lunes, 24 de noviembre de 2014

Clase N° 27 - 20 de noviembre 2014


Hoy veremos la poética del poeta argentino Alberto Girri. 




Ayer, miércoles 19 de noviembre de 2014, en la semana del aniversario de su fallecimiento, la Fundación Internacional Jorge Luis Borges organizó un homenaje. Al efecto, hablaron la escritora Alina Diaconú, amiga personal del poeta; el periodista y poeta Andrew Graham-Yooll y María Kodama, presidente de la FIJLB, y cada uno aportó una visión desde ángulos diferentes y concurrentes, que enriquecieron aún más aquella figura poética.
Diaconú se refirió a esa feliz mezcla de porteño clásico y poeta zen que fue Girri, lo describió como maestro y amigo, dio una semblanza del que denominó un "dandy zen": tostado, atildado, bien vestido, y con una literatura del arte por el arte.  

Graham-Yooll, por su parte, contó anécdotas muy ricas respecto del Girri traductor. Por ejemplo, que lo conoció en la casa de William Shand, poeta, narrador y dramaturgo (nacido en Glasgow en 1902 y fallecido en Buenos Aires en 1997), quien fue el coautor de la ópera que escribió con AG y musicalizó Alberto Ginastera.
Mencionó la importante faceta de traductor de Girri, quien, junto con Shand, publicó bajo el sello de la Fundación Argentina para la Poesía un volumen de poemas de poetas argentinos traducidos al inglés. Graham-Yooll mencionó, por ejemplo, que hubiesen querido incluir la versión original de los poemas junto con las traducciones. Asimismo, contó que Girri introdujo en la Argentina a autores de lengua inglesa, en una época en la que era hegemónica la lectura de autores franceses.

María Kodama resaltó, por último, la influencia de lo oriental en Girri y la amistad entre los poetas.

Claro que esta anécdota plena de ironía, que ahora contaré, no fue recordada dentro de ese homenaje. Cuentan que dentro de las irónicas frases que recorren la mitología borgeana, se suele repetir aquélla de cuando le preguntaron a Borges acerca de la poética de Girri. Y dicen que dijo: “Es muy interesante, porque mientras uno lo va leyendo, lo va olvidando”. 

Por su parte, en una entrevista Alberto Girri respondió lo siguiente:

“En los últimos diez años de su vida, tuve con Borges una relación para mí muy fecunda, al menos en el plano intelectual y en el del humor. A menudo disentimos, sobre todo en cuanto a su devoción por Lugones y su casi desdén por Eliot. En verdad, nunca supe qué pensaba de mis poemas, pero conociéndolo podría asegurarse que era mucho más benévolo en sus juicios irónicos que en sus elogios a cierta poesía, la de Almafuerte o la de Martínez Estrada, por ejemplo”.

Se acompaña el texto completo de esa entrevista.




Y ahora sí, una pequeña biografía del poeta. Hacedor de una poesía sustantiva, intelectual y con frecuencia hermética, el poeta y traductor Alberto Girri murió hace 23 años -el 16 de noviembre 1991- tras publicar unos 30 libros y ser elogiado por escritores de valía, como Jorge Luis Borges. 

"A veces no lo he entendido; pero siempre que lo he entendido, lo he admirado. A veces el poema me ha excluido, sin duda por incapacidad mía, no por torpeza suya", dijo alguna vez Borges refiriéndose a este poeta de escritura enigmática, poco accesible. 

Alberto Girri había nacido también durante el mes de noviembre, precisamente el 27 de noviembre de 1919, en el barrio porteño de Almagro. Hizo la secundaria en el Colegio Nacional Bernardino Rivadavia y cursó su licenciatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.

Desde allí se relacionó con escritores e intelectuales que lo conectaron con el diario La Nación, en cuyo suplemento literario escribió, y con la revista Sur.
Su título inicial, Playa sola (1946), mereció más críticas que elogios, ya que se lo juzgó como un poeta de tono extranjero influenciado por el verso blanco inglés, sin musicalidad y por momentos incomprensible. 

Tal vez recusando a este argumento, en una entrevista, Girri manifestó: "En algún lugar Pound observa que es imposible escribir buena poesía si no se ha leído a Stendhal o a Flaubert, lo que es una verdad indiscutible". 

Y añadió: "Entre nosotros, ese Stendhal o ese Flaubert es Borges. El me mostró la posibilidad de una concisión epigramática, de una sintaxis estricta en el español, cosas que en un principio me parecían inalcanzables".

Girri se empeñó en transitar la poesía por un camino propio, despojado de los ingredientes barrocos, neorrománticos o surrealistas que ofrecían sus contemporáneos de la denominada generación del ´40. 

"Si usted toma una antología surrealista y borra los nombres de los autores de los poemas, en la mayoría de los casos esos poemas pueden ser intercambiables", dijo con mordacidad en cierta ocasión, tal su desprecio por la uniformidad y los modelos de culto en boga en la literatura de su tiempo. 

Había estudiado algo de latín y griego en la facultad, y conocía a fondo el italiano y el inglés, lo que le permitió leer a Walt Whitman, a Edgar Allan Poe y a Dante. 

A Playa sola, le siguieron: Coronación de la espera (1947), Trece poemas (1949), El tiempo que destruye (1951), Escándalos y soledades (1952), Línea de la vida (1955), Examen de nuestra causa (1956), La penitencia y el mérito (1957), Propiedades de la magia (1959), La condición necesaria (1960) y Elegías italianas (1962). 

Con  el poemario El ojo (1963) demostró tener un estilo propio, despojado de convencionalismos, de excesos retóricos y de pintoresquismo; y a la vez, con ritmo marcado y fluctuante. Le siguió Poemas elegidos (1965), una antología seleccionada por el propio Girri, en cuyo prólogo Jorge Andrés Paita advirtió: "En todos los poemas, más o menos a flor de verso, hay en gestación permanente un único motivo, que es la preocupación ética ante un mundo desarticulado." 

Otros libros suyos: Envíos (1967), Casa de la mente (1968) Antología temática y Valores diarios (1970), En la letra, ambigua selva (1972), Poesía de observación (1973), Quien habla no está muerto y Galería personal (1975). Le siguieron El motivo es el poema y Bestiario (1976), Obra poética I (1977), Árbol de la estirpe humana y Obra poética II (1978), Lo propio, lo de todos y Obra poética III (1980), Homenaje a W.C.Williams (1981) y Lírica de percepción (1983). 

Recibió innumerables premios
Primer Premio Municipal de Poesía (1955), Medalla de Oro del Gobierno de Italia -por Elegías Italianas- (1962), Primer Premio Nacional de Poesía (1967), Premio Anual de Literatura de la Fundación Lorenzutti (1975), Gran Premio de la Fundación Argentina para la Poesía (1976), Premio de Poesía César Mermet (1980), Premio René Barón (1982), Primer Premio de Poesía de la Fundación Fortabat (1985), Premio Poesía del Diario La Nación (1991). Dijo de él Octavio Paz. “La lectura de los poemas de Alberto Girri me enriqueció, me abrió nuevas puertas, y me mostró que la oscuridad es también luminosa, que la sequedad es también humedad espiritual. Vamos por caminos distintos (solemos decir a veces), pero de pronto nos damos cuenta de que sólo hay un camino…, o de que no hay camino…”.

Tradujo poemas de escritores británicos y estadounidenses, por ejemplo, de Thomas S. Eliot y Robert Frost, en una época en que la cultura ponía foco en la lírica francesa vanguardista. Es también autor del tango Elegía, con música de Osvaldo Manzi, y del coautor junto con William Shand del libreto de la ópera "Beatrix Cenci", con música de Alberto Ginastera.


Estilo

 Su apuesta radical por una poesía despojada e impersonal logró convertirse en fundamental para poetas de las siguientes generaciones. Lo suyo es una metafísica de la poética, porque intenta desembarazarse del yo lírico. En cierta forma, guarda similitud con el estilo de Manuel Puig y su intento de borradura del narrador.

En la literatura argentina, aunque Girri es muy personal y original, se encuentran algunas similitudes con las obras de sus compañeros de generación Enrique Molina y Olga Orozco.


Obra poética

Nos concentraremos en un libro que es en realidad una antología muy particular y única, compilada por Enrique Pezzoni, amigo personal de Girri y crítico literario, profesor de letras en la UBA y titular del Departamento de castellano del Colegio Nacional de Buenos Aires.

El libro (abajo, la portada) se llama Antología temática de Alberto Girri, editado en 1969 por Sudamericana y, como su nombre lo indica, está clasificado por temas:

·         Criaturas
·         Visitantes ilustres
·         Campo de conocimiento
·         Historia del arte
·         Ni muerte ni no muerte
·         Ars legendi
·         Claves
·         Cuando la idea del yo se aleja
·         Debajo del cielo
·         Tao



 Desde ya que el recurso más utilizado por Girri es la metáfora, que ya hemos visto, entonces nos parece preferible ver más ampliamente su poética.


Veremos algunos poemas, de cada una de las secciones temáticas.

De Criaturas

Palomas

Guiadme oh, si hay un camino.
Eneida, libro IV

Casi en la extendida mano,
extraños y a la vez subrayando
mis diluvios más secretos,
los cuellos multicolores, hinchados,
cargan balcones y arquitrabes
con la última fuerza del día,
verano que se desploma,
luz fuera de mi alcance.

Continuo y férvido,
ceremonial y tembloroso,
el arrullo de dilectas
bestias de lujuria
me acosa, retumba,
como realidad intermedia
entre lo natural y lo divino,
y como Eneas imploró, suplico
que en sus vuelos me señalen
allá abajo, detrás de las paredes,
en la espesura del asfalto,
quién oculta, dónde languidece,
la dorada rama, amor y sésamo,
para arrancarla de cuajo
y azotarme hasta aventar la borra,
las emanaciones que el espejo devuelve,
figura y arbitrios
de mi buscar certezas
y no querer posarme en ellas,
de mi dejarme consumir apeteciendo
retener algo que supere todo cambio
aunqeu sólo en lo que ya no es
se demore lo mejor de mí.

este duces, palomas,
este duces, o si qua via est,
por tan menguado cielo.
Con la última fuerza del día
El arrullo de dilectas bestias.

(1956)

Peces

El agua
es sagrada,
los peces
son inmunes.

Cuando un designio
sobrenatural,
inflexible,
provoca su inmigración
y su muerte
los putrefactos cuerpos
engendran semejantes,
casi peces,
pero no peces,
animales imperfectos
que desconocen la simiente.

(1959)


De Visitantes ilustres

Chopin como pedante

La impulsividad
pasa por ser el rasgo principal,
sólo que en rigor, para una suerte de completa justicia artística,
habría otros:
         Perfeccionista, mezquino y cuidadoso.

         Qué significaba, si no,
los escrúpulos de no dejar
nada librado al azar,
combinando inspiración, color armónico,
con frío sentido de las proporciones,
         preocupado
en embellecer, adornar notas
hasta la transparencia
         ¿y las indicaciones
precisas, insistentes,
sobre el corte de sus ropas,
y el casi desdén por Schumann,
aun sin olvidar cuánto le debía,
         y tantos mediocres,
penosos sarcasmos: "Liszt, tú sabes,
toma las obras de los otros
y se las administra así mismo como un enema"?

Bien mirado,
razones tuvo, lo valedero
es que cada cual busque defenderse,
defender de los demás
la imagen interna, en crispación continua,
         y él se protegía, su rostro
asustado por las limitaciones,
y su hallazgo mejor, esa implacable
y segura convicción
de lo que tan breves músicas aportaban
al hacernos dejar de creer
que con sólo acordes poderosos, fortísimos,
consigue un piano subyugar a la audiencia.

(1968)


De Historia del arte

Epístola a Hieronymus Bosch

Qué bien supiste
cuanto nosotros, hijos de ira,
no comprendimos,
el principio del mal
deformador de nuestra materia,
mal inmaterial que examinaste
como quien apila cuerpos
y con frías incisiones
extrae de sus cabezas la locura,
y de sus organismos
la confusión de los tres reinos:
árboles con rostros,
piedras que también son plantas,
metales animados, venenosos,
el insecto cabalgando al pájaro,
el pájaro afilando su cuchillo;
pues de eso hablaste y gritaste,
y bajo formas de visión
establecías que juntos propiamente
componemos un solo cuerpo,
privados del gran beneficio,
sustraídos al amor de la semilla
que cayó en el suelo y murió
para no perderse, perdernos.
Mas siempre el hombre,
yo, cualquiera, tú mismo,
el hombre y su desnudez
correteando atontado
por jardines de delicias
y planicies infernales
y detrás y arriba
de carro de heno de mundo
en el que cada cual arrebata lo que puede;
su desnudez, no el sexo,
añorando la totalidad de la desnudez,
la primitiva unidad hermafrodita,
el completo ser adán-eva.
Vagabundo de lo extraño,
mano que aspiró a se conciencia,
que la oración de tu oficio
haya subido derecha,
como un perfume.

(1956)


Modigliani

Al emerger, los grandes desnudos
se asentaron leves sobre el rojo,
y viose que los surcos, las caderas,
más que facsímiles eran equivalentes,
muchachas en reposo componiendo
el pintoresquismo de la carne,
ennoblecidas por una seriedad
refinada y a la vez mordaz,
enfáticamente sentimental.

Su melancólico dueño
solía desconcertarse,
siempre bajo el temor
de que una falsa nota,
un cambio forzado en la postura,
las quebrara,
("las cosas que están rotas
son malas por esa misma razón"),
impidiéndole gozar
sus fases de sugestión y delectación.
Y fue avasallado
y el delirio, y la fuerza
de lo que a instancias de su mano se daba,
configuraron la leyenda, el inmortal
que afiló su pincel como un cuchillo
y seccionando bustos y cabezas
los adoró, fue su esclavo.

Injusta omisión, la leyenda no repara
en que los perros vagabundos, las arañas
dulcemente colgadas del techo,
acompañaban con fe sus tareas;
en que las puertas de esa guarida
no se abrieron a otros espectadores

(1957)


De Relaciones y opuestos

Efectos del amor

La noche así,
floración de las estrellas
cumpliendo su circuito
por encima del hombro,
revelándonos el porvenir
en un murmullo.

EL precioso deseo
está momentáneamente aplastado,
y próximos, próximos y muy ausentes,
nuestros firmes brazos piensan
si lo que oblaron es bastante
para contentar al cuerpo abatido;
oh, no son tan firmes como creen,
en definitiva fallan y de ellos
brotan al caer -ya es la aurora-,
movimientos como rechazos
palabras dañadas, deterioradas,
por una mutua compasión,
mientras cerramos las ventanas
y pisoteamos por descuido
restos de las mordidas cerezas,

El día aparece,
y aquel cuadro de abyección y dicha
retoma su equilibrio, su modestia,
bajo el dogma de que nada
hicimos y tenemos de la noche
que no fuera para pábulo del fuego,
para sabernos y conocernos
y ponernos delante de nuestras caras.

No nos vanagloriemos.

(1956)


 De Ni muerte ni no muerte

Ni muerte ni no muerte


El rey de los muertos
inmoviliza, te clava
como en la punta de una aguja,

Sin decisión
esperas
con pavor, alivio,
y con lo que aún te quede
del trabajoso, permanente impulso
de afirmarte y reconciliarte
en las frustraciones,
engendras tu texto póstumo,
el manto de seda
sin gusanos de seda
que cubrirá tu sepulcro.

En él
has de registrar, tardía,
esperanzada, la sospecha de que el tiempo,
                                                        duración
de la cual ni una partícula
conseguiste cristalizar,
expresa el velo de Maya,
                                                        y la sospecha,
luz luminosa,
de que detrás del velo espera
lo de fuera del tiempo
lo que nos lleva
hacia la suprema identidad
ni muertos ni no muertos.

(1964)


De Ars Legendi

Arte poética

Un elemento de controversia
que nos lleve a lo paradojal
tras cada línea, cada pausa;
la ambigüedad a expensas de la convención.

Una premisa constante, la duda,
indagando en la realidad,
buscándola fuera del contexto;
la materia a expensas del lenguaje.

Una síntesis intransferible y bella
con ánimos, bestias, escrituras,
profanados sub specie aeternitatis;
la imaginería a expensas de tormentos.

Una teología creadora de objetos
que se negarán a ser hostiles a Dios.

(1957)


De Claves

Claves

Cuatro,
los elementos,
temperamentos,
evangelistas,
cuadrantes del cielo.

Quince,
la altura en codos
de las aguas del diluvio,
la cifra
de la Resurrección,
los años
agregados a la vida de Ezequías,
y los escalones
del tiempo de Ezequiel,
las miríadas
de peones y lapidarios
que construyeron el templo de Salomón,
los estadios
afuera de Jerusalén
donde la Ascensión se cumple,
los días en que Pablo
combatió con Pedro
demostrando conocer las escrituras.

Dos,
el número de nuestro valor,
el índice
de la materia divisible,
retoño que se abre
luego de que fuimos
uno y unidad y abrazo
pronto a fundir el mundo
en las matrices más encontradas,
la matriz del mundo en fermentación,
la matriz de mundo irritado,
la que trasmuta
cada raíz en hielo
cada promesa en agua estancada.

(1964)

De TAO

Tao

Forma sin forma, un verbo
que carece de tiempos
entra en lo que llamo
mi persona
(cuerpo y no cuerpo,
opuestos,
alternantes fases),
y por los pulmones
grises como piedras,
por el hígado, los ojos,
y otra vez el hígado,
me hace flojo, mustio,
abandonado de la fortuna,
ajeno a las matanzas
y su dolor,
dejándome entrever
qué virtud
es ablandarse
y desechar lo pródigo
y exuberante de los sentidos,
disolución, pilares de sal,
obsesión del presente,
y qué venenos
destila cualquier rígida, terca
ansia de singularizarnos


Desde ese instante
sé (sé, pienso),
que nada podría derribarme,
y aun muriendo
no perezco; soy, tengo,
estoy en el Camino.

(1964)


Para los que se queden con las ganas de leer un poco más acerca de la poética girriana, añado un link de la revista Analecta literaria, en el que se incluye un fragmento de la tesis doctoral de la Dra. Ana María Makianich, de la Universidad de Rosario.


No olviden, por favor, subir sus poemas al blog. ¡Buena semana!







1 comentario:

  1. Ejercicio

    Tema libre – influencia de Alberto Girri


    Inmensidades.
    Miradas dejadas de lado.
    Increado desiertos.

    Camino el espacio entre las luces
    dejando los huesos
    y los jirones de desmemorias.

    ¿Tan lejos estaré de la verdad?
    Esa verdad que no sé cómo se pronuncia,
    ni qué preguntas acalla.

    Fantasmas de lo etéreo
    me acompañan.
    Siempre.

    El tiempo, irritado,
    balbucea explicaciones
    que nadie le pidió

    ¿Estaré deambulando por un sueño?
    Seguirá el pasado cavilando
    sobre mí?

    Sólo veo un camino.
    Un destino.
    Una certeza.

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