Vamos a dedicar
esta clase a dos temas:
En primer lugar,
vamos a ver algo de la vida y obra de Alejandra Pizarnik, ya que el próximo jueves nos
visitará, en el marco del ciclo de conferencias que convoca la FAP, Cristina Piña, biógrafa de AP.
En segundo término,
concluiremos con el tema del retrato, el autorretrato y los tres recursos
literarios asociados, frente a la obra El Grito, de Edvard Munch.
Alejandra Pizarnik
Nació en Avellaneda
el 29 de abril de 1936, como Flora (le decían Blume o Bluma, que en idish significa pétalo) Pizarnik Bromiker en el seno de una familia
de inmigrantes de origen judío. Sus
padres, Elías Pizarnik y de Rejzla (Rosa) Bromiker, provenían de Rusia y Eslovaquia,
respectivamente, y eran comerciantes. Tiene una hermana mayor, llamada Myriam.
Su infancia fue muy
complicada. Hablaba el español con marcado acento europeo y tartamudeaba. Tenía
graves problemas de acné y una marcada tendencia a subir de peso. Estas
eventualidades minaban seriamente su autoestima. La autopercepción de su cuerpo
y su continua comparación con su hermana la complicaron de manera obsesiva. Es
posible que comenzara, por esta razón, a ingerir anfetaminas —por las que
pronto desarrolló una fuerte adicción—, que le provocaban prolongados períodos
con trastornos del sueño, euforia e insomnio. Alejandra padecía lo que se
conoce como trastorno límite de la personalidad.
En 1954, tras el
bachillerato en el ENPA de Avellaneda, ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires. Permaneció como estudiante de la Facultad hasta 1957, tomando
cursos de literatura, periodismo y filosofía, pero no terminó sus estudios.
Paralelamente, tomó clases de pintura con Juan Batlle Planas.
Lectora profunda de
muchos y grandes autores durante su vida, intentó ahondar en los temas de sus
lecturas y aprender de lo que otros habían escrito. Así se motivó tempranamente
por la literatura y por el inconsciente, lo que a su vez hizo que se interesara
por el psicoanálisis.
Firmemente
apolítica e influenciada en su lirismo por Antonio Porchia, los simbolistas
franceses, en especial Arthur Rimbaud y Stéphane Mallarmé, por el espíritu del
romanticismo, y por los surrealistas, Pizarnik escribió libros poéticos de
notoria sensibilidad e inquietud formal marcada por una insinuante imaginería.
Sus temas giran en torno de la soledad, la infancia, el dolor y, sobre todo,
la muerte.
Su primer libro fue
La tierra más ajena (1955), editado en Botella al mar. Más tarde publicó La
última inocencia (1956) y Las
aventuras perdidas (1958).
Entre 1960 y 1964,
Pizarnik vivió en París donde trabajó para la revista Cuadernos y algunas
editoriales francesas, publicó poemas y críticas en varios diarios, tradujo a
Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Césaire, e Yves Bonnefoy, y estudió
historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona. Allí entabló
amistad con Julio Cortázar, Rosa Chacel y Octavio Paz, entre otros, siendo este
último el prologuista de Árbol de Diana (1962), su cuarto poemario, en el que
ya se refleja plenamente la madurez como autora que estaba alcanzando en
Europa.
Regresó a Buenos
Aires en 1964, publicando sus poemarios más importantes: Los trabajos y las
noches (1965), Extracción de la piedra de la locura (1968) o El infierno
musical (1971).
En 1969 recibió la
beca Guggenheim, lo que le permitió viajar a Nueva York, y en 1971 una
Fullbright.
Escribió en prosa
La condesa sangrienta (1971).
El 25 de septiembre
de 1972, a los 36 años, se quitó la vida ingiriendo 50 pastillas de un
barbitúrico (Seconal) durante un fin de semana en el que había salido con
permiso del hospital psiquiátrico de Buenos Aires, donde se hallaba internada a
consecuencia de su cuadro depresivo y tras dos intentos de suicidio.
Faltó tiempo para
la gran empresa literaria. Alejandra decía que tenía que escribir una novela y
que habría de aprender una nueva gramática para llegar a ese fin que rondaba
por su cabeza.
Se volvió conocida y
leída sólo después de muerta.
Marco literario
La década del ’40
se inició con la Segunda Guerra Mundial ya declarada. El pesimismo, la
melancolía y la desolación eran sentimientos que atravesaban en aquella época
la vida de las personas y que los artistas manifestaban a través de los
lenguajes propios de cada arte.
En el mundo de la
poesía, continuaba prevaleciendo la influencia de las vanguardias, el trabajo
con el lenguaje, las asociaciones, la particular disposición de los versos en la
página, el verso libre y no rimado. Sin embargo, los temas habían cambiado: la
angustia, la desolación, la obsesión por la muerte, la soledad y la infancia
como un tiempo por recuperar aparecían con frecuencia en un grupo de poetas
entre los que se destacaron dos escritoras que, a partir de entonces, serían
claves durante las décadas siguientes: Alejandra Pizarnik y Olga Orozco.
Ambas fueron
colaboradoras de la revista Sur y del diario La Nación, y publicaron sus poemas
en Poesía Buenos Aires (que apareció de 1950 a 1960), una revista que vimos en
clases anteriores. La muerte y el desdoblamiento del yo poético, así como el
uso de un lenguaje más despojado y directo fueron también una constante en sus
producciones. En su obra, la muerte y el desdoblamiento de su yo poético es una constante en su poética.
En la poesía, el
uso de la primera persona gramatical, el “yo”, se conoce como “yo poético”, es
decir, una primera persona que no necesariamente representa al autor. En los
textos de Alejandra Pizarnik, ese “yo poético” se escinde, se divide. A esa
escisión del sujeto también se la denomina “desdoblamiento del yo”. En algunos
casos, el yo poético nombra al poeta con el cual establece un diálogo, como
puede observarse en el siguiente poema:
LA ENAMORADA
esta
lúgubre manía de vivir
esta
recóndita humorada de vivir
te
arrastra alejandra no lo niegues.
hoy te
miraste en el espejo
y te
fue triste estabas sola
la luz rugía el aire cantaba
pero
tu amado no volvió
enviarás
mensajes sonreirás
tremolarás
tus manos así volverá
tu
amado tan amado
oyes
la demente sirena que lo robó
el
barco con barbas de espuma
donde
murieron las risas
recuerdas
el último abrazo
oh
nada de angustias
ríe en
el pañuelo llora a carcajadas
pero
cierra las puertas de tu rostro
para
que no digan luego
que
aquella mujer fuiste tú
te
remuerden los días
te
culpan las noches
te
duele la vida tanto tanto
desesperada,
¿adónde vas?
desesperada
¡nada más!
o en un breve poema de Árbol de Diana:
yo y la que fui nos
sentamos
en el umbral de mi
mirada.
Ese desdoblamiento aparece a menudo como una amenaza y se une a objetos
a través de los cuales encuentra un modo de expresarse (los espejos, por
ejemplo), y al silencio.
La muerte es, por otra parte, un tema constante que atraviesa la poesía
de Pizarnik, se presenta como un personaje
misterioso y enigmático que dialoga con otros personajes. En cada uno de esos
textos se narran situaciones que combinan la extrañeza y el absurdo con un
lenguaje simple y despojado.
Repasemos algunas
frases:
“La muerte ha
restituido al silencio su prestigio hechizante”
“La soledad es no
poder decirla”
(inminencia)
“Cúrame del vacío”
“La realidad nos ha
olvidado y lo malo es que uno no se muere de eso”
“La verdad:
trabajar para vivir es más idiota que vivir. Me pregunto quién inventó la
expresión ganarse la vida como sinónimo de trabajar. En dónde está ese idiota”
[Fuente: Diarios, 28 de
julio de 1962.]
“La jaula se ha
vuelto pájaro”
“lo que pasa con el
alma es que no se ve
lo que pasa con la
mente es que no se ve
lo que pasa con el
espíritu es que no se ve
¿de dónde viene
esta conspiración de invisibilidades?
ninguna palabra es
visible”
“Lo importante es
aquello que hacemos con nuestras desgracias”
Reportaje en la revista Sur
¿Cómo no me suicido
frente a un espejo
y desaparezco para
reaparecer en el mar
donde un gran barco
esperaría
con las luces
encendidas?
“No es lo mismo
decir Buenas noches que decir Buenas noches”
“Nada más intenso
que el terror de perder la intensidad.”
“No es un verbo
sino un vértigo. No indica acción. No quiere decir ir al
encuentro de
alguien sino yacer porque alguien no viene. “
Diarios
Alejandra Pizarnik
fue desde muy joven una lectora de diarios de otros escritores, muy
especialmente los de Katherine Mansfield, Virginia Woolf y Franz Kafka, que ya
habían sido traducidos en Buenos Aires en la década de 1950. La versión
española de los Diarios de Kafka se publicó en la Argentina (en traducción de
J. R. Wilcock) en 1953. El ejemplar que perteneció a Alejandra lleva escrito en
la primera hoja el año en que lo adquirió: 1955; está abundantemente subrayado
y visiblemente anotado por ella a lo largo de los años; fue su libro de
cabecera, de permanente relectura.
En ella, la idea de
escribir un diario como un relato de "vida" está prácticamente
ausente. A partir de 1955 el diario es el lugar del aprendizaje y del trabajo
por excelencia. Le sirve para aprender a escribir y crearse los medios
literarios para su devenir lenguaje. A partir de 1960, y durante toda la época
de su estancia en París, el diario es práctica y a la vez proceso: escribiendo
deviene su escritura. Este es el periodo de su vida en el que más viaja, y sin
embargo no habla de sus viajes, no describe lugares o paisajes, ni ofrece ese
tipo de impresiones espontáneas, cotidianas, que normalmente anotan los
diaristas. Alejandra escribe casi exclusivamente reflexiones sobre sus lecturas
o sobre situaciones emocionales y psíquicas que analiza constituyéndose ella
misma en esa tercera persona, que Blanchot llamaba "el neutro" y con
la que comienza la literatura. A las terceras personas reales se limita a
nombrarlas con iniciales, nunca las describe.
Es también por esta
época en la que empieza a hablar de crear lenguaje. Por este lenguaje sufre.
Sufre porque es consciente de que esa búsqueda la separa: vuelve imposible el
amor, la cotidianidad del amor, la pareja, los domingos en familia, las
obligaciones comunes y corrientes, las distracciones. El lenguaje al que
Pizarnik aspira no admite distracciones. Y el precio a pagar es muy alto.
La tradición de
escritores diaristas es fundamentalmente europea. Son grandes nombres de la
literatura francesa, inglesa, alemana o italiana del siglo XIX (Stendhal o
Goethe) y del XX (Gide, Mansfield, Woolf, Kafka o Pavese, por citar sólo los
más significativos). Pero no abundan ni en España (excepción hecha de algunos
ejemplos aislados, como Alcancía Ida y Vuelta, de Rosa Chacel, publicado en
vida de la autora) ni en Latinoamérica.
Alejandra Pizarnik
es, en este sentido, la primera escritora latinoamericana que escribe un diario
concibiéndolo como parte de su proyecto de obra literaria. Trabajar escribiendo
en sus diarios le es tan imprescindible como trabajar con sus poemas. La
escritura del diario está estrechamente relacionada con la búsqueda de una
prosa, la ambición de dotarse de un lenguaje concreto que le permita un día
escribir una novela, un proyecto que evocará repetidas veces en sus cuadernos
desde 1955.
Hasta el final de
su vida, sus diarios tratarán de amor y de sexo, de angustia, "de elegir: o
captar al mundo o rechazarlo". Habla del deseo, de las formas del deseo en
ella, analizándolas y nombrándolas con tanta lucidez y claridad que la
convierten innegablemente en nuestra contemporánea.
SE PROHÍBE MIRAR EL
CÉSPED
Maniquí desnudo
entre escombros. Incendiaron la vidriera, te abandonaron en posición de ángel
petrificado. No invento: esto que digo es una imitación de la naturaleza, una
naturaleza muerta. Hablo de mí, naturalmente.
REVELACIONES
En la noche a tu
lado
las palabras son
claves, son llaves.
El deseo de morir
es rey.
Que tu cuerpo sea
siempre
un amado espacio de
revelaciones.
SIGNOS
Todo hace el amor
con el silencio.
Me habían prometido
un silencio como un fuego, una casa de silencio.
De pronto el templo
es un circo y la luz un tambor.
Les dejo aquí además un link, que recomiendo, acerca de una entrevista a Cristina Piña, cuando se cumplieron cuatro décadas de su muerte, en 2012.
https://www.youtube.com/watch?v=HSy9oXkXdHU
Les dejo aquí además un link, que recomiendo, acerca de una entrevista a Cristina Piña, cuando se cumplieron cuatro décadas de su muerte, en 2012.
https://www.youtube.com/watch?v=HSy9oXkXdHU
Pintado por Edvard
Munch en 1893 en París, se encuentra en
la Galería Nacional de Oslo. Es un óleo y temple sobre cartón de 90 X 73
cm la versión más famosa, ya que pintó
otras tres y una litografía para que se
pudiese reproducir en los medios de la época.
Él mismo escribió que caminaba con dos amigos, se puso el sol y de repente el cielo se volvió
rojo como la sangre, lo que le llevó a detenerse y apoyarse en una valla,
extremadamente cansado. Lenguas de fuego y sangre se extendían sobre el fiordo negro azulado. Sus amigos siguieron caminando
mientras él se quedaba atrás, solo, temblando de angustia, sintió el grito
terrible, infinito, de la naturaleza. Es un grito desgarrador, nadie lo
escucha, nadie repara en su desesperación, no hay salida, no se espera
respuesta, no hay esperanza ni consuelo posible. El hombre desde que nace, está
condenado a la muerte y no puede hacer nada frente a los designios de la
naturaleza. El propio autor nos recuerda
que pasó una infancia con numerosas enfermedades, lo que podría explicar la oscuridad y el pesimismo
de gran parte de su obra. Más tarde afirmó: "La enfermedad, la locura y la
muerte fueron los ángeles que rodearon mi cuna y me siguieron durante toda mi
vida". Varias fuentes modernas describen la enfermedad de Munch como un
caso probable de trastorno bipolar. Él
consideraba esta personalidad conflictiva y un tanto desequilibrada como la
base de su genio. La fuente de inspiración para esta estilizada figura, ni
masculina ni femenina, la de un ser humano reducido a su esencia podría haber
sido una momia peruana que el autor
contempló en París.
El Grito y toda la
obra de este auto, tuvo una gran influencia en el expresionismo alemán. Como
anécdota, fue precisamente un crítico de este país, el que desaconsejó a las
embarazadas que visitaran este cuadro, junto a otras obras de Munch que se
exponían, por el impacto tan perturbador que les podría producir.
Con todo lo visto, trabajaremos los recursos que vimos. Así que luego recuerden subir sus poemas al blog.
Y por último, recuerden que la conferencia que dará Cristina Piña el próximo jueves comenzará a las 19 hs.
Ejercicio
ResponderBorrarClase N° 15
07-Ago-14
Sobre el Grito de Edvard Munch
6-ago-45
(1)
¿Qué ves?,
Tal vez un cielo de sangre
Con oscuros dragones
vomitando traidores fuegos infinitos.
Un mar de seres ardientes
en la cruel increada inmensidad.
¿Qué oís?
¿Será el desgarrado grito
de miríadas de almas
vaporizadas?
O será esa pregunta,
Tremenda
Tardía
Final:
My God, what have we done?.
(2)
(1) Fecha en la cual se arrojó una primera bomba atómica sobre una población civil.
(2) Dicho por el Comandante Robert Lewis, segundo al mando del Enola Gay, el bombardero B29 utilizado para transportar y arrojar la bomba.
Acordarme del pasado
ResponderBorrarMi consciencia tiene frio
El abismo insondable
Del ego cruza en punta de pie
La habitación donde yace colgado
El grito rompió el espejo
Y con ello la maldición
Se esfumo en las barandas
Las manos entronizaron
El dolor y el horror humano
Mi consciencia sigue con frio
El futuro no espera que se consuma
La desesperanza del olvido
Hojas muertas
Morir y volver a nacer
Tiempo de la creación.
MIGUEL CURCIO.