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viernes, 27 de mayo de 2016

Clase N° 7 /año 3 - jueves 26 de mayo 2016


Cortázar poeta es el tema de hoy:
en busca de una ecología poética


Julio Cortázar fue un poeta secreto. La poesía se le filtraba por los poros, entre sus entrelíneas, aparecía subrepticiamente feliz o dolorosa pero siempre en sus textos.

Fue un delicioso y gran sonetista, sabía blandir esa particular musicalidad del endecasílabo. Endecasilabeaba diría, y por puro placer. Y por puro placer también se desmarcaba del corsé de la poesía medida y deambulaba feliz por el verso libre.

Digo que fue un poeta secreto porque contrabandeaba su poesía por entre la prosa. Eso es lo que hace todo escritor que comenzó a escribir desde la emoción contada que es el poema. Porque aunque Cortázar es reconocido principalmente por su narrativa, escribió gran cantidad de poemas en prosa poética en libros mixtos como Historias de cronopios y de famas, Un tal Lucas, Último round; e incluso poemas en Presencia (sonetos editados en 1938 bajo el seudónimo de Julio Denis), Pameos y meopas (1971), Salvo el crepúsculo (1984).



A continuación leeremos algunos textos tomados de su último libro Salvo el crepúsculo, prácticamente desconocido para la mayoría, obra en la cual Cortázar realiza un interesante periplo autobiográfico en el que le agradece a la poesía su sesgo soñador, imaginativo, idealista, fantasioso, inquieto. Y este libro además incluye manuscritos, su letra dibujada, liliputiense, redonda, sugerente, inspirada. 

Y también leeremos algunos sonetos. Veremos que utiliza profusión de recursos poéticos, juega poéticamente siempre. Es un juego desmarcado de los géneros. En ese sentido, este libro es una crónica de su ser poeta, de su mirada construccionalmente poética.

Nacido de una emotiva operación aleatoria sobre lo acumulado por Cortázar durante cuatro décadas: calles de Buenos Aires, habitaciones de París, cuadernos de seda amarilla, delicadas telarañas de mujeres, Eliot y Boshu, Lionel Hampton, Armstrong, pájaros Roc, pameos y meopas; páginas rescatadas de todos los rincones de una vida que su protagonista amó desordenadamente, páginas escritas desde ese sentimiento de participación “que a su vez participa de la tontería y de la ingenuidad con muy alta frecuencia, loadas sean las tres”, sin el que Cortázar confiesa que jamás hubiera escrito nada. Un poema de Basho da título a este libro: “Este camino / ya nadie lo recorre / salvo el crepúsculo”. Un camino que, evidentemente, no es de dirección única: “Nunca quise mariposas clavadas en un cartón; busco una ecología poética, atisbarme y a veces reconocerme desde mundos diferentes, desde cosas que sólo los poemas no habían olvidado y me guardaban como viejas fotografías fieles. No aceptar otro orden que el de las afinidades, otra cronología que la del corazón, otro horario que el de los encuentros a deshora, los verdaderos”.

Veremos ese viaje vivencial de descubrimiento de la palabra, desde la infancia y en cada estación en la que se detiene para reflexionar. Y allí están también sus influencias: Poe desde ya, a tal punto que se convierte en su principal traductor al castellano, y Borges, Kafka, Sartre, Joyce, Julio Verne, Garcilaso, André Gide, Mallarmé.




De edades y tiempos

El sentimiento de la poesía en la infancia: me gustaría saber más, pero temo caer en las extrapolaciones a la inversa, recordar obligadamente desde el hic et nunc que deforma casi siempre el pasado (Proust incluido, mal que les pese a los ingenuos).
Hay cosas que vuelven a ráfagas, que alcanzan a reproducir durante un segundo las vivencias profundas, acríticas del niño: sentirme a cuatro patas bajo las plantaciones de tomates o de maíz del jardín de Bánfield, rey de mi reino, mirando los insectos sin intermediarios entomológicos, oliendo como me es imposible oler hoy la tierra mojada, las hojas, las flores. Si de esa revivencia paso a las lecturas, veo sobre todo las páginas de El Tesoro de la Juventud (dividido en secciones, y entre ellas El libro de la Poesía que abarcaba un enorme espectro desde la antigüedad hasta el modernismo). Mezcla inseparable, Olegario Andrade, Longfellow, Milton, Gaspar Núñez de Arce, Edgar Allan Poe, Sully Prudhomme, Víctor Hugo, Rubén Darío, Lamartine, Bécquer, José María de Heredia...
Una sola cosa segura: la preferencia -forzada por la del antólogo- por la poesía rimada y ritmada, tempranísimo descubrimiento del soneto, de las décimas, de las octavas reales. Y una facilidad inquietante (no para mí, para mi madre que imaginaba plagios disimulados) a la hora de escribir poemas perfectamente medidos y de impecables rimas, por lo demás signifying nothing más allá de la cursilería romántica de un niño frente a amores imaginarios y cumpleaños de tías o de maestras.

Otra ráfaga: recuerdo haber amado un eco interno en una elegía escrita después de la lectura de El Cuervo, sin sospechar que eso se llamaba aliteración:
¡Pobre poeta, desdichado Poe!
y un final de soneto, escrito después de haber visto Buenos Aires de noche, desde el balcón de un décimo piso:
y la ciudad parece así, dormida,
Una pradera nocturnal, florida
Por un millón de blancas margaritas.
Bonito ¿no? Nocturnal... el pibe ya no le tenía miedo a las palabras, aunque todavía no supiera qué hacer con ellas.



                                                          Cortázar y su hermana Lía_c1916-1918

Ahora veremos concretamente su poesía, varios de sus sonetos y algún poema libre.


Recado a Garcilaso

“hosca la estrella” Tu dulce habla, ¿en cuya oreja suena?

Aquí, señor, prosigue tu combate
de palomas y fuentes encendido
aunque en la noche esté el jinete herido
y el corcel no obedezca al acicate.

Aquí la guerra, aquí el Danubio abate
el estandarte con su azor ceñido,
Garcilaso, venado perseguido
por no nacido arquero que le mate.

Si vanamente ardida tanta nieve,
si de llantos la fronda entretejida
y hosca la estrella como amargo el higo,

más bella esta esperanza que nos mueve
los cantos y el encargo de tu vida.
-Adiós hermano. Adiós, Salicio amigo.


Salicio y Nemoroso son los dos pastores que dialogan en la Égloga I de Garcilaso de la Vega. Siempre apela a la competencia y complicidad del lector.


Ley del poema

Amargo precio del poema,
las nueve sílabas del verso;
una de más o una de menos
lo alzan al aire o lo condenan.

Somos el ajedrez de un río,
el naipe siempre entre dos lumbres;
caen las caras y las cruces
a cada curva del camino.

Cae en el verso la palabra,
en el recuerdo llueve el llanto,
cae la noche, cae el pájaro,
todo es caída amortiguada.

¡Oh libertad de no ser libre,
golpe de dados que desata
la sigilosa telaraña
de encrucijadas y deslindes!

Como tu boca a la manzana,
como mis manos a tus senos,
irá la mariposa al fuego
para danzar su última danza.


Paloma muerta

                        Dedicado a Eduardo Castagnino

Cuánto pesan el verde suelo, el nudo
que ata tu leve sombra, los cendales
nadadores de ríos cenitales,
el estruendo final de este aire mudo.

¡Barca del aire, flor del viento agudo,
yacente segadora de cristales!
Náufrago de su cielo y de sus sales
tu ser que el vuelo olvida está desnudo.

En la mano del césped te sostienes,
menuda perfección ensimismada
bajo el agobio cruel del mediodía;

y si la tierra horada ya tus sienes
se desgaja del ser tu pura nada,
evade el suelo y sube por el día.


Primeros años europeos

Primeros años europeos: operación de carga y descarga y recarga y contracarga y anticarga y sobrecarga. Por un lado algo como lo que dice
Robert Crosson,

the curse is to love words
when you 're stuck with them

y vaya si estaba stuck'd de viejas palabras apolilladas, comidas por la mentira, revolcadas en polvos que nada tenían de enamorados como.. no fuera el hecho de proclamarlo hasta la náusea.
Por otro lado algo como lo que buscaba Clarice Lispector:

No quiero la terrible limitación del que vive tan sólo de aquello capaz de tener sentido. Yo no: quiero una verdad inventada.


Fíjense en el recurso de aliteración que utiliza en esa primera oración en la que narra sus primeros años europeos.



Razones de la cólera

L 'homme ivre d'une ombre
qui passe
Porte toujours le châtiment
D'avoir voulu changer de
place.
BAUDELAlRE, Les hiboux

La mayoría de lo que sigue no viene de papeles sueltos sino de un mimeógrafo que compré de ocasión en los años 56 en París, aprovechando un remate de la Unesco, y que me permitió fabricar en casa pequeñas ediciones privadas. Era un viejo Gestetner manual cuyo tambor se entintaba con gran profusión de salpicaduras, pero cuando le tomé la mano, digamos la manija, hacía copias muy bonitas que yo abrochaba pulcramente y guardaba en un armario, razón por el cual casi nadie se enteró de su existencia aparte de una que otra laucha.

La primera edición que produje contenía los poemas de Razones de la cólera, escritos en rápida sucesión al término de mi primer viaje a Europa en el 49 y el regreso a la Argentina a bordo del vivaz motoscafo Anna C. Mis incompatibilidades en materia multitudinaria, el hecho de no poder evitar el cordial acoso de trescientos emigrantes italianos que viajaban conmigo en un inmenso camerone situado por debajo de la línea de flotación, y el estado de ánimo nacido de mi primer contacto con Francia e Italia confrontándose a la idea de volver a mi oficina de traductor público en Buenos Aires, dio en unos pocos días esta secuencia de meopas que contenían, sin que yo lo supiera todavía, decisiones futuras en materia de vida personal. Hoy siento además en algunos de ellos el tremendo choque de la poesía de César Vallejo; que el cholo me perdone la insolencia puesto que en ese choque él quedaba más parado que nunca y yo esperando la cuenta de diez y la esponja mojada.

A la hora de optar aquí por algunos de esos pameos, me acuerdo de un pasaje dcl Diario de Boswell donde el doctor Johnson opina sobre un historiador que tendía a la prolijidad. "Yo le diría", decretó Johnson, "lo que un anciano profesor a su alumno: "Lea por segunda vez sus composiciones, y allí donde encuentre un pasaje que le parezca especialmente bueno, suprímalo." A treinta años del Anna C. me creo capaz de suprimir lo que entonces me había parecido particularmente bueno. Tal vez debí dejar el arbitraje literario en manos amigas pero es algo que nunca me ha tentado, sin duda por nefanda vanidad; la única vez que lo intenté tímidamente en Buenos Aires, el amigo consultado me aconsejó destruir El perseguidor. No es una prueba de nada, pero uno se queda con sus dudas para el futuro.


Respecto de las frases largas que ustedes me hacen notar, Cortázar pertenece a una generación de escritores que admiran y copian el estilo del Ulyses, de James Joyce: un estilo con casi sin signos de puntuación, con gran utilización del recurso del fluir de la conciencia. Se trata de imitar el flujo mental propio. El fluir de la conciencia es un especial monólogo interior.

Cortázar fue un gran admirador de la poética de César Vallejo y le hubiera gustado conocerlo, pero el peruano murió en París en 1938.

La referencia y el vocabulario vinculado con el boxeo tienen una gran presencia a lo largo de la narrativa cortazariana. Destaquemos de paso que el boxeo era el deporte por excelencia en la Argentina hasta los años ´80, cuando fue eclipsado por el fútbol y el tenis.


Autocompasión

Nuestra autocompasión estaba demasiado presente en la poesía bonaerense de ese tiempo plagado de elegías, que en el fondo eran tangos con diploma de alta cultura, el mismo amargo regusto de nuestras frustraciones locales que se travestían con la involuntaria ayuda de los dior o los cardin importados por las modas poéticas del momento (el año Lorca, el semestre Hölderlin...). Para uno que otro buscando una identidad y de ahí una reconciliación, cuántos se contentaban con sustituir raíces por injertos, el habla nacional por pastiches anglo/franco/españoles. Por supuesto yo también había caído en la trampa y cómo, pero a la hora de las rupturas busqué salir a manotones, desde poemas y cuentos y destierro. Sin un camino preciso, pero seguro de que debía escapar de las rutinas porteñas tal como se practicaban en esos años. Había que irse (en todo caso yo tenía que irme), agazaparse en la ironía, mirarse desde ahí sin lástima, con un mínimo de piedad, confiando en poder volver alguna vez "más viejo y más sapiente" (cita de un poeta inglés, me dirá alguien justamente). Y que las razones de la cólera y la nostalgia no fueran solamente el hecho de estar tan atado al poste ciudadano, a los ritos de la mufa. Hablo de la poesía de Buenos Aires; casi todo lo que se escribía en el interior del país le era también extranjero, pero sin el cachet de ultramar y por lo tanto desdeñable.


Y por último, su despedida poética de este camino:

Ya hacia el final de este maelstrom casero donde pasado y presente resbalaban por el embudo entrechocándose, la escritura se Volvió casi automática. Yo que nunca había aceptado una gratuidad que no me fuera paradójicamente impuesta por un impulso irresistible -que entonces llamaba intuición y no gratuidad-, vi escribirse cosas en las que textos pasablemente ininteligibles se abrían paso quieras que no y era preciso dejarlos, estaban ahí por algo y ese algo era la razón de todo lo demás. Me hacía gracia pensar en los tiempos en que pulía sonetos en las soledades pampeanas, en los eriales de Bolívar, de Chivilcoy, de Mendoza. Todo era embudo ahora, me veía caer en el poema giratorio succionado por su espiral, golpeado por los restos flotantes del naufragio, códigos, sintaxis, prosodias. Fue un tiempo en el que la naturaleza imitó más que nunca el arte. En casa de unos parientes apareció una heladera eléctrica jamás imaginada en la familia, y que compraron empeñándose hasta las uñas. Para celebrarlo, hicieron una fiesta a la que tuve que ir.




Les dejo pendiente la ejercitación como tarea para nuestro próximo encuentro: que cada uno cuente el porqué de la poesía vinculada con sí mismo.

¡Buena semana poética!












Yapaaa: buscando a Cortázar en la red, inesperadamente encontré el link completo del  feliz libro Cortázar de la A a la Z.  

http://blog.libros.universia.es/wp-content/uploads/Cortazar-de-la-A-a-la-Z-1.pdf






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