra, los médicos dicen que no hay en ella signos de enfermedad. Y yo lo creo; ya que no hay en mi poesía nada en contra de la gramática. Hay que estudiar.
Luego de más de un año de entrevistas, lo que más nos ha impresionado de Jacobo Fijman fue su humor; corrosivo. En el estricto sentido de humor surrealista. Su autencidad de poeta: que trasciende hasta en sus menores gestos. Que le ha determinado estas formas de vida. Estos castigos sobre su persona. Más allá de los que supieron de su situación y nada hicieron, la enorme bondad de Jacobo Fijman, equilibrando tantas de nuestras maldades, perdonándonos.
-¿Cuáles son sus relaciones con los colores; y en especial con el blanco, el rojo y el negro?
-Los colores centrales son el violeta y el verde. Y los periféricos son el rojo, el amarillo, el anaranjado y el azul. Yo siento preferencia por el blanco y negro. Me gustaría ir vestido todo de negro con guantes blancos. Estos son los dos primeros colores nombrados en el Génesis. Separó Dios la luz de las tinieblas... Amo el blanco, el negro es melancolía. En cuanto al rojo. ¡Ah! El accidente del aire fácilmente conjuga con el fuego. Pero el secreto es saber cuál es el accidente.
-¿Cómo siente la poesía?
-Es un estado de ánimo, antes de la reflexión. Yo he tenido una infancia poética. Desde niño me llamaban el poeta.
-¿Qué autores han tenido mayor incidencia en su formación literaria?
-En mi infancia toda la obra de Sherlock Holmes; que me sirvió después para hacerle una crítica a Dostoievski, quien alardeaba de sus novelas psicológicas. También Pushkin, un negro comprado por un embajador de Pedro El Grande y Víctor Hugo. Ya de grande, ningún escritor ha tenido en mí una influencia decisiva. Aunque he leído muchísimo; especialmente a Santo Tomás de Aquino, a todos los maestros de la patrística latina y griega.
-¿Cuál es su símbolo?
-La palabra; que es símbolo. Y cruz, el símbolo de San Atanasio.
-¿Hay equilibrio entre su poesía y al que le cortan la lengua por no mentir?
-Sí. En primer lugar, por aquello "de que al principio fue el verbo". Y quise dar con ello.
-¿Qué valor le asiste a un asesinato?
-Los asesinatos tienen el valor de que el asesino va al infierno. Es pecado de segundo modo. Primer modo es pensarlo. En general, la decapitación es el más fácil de los métodos de matar. Y el más espantoso es el estrangulamiento. Pero yo deploro los asesinatos.
-¿Qué significan los títulos de cada uno de sus libros?
-Molino Rojo recuerda la demencia, el vértigo. Yo buscaba un título para esa obra que significara mis estados y reparé en un molinito viejo que tenía en la cocina. De color rojo. Para moler pimienta. Y vi en ese objeto todo lo que mi poesía quería expresar. Estrella de la Mañana, en cambio, se refiere a los estados místicos que yo había adquirido en esos años. Ya había sido bautizado, convirtiéndome a la religión católica, y quise expresar con ese título la encarnación de la verdad. En cuanto a Hecho de Estampas, yo trataba de volver a la filosofía escolástica. Y volver fundamentalmente a Aristóteles. Y en una visita al museo del Louvre quedé impresionado por los maestros clásicos, por su pintura religiosa. Cuando luego vi unas estampas de esos cuadros religiosos, las asocié a mis poemas. De ahí Hecho de Estampas.
-¿En qué medida la enfermedad mental puede influir en una obra artística?
-Corelli, el músico, escribió una sonata, "La Locura", después de estudiar esas enfermedades. Después de tocar la sonata, él salía a la calle a conocer gente. Y veía que todos estaban locos. Yo he estudiado psiquiatría. Y sé que los ciegos y sordomudos son dementes. En cuanto a mi obra, los médicos dicen que no hay en ella signos de enfermedad. Y yo lo creo; ya que no hay en mi poesía nada en contra de la gramática. Hay que estudiar.
-¿Cómo
se relaciona el hecho de ser usted violinista con su poesía?
-En la medida. Mi poesía es toda medida. De una manera que la acerca a lo musical.
-¿Cuál es su visión de la realidad?
-La realidad es el ente. Y el ideal de realidad Dios. Ente increado. No hay nada más real y más evidente que Dios.
-¿Cuáles son las cosas a las que tiene mayor afecto?
-No es muy fuerte mi afecto con los objetos. Además, prácticamente no tengo nada. Alguna ropa, unos libros, una pipa...n Pero hay casa hasta donde un cuadro de Modigliani está fuera de lugar. Y amo entonces la mesa y el mantel.
-¿Piensa que su obra se identifica con alguna corriente poética?
-No. Está fuera de cualquier escuela literaria. Nunca seguí a nadie. Aunque espontáneamente me considero un surrealista. Los surrealistas son auténticos poetas; pero blasfeman y son satánicos. Un poeta tiene que estar al servicio de Dios. Y sino es que está al servicio del demonio.
-¿Por qué dejó de publicar su poesía?
-En primer lugar porque la publicación de mis libros me la tenía que pagar yo. Y apenas tenía para comer... Pero fundamentalmente, por miedo a perderme en la literatura y alejarme de Dios.
-¿Se considera un santo?
-No sólo me considero, lo soy. Pero mejor no decirlo porque no lo entenderían. Para los médicos eso es enfermedad. Y ellos no saben lo que es un santo. Solo tratan a los demás como enfermos. Se guían por los síntomas. Y otras obligaciones no tienen. En esta sociedad está prohibido ser santo. Aún por la Iglesia.
-¿Tiene miedo de la muerte?
-Ningún miedo. El que hace la vía ya no tiene miedo. Además ya lo he dicho; me considero un muerto. Un muerto en vida. Vivo en Cristo. Todas las enfermedades ya están en potencia. Simplemente se hacen visibles en el momento de morir.
-¿La Biblia es un texto poético?
-La Biblia es un libro de Dios. Y no tiene fondo. Aunque realmente el Apocalipsis es un poema terrible.
-¿Para qué escribe?
-Lo hago para que mis actos se ordenen a Dios. Buscando la verdad y no la oscuridad. Escribo para Dios y para mi perfección. Y dios sencillamente lo aprueba. Y esto dicho en lengua baja. Para que todos me entiendan.
-¿Para qué pinta?
-Entre mi pintura y mi poesía hay una misma mano. Las mismas concepciones. De niño me dijeron que sería un gran pintor. Y entonces quemé todo. Ahora lo hago para perfeccionar mis sentidos, externos e interiores. Sólo de esa forma es válido pintar y escribir. Y hasta que los pintores y escritores no lo entiendan, deberían dejar esas cosas. Porque están mintiendo. El arte tiene que volver a ser un acto de sinceridad.
-¿Cómo ve esta ciudad?
-Es una ciudad que no es buena. Es realmente mala. Corrupta. Llena de gente depravada. Hay una falta absoluta de moralidad. Es una ciudad hipócrita. Hasta parece que fuera la hipocresía su estado natural.
-¿Qué motivó su conversión de judío a católico?
-No es conversión de judío a católico. Es simplemente la aceptación de la religión católica, apostólica y romana. Porque lo de judío no se pierde. Esta conversión es una concepción de la gracia. Porque Dios seguramente ha encontrado méritos para convertirme. Para concederme ese conocimiento y esa fe.
-¿Ha sufrido castigos?
-Sí. Pero no me quejo. ¿Quién se podría quejar luego de la pasión de Cristo? Hace ya de esto muchos años. Yo era joven (...) "yo soy el Cristo Rojo" fue mi única respuesta a los golpes y me quedé quieto contra la pared...
-¿Por qué está internado en este sitio?
-Según los médicos debido a que estoy enfermo. Trastornos mentales. Yo creo sin embargo que la mayoría de la gente padece de trastornos mentales, incluso los propios médicos. El que más o el que menos padece de psicosis.
-¿Y es que alguien sabe lo que es el alma, lo que es el intelecto?
-En el año 1942 me aplicaron electroshock. Se ve que querían sacarme la enfermedad del cuerpo. Pero yo no me quejo. Los médicos son buenos, hacen lo que pueden. Recetan, dan consejos... Y además si me fuera de acá ¿adónde iría? No tengo nada, no tengo a nadie.
-¿Cuál es esa demencia que se invoca en su poesía?
-Es la demencia en sentido total. Hay formas que obedecen a los nervios centrales y otras a los periféricos. Y puede ser también un castigo. El que va a nacer elige ser bueno o malo. Eso también pasa hasta con las vacas. Ahora bien, la mayoría de los dementes tiene la médula desviada. Cualquier enfermedad, aún el cáncer, es estado de locura. Y hay incluso gente que se alegra de estar loca. La demencia debe ser vista desde un punto de referencia moral. Y a esa pobre gente que está en este hospicio, habría que darle buena comida; la comida es mala. Enseñarles a sentarse en la mesa, a no robar, a no blasfemar. Y cambiar fundamentalmente la higiene. En mi poesía invocaba la locura. Aquí se conoce la locura. Ya estaban anunciados mis sufrimientos. Yo soy el Jacobo Fijman que aparece en los textos de Nostradamus. Y ese día vi como un puñal. Y me dije: "Quien sabe lo que van a creer de mí, quien sabe lo que van a hacer de mí". Pero yo nunca he querido ser dictador. Ni matar a nadie. Soy un santo.
-¿Se siente un enfermo mental?
-No. Rotundamente. No. En primer lugar porque tengo intelecto, agente y paciente. Y mis obras prueban que no sólo soy hombre de razón, sino de razón de gracia. Los médicos no entienden esas cosas. Se portan fácilmente bien. Pero no pueden ser lo que no son. Simplemente toman la temperatura de la piel. Dan pastillas, inyecciones, como si se tratara de un almacén. Y olvidan que en el fondo es una cuestión moral. Y es que no conozco a nadie que pueda entender la mente. Sin embargo no los odio. Hacen lo que pueden. Lo terrible es que nos traen para que uno no se muera por la calle. Y luego todos nos morimos aquí.
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-En la medida. Mi poesía es toda medida. De una manera que la acerca a lo musical.
-¿Cuál es su visión de la realidad?
-La realidad es el ente. Y el ideal de realidad Dios. Ente increado. No hay nada más real y más evidente que Dios.
-¿Cuáles son las cosas a las que tiene mayor afecto?
-No es muy fuerte mi afecto con los objetos. Además, prácticamente no tengo nada. Alguna ropa, unos libros, una pipa...n Pero hay casa hasta donde un cuadro de Modigliani está fuera de lugar. Y amo entonces la mesa y el mantel.
-¿Piensa que su obra se identifica con alguna corriente poética?
-No. Está fuera de cualquier escuela literaria. Nunca seguí a nadie. Aunque espontáneamente me considero un surrealista. Los surrealistas son auténticos poetas; pero blasfeman y son satánicos. Un poeta tiene que estar al servicio de Dios. Y sino es que está al servicio del demonio.
-¿Por qué dejó de publicar su poesía?
-En primer lugar porque la publicación de mis libros me la tenía que pagar yo. Y apenas tenía para comer... Pero fundamentalmente, por miedo a perderme en la literatura y alejarme de Dios.
-¿Se considera un santo?
-No sólo me considero, lo soy. Pero mejor no decirlo porque no lo entenderían. Para los médicos eso es enfermedad. Y ellos no saben lo que es un santo. Solo tratan a los demás como enfermos. Se guían por los síntomas. Y otras obligaciones no tienen. En esta sociedad está prohibido ser santo. Aún por la Iglesia.
-¿Tiene miedo de la muerte?
-Ningún miedo. El que hace la vía ya no tiene miedo. Además ya lo he dicho; me considero un muerto. Un muerto en vida. Vivo en Cristo. Todas las enfermedades ya están en potencia. Simplemente se hacen visibles en el momento de morir.
-¿La Biblia es un texto poético?
-La Biblia es un libro de Dios. Y no tiene fondo. Aunque realmente el Apocalipsis es un poema terrible.
-¿Para qué escribe?
-Lo hago para que mis actos se ordenen a Dios. Buscando la verdad y no la oscuridad. Escribo para Dios y para mi perfección. Y dios sencillamente lo aprueba. Y esto dicho en lengua baja. Para que todos me entiendan.
-¿Para qué pinta?
-Entre mi pintura y mi poesía hay una misma mano. Las mismas concepciones. De niño me dijeron que sería un gran pintor. Y entonces quemé todo. Ahora lo hago para perfeccionar mis sentidos, externos e interiores. Sólo de esa forma es válido pintar y escribir. Y hasta que los pintores y escritores no lo entiendan, deberían dejar esas cosas. Porque están mintiendo. El arte tiene que volver a ser un acto de sinceridad.
-¿Cómo ve esta ciudad?
-Es una ciudad que no es buena. Es realmente mala. Corrupta. Llena de gente depravada. Hay una falta absoluta de moralidad. Es una ciudad hipócrita. Hasta parece que fuera la hipocresía su estado natural.
-¿Qué motivó su conversión de judío a católico?
-No es conversión de judío a católico. Es simplemente la aceptación de la religión católica, apostólica y romana. Porque lo de judío no se pierde. Esta conversión es una concepción de la gracia. Porque Dios seguramente ha encontrado méritos para convertirme. Para concederme ese conocimiento y esa fe.
-¿Ha sufrido castigos?
-Sí. Pero no me quejo. ¿Quién se podría quejar luego de la pasión de Cristo? Hace ya de esto muchos años. Yo era joven (...) "yo soy el Cristo Rojo" fue mi única respuesta a los golpes y me quedé quieto contra la pared...
-¿Por qué está internado en este sitio?
-Según los médicos debido a que estoy enfermo. Trastornos mentales. Yo creo sin embargo que la mayoría de la gente padece de trastornos mentales, incluso los propios médicos. El que más o el que menos padece de psicosis.
-¿Y es que alguien sabe lo que es el alma, lo que es el intelecto?
-En el año 1942 me aplicaron electroshock. Se ve que querían sacarme la enfermedad del cuerpo. Pero yo no me quejo. Los médicos son buenos, hacen lo que pueden. Recetan, dan consejos... Y además si me fuera de acá ¿adónde iría? No tengo nada, no tengo a nadie.
-¿Cuál es esa demencia que se invoca en su poesía?
-Es la demencia en sentido total. Hay formas que obedecen a los nervios centrales y otras a los periféricos. Y puede ser también un castigo. El que va a nacer elige ser bueno o malo. Eso también pasa hasta con las vacas. Ahora bien, la mayoría de los dementes tiene la médula desviada. Cualquier enfermedad, aún el cáncer, es estado de locura. Y hay incluso gente que se alegra de estar loca. La demencia debe ser vista desde un punto de referencia moral. Y a esa pobre gente que está en este hospicio, habría que darle buena comida; la comida es mala. Enseñarles a sentarse en la mesa, a no robar, a no blasfemar. Y cambiar fundamentalmente la higiene. En mi poesía invocaba la locura. Aquí se conoce la locura. Ya estaban anunciados mis sufrimientos. Yo soy el Jacobo Fijman que aparece en los textos de Nostradamus. Y ese día vi como un puñal. Y me dije: "Quien sabe lo que van a creer de mí, quien sabe lo que van a hacer de mí". Pero yo nunca he querido ser dictador. Ni matar a nadie. Soy un santo.
-¿Se siente un enfermo mental?
-No. Rotundamente. No. En primer lugar porque tengo intelecto, agente y paciente. Y mis obras prueban que no sólo soy hombre de razón, sino de razón de gracia. Los médicos no entienden esas cosas. Se portan fácilmente bien. Pero no pueden ser lo que no son. Simplemente toman la temperatura de la piel. Dan pastillas, inyecciones, como si se tratara de un almacén. Y olvidan que en el fondo es una cuestión moral. Y es que no conozco a nadie que pueda entender la mente. Sin embargo no los odio. Hacen lo que pueden. Lo terrible es que nos traen para que uno no se muera por la calle. Y luego todos nos morimos aquí.
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Jacobo Fijman murió en el Hospital Borda, víctima de
un edema pulmonar. Pocos amigos acompañaron su velatorio aquí en este edificio,
en la sede de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE).
Disculpen la demora en subir esta clase. No olviden subir sus poemas.
Ejercicio
ResponderBorrarBasado en la poética de Jacobo Fijman
El túnel
Mirábamos nuestras manos
reflejadas en un cielo demente
Reíamos corriendo,
mano a mano
esquivando charcos
y olvidos.
Las palabras, sigilosas
temblorosas
dejaban una estela de
suave dolor
placentero, dirías.
Como un reguero de miguitas
en medio de un bosque oscuro
Como un relámpago en medio de la noche
Nos arrebatamos
desnudos, inmensos
desdichados
a nuestro increado destino.
JACOBO FIJMAN.
ResponderBorrarFrente al absurdo
de la página en blanco
la cercanía del loquero
con la quema de residuos
grita el silencio en su hora decisiva
la palabra enhebra deseos
altar con un Cristo roto
la cruz recorre los pasillos
con olor a lavandina
agónico el eco balbuceante
de una esquizofrenia mentirosa
miente poeta maldito miente
Tesler camuflado de Jacobo
le hicieron diluir la letra
mas no su espíritu.
sobre ars poética
ResponderBorrarMETAPOESÍA.
Y si se abren las ventanas y
salgo con vida del poema
se lo debo a la palabra
y a la luz donde nacen los días.