LUNFARDO/ 3:
DANIEL GIRIBALDI
“POETA DE ALTA ALCURNIA
MILONGUERA”
Las portadas de Bien debute y a la gurda, 1985, y Sonetos mugres, 1982, ambos de Torres Agüero editor. En medio, un retrato de Daniel Giribaldi.
Fue Poeta, con mayúscula. Fue Periodista, con mayúscula, sí. Daniel
Giribaldi trabajó en Clarín, en Crónica (fue el creador de Croniquita, el suplemento infantil que tuvo por años ese diario), en (el viejo y
original) Tiempo argentino, entre muchos otros.
Finísimo poeta, fue un gran sonetista, quevediano, traductor de
Baudelaire, vallejiano (me moriré en París o en el carajo… dice).
En la Academia Porteña del Lunfardo ocupó desde 1982 el sillón de quien
también había sido poeta y periodista, Francisco Bautista Rímoli bajo el apodo
de Dante A. Linyera. “Poeta de alta alcurnia milonguera” lo llamaba
Edmundo Rivero.
Daniel
Giribaldi había nacido en Rosario el 30 de abril de 1930 y murió en Buenos Aires el 2
de noviembre de 1984. Y vivió en estado de poesía.
En
realidad se llamaba Diógenes Jacinto, pero a él no le gustaba, así que se
rebautizó Daniel. Cora Cané dijo de él que fue “el poeta, el amigo bohemio,
bueno hasta la médula, alegre en su sonrisa y llena de melancolía su alma
pura”, y Roberto Selles lo describió así: “Fue un metafísico que solía
esconderse tras la aparente cachada lunfa”.
De muchacho Giribaldi había sido mecánico en la vieja empresa rosarina
de tranvías y luego pudo comenzar como periodista en el diario El
Tribuno.
Jorge Conti cuenta en Aguafuertes radiales que
"una vez escandalizó a los académicos de la Facultad de Filosofía y
Letras. Se hacía un seminario sobre poetas del Litoral, y además de buenos
poetas y escritores había un montón de figurones, de esos que siempre están
para nutrir sus currículums.
Harto de
las discusiones de “monos sabios”, Giribaldi se levantó y les dijo: “yo vine
porque el amigo Saer, acá presente, me dijo que acá íbamos a hablar de poesía
en serio, así que me voy… ¡araca, bizantinos, que se viene la maroma!” Y se
fue, dejando a un montón de figurones perplejos".
Trabajó
también de redactor de manuales e incluso fue funcionario –con pistola al cinto
del Servicio Penitenciario Nacional–. Su obra comenzó en 1958 con los relatos
de Villa de Dios no se entrega. En 1959 siguieron los poemas
de Agua reunida y la novela El desarme. Casi diez
años más tarde publicó los versos lunfardos de Sonetos mugres y
en 1974 7 milongas de un saque. Lo mejor de su obra rodó, sin
embargo, en innumerables hojas sueltas que regalaba por doquier.
La
irrupción triunfal de Giribaldi en la poesía lunfardesca se produjo con
los Sonetos mugres, que aparecieron avalados por quienes eran
entonces presidente y secretario de la Academia Porteña del Lunfardo, José
Barcia y José Gobello.
Fundador de Poesía Abierta en 1982, un movimiento poético, un ciclos de encuentros de poetas en
donde los únicos excluidos eran los dictadores, porque -decía- jamás se
encontrará alguno que sea poeta.
Fue uno de mis maestros de periodismo, y fue él
quien me llevó allá por 1984/5 a aquellas reuniones de Poesía Abierta que
realizábamos en el bar La poesía, a las recorridas para leer poesía en las
cárceles, a publicar en Brújula, revista de poesía mural.
Con el
soneto titulado, precisamente, “El artesano”, de Bien debute y a la
gurda comienza con un juego paródico en el que imita los versos
iniciales de una famosa composición de Rubén Darío: «Yo soy aquel que ayer
nomás decía/ el verso azul y la canción profana...». Giribaldi se sentía un modesto y feliz artesano de la palabra, y lo cuenta de esta manera:
Yo soy aquel que ayer nomás batía
el verso
mugre y la canción ranera.
El que
casi amasija a una mechera
que el
mate cebó con agua fría.
El que
quilombizó la taquería
la vez
que cayó en cana en la tercera,
cuando
escribió en una pared fulera:
¡Quevedo
volverá! La Poesía...
El trompa
y el peonacho de la rima,
el que
apiló palabras a destajo,
el que en
la viola fue bordona y prima.
Y al fin
de su jornada de trabajo
siente
que el mundo se le viene encima
y canta
un mundo que se viene abajo.
Este es
otro maravilloso soneto lunfa:
El
llamado
Hacía
ganas de morir. Llovía.
No había dónde ir. Daba pavura
la noche afuera. Y en el alma oscura
la lluvia que caía y que caía.
Un fanfa batiría: “la hice mía”.
Pero no. Me mojé con tu ternura.
Cebaste mate. En la catrera dura
me ayudaste a llegar al otro día.
¿Hoy? Quizás el balurdo ya no funque.
Tal vez sus mates con tu yerba cebe
un dorima tarúpido y cualunque.
Pero hace ganas de morir y llueve
y quiero estar con vos. Mi telefunque
es tres siete, dos siete, siete nueve.
Parodió
al gran César Vallejo, que decía en su bello poema
Piedra
negra sobre una piedra blanca
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
Y nuestro querido Daniel Giribaldi lo dice
así:
El
velorio
Me moriré en París, o en el carajo
un día jueves o, si no, un domingo,
en el bulín que está, si no le chingo,
cerca del Rin, el Paraná o el Tajo.
Espicharé a la gurda y no me rajo:
quizás tendré una cacharpaya en gringo
y allí el Jorge y el John, el Paul y el Ringo
tocarán... si andan flojos de trabajo.
Será un velorio piola, tendrá gancho...
Alguien dirá: “Fue un punto divertido”.
Alguien también me llorará a lo chancho.
Y alguien, que llegará sin hacer ruido,
silenciará a los Beatles, lo más pancho.
Y yo me iré con él. Con el Olvido.
Coplas
Me reía de mi llanto.
Discurrió el tiempo sin prisa
y mi vida cambió tanto
que hoy me hace llorar de risa.
*
Voy a llegar algún día
y ese día, de seguro,
sabré hacia dónde corría.
Y por qué tenía apuro.
*
Vivía cerca de un río
pero se murió de sed.
El río enseña a irse lejos
pero no enseña a beber.
*
Tenía un solo temor.
El temor de no ser bueno
siendo, con todo, el mejor.
*
Si temes por dolorosas
y penosas las espinas,
evita el amor, las rosas,
las rosas y las corvinas.
Y habrá, en lugar de rosas
y amor, solamente espinas.
Y, si se cuadra, corvinas...
*
El tiempo muge y embiste:
capa, verónica, estoque
y un matador que no existe.
¿Y lo que nunca será?
¿Y el que sin llegar al ruedo
ha sido cogido ya?
*
¿Qué perfección imaginas
para ti? ¿La perfección
que no alcanzó el Partenón
y consiguieron sus ruinas?
La perfección alcanzada
aunque de insólito modo:
buscando no decir nada,
poder expresarlo todo.
*
Esto lo practica Dios
y, algunas veces, el mar:
lo bueno de tener voz
no es hablar, sino callar.
Daniel Giribaldi (Buenos Aires,
1930-1984), Cantares y coplas, Torres Agüero Editor, Buenos Aires,
1986.
La Yapa
1- Edmundo Rivero le puso música a su magnífica Milonga de Don Quijote.
2- De periodistas. Antonio Requini dijo de él:
Parroquiales
Este martes 26 de septiembre tendremos una noche de celebración de la poesía de los jóvenes. Nos visitarán, leerán sus poemas y reportearemos a estos premiados:
¡Nos deseo una muy buena semana poética!
Y para los talleristas que quieran, ¡suban sus poemas!! :)