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viernes, 27 de mayo de 2016

Clase N° 7 /año 3 - jueves 26 de mayo 2016


Cortázar poeta es el tema de hoy:
en busca de una ecología poética


Julio Cortázar fue un poeta secreto. La poesía se le filtraba por los poros, entre sus entrelíneas, aparecía subrepticiamente feliz o dolorosa pero siempre en sus textos.

Fue un delicioso y gran sonetista, sabía blandir esa particular musicalidad del endecasílabo. Endecasilabeaba diría, y por puro placer. Y por puro placer también se desmarcaba del corsé de la poesía medida y deambulaba feliz por el verso libre.

Digo que fue un poeta secreto porque contrabandeaba su poesía por entre la prosa. Eso es lo que hace todo escritor que comenzó a escribir desde la emoción contada que es el poema. Porque aunque Cortázar es reconocido principalmente por su narrativa, escribió gran cantidad de poemas en prosa poética en libros mixtos como Historias de cronopios y de famas, Un tal Lucas, Último round; e incluso poemas en Presencia (sonetos editados en 1938 bajo el seudónimo de Julio Denis), Pameos y meopas (1971), Salvo el crepúsculo (1984).



A continuación leeremos algunos textos tomados de su último libro Salvo el crepúsculo, prácticamente desconocido para la mayoría, obra en la cual Cortázar realiza un interesante periplo autobiográfico en el que le agradece a la poesía su sesgo soñador, imaginativo, idealista, fantasioso, inquieto. Y este libro además incluye manuscritos, su letra dibujada, liliputiense, redonda, sugerente, inspirada. 

Y también leeremos algunos sonetos. Veremos que utiliza profusión de recursos poéticos, juega poéticamente siempre. Es un juego desmarcado de los géneros. En ese sentido, este libro es una crónica de su ser poeta, de su mirada construccionalmente poética.

Nacido de una emotiva operación aleatoria sobre lo acumulado por Cortázar durante cuatro décadas: calles de Buenos Aires, habitaciones de París, cuadernos de seda amarilla, delicadas telarañas de mujeres, Eliot y Boshu, Lionel Hampton, Armstrong, pájaros Roc, pameos y meopas; páginas rescatadas de todos los rincones de una vida que su protagonista amó desordenadamente, páginas escritas desde ese sentimiento de participación “que a su vez participa de la tontería y de la ingenuidad con muy alta frecuencia, loadas sean las tres”, sin el que Cortázar confiesa que jamás hubiera escrito nada. Un poema de Basho da título a este libro: “Este camino / ya nadie lo recorre / salvo el crepúsculo”. Un camino que, evidentemente, no es de dirección única: “Nunca quise mariposas clavadas en un cartón; busco una ecología poética, atisbarme y a veces reconocerme desde mundos diferentes, desde cosas que sólo los poemas no habían olvidado y me guardaban como viejas fotografías fieles. No aceptar otro orden que el de las afinidades, otra cronología que la del corazón, otro horario que el de los encuentros a deshora, los verdaderos”.

Veremos ese viaje vivencial de descubrimiento de la palabra, desde la infancia y en cada estación en la que se detiene para reflexionar. Y allí están también sus influencias: Poe desde ya, a tal punto que se convierte en su principal traductor al castellano, y Borges, Kafka, Sartre, Joyce, Julio Verne, Garcilaso, André Gide, Mallarmé.




De edades y tiempos

El sentimiento de la poesía en la infancia: me gustaría saber más, pero temo caer en las extrapolaciones a la inversa, recordar obligadamente desde el hic et nunc que deforma casi siempre el pasado (Proust incluido, mal que les pese a los ingenuos).
Hay cosas que vuelven a ráfagas, que alcanzan a reproducir durante un segundo las vivencias profundas, acríticas del niño: sentirme a cuatro patas bajo las plantaciones de tomates o de maíz del jardín de Bánfield, rey de mi reino, mirando los insectos sin intermediarios entomológicos, oliendo como me es imposible oler hoy la tierra mojada, las hojas, las flores. Si de esa revivencia paso a las lecturas, veo sobre todo las páginas de El Tesoro de la Juventud (dividido en secciones, y entre ellas El libro de la Poesía que abarcaba un enorme espectro desde la antigüedad hasta el modernismo). Mezcla inseparable, Olegario Andrade, Longfellow, Milton, Gaspar Núñez de Arce, Edgar Allan Poe, Sully Prudhomme, Víctor Hugo, Rubén Darío, Lamartine, Bécquer, José María de Heredia...
Una sola cosa segura: la preferencia -forzada por la del antólogo- por la poesía rimada y ritmada, tempranísimo descubrimiento del soneto, de las décimas, de las octavas reales. Y una facilidad inquietante (no para mí, para mi madre que imaginaba plagios disimulados) a la hora de escribir poemas perfectamente medidos y de impecables rimas, por lo demás signifying nothing más allá de la cursilería romántica de un niño frente a amores imaginarios y cumpleaños de tías o de maestras.

Otra ráfaga: recuerdo haber amado un eco interno en una elegía escrita después de la lectura de El Cuervo, sin sospechar que eso se llamaba aliteración:
¡Pobre poeta, desdichado Poe!
y un final de soneto, escrito después de haber visto Buenos Aires de noche, desde el balcón de un décimo piso:
y la ciudad parece así, dormida,
Una pradera nocturnal, florida
Por un millón de blancas margaritas.
Bonito ¿no? Nocturnal... el pibe ya no le tenía miedo a las palabras, aunque todavía no supiera qué hacer con ellas.



                                                          Cortázar y su hermana Lía_c1916-1918

Ahora veremos concretamente su poesía, varios de sus sonetos y algún poema libre.


Recado a Garcilaso

“hosca la estrella” Tu dulce habla, ¿en cuya oreja suena?

Aquí, señor, prosigue tu combate
de palomas y fuentes encendido
aunque en la noche esté el jinete herido
y el corcel no obedezca al acicate.

Aquí la guerra, aquí el Danubio abate
el estandarte con su azor ceñido,
Garcilaso, venado perseguido
por no nacido arquero que le mate.

Si vanamente ardida tanta nieve,
si de llantos la fronda entretejida
y hosca la estrella como amargo el higo,

más bella esta esperanza que nos mueve
los cantos y el encargo de tu vida.
-Adiós hermano. Adiós, Salicio amigo.


Salicio y Nemoroso son los dos pastores que dialogan en la Égloga I de Garcilaso de la Vega. Siempre apela a la competencia y complicidad del lector.


Ley del poema

Amargo precio del poema,
las nueve sílabas del verso;
una de más o una de menos
lo alzan al aire o lo condenan.

Somos el ajedrez de un río,
el naipe siempre entre dos lumbres;
caen las caras y las cruces
a cada curva del camino.

Cae en el verso la palabra,
en el recuerdo llueve el llanto,
cae la noche, cae el pájaro,
todo es caída amortiguada.

¡Oh libertad de no ser libre,
golpe de dados que desata
la sigilosa telaraña
de encrucijadas y deslindes!

Como tu boca a la manzana,
como mis manos a tus senos,
irá la mariposa al fuego
para danzar su última danza.


Paloma muerta

                        Dedicado a Eduardo Castagnino

Cuánto pesan el verde suelo, el nudo
que ata tu leve sombra, los cendales
nadadores de ríos cenitales,
el estruendo final de este aire mudo.

¡Barca del aire, flor del viento agudo,
yacente segadora de cristales!
Náufrago de su cielo y de sus sales
tu ser que el vuelo olvida está desnudo.

En la mano del césped te sostienes,
menuda perfección ensimismada
bajo el agobio cruel del mediodía;

y si la tierra horada ya tus sienes
se desgaja del ser tu pura nada,
evade el suelo y sube por el día.


Primeros años europeos

Primeros años europeos: operación de carga y descarga y recarga y contracarga y anticarga y sobrecarga. Por un lado algo como lo que dice
Robert Crosson,

the curse is to love words
when you 're stuck with them

y vaya si estaba stuck'd de viejas palabras apolilladas, comidas por la mentira, revolcadas en polvos que nada tenían de enamorados como.. no fuera el hecho de proclamarlo hasta la náusea.
Por otro lado algo como lo que buscaba Clarice Lispector:

No quiero la terrible limitación del que vive tan sólo de aquello capaz de tener sentido. Yo no: quiero una verdad inventada.


Fíjense en el recurso de aliteración que utiliza en esa primera oración en la que narra sus primeros años europeos.



Razones de la cólera

L 'homme ivre d'une ombre
qui passe
Porte toujours le châtiment
D'avoir voulu changer de
place.
BAUDELAlRE, Les hiboux

La mayoría de lo que sigue no viene de papeles sueltos sino de un mimeógrafo que compré de ocasión en los años 56 en París, aprovechando un remate de la Unesco, y que me permitió fabricar en casa pequeñas ediciones privadas. Era un viejo Gestetner manual cuyo tambor se entintaba con gran profusión de salpicaduras, pero cuando le tomé la mano, digamos la manija, hacía copias muy bonitas que yo abrochaba pulcramente y guardaba en un armario, razón por el cual casi nadie se enteró de su existencia aparte de una que otra laucha.

La primera edición que produje contenía los poemas de Razones de la cólera, escritos en rápida sucesión al término de mi primer viaje a Europa en el 49 y el regreso a la Argentina a bordo del vivaz motoscafo Anna C. Mis incompatibilidades en materia multitudinaria, el hecho de no poder evitar el cordial acoso de trescientos emigrantes italianos que viajaban conmigo en un inmenso camerone situado por debajo de la línea de flotación, y el estado de ánimo nacido de mi primer contacto con Francia e Italia confrontándose a la idea de volver a mi oficina de traductor público en Buenos Aires, dio en unos pocos días esta secuencia de meopas que contenían, sin que yo lo supiera todavía, decisiones futuras en materia de vida personal. Hoy siento además en algunos de ellos el tremendo choque de la poesía de César Vallejo; que el cholo me perdone la insolencia puesto que en ese choque él quedaba más parado que nunca y yo esperando la cuenta de diez y la esponja mojada.

A la hora de optar aquí por algunos de esos pameos, me acuerdo de un pasaje dcl Diario de Boswell donde el doctor Johnson opina sobre un historiador que tendía a la prolijidad. "Yo le diría", decretó Johnson, "lo que un anciano profesor a su alumno: "Lea por segunda vez sus composiciones, y allí donde encuentre un pasaje que le parezca especialmente bueno, suprímalo." A treinta años del Anna C. me creo capaz de suprimir lo que entonces me había parecido particularmente bueno. Tal vez debí dejar el arbitraje literario en manos amigas pero es algo que nunca me ha tentado, sin duda por nefanda vanidad; la única vez que lo intenté tímidamente en Buenos Aires, el amigo consultado me aconsejó destruir El perseguidor. No es una prueba de nada, pero uno se queda con sus dudas para el futuro.


Respecto de las frases largas que ustedes me hacen notar, Cortázar pertenece a una generación de escritores que admiran y copian el estilo del Ulyses, de James Joyce: un estilo con casi sin signos de puntuación, con gran utilización del recurso del fluir de la conciencia. Se trata de imitar el flujo mental propio. El fluir de la conciencia es un especial monólogo interior.

Cortázar fue un gran admirador de la poética de César Vallejo y le hubiera gustado conocerlo, pero el peruano murió en París en 1938.

La referencia y el vocabulario vinculado con el boxeo tienen una gran presencia a lo largo de la narrativa cortazariana. Destaquemos de paso que el boxeo era el deporte por excelencia en la Argentina hasta los años ´80, cuando fue eclipsado por el fútbol y el tenis.


Autocompasión

Nuestra autocompasión estaba demasiado presente en la poesía bonaerense de ese tiempo plagado de elegías, que en el fondo eran tangos con diploma de alta cultura, el mismo amargo regusto de nuestras frustraciones locales que se travestían con la involuntaria ayuda de los dior o los cardin importados por las modas poéticas del momento (el año Lorca, el semestre Hölderlin...). Para uno que otro buscando una identidad y de ahí una reconciliación, cuántos se contentaban con sustituir raíces por injertos, el habla nacional por pastiches anglo/franco/españoles. Por supuesto yo también había caído en la trampa y cómo, pero a la hora de las rupturas busqué salir a manotones, desde poemas y cuentos y destierro. Sin un camino preciso, pero seguro de que debía escapar de las rutinas porteñas tal como se practicaban en esos años. Había que irse (en todo caso yo tenía que irme), agazaparse en la ironía, mirarse desde ahí sin lástima, con un mínimo de piedad, confiando en poder volver alguna vez "más viejo y más sapiente" (cita de un poeta inglés, me dirá alguien justamente). Y que las razones de la cólera y la nostalgia no fueran solamente el hecho de estar tan atado al poste ciudadano, a los ritos de la mufa. Hablo de la poesía de Buenos Aires; casi todo lo que se escribía en el interior del país le era también extranjero, pero sin el cachet de ultramar y por lo tanto desdeñable.


Y por último, su despedida poética de este camino:

Ya hacia el final de este maelstrom casero donde pasado y presente resbalaban por el embudo entrechocándose, la escritura se Volvió casi automática. Yo que nunca había aceptado una gratuidad que no me fuera paradójicamente impuesta por un impulso irresistible -que entonces llamaba intuición y no gratuidad-, vi escribirse cosas en las que textos pasablemente ininteligibles se abrían paso quieras que no y era preciso dejarlos, estaban ahí por algo y ese algo era la razón de todo lo demás. Me hacía gracia pensar en los tiempos en que pulía sonetos en las soledades pampeanas, en los eriales de Bolívar, de Chivilcoy, de Mendoza. Todo era embudo ahora, me veía caer en el poema giratorio succionado por su espiral, golpeado por los restos flotantes del naufragio, códigos, sintaxis, prosodias. Fue un tiempo en el que la naturaleza imitó más que nunca el arte. En casa de unos parientes apareció una heladera eléctrica jamás imaginada en la familia, y que compraron empeñándose hasta las uñas. Para celebrarlo, hicieron una fiesta a la que tuve que ir.




Les dejo pendiente la ejercitación como tarea para nuestro próximo encuentro: que cada uno cuente el porqué de la poesía vinculada con sí mismo.

¡Buena semana poética!












Yapaaa: buscando a Cortázar en la red, inesperadamente encontré el link completo del  feliz libro Cortázar de la A a la Z.  

http://blog.libros.universia.es/wp-content/uploads/Cortazar-de-la-A-a-la-Z-1.pdf






jueves, 26 de mayo de 2016

Clase N° 6 /año 3 - jueves 19 de mayo 2016




Hoy veremos la poética de Antonio Requeni, en su más nuevo libro, titulado Gratitudes. Se trata en su mayoría de una recopilación de poemas y prosas poéticas bajo la temática de la senectud, de la gratitud obvia desde el título ante su propio balance de la vida y, de alguna manera también, de una despedida. Gran sonetista, desde la transtextualidad Requeni le responde al desencanto que siente Quevedo en su balance de la vida desde el bellísimo soneto Ah de la vida (más abajo).



Este poemario de Antonio Requeni forma parte de la caja-estuche Summa Poética, tomo Erato, Ed. Vinciguerra, 2016, cada uno con la participación de 25 poetas, que acaba de presentarse junto al tomo Calíope. Ambas cajas, en la foto inferior. 

                                                      

      


Periodista y poeta, Antonio Requeni nació en Buenos Aires en 1930. Se desempeñó en el diario La Prensa desde 1958 hasta 1994, año en que se jubiló como secretario de redacción. Colaboró en diarios del interior y del exterior; fue corresponsal de Radioprogramas Hemisferio de La Voz de las Américas, Estados Unidos, y dirigió la revista Italpress. De vez en cuando todavía hace alguna colaboración como crítico bibliográfico en La Nación. Hace años obtuvo una mención especial en ADEPA y los Premios Konex en las categorías Literatura Testimonial y Periodismo Cultural, respectivamente. Publicó una decena de libros de poemas, un libro de cuentos para niños (fue colaborador de Billiken), un volumen de crónicas de viaje y el Cronicón de las peñas de Buenos Aires, que mereció el Primer Premio Municipal de Ensayo. También fue distinguido con el Primer Premio Municipal de Poesía por su libro Línea de sombra.

Es miembro de número de la Academia Argentina de Letras, ocupando el sillón “Miguel Cané”, antes cuidado por Juan Pablo Echagüe, Manuel Mujica Láinez y Roberto Juarroz.  Su discurso de recepción versó acerca de El silencio de Enrique Banchs. También es miembro de número de la Academia Nacional de Periodismo, ocupando el sillón Ezequiel P. Paz.


A continuación, poemas y prosas poéticas de este autor.

Este texto es el que está al final del libro, a modo de epílogo. Pero quisiera que lo leamos antes para darnos cuenta del sesgo específico que quiere brindar este poeta respecto de su obra.


Últimas palabras

Si después de morir llegara al Reino de los Cielos, si Dios abriera la puerta y me preguntara qué hice en la vida, le respondería que muchas veces dudé de Él, pero creí en Shakespeare y Mozart; que lloré cuando murieron Alonso Quijano, Jean Valjean, el capitán Nemo; que disfruté leyendo a Garcilaso y Quevedo, a Darío y García Lorca, a Borges y Neruda; que me conmovieron las notas como lágrimas de Federico Chopin y las humanas y melancólicas peripecias de Carlitos Chaplin; que el amor me dio momentos de feliz intensidad; que me atrajo la ternura de la mujer y detesté el fanatismo de los hombres; que quise mucho a los míos, a mi familia; que tuve maestros y amigos a quienes admiré por su inteligencia, su cultura y su sentido del humor; que experimenté la emoción del tiempo y de la historia en algunos lugares a los que viajé; que me bañé en el mar de Ulises, que en Italia contemplé arrobado la obra de Miguel Ángel y que mi alma se arrodilló en Collioure ante la tumba de Antonio Machado; que celebré la Naturaleza y el incesante misterio de la Vida, que respeté y traté de no herir involuntariamente a los demás. Por último, le mencionaría los títulos de dos o tres poemas entre los muchos que escribí. Podría decirle otras cosas, pero lo más probable es que me quede callado.

Y ahora sí, leeremos el primer poema, y que da nombre al poemario. A través del eficiente recurso de enumeración asindética, y tomando como modelo el borgeano poema El Hacedor, el poeta nos cuenta a qué está agradecido en esta vida.


Gratitudes

El bosque, el mar, los pájaros, la estrella,
el olor de la lluvia, los sabores,
el color y el calor de las palabras,
la mirada de un niño, el curso mágico
del río del amor, profundo y dulce;
la noche de los cuerpos, la memoria,
el silencio, la música, la frágil
perfección de la hoja y el insecto,
un violín, una rosa, un epitafio,
el zumo y el fulgor de la naranja,
Garcilaso en el último crepúsculo,
las doncellas románticas de Schubert,
Chejov y Proust, la Yourcenar, Fellini,
San Antonio Machado y Federico,
el sobrio endecasílabo de Borges
cuya cadencia imitan estos versos,
el mar Mediterráneo de mi infancia,
los absortos cipreses de Florencia,
el banco de una plaza en Buenos Aires,
lo que no fue, lo que será, la incierta
razón de lo que nace y lo que muere;
en la piel el secreto escalofrío
del misterio inasible.
El ritual balbuceo del poema.

Vemos que homenajea a los escritores y poetas que admira, apelando por supuesto a la competencia del lector, un lector cómplice.

Prestemos atención al verso final: “El ritual balbuceo del poema”. Tiene cinco palabras. Desde lo semántico la fuerte es “poema”, pero sintácticamente, el sustantivo fuerte es “balbuceo”, que recuerda no sólo al hablar borgeano sino también al aprendizaje de la lengua, desde el balbuceo. 

Arriba señalé que de alguna manera y por transtextualidad, Requeni le responde al gran Quevedo, poeta del Siglo de Oro español que en un momento de su vida, en la postrimería, se sintió ingratamente abandonado por España, entonces escribió este maravilloso soneto en el que se lo percibe enojado y con razón, porque en su época era un poeta muy importante y fue dejado de lado.


Francisco de Quevedo
Ah de la vida...

"¡Ah de la vida!"... ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.

¡Que sin poder saber cómo ni a dónde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.

Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado.

En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.

Aquí también aparece el recurso de enumeración, con polisíndeton.


Pero, regresemos a la obra de Antonio Requeni:

El vaso de agua

Cuando me acuesto, desde que era niño,
pongo a mi lado un vaso de agua.
Al apagar la luz, si lo contemplo
brillar en la penumbra, me imagino
que el agua es otro nombre de mi madre
y estoy seguro de que, ya dormido,
alumbrará el acuario de mis sueños.
Sombra, misterio, música nocturna
que bebo a lentos sorbos o me bebe.
¿Eres tú quien me sueña en ese extraño
país donde algún día nos veremos?
¿Dormir es un ensayo de la muerte?
Por las mañanas, cuando me recuerdo,
muchas veces el vaso está vacío.
Y vuelvo, desganado, a la rutina
de calles y de rostros, mientras llega
la oscuridad, el rito silencioso
de llenar nuevamente el vaso de agua
para ponerlo al lado de mis sueños
y saber que allí estás, que me proteges,
que hay algo puro en medio de la noche.

El agua protectora como figura de la madre, el líquido amniótico, el dormir como una muerte pequeña y el renacer de cada día, pero el yo lírico siente que le queda menos hilo en el carretel. 
La pregunta retórica es una pregunta que no requiere respuesta pero que dispara en el lector una empatía identitaria. El poeta se está despidiendo, sin duda, enfrentándose al espejo de la finitud. Y por ello, además, valora aún más la vida.

Ahora, la otra figura señera en nuestras vidas, la del padre:

Piedra libre

El padre juega con sus criaturas.
La cara vuelta contra la pared
y el brazo levantado hasta los ojos,
está contando como si llorara.
Y mientras cuenta sus criaturas crecen,
van por el mundo, suben escaleras,
se enamoran o estudian geografía.
Cuando termina de contar, el padre
entra en los cuartos y revisa los muebles.
Apenas ve. ¿Quién apagó las luces?

Su voz, que ha enronquecido, los invita
a dejar de una vez sus escondites.
Y los hijos regresan, jubilosos.
¡Cómo han crecido! Son casi tan altos
como los sueños que en su juventud
solían desvelarlo dulcemente.
¡A contar! ¡A contar! - exclama el padre.

(Los grandes siempre vuelven a ser niños).
Y los hijos se apoyan contra el muro,
hunden la frente entre los brazos. Cuentan.
Y mientras cuentan -once, doce, trece...-

el padre se va haciendo pequeñito.
Cuando terminan de contar lo buscan.
Lo buscan pero el padre no aparece.
Se ha escondido debajo de la tierra.

El círculo de la vida a través de una metáfora y el juego infantil poetizado y narrado desde la emoción, porque recordemos que Requeni es esencialmente periodista, afortunado cronista que puede mirar el discurrir desde el ojo que poetiza mirando.




Aquí, desde un personificado simple testigo del paso del tiempo y a modo de ensayo, una magistral prosa poética:

Primera cana

Es nada más que un hilo blanco, una pálida hebra entre la urdimbre de otras hebras oscuras, pero se encrespa y resiste cuando el peine pretende nivelarla, confundirla con las demás. Es solamente una hebra blanca, pero se sabe invulnerable, como que la he conquistado con mi
vida, con muchos años de dudas, equivocaciones, compañías luminosas, soledades, esperanzas. Es mi único y verdadero patrimonio. No pienso, pues, dilapidarlo. No la cubriré con obscenas tinturas, no la arrancaré con unas pinzas ni voy a echarla al aire. ¿Cómo podría albergar tanta soberbia? Este hilo tenue, este delgadísimo filamento – tibio suspiro ó resplandor lunar – guiará desde hoy mis pasos, tirará de mí hacia lo que aún queda de mí, me recordará constantemente lo que soy  y lo que he sido. Súbito río de mi sien. Plateado afluente de mis pensamientos. Metáfora o trofeo de los años. El destino prende ahora de esta hebra que me estranguló mi juventud.

Prosa poética y metáforas cristalinas; recursos de personificación, por ejemplo, el del peine, que representa la sociedad: a la cana, que hay que arrancarla, domarla, descartarla, teñirla. Y no, el poeta la prefiere sutil testigo. Es además una metáfora heracliteana en súbito río.



Geriátrico

Todo está en orden:
las paredes asépticas,
el puntual almanaque,
los exactos latidos del reloj.
Una mujer de blanco les sonríe
mientras ellos deambulan
entre escarchadas toses y jadeos
o miran desfilar mundos extraños
en la pantalla del televisor.
Uno hace un solitario con los naipes.
Otro, con un pañuelo, frota el vidrio
de sus anteojos, lento, ensimismado.
Algunos se dirige
hacia la habitación en donde, a oscuras,
da de comer a sus recuerdos.
Toman el té a las cuatro.
La cena a las siete.
A las ocho se acuestan.
Ella siempre está allí, los acompaña.
A veces les da un beso,
una caricia helada, maternal,
y ellos se quedan quietos,
dormidos como niños.

En el verso: caricia helada, maternal… hace un magistral uso de un solo adjetivo para dar cuenta de que está refiriéndose a la muerte: es terroríficamente “helada” pero a la vez “maternal”, porque nos recibe frente al cansancio de una vida sin duda ingrata en los geriátricos. No hay amor en este poema sino dolor, ve el geriátrico como un depósito de personas.



Pensar, sentir, nombrar

Soy lo que fui y acaso nunca sea
más que el junco pensante que ahora soy.
 No sé dónde estaré. Estuve. Estoy.
Pero mi ser y estar son una idea.

Sé, pienso, luego soy, y además siento
que me arrastra como una melancolía
el río del ayer y el todavía;
un río que es temblor y sentimiento.

La realidad, el tiempo, la premiosa
voluntad de vivir de cada cosa
están en mí y existen si las digo.

Pensar, sentir, nombrar. Tal es mi suerte.
Pero también me pensará la muerte
 y todo, todo, acabará conmigo.

Este soneto es sin duda una respuesta a Quevedo, pero también a su gran admirado Antonio Machado, quien había utilizado tres adverbios magistralmente bien colocados para remarcar ante todo la esperanza: Hoy es siempre todavía.




El ejercicio del taller será que escriban un texto vinculado con el tema de la edad y cómo convivimos con ella y con el paso del tiempo en nosotros.


Les deseo una buena semana poética y aquí la Yapa I, mi poema preferido de Requeni y un link donde a través de un buen reportaje podrás saber algo más de este poeta: http://www.espaciomurena.com/4843/


MILAN KUNDERA

Milan Kundera dice que la poesía ha muerto.
Debe tener razón porque ya nadie
(salvo algunos poetas)
acostumbra a temblar con las palabras
en un libro de versos.
Si me lo hubieran avisado
—aunque yo soy su deudo más humilde—
habría concurrido a las exequias
y dejado una flor en su tumba.
Ahora estoy triste. Pienso en cuántas veces
ella me hizo feliz. Y ya no está.
¿Pero qué hacer si las palabras vienen
por el aire o se trepan a mis piernas?
¿Si las palabras vuelven, temblorosas,
bellas, sensuales, perentorias, mágicas,
y me reclaman una forma antigua
o un resplandor herido de futuro?
Tendré que consultarlo con los pájaros.


Del poemario Línea de sombra, 1986.


Yapa II

El dibujante Liniers y su mirada poética desde el formato historieta. 







miércoles, 25 de mayo de 2016

Clase N° 5 /año 3 - jueves 12 de mayo 2016


“Somos hijos del tiempo” nos recuerda siempre Galeno, y le puso ese título precisamente a uno de sus libros. Y nos cuenta además que en la cultura maya el tiempo funda el espacio. 

Hoy veremos algunos relatos del libro Mujeres, de Eduardo Galeano, obra póstuma de este gran autor uruguayo, un gran conjunto de textos de bella prosa poética. Porque la palabra allí tiene el valor de crear mundos. 



En sus páginas desfilan desde Sherezade a Teresa de Ávila, desde Rigoberta Menchú a Marilyn Monroe, junto a mujeres anónimas o colectivos como las guerreras de la revolución mexicana o las luchadoras de la comuna de París.

“Del miedo de morir nació la maestría de narrar” dice Sherezade, y ese será nuestro punto de partida para trabajar los textos de Galeano.

Nos interesa la construcción de su cuidada prosa poética, el revés de la trama, el cómo elabora su voz el narrador cambiando de lugar el paradigma de lo esperado. Porque para Galeano, la intuición es un valor femenino que el hombre no considera como instrumento válido de conocimiento. De esta manera, y a través de los textos, muestra un lugar diferente, dislocado de la esfera del origen del contar historias, el ancestral lugar masculino del fogón, para darle voz a la invisibilizada voz de la mujer.


Leemos prosa poética del libro Mujeres, de Eduardo Galeanoà

Ventana sobre la palabra (4)

Magda recorta Palabras de los diarios, palabras de todos los tamaños, y las guarda en cajas. En cajas rojas guarda las palabras furiosas. En caja verde, las palabras amantes. En caja azul, las neutrales. En caja amarilla, las tristes. Y en caja transparente guarda las palabras que tienen magia. A veces, ella abre las cajas y las pone boca abajo sobre la mesa, para que las palabras se mezclen como quieran. Entonces, las palabras le cuentan lo que ocurre y le anuncian lo que ocurrirá.

Profecías/1

En el Perú, una maga me cubrió de rosas rojas y después me leyó la suerte. La maga me anunció:
-Dentro de un mes, recibirás una distinción.
 Yo me reí. Me reí por la infinita bondad de esa mujer desconocida, que me regalaba flores y augurios de éxito, y me reí por la palabra distinción que tiene no sé qué de cómica, y porque me vino a la cabeza un viejo amigo del barrio, que era muy bruto pero certero, y que solía decir, sentenciando, levantando el dedito:
 -A la corta o a la larga, los escritores se hamburguesan.
 Así que me reí, y la maga se rió de mi risa.
 Un mes después, exactamente un mes después, recibí en Montevideo un telegrama. En Chile, decía el telegrama, me habían otorgado una distinción. Era el premio José Carrasco.


Las mujeres de los dioses

1939. San Salvador de Bahía

Ruth Landes, antropóloga norteamericana, viene al Brasil. Quiere conocer la vida de los negros en un país sin racismo. En Río de Janeiro la recibe el ministro Oswaldo Aranha. El ministro le explica que el gobierno se propone limpiar la raza brasileña, sucia de sangre negra, porque la sangre negra tiene la culpa del atraso nacional.
De Río, Ruth viaja a Bahía. Los negros son amplia mayoría en esta ciudad, donde otrora tuvieron su trono los virreyes opulentos en azúcar y en esclavos, y negro es todo lo que aquí vale la pena, desde la religión hasta la comida pasando por la música. Y sin embargo, en Bahía todo el mundo cree, y los negros también, que la piel clara es la prueba de la buena calidad. Todo el mundo, no: Ruth descubre el orgullo de la negritud en las mujeres de los templos africanos.
En esos templos son casi siempre mujeres, sacerdotisas negras, quienes reciben en sus cuerpos a los dioses venidos del África. Resplandecientes y redondas como balas de cañón, ellas ofrecen a los dioses sus cuerpos amplios, que parecen casas donde da gusto llegar y quedarse. En ellas entran los dioses y en ellas bailan. De manos de las sacerdotisas poseídas, el pueblo recibe aliento y consuelo; y por sus bocas escucha las voces del destino.
Las sacerdotisas negras de Bahía aceptan amantes, no maridos. El matrimonio da prestigio, pero quita libertad y alegría. A ninguna le interesa formalizar boda ante el cura o el juez: ninguna quiere ser esposada esposa, señora de. Cabeza erguida, lánguido balanceo: las sacerdotisas se mueven como reinas de la Creación. Ellas condenan a sus hombres al incomparable tormento de sentir celos de los dioses.


 Es una narración paródica. Pone la mirada desde la ruptura, desde las negras, criticadas por el color de piel. Lo que hace Galeano es mostrar un panorama sin tomar partido en forma abierta pero desde la mirada de los más desposeídos y la perplejidad de esta sociedad hipócrita en la que vivimos. 


Sherezade

Por vengarse de una, que lo había traicionado, el rey degollaba a todas.
En el crepúsculo se casaba y al amanecer enviudaba.
Una tras otra, las vírgenes perdían la virginidad y la cabeza.
Sherezade fue la única que sobrevivió a la primera noche, y después siguió cambiando un cuento por cada nuevo día de vida.
Esas historias, por ella escuchadas, leídas o imaginadas, la salvaban de la decapitación. Las decía en voz baja, en la penumbra del dormitorio, sin más luz que la luna. Diciéndolas sentía placer, y lo daba, pero tenía mucho cuidado. A veces, en pleno relato, sentía que el rey le estaba estudiando el pescuezo.
Si el rey se aburría, estaba perdida.
Del miedo de morir nació la maestría de narrar.


Voces de la noche

En este amanecer del año 44 antes de Cristo, Calpurnia despertó llorando.
Ella había soñado que el marido, acribillado a puñaladas, agonizaba en sus brazos.
Y Calpurnia le contó el sueño, y llorando le rogó que se quedara en casa, porque afuera le esperaba el cementerio.
Pero el pontífice máximo, el dictador vitalicio, el divino guerrero, el dios invicto, no podía hacer caso al sueño de una mujer.
Julio César la apartó de un manotazo, y hacia el Senado de Roma caminó su muerte.


La televisión

Me lo contó Rosa María Mateo, una de las figuras más populares de la televisión española. Una mujer le había escrito una carta, desde algún pueblito perdido, pidiéndole que por favor le dijera la verdad:
—Cuando yo la miro, ¿usted me mira?
Rosa María me lo contó, y me dijo que no sabía qué contestar.


El título sin duda es siempre un lugar de anclaje, único lugar desde donde el autor se comunica y le muestra el camino al lector. Aquí nos dice que el estrato social es un lugar de creencias, de supersticiones.

Lo que hace Galeano es dar vuelta el prejuicio. La mujer, percibida como ignorante, establece  una pregunta profundamente filosófica, que cuestiona el sistema de comunicación de las clases dominantes. Muestra una sociedad injusta desde el otro lado, desde el revés, desde la costura.





En tal sentido, la novela 1984 de George Orwell es premonitoria en lo que respecta a la manipulación de la población a través del lenguaje y del mensaje. Asimismo, muestra un sistema de monitoreo de la vida privada de la gente (las cámaras dentro de las casas) que hoy es prácticamente autoimpuesto por la profunda inserción de las redes sociales en la vida de las personas.


Dice Galeno en este texto:

El arte de dibujarte

En algún lecho del golfo de Corinto, una mujer contempla, a la luz del fuego, el perfil de su amante dormido.
En la pared, se refleja la sombra.
El amante, que yace a su lado, se irá. Al amanecer se irá a la guerra, se irá a la muerte. Y también la sombra, su compañera de viaje, se irá con él y con él morirá.
Es noche todavía. La mujer recoge un tizón entre las brasas y dibuja, en la pared, el contorno de la sombra.
Esos trazos no se irán.
No la abrazarán, y ella lo sabe. Pero no se irán.


El tema eterno: la mujer que quiere atrapar lo que no se puede atrapar. El viento es masculino.




El mundo encoge

Hoy es el Día de las lenguas maternas.

Cada dos semanas, muere una lengua.

El mundo disminuye cuando pierde sus humanos decires, como pierde la diversidad de sus plantas y sus bichos.

En 1974 murió Ángela Loij, una de las últimas indígenas onas de la Tierra del Fuego, allá en el fin del mundo; y la última que hablaba su lengua.

Solita cantaba Ángela, para nadie cantaba, en esa lengua que ya nadie recordaba:

Voy andando por las pisadas de aquellos que se fueron.

Perdida estoy.

En tiempos idos, los onas adoraban varios dioses. El dios supremo se llamaba Pemaulk.

Pemaulk significaba Palabra.

El mundo encoje, las distancias se achican, se pierden las lenguas. Tenemos el idioma castellano que es riquísimo, es el número 2 en hablantes. El 1 es el chino. El tercero es el inglés. Que es el idioma del imperio, que tiene más fuerza. Es posible que en un par de siglos los demás idiomas se conviertan en objetos de estudio para lingüistas, pero carentes de población hablante.


Cuando Lelia trabaja

...Dice Lelia, catorce años, criada a la buena de Dios en las calles de Río de Janeiro:

–Todos roban. Yo robo y me roban.

Cuando Leila trabaja, vendiendo su cuerpo, le pagan poco o le pagan pegándole. Y cuando roba, los policías le roban lo que ella roba, y además le roban el cuerpo.
Dice Angélica, dieciséis años, arrojada a las calles de ciudad de México:
–Le dije a mi mamá que mi hermano había abusado de mí, y ella me corrió de la casa. Ahora vivo con un chavo, y estoy embarazada. Él dice que me va a apoyar, si tengo niño. Si tengo niña, no dice...


Y terminamos con palabras que aparecen en este libro a modo de prólogo:

Galeano nos narra un mundo loco, pero lleno de dignidad y sueños.
Esta selección debía hacerse, pues, a través del sueño y de la poesía.
Cada mujer representa a todas las mujeres. Todas ellas nos salvan de la locura.



Hasta la semana próxima, les deseo una buena mirada poética. Suban si quieren sus textos al blog. Veamos cómo nos inspira Galeano.