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sábado, 1 de julio de 2017

Clase N° 3 /año 4 - martes 27 de junio 2017

MÁXIMO SIMPSON:

NUESTRO MÁXIMO ROJO VIOLÍN DESORBITADO


Poeta y Buenos Aires son palabras que caminan juntas por los adoquines. En Buenos Aires sentimos la nostalgia del territorio perdido –tantos son– entre el empedrado que está por debajo del asfalto, entre los intersticios rústicos y en las paredes que chorrean humedad, entre las capas de pinturas superpuestas y rascadas, allí donde si aguzás el oído y escuchás un tango silbado, allí donde al descuido crece feliz un yuyo mañero, allí estamos los poetas. 

Dedicamos esta clase al poeta y amigo Máximo Simpson, que se nos fue la semana pasada. ¿Quién era? Yo lo ubicaría aquí, entre las llamadas Generación del ´40 y el Neohumanismo.







Máximo Simpson en una sesión de lectura y tres de las portadas de sus poemarios




La Generación de 1940
La generación del ’40 se centra en la poesía, donde desarrolla lo descriptivo, lo nostálgico y lo memorioso, con Vicente Barbieri (1903-1953), Olga Orozco (1920-1999), León Benarós (1915-2012) y Alfonso Sola González (1917-1975). Los narradores se alinearon en el idealismo: María Granata (1923), Adolfo Bioy Casares (1914-1999), Julio Cortázar (1914-1984) y Manuel Mujica Láinez (1910-1984) y el realismo: Ernesto L. Castro (1902), Ernesto Sábato (1911-2011) y Abelardo Arias (1918-1991) con algunos toques urbanos y costumbristas: Joaquín Gómez Bas (1907-1984) y Roger Plá (1912-1981). No abundan los ensayistas: Antonio Pagés Larraya (1918-2005), Emilio Carilla y Luis Soler Cañas (1918-1984).

El Neohumanismo
Hacia 1950 surge otro hito: el  Neohumanismo, que es una respuesta al nuevo estado del pensamiento de posguerra. En un andarivel corren los Vanguardistas: Raúl Gustavo Aguirre (1927-1983), Edgar Bayley (1919-1990) y Julio Llinás (1929); en otro, los Existenciarios: José Isaacson (1932), Julio Arístides y Miguel Ángel Viola; más allá, quienes concilian ambas tendencias con un soporte regionalista: Alfredo Veiravé (1928-1991), Jaime Dávalos (1921-1981) y Alejandro Nicotra (1931). En los narradores encontramos testimonios candentes de la época: Beatriz Guido (1922-1988), David Viñas (1927-2011) y Marco Denevi (1922-1998). En la mayoría de estos escritores se percibe una fuerte influencia de la poesía anglosajona e italiana.


Máximo Simpson nació y murió en Buenos Aires, 25 de octubre de 1929-14 de junio de 2017. Sabemos que recorrió América Latina y residió largos años en México y Brasil. Fue periodista, profesor universitario y poeta. Obra Poética: Túpac Amaru, 1960 (Faja de Honor de la SADE); Más poesía, 1962 (Premio Consejo del Escritor); Poemas del hotel melancólico, 1963 (Premio Fondo Nacional de las Artes); Estación Final, 1981; Hacia donde tan lejos, 1981; Estación Final, 1985 (Edición completa); Elegías americanas-Lautaro, Túpac Amaru, Cuauhtémoc-, 1992. La casa y otros poemas, Premio Único a Obra Inédita en el Concurso Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, correspondiente a los años 1986 – 1987, y Alrededores, 2000.

De Máximo Simpson dijo Antonio Requeni: “Es testimonio de una poesía personalísima, rica de humanidad, de invenciones verbales y luminosas vislumbres, estéticamente bella y conceptualmente original. Su obra no podrá ser omitida cuando se trace el mapa definitivo de nuestra poesía de las últimas décadas”.

De Alrededores, dijo Jorge Monteleone, cuando lo reseñó (abajo en La Yapa, el link): El último libro de poemas de Máximo Simpson (Buenos Aires, 1929) oscila entre cierto registro de la realidad, que parece siempre a punto de sucumbir ante el azar o la nada, y una última lucidez del yo lírico, que percibe en lo circundante una trascendencia íntima. Dicha intimidad proviene del sujeto mismo, que a menudo personaliza y hasta animiza el mundo objetivo o, mejor dicho, sus inmediaciones, aquello que Simpson llama "alrededores", lo que está en el olvido o en las ruinas del ajetreo cotidiano: "Excavando entre ruinas, entre olvidos/ encontré este huesito, este silencio.// Esta minucia, / que resplandece aún entre mis dedos/ con una luz muy suave, / es una emanación,/ o apenas/ el sosegado aroma de un tal vez". Esa impregnación de la subjetividad, cuando parece contenida y concentrada en la existencia del objeto, produce los mejores poemas del libro. En otros, el yo lírico atenúa la percepción de lo real con cierta efusividad complaciente.
Leemos y trabajamos los ejercicios de poemas y prosas poéticas de introspección, consigna de la clase anterior. Y como ejemplo epítome del tema, leemos el maravilloso Retrato (en Campos de Castilla, 1912) de Antonio Machado.


RETRATO
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
mas recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.





Aquí la poética de Máximo Simpson que leímos:

To be or not to be

Yo quise ser un rojo violín desorbitado,
un ex abrupto eterno,
un jardín de magnolias o una tromba,
y sólo soy ahora profesor de nostalgias,
edecán del otoño pesaroso.

Yo quise ser el mar,
o tal vez quise ser lo que no quise,
un triángulo isósceles o un trueno,
o una momia egipcia
con su paz infinita, imperturbable.

Eso quise tal vez en mi constancia,
en mi apuro, en mi afán, en mi zozobra,
quise ser el revés, la mano izquierda,

el costado de mí, mi renegado,
y sólo soy mi tú, mi pobre mí,
un pronombre ya exhausto,
un posesivo huérfano, un despojado mí.

Eso quise tal vez,
y sólo soy ahora mi vecino,
apenas mi perfil, mi suroeste,
mi terco lateral:
estoy en la adyacencia limítrofe de mí,
y siento desazón, me extraño mucho.

                                                              🔻       
Resurrección

Hoy me he puesto de pie, me he levantado.
En un rapto de orgullo pude mover la piedra,
sacudirme la bóveda.
Mirad el jeroglífico sediento
de avara eternidad:
esta inscripción soy yo,
mi muerte.


Después de interminables cataratas de olvido,
aún los sueños me acechan
con su cortejo de sangrantes manos,
y aluviones de gritos me persiguen.
Y aquí estoy yo, señores;
soy el amortajado:
yo soy el rey de Egipto,
padre de las cosechas,
ruiseñor de las lluvias,
y a mí el trueno irascible me obedece.
Yo vi a Tutankamón sonreír de orgullo,
levanté la pirámide de Keops,
y aquí estoy yo, miradme.
Yo quiero este socorro, esta limosna,
la migaja del último terrestre:
quiero morir de amor,
tomar un ómnibus.


Mirad mi piedra, contemplad mis párpados,
mi sueño melancólico,
mi enfermedad letal de piedra viva,
de resplandor que no se acaba:
siento el terror del tiempo,
sus pezuñas de cal sobre mis ojos.

                                                               🔻  

Un poema de introspección justamente:

Revisión matinal

Me miró a mí, me
escucho esta mañana
Rafael Alberti

Me miro a mí, me escucho esta mañana,
me reviso la suela de los sueños,
me examino el olvido,
me observo los quizá, los hasta cuándo.
De costado, de frente, desde abajo,
me averiguo el envés, me fiscalizo
los reversos de mí, la contraseña;
me reviso el encono,
el adversario mío que sustento
y si está presentable mi agonía,
planchado el pantalón,
muy claro el cielo,
me sostengo al trasluz para mirarme,
y la escucho a mi voz como un extraño,
un remoto tambor dando alaridos.

Y si todo está en orden,
si mi traje, el colar, los territorios
de penumbra que arrastro,
entonces me decido:
debo ir al empleo, estar ausente.
Pero antes de salir es necesario
ponerse la corbata,
hacer un ademán, estar contento,
y sacar del ropero el cuello blanco,
mi gran desesperanza almidonada.

                                                               🔻  

Sonata
Toca el violín la casa:
se asoma de sí misma,
se sale de la casa,
y le atraen vacíos hacia arriba y abajo.

Toca el violín la casa,
tiemblan sótanos negros de cólera indecisa,
tiembla toda la casa con su gran cuerda humana
cuando suena el violín violento de la casa.

La casa tiene lámparas votivas,
roperos tristes,
ventanas que miran hacia dentro.

                                                              🔻  

Un poema de MS sobre un texto publicado por Radio Praga sobre la muerte, en 1969, del joven activista que se autoinmoló como protesta por la invasión soviética en Checoslovaquia y cuya tumba fue visitada por miles de jóvenes en esa época y prohibían hacer hasta eso.

Jan Palach (El suicida de Praga)
Allí en un cementerio pequeño como un cuarto,
austero como brasa clandestina,
allí está para siempre
la ventana cerrada de su alma,
la mesa de su vida,
el escritorio de su muerte.
El asesino de sí mismo mira el mundo,
y desde el polvo aúlla
en la tranquila tumba.

                                                           🔻  
El hotel melancólico
El hotel melancólico en la noche
navega hacia la muerte,
con sus pasillos negros por donde se pasean
remotos mariscales del gran zar Alejandro,
con samovares viejos y tristes damajuanas,
y sus baldosas rotas, su extenuada autocracia,
y su pátina ilustre:
sillones andrajosos,
pequeña arqueología del pensionista pobre
que conserva entre ruinas la mitad de su alma,
atmósfera de invierno de otra parte,
los patios sospechosos y los altos cipreses
que defienden la casa.
Hay un coleccionista de minúsculos seres,
entomólogo suave de musical enigma,
que atraviesa los patios con un jabón y un trueno;
hay un delgado junco traductor de novelas:
todos los días come su ración de consuelo,
pero es inútil todo porque domina su alma
la visión de un escándalo celeste.
Y María Ivanovna con sus grandes recuerdos:
en Petrogrado entonces
era bella la vida en los salones
El aire convalece
en el golpeado orgullo de la casa:
hay aquí un raro clima de perdón,
y adolescentes viejos
como la araña joven de rostro milenario,
que instaló grandes máquinas feroces
en su pequeño cuarto de antiguo joven muerto.
Y está la mujercita que vive en las tinieblas,
que se viste de luto por si acaso,
por aprensión en tal vez,
en su cuarto imperial cubierto por el polvo.
Y está también la viuda del rey de la Tasmania,
con su sombrero rojo de general inglés.
Y estoy yo, que esto escribo:
yo busco el equilibrio de las cosas,
y por eso navego en este hotel profundo
hacia mi gran destino:
y yo que soy feliz, sereno y apolíneo,
con mi regla de cálculo preparo
las leyes de la tierra.

                                                              🔻  

Habla Janto

Janto, el “corcel de ligeros pies”, bajó la cabeza y
dijo: “Hoy te salvaremos, impetuoso Aquiles, pero
está cercano el día de tu muerte”.
Ilíada, Canto XIX.
Cuando el caballo habla,
tiembla toda la casa del olvido.
Tiembla toda la casa,
tiembla todo el olvido:
las puertas de la noche retroceden.
Cuando el caballo clama,
cuando el caballo augura, profetiza,
se oscurecen ventanas y canceles,
y el hombre a la deriva da un rodeo,
hace un alto y espera.
Cuando el caballo habla y se anticipa,
todos callan de pronto,
y el desvalido orgullo de la especie
se amontona en la lengua.
Cuando el caballo habla,
la pampa sueña con el mar,
y el jinete desmonta,
se aventura por dentro de sus ojos,
se desnuda.
Cuando el caballo habla,
cuando sabe,
la memoria perdida se instala en la existencia
y corroe las hondas certidumbres.
Cuando el corcel florece en la tormenta,
cuando su manos de alzan hacia el cielo,
cuando de pronto brinca y vaticina,
un ambiguo claror empaña los cristales,
una lluvia indecisa retorna hacia lo alto.
Cuando el caballo sabe,
cuando el jinete escucha,
declina el sacerdote sus trofeos.
Cuando el caballo habla,
pone el hombre pie en tierra,
medita en sus ancestros,
se prepara.

                                                               🔻  
Zapatos
Los zapatos que antaño me compré
sin asomo de orgullo,
sin pensar en la forma o la medida,
los usé de perfil, a contramano,
y llegué caminando hasta mi edad,
desde esa tienda oscura
que vendía zapatos,
destinos,
carreteras.

                                                             🔻  

Cuando me vaya

Cuando me vaya de aquí,
cuando me vaya y me quede
para seguir esperando
en la ambigua luz del día;
cuando  perdido me apoye
en la puerta sin adentro,
sin número, sin afuera;
tal vez encuentre allá lejos
a la anónima calleja
que antaño un dios habitó.

Cuando me vaya de aquí,
cuando me vaya y me quede,
tal vez descubra la aldaba,
la casa de mi silencio
y el gran río apaciguado,
el que fluye sin fluir
en la quietud del  instante
sin fechas ni aniversarios.

Entonces habrá convite
para campanas que abrevan
toda su luz en lo oscuro,
y un epitafio que diga:

Yo me fui y estoy aquí,           
tocando el violín sin cuerdas
del día que nunca vino.

Cuando me vaya de aquí,
cuando me vaya y me quede.


de Último Aviso, inédito, 2016



El libro recomendado de la semana son dos poemarios de Ed. Vinciguerra:

A lágrima seca, de Lidia Vinciguerra:
Con sugestivo y metafórico título, siempre a la búsqueda de nuevas formas de transmitir la palabra y dueña de una introspección vital, este es el poemario número once de Lidia Vinciguerra, quien aquí nuevamente homenajea a la vida, al diario temblor palpitante del todo y la nada, a la soledad, a la memoria materna, a los “combates posibles” del día a día.



Y

Andares, de María Teresa Lippo


Poeta nacida en Rauch, es docente y miembro de este taller literario. Este es su sexto poemario. Dueña de una colorida y coloquial poética, María Teresa Lippo canta con vuelo nostálgico a las cosas sencillas que nos rodean, festejándolas. 



La Yapa

2- Máximo Simpson lee poesía en el ciclo No hay ciudad sin poesía 2009 y otros links en YouTube https://www.youtube.com/watch?v=awjEM7gYnw8


Aviso parroquial


En julio comienza el Mes de la Amistad en el taller Abordajes poéticos. Por supuesto, continuaremos con las clases y luego, la segunda mitad de nuestro horario será compartida con estas importantes figuras de la escena de la poesía. 
Aquí las coordenadas del mes y nuestra primera visita: el biznieto del gran Rubén Darío, llamado Martín Katz Darío. 



¡Nos deseo muy buena semana poética!





1 comentario:

  1. Ejercicio


    Nowhere

    Detrás de la puerta, un extraño Argos vegetal
    parpadea sorprendido de verme.
    Te sigo, atravesando pasillos y patios,
    el perfume inasible de tu pieza.

    Los perros me huelen y me reconocen,
    una voz burlona atiende el teléfono
    (alguien fatigó vanamente sus dedos
    girando esa rítmica orquilla)

    Me llevás a una cocina de piso en damero
    con mesa generosa y austera.
    Merendamos en silencio,
    Me atrevo a enfrentar tu mirada.
    Sonreímos, cómplices.
    Me voy a olvidar, pienso.
    Me voy a olvidar de todo.

    Ya en la calle, tu casa desaparece.

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