Este jueves veremos y trabajaremos un Pablo Neruda (Chile,
1904-1973) diferente, casi desconocido: el prosista. Y veremos que en su florido
decir está inmanente el poeta. Siempre.
Fue mi gran compañero de adolescencia, sus pequeños libritos editados por Torres Agüero bajo la colección titulada Miniaturas del Andarín, que salieron durante los ´70s, me acompañaron en aquellos años iniciáticos. Todavía los conservo. La foto de abajo, toda la colección -subrayada, marcada, vivida, llorada, amada- en mi escritorio.
Hoy veremos dos textos de su Confieso que he vivido, libro que recoge las memorias de este enorme poeta chileno, Premio Nobel de Literatura 1971, publicadas por primera vez en la colección
«Biblioteca breve» de la editorial Seix Barral, en 1974. Se trata de una obra que
se editó póstumamente y que reúne las impresiones del autor casi hasta el momento mismo de su muerte.
Estas memorias nerudianas se dividen en doce cuadernos, cada uno de los
cuales se refiere a importantes momentos de la vida del poeta. Toman la forma
de un diario que, partiendo de las peregrinaciones de Neruda por todos los
rincones de la tierra, pues fue embajador de su país, describe su evolución
poética y política. La obra trasciende las fronteras del memorialismo
tradicional para constituir un gran fresco de la época contemporánea. Hemos
elegido un par: La palabra y El Nobel, que muestran cabalmente el burilado
poético y la frescura de su decir.
Y comienza así:
“Estas memorias o recuerdos son intermitentes y a ratos olvidadizos porque
así precisamente es la vida. La intermitencia del sueño nos permite sostener
los días de trabajo. Muchos de mis recuerdos se han desdibujado al evocarlos, han
devenido en polvo como un cristal irremediablemente herido. Las memorias del
memorialista no son las memorias del poeta. Aquél vivió tal vez menos, pero
fotografió mucho más y nos recrea con la pulcritud de los detalles. Este nos
entrega una galería de fantasmas sacudidos por el fuego y la sombra de su
época. Tal vez no viví en mí mismo; tal vez viví la vida de los otros. De
cuanto he dejado escrito en estas páginas se desprenderán siempre —como en las
arboledas de otoño y como en el tiempo de las viñas—las hojas amarillas que van
a morir y las uvas que revivirán en el vino sagrado. Mi vida es una vida hecha
de todas las vidas: las vidas del poeta”.
La palabra
... Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son
las palabras las que cantan, las que suben y bajan... Me prosterno ante
ellas... Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito... Amo
tanto las palabras... Las inesperadas... Las que glotonamente se esperan, se
acechan, hasta que de pronto caen... Vocablos amados... Brillan como piedras de
colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío...
Persigo algunas palabras... Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi
poema... Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio,
las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes,
ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como
aceitunas... Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las
trituro, las emperejilo, las liberto... Las dejo como estalactitas en mi poema,
como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio,
regalos de la ola... Todo está en la palabra... Una idea entera se cambia
porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una
reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció... Tiene
sombra, trasparencia, peso, plumas, pelos, tiene de todo lo que se les fue
agregando de tanto rodar por el río, de tanto trasmigrar de patria, de tanto
ser raíces... Son antiquísimas y recientísimas... Viven en el féretro escondido
y en la flor apenas comenzada... Qué buen idioma el mío, qué buena lengua
heredamos de los conquistadores torvos... Éstos andaban a zancadas por las
tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas,
butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel
apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo... Todo se lo tragaban, con
religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus
grandes bolsas... Por donde pasaban quedaban arrasada la tierra... Pero a los
bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las
herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí
resplandecientes... el idioma. Salimos perdiendo... Salimos ganando... Se
llevaron el oro y nos dejaron el oro... Se lo llevaron todo y nos dejaron
todo... Nos dejaron las palabras.
El premio Nobel
La verdad es que todo
escritor de este planeta llamado Tierra quiere alcanzar alguna vez el Premio
Nobel, incluso los que no lo dicen y también los que lo niegan.
En América Latina,
especialmente, los países tienen sus candidatos, planifican sus campañas,
diseñan su estrategia. Esta ha perdido a algunos que merecieron recibirlo. Tal
es el caso de Rómulo Gallegos. Su obra es grande y decorosa. Pero Venezuela es
el país del petróleo, es decir el país de la plata, y por esa vía se propuso
conseguírselo. Designó un embajador en Suecia que se fijó como suprema meta la
obtención del premio para Gallegos. Prodigaba las invitaciones a comer;
publicaba las obras de los académicos suecos en español, en imprentas del
propio Estocolmo, todo lo cual ha debido parecer excesivo a los susceptibles y
reservados académicos. Nunca se enteró Rómulo Gallegos de que la inmoderada
eficacia de un embajador venezolano fue, tal vez, la circunstancia que lo privó
de recibir un título literario que tanto merecía.
En París me contaron en
cierta ocasión una historia triste ribeteada de humor cruel. En esta
oportunidad se trataba de Paul Valéry. Su nombre se rumoreaba y se imprimía en
Francia como el más firme candidato al Premio Nobel de aquel año. La misma
mañana en que se discutía el veredicto en Estocolmo, buscando apaciguar el
nerviosismo que le producía la inmediata noticia, Valéry salió muy temprano de
su casa de campo, acompañado de su bastón y su perro.
Volvió de la excursión al mediodía, a la hora del almuerzo. Apenas abrió la puerta, preguntó a la secretaria:
-¿Hay alguna llamada telefónica?
-Sí, señor. Hace pocos minutos lo llamaron de Estocolmo.
-¿Qué noticia le dieron? -dijo, ya manifestando abiertamente su emoción.
-Era una periodista sueca que quería saber su opinión sobre el movimiento emancipador de las mujeres.
El propio Valéry refería la anécdota con cierta ironía. Y la verdad es que tan grande poeta, tan impecable escritor, jamás obtuvo
el valioso premio.
Volvió de la excursión al mediodía, a la hora del almuerzo. Apenas abrió la puerta, preguntó a la secretaria:
-¿Hay alguna llamada telefónica?
-Sí, señor. Hace pocos minutos lo llamaron de Estocolmo.
-¿Qué noticia le dieron? -dijo, ya manifestando abiertamente su emoción.
-Era una periodista sueca que quería saber su opinión sobre el movimiento emancipador de las mujeres.
El propio Valéry refería la anécdota con cierta ironía. Y la verdad es que tan grande poeta, tan impecable escritor, jamás obtuvo
el valioso premio.
Por lo que a mí concierne,
deben reconocerme que fui muy precavido.
Desde que supe que mi nombre se mencionaba (y se mencionó no sé cuántas
veces) como candidato, decidí no volver a Suecia, país que me atrajo desde muchacho, cuando con Tomás Lago, nos erigimos en discípulos auténticos de un pastor excomulgado y borrachín llamado Gosta Berling. Además, estaba aburrido de ser mencionado cada año, sin que las cosas fueran más lejos. Ya me parecía irritante ver aparecer mi nombre en las competencias anuales, como si yo fuera un caballo de carrera. Por otro lado los chilenos, literarios o populares, se consideraban agredidos por la indiferencia de la academia sueca. Era una situación que colindaba peligrosamente con lo ridículo.
Finalmente, como todo el mundo lo sabe, me dieron el Premio Nobel, cuando yo me encontraba en París, en 1.971, recién llegado a cumplir mis tareas de embajador de Chile.
Desde que supe que mi nombre se mencionaba (y se mencionó no sé cuántas
veces) como candidato, decidí no volver a Suecia, país que me atrajo desde muchacho, cuando con Tomás Lago, nos erigimos en discípulos auténticos de un pastor excomulgado y borrachín llamado Gosta Berling. Además, estaba aburrido de ser mencionado cada año, sin que las cosas fueran más lejos. Ya me parecía irritante ver aparecer mi nombre en las competencias anuales, como si yo fuera un caballo de carrera. Por otro lado los chilenos, literarios o populares, se consideraban agredidos por la indiferencia de la academia sueca. Era una situación que colindaba peligrosamente con lo ridículo.
Finalmente, como todo el mundo lo sabe, me dieron el Premio Nobel, cuando yo me encontraba en París, en 1.971, recién llegado a cumplir mis tareas de embajador de Chile.
Y terminaremos viendo el
poema que inaugura el poemario Odas elementales (1954), un poema que es el
manifiesto de la poética posmodernista de Neruda y a la vez una ars poética titulada El hombre invisible.
Neruda escribió estos poemas cuando ya había alcanzado la madurez
poética, con la intención de hacer un nuevo poema extenso, como ya había hecho
con Canto General, de tal forma que
constituyera una visión completa del mundo, una interpretación partiendo de las
cosas sencillas y aparentemente intrascendentes de la vida.
El hombre invisible
Yo me
río,
me sonrío
me sonrío
de los
viejos poetas,
yo
adoro toda
la
poesía escrita,
todo el
rocío,
luna,
diamante, gota
de
plata sumergida,
que fue
mi antiguo hermano,
agregando
a la rosa,
pero
me
sonrío
siempre
dicen’ yo’
a cada
paso
les
sucede algo,
es
siempre “yo”,
por las
calles
sólo
ellos andan
o la,
dulce que aman,
nadie
más,
no
pasan pescadores,
ni
libreros,
no
p0asan albañiles,
nadie
se cae
de un
andamio,
nadie
sufre,
nadie
ama,
sólo mi
pobre hermano,
el
poeta,
a él le
pasan
todas
las cosas
ya su
dulce querida,
nadie
vive
sino él
solo,
nadie
llora de hambre
o de
ira,
nadie
sufre en sus versos
porque
no puede
pagar
el alquiler,
a nadie
en poesía
echan a
la calle
con
camas y con sillas
y en
las fábricas
tampoco
pasa nada,
no pasa
nada,
se
hacen paraguas, copas,
armas,
locomotoras,
se
extraen minerales
rascando
el infierno,
hay
huelga,
vienen
soldados,
disparan,
disparan
contra el pueblo,
es
decir,
contra
la poesía,
y mi
hermano
el
poeta
estaba
enamorado, o sufría
porque
sus sentimiento
son
marinos,
ama los
puertos
remotos,
por sus nombres,
y
escribe sobre océanos
que no
conoce,
junto a
la vida, repleta
como el
maíz de granos,
él pasa
sin saber
desgranarla,
él sube
y baja
sin
tocar la tierra,
o a
veces
se
siente profundísimo
y
tenebroso,
él es
tan grande
que no
cabe en sí mismo,
se
enreda y desenreda,
se
declara maldito,
lleva
con gran dificultad la cruz
de las
tinieblas,
piensa
que es diferente
a todo
el mundo,
todos
los días come pan
pero no
ha visto nunca
un
panadero
ni ha
entrado a un sindicato
de
panificadores,
y así
mi pobre hermano
se hace
oscuro,
se
tuerce y se retuerce
y se
halla
interesante,
interesante,
ésta es
la palabra,
yo no
soy superior
a mi
hermano
pero
sonrío,
porque
voy por las calles
y sólo
yo no existo,
la vida
corre
como
todos los ríos,
yo soy
el único
invisible,
no hay
misteriosas sombras,
no hay
tinieblas,
todo el
mundo me habla,
me
quieren contar cosas,
me
hablan de sus parientes,
de sus
miserias
y de
sus alegrías,
todos
pasan y todos
me
dicen algo,
y
cuántas cosas hacen! :
cortan
maderas,
suben
hilos eléctricos,
amasan
hasta tarde en la noche
el pan
de cada día,
con una
lanza de hierro
perforan
las entrañas
de la
tierra
y
convierten el hierro
en
cerraduras,
suben
al cielo y llevan
cartas,
sollozos, besos,
en cada
puerta hay
alguien,
nace
alguno,
o me
espera la que amo,
y yo
paso y las cosas
me
piden que las cante,
yo no
tengo tiempo,
debo
pensar en todo,
debo
volver a casa,
pasar
al Partido,
qué
puedo hacer,
todo me
pide
que
hable,
todo me
pide
que
cante y cante siempre,
todo
está lleno
de
sueños y sonidos,
la vida
es una caja
llena
de cantos, se abre
y vuela
y viene
una
bandada
de
pájaros
que
quieren contarme
algo
descansando en mis hombros,
la vida
es una lucha
como un
río que avanza
y los
hombres
quieren
decirme,
decirte,
por qué
luchan,
si
mueren,
por qué
mueren,
y yo
paso y no tengo
tiempo
para tantas vidas,
yo
quiero
que
todos vivan
en mi
vida
y
canten en mi canto,
yo no
tengo importancia,
no
tengo tiempo
para
mis asuntos,
de
noche y de día
debo
anotar lo que pasa,
y no
olvidar a nadie.
Es
verdad que de pronto
me
fatigo
y miro las
estrellas,
me
tiendo en el pasto, pasa
un
insecto color de violín,
pongo
el brazo
sobre
un pequeño seno
o bajo
la cintura
de la
dulce que amo,
y miro
el terciopelo duro
de la
noche que tiembla
con sus
constelaciones congeladas,
entonces
siento
subir a mi alma
la ola
de los misterios,
la
infancia,
el
llanto en los rincones,
la
adolescencia triste,
y me da
sueño,
y
duermo
como un
manzano,
me
quedo dormido
de
inmediato
con las
estrellas o sin las estrellas,
con mi
amor o sin ella,
y
cuando me levanto
se fue
la noche,
la
calle ha despertado antes que yo,
a su
trabajo
van las
muchachas pobres,
los
pescadores vuelven
del
océano,
los
mineros
van con
zapatos nuevos
entrando
en la mina,
todo
vive,
todos
pasan,
andan
apresurados,
y yo
tengo apenas tiempo
para
vestirme,
yo
tengo que correr:
ninguno
puede
pasar
sin que yo sepa
adónde
va, qué cosa
le ha
sucedido.
No
puedo
sin la
vida vivir,
sin el
hombre ser hombre
y corro
y veo y oigo
y
canto,
las
estrellas no tienen
nada
que ver conmigo,
la
soledad no tiene
flor ni
fruto.
Dadme
para mi vida
todas
las vidas,
dadme
todo el dolor
de todo
el mundo,
yo voy
a transformarlo
en
esperanza.
Dadme
todas las alegrías,
todas las alegrías,
aun las
más secretas,
porque
si así no fuera,
cómo
van a saberse?
Yo
tengo que contarlas,
dadme
las
luchas
de cada
día
porque
ellas son mi canto,
y así
andaremos juntos,
codo a
codo,
todos
los hombres,
mi
canto los reúne:
el
canto del hombre invisible
que
canta con todos los hombres.
¡Hasta la semana próxima, buena poesía!!! Aquí, por último, la moneda conmemorativa que le dedicó Chile.
Profª Sandra Pien. Excelente texto sobre Pablo Neruda, que a todos nós enfeitiçou um dia com sua poesia muitas vezes eloquente, algumas vezes populares, muitas vezes amorosa. Também eu fui influenciado e escrevi: https://www.academia.edu/5928618/Salomão_Rovedo_-_Pablo_Neruda_Confesso_que_vivi?auto=download
ResponderBorrarMuchas gracias, Salomão, y tienes razón al decir allí "Neruda traz na poesia a tradição dos payadores, poetas populares cuja matéria prima é a emoção".
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