En lugar de dedicarla a un solo poeta, durante esta clase del primer
jueves de julio veremos la visión poética acerca del tiempo, desde la mirada de
diferentes poetas.
El tiempo es el gran tema que nos preocupa a los
seres humanos, "¿Cuál es la pregunta más difícil de la física? Sin
duda, la cuestión del tiempo", dice Albert Einstein.
Desde la antigüedad latina, ya el gran Horacio nos
recuerda en su primera Oda el concepto de Carpe diem, aprovecha tu día.
Carpe diem es una locución latina que literalmente significa
'toma/atrapa/aprovecha el día', en el sentido de no malgastarlo. Fue acuñada
por el poeta latino Horacio, en el siglo I aC, en la Oda, I,
11: Carpe diem quam minimum credula postero
Comenzaremos por Horacio, poeta lírico y satírico romano (65
AC – 8 AC):
Carmen (que en latín significa "poema") I, 11
No pretendas saber, pues no está permitido,
el fin que a mí y a ti, Leucónoe,
nos tienen asignados los dioses,
ni consultes los números babilónicos.
Mejor será aceptar lo que venga,
ya sean muchos los inviernos que Júpiter
te conceda, o sea éste el último,
el que ahora hace que el mar Tirreno
rompa contra los opuestos cantiles.
No seas loca, filtra tus vinos
y adapta al breve espacio de tu vida
una esperanza larga.
Mientras hablamos, huye el tiempo envidioso.
Vive el día de hoy. Captúralo.
No fíes del incierto mañana.
Esperanza larga – breve espacio
Tiempo envidioso
Vive el tiempo de hoy, captúralo.
En este poema está por primera vez presente el conocido concepto
del carpe diem (mandato que en tiempo imperativo, 2da persona
del singular del verbo latino carpo 3 (que significa
"arrancar, separar, recoger, gozar, elegir, consumir, aprovechar", y
que es el mismo verbo que en castellano da carpir (trabajar la
tierra sacándole las malas hierbas); nos alienta, nos conmina a aprovechar el
día). Esta frase tiene una bisagra, que se articula a partir del renacimiento
con otro tópico, el “tempus fugit”, el tiempo huye; sería algo así como:
“aprovecha el día porque el tiempo huye”.
Y esto configura un mandato, es un tópico de todos los seres humanos.
Queremos trascender porque el tiempo nos atraviesa. El tiempo es una invención
humana, una convención marcada por la rotación de nuestro planeta alrededor del
Sol.
El proverbio latino carpe diem podría equivaler a
oraciones en castellano como «no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy» o
«vive cada momento de tu vida como si fuese el último».
Es un topos (lugar, en griego), es decir, un tópico literario o
tema recurrente, que en la literatura universal es una exhortación a no dejar
pasar el tiempo que se nos ha brindado y a disfrutar de los placeres de la vida
dejando a un lado el futuro, que es incierto. Cobra especial importancia en el
renacimiento, el barroco y el romanticismo.
En relación a las diferentes épocas literarias, este tópico ha
ido variando. Durante el periodo de la Edad Media era entendido como:
"vive el momento porque vas a morir pronto".
Posteriormente, durante el renacimiento, los ideales de belleza y
perfección hicieron entenderlo de la siguiente forma: "vive el momento
porque vas a envejecer pronto". Finalmente, en el barroco, este tema se
volvió a interpretar de la misma manera que en la Edad Media, pero con bastante
más intensidad en cuanto a la muerte.
Y antes tocaron este tema los filósofos; el griego Heráclito primeramente, con esa sentencia fundamental que nos marcó para siempre la temporalidad: "No nos bañamos dos veces en el mismo río", luego Agustín de Hipona, más conocido como San Agustín, que en el siglo IV también aborda la experiencia del tiempo en sí misma y en su relación con el individuo, y Karl Jaspers, que en la primera mitad del siglo XX concepciona un "tiempo primero" como eje humano, es decir, da vuelta los términos, y señala que ese tiempo eje -que habría ocurrido entre el 800 y el 200 aC- es un acontecimiento histórico decisivo que muestra la unidad del género humano y sus valores.
Pero, para no dispersarnos, volvamos a la lengua y a su expresión poética.
Y antes tocaron este tema los filósofos; el griego Heráclito primeramente, con esa sentencia fundamental que nos marcó para siempre la temporalidad: "No nos bañamos dos veces en el mismo río", luego Agustín de Hipona, más conocido como San Agustín, que en el siglo IV también aborda la experiencia del tiempo en sí misma y en su relación con el individuo, y Karl Jaspers, que en la primera mitad del siglo XX concepciona un "tiempo primero" como eje humano, es decir, da vuelta los términos, y señala que ese tiempo eje -que habría ocurrido entre el 800 y el 200 aC- es un acontecimiento histórico decisivo que muestra la unidad del género humano y sus valores.
Pero, para no dispersarnos, volvamos a la lengua y a su expresión poética.
Éstas son las poéticas vistas en clase:
Olga Orozco: poeta y periodista argentina (1920-1999). El tiempo es uno de sus grandes
temas. ¿De qué poeta, no, por otra parte?
Utilizaba diversos seudónimos para trabajar periodísticamente, cada uno
por un tema diferente. Uno de ellos era Jorge Videla, existen registros en los
que ella escribe utilizando este seudónimo, para hablar sobre los
desaparecidos, años antes de que este término adquiriera el significado más
terrible. Ella se consideraba una especie de pitonisa, una Casandra moderna
cuyas profecías no eran atendidas.
Variaciones sobre el tiempo
Tiempo:
te has vestido con la piel carcomida del último profeta;
te has gastado la cara hasta la extrema palidez;
te has puesto una corona hecha de espejos rotos y lluviosos jirones,
y salmodias ahora el balbuceo del porvenir con las desenterradas
melodías de antaño,
mientras vagas en sombras por tu hambriento escorial, como los reyes
locos.
No me importan ya nada todos tus desvaríos de fantasma inconcluso,
miserable anfitrión.
Puedes roer los huesos de las grandes promesas en sus desvencijados
catafalcos
o paladear el áspero brebaje que rezuman las decapitaciones.
Y aún no habrá bastante,
hasta que no devores con tu corte goyesca la molienda final.
Nunca se acompasaron nuestros pasos en estos entrecruzados laberintos.
Ni siquiera el comienzo,
cuando me conducías de la mano por el bosque embrujado
y me obligabas a correr sin aliento detrás de aquella torre inalcanzable
o a descubrir siempre la misma almendra con su oscuro sabor de miedo y
de inocencia.
¡Ah, tu plumaje azul brillando entre las ramas!
No pude embalsamarte ni conseguí extraer tu corazón como una manzana de
oro.
Demasiado apremiante,
fuiste después el látigo que azuza
el cochero imperial arrollándome entre las patas de sus bestias.
Demasiado moroso,
me condenaste a ser el rehén ignorado,
la víctima sepultada hasta los hombros entre siglos de arena.
Hemos luchado a veces cuerpo a cuerpo.
Nos hemos disputado como fieras cada porción de amor,
cada pacto firmado con la tinta que fraguas en alguna instantánea
eternidad,
cada rostro esculpido en la inconstancia de las nubes viajeras,
cada casa erigida en la corriente que no vuelve.
Lograste arrebatarme uno por uno esos desmenuzados fragmentos de mis
templos.
No vacíes la bolsa.
No exhibas tus trofeos.
No relates de nuevo tus hazañas de vergonzoso gladiador en las
desmesuradas galerías del eco.
Tampoco yo te concedí una tregua.
Violé tus estatutos.
Forcé tus cerraduras y subí a los graneros que denominan porvenir.
Hice una sola hoguera con todas tus edades.
Te volví del revés igual que a un maleficio que se quiebra,
o mezclé tus recintos como en un anagrama cuyas letras truecan el orden
y cambian el sentido.
Te condensé hasta el punto de una burbuja inmóvil,
opaca, prisionera en mis vidriosos cielos.
Estiré tu piel seca en leguas de memoria,
hasta que la horadaron poco a poco los pálidos agujeros del olvido.
Algún golpe de dados te hizo vacilar sobre el vacío inmenso entre dos
horas.
Hemos llegado lejos en este juego atroz, acorralándonos el alma.
Sé que no habrá descanso,
y no me tientas, no, con dejarme invadir por la plácida sombra de los
vegetales centenarios,
aunque de nada me valga estar en guardia,
aunque al final de todo estés de pie, recibiendo tu paga,
el mezquino soborno que acuñan en tu honor las roncas maquinarias de la
muerte, mercenario.
Y no escribas entonces en las fronteras blancas "nunca más"
con tu mano ignorante,
como si fueras algún dios de Dios,
un guardián anterior, el amo de ti mismo en otro tú que colma las
tinieblas.
Tal vez seas apenas la sombra más infiel de alguno de sus perros.
El tiempo puede ser tomado como algo objetivo o subjetivo. En este caso,
Olga Orozco lo acomete con pasión y furia, como si fuera un rival, un enemigo,
un desafío.
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Jorge Luis Borges
Elogio de la sombra
La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)
puede ser el tiempo de nuestra dicha.
El animal ha muerto o casi ha muerto.
Quedan el hombre y su alma.
Vivo entre formas luminosas y vagas
que no son aún la tiniebla.
Buenos Aires,
que antes se desgarraba en arrabales
hacia la llanura incesante,
ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro,
las borrosas calles del Once
y las precarias casas viejas
que aún llamamos el Sur.
Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas;
Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;
el tiempo ha sido mi Demócrito.
Esta penumbra es lenta y no duele;
fluye por un manso declive
y se parece a la eternidad.
Mis amigos no tienen cara,
las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,
las esquinas pueden ser otras,
no hay letras en las páginas de los libros.
Todo esto debería atemorizarme,
pero es una dulzura, un regreso.
De las generaciones de los textos que hay en la tierra
sólo habré leído unos pocos,
los que sigo leyendo en la memoria,
leyendo y transformando.
Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte,
convergen los caminos que me han traído
a mi secreto centro.
Esos caminos fueron ecos y pasos,
mujeres, hombres, agonías, resurrecciones,
días y noches,
entresueños y sueños,
cada ínfimo instante del ayer
y de los ayeres del mundo,
la firme espada del danés y la luna del persa,
los actos de los muertos,
el compartido amor, las palabras,
Emerson y la nieve y tantas cosas.
Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro,
a mi álgebra y mi clave,
a mi espejo.
Pronto sabré quién soy.
Este poema, que en realidad es agradecido, parece tener a primera
lectura, no obstante, un tono irónico, porque JLB espera la muerte, y tiene
casi la certeza de que no hay nada después; parece estar cansado de ser JLB,
cansado de vivir, como en el cuento La casa de Asterión, donde el
minotauro espera ansioso la llegada de Teseo, que viene a liberarlo del
suplicio de su vida en soledad. Sin embargo, este bello poema no es pesimista;
por el contrario, da la imagen de un ciclo que debe cumplirse y una aceptación
del destino final.
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José Emilio Pacheco es un poeta, novelista, traductor y ensayista
mexicano (1939-2014). El tiempo es eje de toda su poética.
El tiempo que destruye todas las cosas, nos dice en
su poética.
El tema más notorio
en la poesía de Pacheco es el tiempo. Sus críticos han resaltado y sus lectores
lo notan de entrada. Los mismos títulos de sus libros apuntan a este asunto
central. Baste recordar que la compilación de su poesía reunida se llama Tarde o temprano y tiene libros titulados No me preguntes cómo pasa el tiempo, Irás y no volverás, Desde entonces y Siglo pasado.
La obra de José
Emilio Pacheco está dominada por un pesimismo irredimible, por una conciencia
de la destrucción. Este poema está en el libro Irás y no volverás:
Contraelegía
Mi único tema es lo que ya no está
Y mi obsesión se llama lo perdido
Mi punzante estribillo es nunca más
Y sin embargo amo este cambio perpetuo
este variar segundo tras segundo
porque sin él lo que llamamos vida
sería de piedra.
Esta conciencia del
daño que el tiempo hace a todo incluye también al poeta, a la conciencia del
poeta, a su desolado conformismo. Dice en un breve poema de Desde entonces titulado Antiguos compañeros se reúnen:
Ya somos todo aquello
contra lo que luchábamos a los veinte años.
contra lo que luchábamos a los veinte años.
Aquí se ve cómo uno de los grandes talentos de
Pacheco era el poema corto. No tiene desperdicio. Es afilado, agudo,
penetrante, redondo y todo eso lo convierte en memorable. Y terrible.
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Antonio Machado
Fue una clara tarde, triste y soñolienta (del libro Soledades, su primer libro, de
1903)
Fue una clara tarde, triste y soñolienta
tarde de verano. La hiedra asomaba
al muro del parque, negra y polvorienta...
La fuente sonaba.
Rechinó en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruido abrióse la puerta
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
golpeó el silencio de la tarde muerta.
En el solitario parque, la sonora
copla borbollante del agua cantora
me guió a la fuente. La fuente vertía
sobre el blanco mármol su monotonía.
La fuente cantaba: ¿Te recuerda, hermano,
un sueño lejano mi canto presente?
Fue una tarde lenta del lento verano.
Respondí a la fuente:
No recuerdo, hermana,
mas sé que tu copla presente es lejana
Fue esta misma tarde: mi cristal vertía
como hoy sobre el mármol su monotonía.
¿Recuerdas, hermano?... Los mirtos talares,
que ves, sombreaban los claros cantares
que escuchas. Del rubio color de la llama,
el fruto maduro pendía en la rama,
lo mismo que ahora. ¿Recuerdas, hermano ?...
Fue esta misma lenta tarde de verano.
—No sé qué me dice tu copla riente
de ensueños lejanos, hermana la fuente.
Yo sé que tu claro cristal de alegría
ya supo del árbol la fruta bermeja;
yo sé que es lejana la amargura mía
que sueña en la tarde de verano vieja.
Yo sé que tus bellos espejos cantores
copiaron antiguos delirios de amores:
mas cuéntame, fuente de lengua encantada,
cuéntame mi alegre leyenda olvidada.
—Yo no sé leyendas de antigua alegría,
sino historias viejas de melancolía.
Fue una clara tarde del lento verano...
Tú venías solo con tu pena, hermano;
tus labios besaron mi linfa serena,
y en la clara tarde, dijeron tu pena.
Dijeron tu pena tus labios que ardían;
la sed que ahora tienen, entonces tenían.
—Adiós para siempre la fuente sonora,
del parque dormido eterna cantora.
Adiós para siempre; tu monotonía,
fuente, es más amarga que la pena mía.
Rechinó en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruido abrióse la puerta
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
sonó en el silencio de la tarde muerta.
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Pablo Neruda
Oda al tiempo
Dentro de ti tu edad
creciendo,
dentro de mí mi edad
andando.
El tiempo es decidido,
no suena su campana,
se acrecienta, camina,
por dentro de nosotros,
aparece
como un agua profunda
en la mirada
y junto a las castañas
quemadas de tus ojos
una brizna, la huella
de un minúsculo rio,
una estrellita seca
ascendiendo a tu boca.
Sube el tiempo
sus hilos
a tu pelo,
pero en mi corazón
como una madreselva
es tu fragancia,
viviente como el fuego.
Es bello
como lo que vivimos
envejecer viviendo.
Cada dia
fue piedra transparente,
cada noche
para nosotros fue una rosa negra,
y este surco en tu rostro o en el mío
son piedra o flor,
recuerdo de un relámpago.
Mis ojos se han gastado en tu hermosura,
pero tú eres mis ojos.
Yo fatigué tal vez bajo mis besos
tu pecho duplicado,
pero todos han visto en mi alegría
tu resplandor secreto.
Amor, qué importa
que el tiempo,
el mismo que elevó como dos llamas
o espigas paralelas
mi cuerpo y tu dulzura,
mañana los mantenga
o los desgrane
y con sus mismos dedos invisibles
borre la identidad que nos separa
dándonos la victoria
de un solo ser final bajo la tierra.
En Neruda, encontramos la felicidad de una vida cumplida, y el sentimiento de que, a pesar de que el tiempo nos pasa, el tiempo no pasa - o no debería pasar- en vano, cuando hemos hecho cosas que valían la pena.
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Ricardo Reis (heterónimo de Fernando Pessoa)
Las rosas del jardín de Adonis
Las rosas del jardín de Adonis
Son las que yo amo, Lydia, esas efímeras rosas
Que en el día de su nacimiento,
En ese mismo día, mueren.
La luz es eterna para ellas, pues
Nacen con el sol cuando ya ha salido, y se acaban
Antes que Apolo pudiera incluso iniciar
Su trayectoria visible.
Como ellas, déjanos hacer de nuestras vidas un día,-
Voluntariamente, Lydia, desconociendo
Que existe la noche antes y después
El poquito que perduramos.
Versión de Rafael Díaz Borbón
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Francisco de Quevedo
Advierte al tiempo de mayores hazañas
que podrá ejercitar sus fuerzas
Tiempo, que todo lo mudas,
tú, que con las horas breves
lo que nos diste, nos quitas,
lo que llevaste, nos vuelves:
tú, que con los mismos pasos,
que cielos y estrellas mueves,
en la casa de la vida,
pisas umbral de la muerte.
Tú, que de vengar agravios
te precias como valiente,
pues castigas hermosuras,
por satisfacer desdenes:
tú, lastimoso alquimista,
pues del ébano que tuerces,
haciendo plata las hebras,
a sus dueños empobreces:
tú, que con pies desiguales,
pisas del mundo las leyes,
cuya sed bebe los ríos,
y su arena no los siente:
tú, que de monarcas grandes
llevas en los pies las frentes;
tú, que das muerte y das vida
a la vida y a la muerte.
Si quieres que yo idolatre
en tu guadaña insolente,
en tus dolorosas canas,
en tus alas y en tu sierpe:
si quieres que te conozca,
si gustas que te confiese
con devoción temerosa
por tirano omnipotente,
da fin a mis desventuras
pues a presumir se atreven
que a tus días y a tus años
pueden ser inobedientes.
Serán ceniza en tus manos
cuando en ellas las aprietes,
los montes y la soberbia,
que los corona las sienes:
¿y será bien que un cuidado,
tan porfiado cuan fuerte,
se ría de tus hazañas,
y victorioso se quede?
¿Por qué dos ojos avaros
de la riqueza que pierden
han de tener a los míos
sin que el sueño los encuentre?
¿Y por qué mi libertad
aprisionada ha de verse,
donde el ladrón es la cárcel
y su juez el delincuente?
Enmendar la obstinación
de un espíritu inclemente,
entretener los incendios
de un corazón que arde siempre;
descansar unos deseos
que viven eternamente,
hechos martirio ...
Es un romance masculino, una advertencia muy de macho, una especie de
arenga al tiempo, a su tiempo, y lo que él ha hecho con
ese tiempo.
--------------
Paul Celan
Poeta alemán de origen rumano, sobreviviente del Holocausto (1920-1970).
Ojo del tiempo
Este es el ojo del tiempo:
torcido mira
bajo ceja de siete colores.
Su párpado es lavado por fuegos,
su lágrima es vapor.
La ciega estrella vuela hacia él
y se derrite en la pestaña hirviente:
se va entibiando el mundo,
y los muertos
echan brotes y florecen.
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Rubén Balseiro: poeta argentino (1955-)
Entre el tic y el tac
Entre el tic y el tac del reloj,
hay un silencio.
En el podrían caber todos los gritos,
en el podrían caber todas las penas,
todas las suplicas y todos los reproches.
Entre el tic y el tac del reloj
podrías matar a un hombre,
reconstruir un gesto ya olvidado,
abrazar a un amigo
para decir aquello que jamás has dicho.
Entre el tic y el tac del reloj
podrían suceder todas las cosas,
menos el tiempo,
el tiempo sólo ocurre en el tic o en el tac.
Entre el tic y el tac del reloj
tuviste una esperanza,
pero no lo recuerdas.
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Marcos Silber, poeta argentino (1934-)
Oscuro el galope que redobla afuera y adentro
tanto de la noche como en los cuartos de mi cabeza.
No se deja ver la muy yegua, pero golpea
a las puertas de mí como huérfana bajo la lluvia. Golpea.
La tregua o silencio –vale igual-
sobreviene con la luz en el rostro del nuevo día;
pero el tiempo –implacable- no se enferma
no se muere nunca el condenado
de modo que regresa la oscuridad y con ella
la yegua, y con ella el galope tanto afuera
como adentro de la noche y adentro
de los cuartos de mi cabeza.
Vuelve la mensajera de la soledad.
Relincha la soprano del dolor.
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Mario Benedetti
Tiempo sin tiempo
Preciso tiempo necesito ese tiempo
que otros dejan abandonado
porque les sobra o ya no saben
que hacer con él
tiempo
en blanco
en rojo
en verde
hasta en castaño oscuro
no me importa el color
cándido tiempo
que yo no puedo abrir
y cerrar
como una puerta
tiempo para mirar un árbol un farol
para andar por el filo del descanso
para pensar qué bien hoy es invierno
para morir un poco
y nacer enseguida
y para darme cuenta
y para darme cuerda
preciso tiempo el necesario para
chapotear unas horas en la vida
y para investigar por qué estoy triste
y acostumbrarme a mi esqueleto antiguo
tiempo para esconderme
en el canto de un gallo
y para reaparecer
en un relincho
y para estar al día
para estar a la noche
tiempo sin recato y sin reloj
vale decir preciso
o sea necesito
digamos me hace falta
tiempo sin tiempo.
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Por último, apenas unas brevísimas consideraciones más acerca de la
lengua y el tiempo
La lengua nos expresa, somos la lengua que hablamos, vivimos en ella y ella, en nosotros.
Respecto de la lengua y el tiempo, y la posibilidad o imposibilidad de
expresarlo, de decirlo, ya hemos visto arriba algunos ejemplos.
Muchos filósofos y científicos sostienen que el futuro no existe y que
el pasado fue, por lo tanto, tampoco existe. Sólo existe el presente. Nuestra
lengua contiene un continuum temporal subdividido en tres modos verbales que representan el pasado, el presente y el
futuro. Desde la lengua, el futuro es sólo una construcción para dar cuenta de
los proyectos, es decir, lo que lanzamos hacia adelante, delante nuestro, pro
+ iectum.
Existen formas verbales de tiempos perfectos e imperfectos. El pretérito
perfecto expresa una acción terminada, finalizada. Por ejemplo: ellos
viajaron.
El pretérito imperfecto implica una continuidad indefinida de la acción
pasada, un tiempo que es pasado pero que no sé cuándo terminó; por ejemplo:
Yo leía revistas cuando era chico.
El había trabajado durante el verano.
En el caso del futuro, existe una modalidad imperfecta, que obviamente
contiene incertidumbre porque se trata de una promesa:
Iré a la fiesta.
Comeré toda la comida.
Sin embargo, existe el futuro perfecto, que en realidad es una
construcción tan espantosamente perfecta que es necesario recurrir a la
filosofía para que pueda entenderse, porque sólo se entiende desde el pasado en
subjuntivo, que es presente con matiz de futuro. O sea: nuestro pensamiento y discurrir comienzan en la lengua, que conforma primeramente un tiempo lingüístico para luego poder pasar a un tiempo físico y filosófico.
Por ej: Yo habré comido cuando hayas llegado.
Es algo que no existe, una construcción esperanzada del futuro,
quizá para poder llegar al día siguiente.
El presente es el tiempo que nos expresa siempre.
-------------------
Quedan cientos y cientos de poetas y poemas que han trabajado el tema
del tiempo.
Ahora, quiero ver en los integrantes del taller la manera como
trabajarán este apasionante tema.
Y luego de la clase, y cuando puedan y quieran entrar aquí, y llegar
hasta este punto de la lectura, tengan la amabilidad de colocar luego sus
poemas.
Hasta la próxima clase, el jueves 10 de julio, fecha en que veremos la
poética de Antonio Requeni, poeta y periodista argentino, miembro de la
Academia Argentina de Letras, que nos visitará el jueves 17 de julio en la SADE
para hablar de la "Historia y la evolución de la poesía argentina",
tal el nombre de la conferencia.
Tiempos
ResponderBorrarUna brecha que se abre
entre dos vacíos.
Dos puertas enfrentadas
sin cerraduras ni picaportes
Un fantasma que navega
entre llamas de sal.
Los recuerdos se vuelven
arena, polvo, ceniza,
un cuarto vacío,
un reloj sin agujas
en una estación de tren
vacía de rumores
y de cielos.
Y sin embargo
en esta parcela
íntima y oculta,
nuestras miradas,
fugaces, ansiosas,
nos hacen eternos
como dioses.
En jardines de verano lento
ResponderBorrarcorrí delante del tiempo.
Fui viento, sol y agua.
Rosa de jardín,
ladrón de cárceles.
Alquimista.
Hoy entre horas de ceniza
en can ino correr atras de ti
mis desiguales pies
chapotean lágrimas de vida.
Es tiempo de cosecha.