viernes, 25 de julio de 2014

Clase N° 13 - 24-07-14

Selfies + tres recursos vinculados con la palabra y el arte

Últimamente, han cobrado auge y visibilidad las selfies, autorretratos individuales o grupales, realizados mayormente por teléfonos celulares y que son difundidos viralmente a través de las redes sociales de internet. Hemos visto presidentes, jugadores de fútbol y gente del común difundir sus autorretratos.

¿Por qué le damos tanta importancia a nuestros retratos? ¿Qué queremos mostrar? ¿Qué queremos ver?

Por eso, el tema de la clase de hoy y, seguramente, de la siguiente, exploraremos el tema del retrato y el autorretrato a través de la literatura. El autorretrato, en la literatura, implica escrutarse el rostro y captar la imagen, la expresión.

Muchos pintores, como por ejemplo Hyeronimus Bosch, Miguel Ángel, El Greco, Goya se han retratado dentro de sus cuadros. Esto parece ser una manera de, por un lado, reafirmar su autoría y también, refrendar las intenciones o el mensaje artístico del cuadro. Pero más importante, es ser parte de la realidad que pinta.

Esta tendencia a aparecer dentro de una obra se ve también en el cine. Por ejemplo, Alfred Hitchcock ha realizado cameos en muchas de sus películas. Stan Lee, el creador de numerosos personajes de historieta mundialmente conocidos como Spiderman, Hulk, Iron Man, ha intervenido en todas las películas donde aparecen sus personajes.

Una autofoto —también conocida con las voces inglesas selfie o selfy— es un autorretrato realizado con una cámara fotográfica, típicamente una cámara digital o teléfono móvil. Se trata de una práctica muy asociada a las redes sociales, ya que es común subir este tipo de autorretratos a dichas plataformas.

El autorretrato es uno de los ejercicios de análisis más profundos que puede hacer un artista. Implica escrutarse el rostro y conocerse hasta tal punto que la expresión que tenga en ese momento se traduzca en el dibujo o la pintura que aborda. En épocas pictóricas como el barroco o el renacimiento, una de las costumbres era que el artista se autorretratara dentro de un gran cuadro, para reafirmar su autoría o para dar a entender sus intenciones, como lo hicieron Velázquez y otros.

Un autorretrato no necesariamente implica un género realista. Tampoco, el término se asocia siempre a la pintura. Existe como recurso literario, y está vinculado con la
 prosopografía y la etopeya.

Precisamente, dos de los tres recursos que, interrelacionados, veremos hoy. El tercero es la écfrasis.

Prosopografía: etimológicamente significa (prósopon en griego) descripción de un personaje. Se entienden cosas diferentes según se emplee este término en preceptiva literaria o en historia.

Para la preceptiva literaria, indica la descripción física de una sola persona: rasgos físicos, estatura, corpulencias, facciones, etcétera; como tal se complementa con la etopeya o descripción psicológica, moral y de las costumbres de una persona. Ambas en conjunto constituyen el retrato o semblanza.

Para la historia, la prosopografía fue desde la antigüedad una disciplina auxiliar cuyo objetivo era estudiar las biografías de una persona en tanto que miembro de un colectivo social, esto es, la vida pública de una persona. Se trata así de ver una categoría específica de la sociedad, estamento, oficio o rango social, por lo general las élites sociales o políticas.
El término prosopografía se emplea actualmente en todas las divisiones cronológicas de la historia, y designa al estudio masivo de biografías.
 La etopeya es una figura literaria que consiste en la descripción de rasgos psicológicos o morales de una persona, como son el carácter, cualidades, virtudes, cualidades espirituales o costumbres de uno o varios personajes comunes o célebres.
Ejemplo:

Su vivir se asemeja, en el andar sin descanso, a un evangelista del civismo, cuya inmensa caída de prosélitos él viera por seis lustros alimentando muchedumbres, libertando galeotes, avizorando lejanías, fascinando mieses de pasión, aromando la extraña como propia tienda con el precioso sándalo de la bondad y del ingenio.

Guillermo León Valencia

Hay tantas maneras de describir a una persona, como puntos de vista e intenciones. Se puede describir a alguien desde el exterior como del interior; es decir, hablar de su físico o de su personalidad, es más, nos atrevemos a describirlo desde el punto de vista psicológico, destacando sus virtudes o poner en énfasis sus defectos y tal vez sus vicios, cuándo el énfasis de una descripción está puesto en los rasgos, tales como los sentimientos, las creencias, las virtudes o los defectos y, en fin, todo aquello que conforma la personalidad de un individuo.

La palabra etopeya, viene de las raíces griegas Ethos que significa costumbre y que ha venido a ser la base de la palabra ética, y Poiein, que significa hacer, describir, por lo tanto, en retórica antigua la finalidad de la etopeya era la descripción de los rasgos éticos y morales de una persona; actualmente, la etopeya puede estar compuesta por otros rasgos de la personalidad, tales como la manera de ser, la manera de ver la vida, las costumbres, las diferentes actividades, la actitudes, los sentimientos, y en fin todo lo que nos parezca o llame la atención de las personas.

La écfrasis o ecfrasis (en plural: écfrasein; en griego antiguo, ἔκφρασιϛ, 'explicar hasta el final') es la representación verbal de una representación visual. Es un tipo de intermedialidad; puede ser real o ficticia y, a menudo, su descripción está insertada en una narración.

Umberto Eco considera que «cuando un texto verbal describe una obra de arte visual, la tradición clásica habla de écfrasis». El término écfrasis proviene de los vocablos griegos ek, “afuera” y phrasein «decir, declamar, pronunciar». Las primeras referencias acerca del concepto se encuentran en Hermógenes de Tarso (siglo II) dentro de Ecphrasis Progymnasmata y lo define como la «descripción extendida, detallada, vívida, que permitía presentar el objeto ante los ojos».

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A continuación, veremos algunos ejemplos de retratos literarios y cómo individualmente o mezclados, aparecen estos tres recursos:

Retrato
Antonio Machado

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.


Este poema puede dividirse en tres partes:
Primera parte: Se describe físicamente y cuenta su origen.
Segunda parte: cómo es su obra
Tercera parte: Sus relaciones con los demás.

Antonio Machado hace una descripción de sí mismo, pero no lo titula “autorretrato” como sería natural, sino simplemente “retrato”. De esta manera, consigue un distanciamiento con el sujeto que va a describir, como si lo estuviera viendo desde fuera, y puede ser más objetivo, aunque, en algunos momentos aparezca la subjetividad, porque, claro, es difícil hablar de uno mismo y evitar por completo expresar algo de lo que se siente.
Este poema lo escribió Machado en 1906, cuando tenía 31 años de edad. “Retrato” apareció por primera vez editado en el poemario “Campos de Castilla”, de 1912, al inicio del libro, como una presentación o una justificación a todo lo que vendría después. Consta de nueve cuartetos de versos alejandrinos, es decir, de catorce sílabas, y rima alternada.
Se lo puede dividir en tres partes; corresponde a la primera una presentación de cómo es él; a la segunda, cómo es su arte, y a la tercera, sus relaciones consigo mismo y con los demás.

En el siguiente link, se puede además escuchar a Joan Manuel Serrat interpretando este poema, que musicalizó hermosamente Alberto Cortez.
  


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Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) poeta mexicana

 En este poema, ella rechaza la visión del artista que la retrató, Juan de Miranda. Ella objeta un cuerpo fijo como que el que ve en el lienzo, considera que la pintura es incapaz de retratar el alma. La poesía, sí. Y tal vez rechace la imagen de un cuerpo humano del que sólo pueden verse las manos y la cara. Por eso, ella muestra que el arte Barroco es incapaz de captar el alma. Lo externo sólo refleja un cuerpo fijo e ignora lo interno de su genio y  alma, que para ella son los elementos de los seres que permiten acceder el conocimiento y la sabiduría. El cuerpo representa solamente un “vano artificio” sin el reflejo del alma de la persona. 


Soneto CXLV
A su retrato
  
Este que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;

éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,

es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:

es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,

es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

 



Y aquí, el retrato en cuestión














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Luis Cernuda (Sevilla, 1902 – México, D.F., 1963) fue un destacado poeta y crítico literario español, miembro de la llamada Generación del ´27. Entre 1948 y 1950 Cernuda visitó el Museo de Bellas Arte de Boston. Allí tuvo ocasión de admirar el hermoso retrato de Fray Hortensio Félix Paravicino que El Greco había pintado en 1609. La contemplación del cuadro impulsó la escritura del conmovedor “Retrato de poeta”, que se publicaría primero en la revista habanera Orígenes (1953) y luego se incluiría en la colección Con las horas contadas. Retrato de poeta” se escribió entre el 2 de noviembre y el 30 de diciembre de 1950, durante la que sería la última Navidad de Cernuda en Mount Holyoke. El poema es una doliente reflexión sobre la soledad del exilio. La crítica lo ha estudiado en relación a este hecho y también como muestra del género de la ékfrasis, la descripción poética o literaria de una obra de arte visual.  Sin embargo, el texto admite también una lectura que lo vincule con la llamada “poesía de la meditación”.
Este “retrato” lo es en realidad de dos poetas, Paravicino y el encarnado en la voz lírica. La condición de poeta de Fray Hortensio y la morada del cuadro lejos de España permiten que el sujeto de la enunciación se equipare no a la figura del pintor o escultor, como en otros textos ekfrásticos, sino a la del sujeto representado y, a la vez, al propio objeto artístico, al lienzo. En palabras de Ruiz Silva, Paravicino es el “pretexto” que le facilita a Cernuda el poder “meditar una vez más sobre su destino como hombre, como poeta y como español”. Precisando el lenguaje técnico, la figura del fraile es, más que un “pretexto”, un “ejemplo” insertado esta vez en una meditación poética.
En  el poema, el autor  dialoga con el cuadro, y con el poeta y la obra del poeta que muestra el cuadro; y describe lo que ve. Se observa el uso de etopeya y prosopografía.


    Retrato de poeta

    A Fray H. F. Paravicino, por El Greco (aquí también el cuadro, con el que se inspira)


 
    A Ramón Gaya

    ¿También tú aquí, hermano, amigo,
    Maestro, en este limbo? ¿Quién te trajo,
    Locura de los nuestros, que es la nuestra,
    Como a mí? ¿O codicia, vendiendo el patrimonio
    No ganado, sino heredado, de aquellos que no saben
    Quererlo? Tú no puedes hablarme, y yo apenas
    Si puedo hablar. Mas tus ojos me miran
    Como si a ver un pensamiento me llamaran.

    Y pienso. Estás mirando allá. Asistes
    Al tiempo aquel parado, a lo que era
    En el momento aquel, cuando el pintor termina
    Y te deja mirando quietamente tu mundo
    A la ventana: aquel paisaje bronco
    De rocas y encinas, verde todo y moreno,
    En azul contrastado a la distancia,
    De un contorno tan neto que parece triste.

    Aquella tierra estás mirando, la ciudad aquella,
    La gente aquella. El brillante revuelo
    Miras de terciopelo y seda, de metales
    Y esmaltes, de plumajes y blondas.

    Con su estremecimiento, su palpitar humano
    Que agita el aire como ala enloquecida
    De mediodía. Por eso tu mirada
    Está mirando así, nostálgica, indulgente.

    El instinto te dice que ese vivir soberbio
    Levanta la palabra. La palabra es más plena
    Ahí, más rica, y fulge igual que otros joyeles,
    Otras espadas, al cruzar sus destellos y sus filos
    En el campo teñido de poniente y de sangre,
    En la noche encendida, al compás del sarao
    O del rezo en la nave. Esa palabra, de la cual tú conoces,
    Por el verso y la plática, su poder y su hechizo.

    Esa palabra de ti amada, sometiendo
    A la encumbrada muchedumbre, le recuerda
    Cómo va nuestra fe hacia las cosas
    Ya no vistas afuera con los ojos,
    Aunque dentro las ven tan claras nuestras almas;
    Las cosas mismas que sostienen tu vida,
    Como la tierra aquella, sus encinas, sus rocas,
    Que estás ahí mirando quietamente.

    Yo no las veo ya, y apenas si ahora escucho,
    Gracias a ti, su dejo adormecido
    Queriendo resurgir, buscando el aire
    Otra vez. En los nidos de antaño
    No hay pájaros, amigo. Ahí perdona y comprende;
    Tan caídos estamos que ni la fe nos queda.
    Me miras, y tus labios, con pausa reflexiva,
    Devoran silenciosos las palabras amargas.

    Dime. Dime. No esas cosas amargas, las sutiles,
    Hondas, afectuosas, que mi oído
    Jamás escucha. Como concha vacía,
    Mi oído guarda largamente la nostalgia
    De su mundo extinguido. Yo aquí solo,
    Aun más que lo estás tú, mi hermano y mi maestro,
    Mi ausencia en esa tuya busca acorde,
    Como ola en la ola. Dime, amigo.

    ¿Recuerdas? ¿En qué miedos el acento
    Armonioso habéis dejado? ¿Lo recuerdas?
    Aquel pájaro tuyo adolecía
    De esta misma pasión que aquí me trae
    Frente a ti. Y aunque yo estoy atado
    A prisión menos pía que la suya,
    Aún me solicita el viento, el viento
    Nuestro, que animó nuestras palabras.

    Amigo, amigo, no me hablas. Quietamente
    Sentado ahí, en dejadez airosa,
    La mano delicada marcando con un dedo
    El pasaje en el libro, erguido como a escucha
    Del coloquio un momento interrumpido,
    Miras tu mundo y en tu mundo vives.
    Tú no sufres ausencia, no la sientes;
    Pero por ti y por mí sintiendo, la deploro.

    El norte nos devora, presos de esta tierra,
    La fortaleza del fastidio atareado,
    Por donde sólo van sombras de hombres,
    Y entre ellas mi sombra, aunque ésta en ocio,
    Y en su ocio conoce más la burla amarga
    De nuestra suerte. Tú viviste tu día,
    Y en él, con otra vida que el pintor te infunde,
    Existes hoy. Yo ¿estoy viviendo el mío?

    ¿Yo? El instrumento, dulce y animado,
    Un eco aquí de las tristezas nuestras.

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Para finalizar, una viñeta que apareció en la prensa de hoy, el día siguiente de la clase, vinculado con el tema.

Rep



Por último, pero no menos importante, ahora hablarán los poemas de ustedes. 

Actualización del domingo 7 de septiembre, 2014:

http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-254722-2014-09-07.html


6 comentarios:

  1. Ejercicio sobre autorretratos

    Autorretrato grupal
    24-Jul-14
    (selfie tomado frente al espejo de un ascensor, junto con mis hijos)

    El azogue devuelve mi imagen
    Cansada, sonriente, distraída
    Recuerdo a Cornelia,
    Que desde mis diez años
    hablaba desde el Lo sé todo
    con palabras que sólo hoy comprendo.

    Como un extraño Cerbero,
    Mis hijos y yo,
    Soñamos distintos cielos
    Volamos oscuras músicas,
    Arrastramos informes pasados
    Que se enredan y se separan
    Una y otra vez.

    Todo nos une
    Todo nos separa
    Y el tiempo, siempre el tiempo
    Nos toca los ojos
    y el corazón.



    Autorretrato grupal
    25-Jul-14
    (segunda lectura)

    El azogue devuelve mi imagen
    Cansada, sonriente, distraída
    Recuerdo a Cornelia,
    que desde el “Lo sé todo”
    miraba a mis diez años
    “estas son mis joyas”, decía,
    enigma que hoy comprendo.

    Como un extraño Cerbero,
    Mis hijos y yo,
    Soñamos distintos cielos
    Volamos oscuras músicas,
    Arrastramos íntimos pasados
    Que se enredan y se separan
    Una y otra vez.

    Todo nos une
    Todo nos separa
    Y el tiempo, siempre el tiempo
    Nos toca los ojos
    y el corazón.

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  2. AUTORETRATO.
    Miguel Curcio

    La región áurea busca la diagonal
    Confluyen deseos y sueños
    La sonrisa sólo distrae al que mira
    Puja por obtener un golpe de suerte
    En mí para ejecutar el click
    Donde los duendes cosquillean
    Y lo hábitos aprueban
    La sombra invertida
    En el atardecer del estudio
    Cubrió la mirada
    Entonces el sol se había ido
    Callao quedó desierta.

    Miguel Curcio
    26/7/14.

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  3. escrutar mi rostro
    deshilvanado del espejo
    y rastrear las huellas
    del minotauro azul en la caverna
    a veces amé el olvido necesario
    mi piel dejé rastreada en otro cuerpo
    y faltó el coraje de ser lo que no he sido
    una gaviota sin alas ha volado
    sobre el mar de mis ojos
    y a veces me pregunto

    si he vivido
    alba estrella gutiérrez

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  4. a la Gioconda

    siempre estarás
    en la gravedad de lo esperado
    sonrisa asilenciada
    de presa inalcanzable
    más allá de tus ojos y tu boca
    enigmática aún nacida
    imaginado bosquejo
    desobediencia en la descansada noche
    de tus párpados
    flecha clavada en el centro
    de tus manos ingrávidas
    rostro desamparado y quieto
    enigma en el avioletado crepúsculo

    del alma
    alba estrella gutiérrez

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  5. 7 de agosto 2014

    Al otro lado del silencio
    grita, llama,
    al ahora que contempla la ausencia
    de uno mismo.

    Cubiertos sus oídos no quiere
    ver la vida,
    lamentarse.

    Gime entre huesos su queja.

    Irene Zava

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  6. Mi piel brilla cristalina
    en la oscuridad.
    Grita la naturaleza desde
    el fondo de mi.
    La misma que observa y no ve.

    La que se cubre los oidos
    por el dolor que le produce
    la gota de agua que orada la arena.

    Irene Zava

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