“Somos hijos del tiempo” nos recuerda siempre Galeno, y le puso ese título precisamente a uno de sus libros. Y nos cuenta además que en la cultura maya el tiempo funda el espacio.
Hoy veremos algunos
relatos del libro Mujeres, de Eduardo
Galeano, obra póstuma de este gran autor uruguayo, un gran conjunto de textos de bella prosa poética. Porque la palabra allí tiene el valor de crear mundos.
En
sus páginas desfilan desde Sherezade a Teresa de Ávila, desde Rigoberta Menchú
a Marilyn Monroe, junto a mujeres anónimas o colectivos como las guerreras de
la revolución mexicana o las luchadoras de la comuna de París.
“Del miedo de morir nació la maestría de narrar” dice Sherezade,
y ese será nuestro punto de partida para trabajar los textos de Galeano.
Nos interesa la
construcción de su cuidada prosa poética, el revés de la trama, el cómo elabora
su voz el narrador cambiando de lugar el paradigma de lo esperado. Porque para
Galeano, la intuición es un valor femenino que el hombre no considera como
instrumento válido de conocimiento. De esta manera, y a través de los textos, muestra un lugar diferente, dislocado de la esfera del
origen del contar historias, el ancestral lugar masculino del fogón, para darle
voz a la invisibilizada voz de la mujer.
Leemos
prosa poética del libro Mujeres, de Eduardo Galeano: à
Ventana
sobre la palabra (4)
Magda recorta Palabras de los diarios, palabras de todos los
tamaños, y las guarda en cajas. En cajas rojas guarda las palabras furiosas. En
caja verde, las palabras amantes. En caja azul, las neutrales. En caja
amarilla, las tristes. Y en caja transparente guarda las palabras que tienen
magia. A veces, ella abre las cajas y las pone boca abajo sobre la mesa, para
que las palabras se mezclen como quieran. Entonces, las palabras le cuentan lo
que ocurre y le anuncian lo que ocurrirá.
Profecías/1
En el Perú, una maga me cubrió de rosas rojas y después me leyó
la suerte. La maga me anunció:
-Dentro de un mes, recibirás una distinción.
Yo me reí. Me reí por la
infinita bondad de esa mujer desconocida, que me regalaba flores y augurios de
éxito, y me reí por la palabra distinción que tiene no sé qué de cómica, y
porque me vino a la cabeza un viejo amigo del barrio, que era muy bruto pero
certero, y que solía decir, sentenciando, levantando el dedito:
-A la corta o a la larga,
los escritores se hamburguesan.
Así que me reí, y la maga
se rió de mi risa.
Un mes después, exactamente
un mes después, recibí en Montevideo un telegrama. En Chile, decía el
telegrama, me habían otorgado una distinción. Era el premio José Carrasco.
Las
mujeres de los dioses
1939. San Salvador de Bahía
Ruth Landes, antropóloga norteamericana, viene al Brasil. Quiere
conocer la vida de los negros en un país sin racismo. En Río de Janeiro la
recibe el ministro Oswaldo Aranha. El ministro le explica que el gobierno se
propone limpiar la raza brasileña, sucia de sangre negra, porque la sangre
negra tiene la culpa del atraso nacional.
De Río, Ruth viaja a Bahía. Los negros son amplia mayoría en
esta ciudad, donde otrora tuvieron su trono los virreyes opulentos en azúcar y
en esclavos, y negro es todo lo que aquí vale la pena, desde la religión hasta
la comida pasando por la música. Y sin embargo, en Bahía todo el mundo cree, y
los negros también, que la piel clara es la prueba de la buena calidad. Todo el
mundo, no: Ruth descubre el orgullo de la negritud en las mujeres de los
templos africanos.
En esos templos son casi siempre mujeres, sacerdotisas negras,
quienes reciben en sus cuerpos a los dioses venidos del África.
Resplandecientes y redondas como balas de cañón, ellas ofrecen a los dioses sus
cuerpos amplios, que parecen casas donde da gusto llegar y quedarse. En ellas
entran los dioses y en ellas bailan. De manos de las sacerdotisas poseídas, el
pueblo recibe aliento y consuelo; y por sus bocas escucha las voces del
destino.
Las sacerdotisas negras de Bahía aceptan amantes, no maridos. El
matrimonio da prestigio, pero quita libertad y alegría. A ninguna le interesa
formalizar boda ante el cura o el juez: ninguna quiere ser esposada esposa,
señora de. Cabeza erguida, lánguido balanceo: las sacerdotisas se mueven como
reinas de la Creación. Ellas condenan a sus hombres al incomparable tormento de
sentir celos de los dioses.
Es una narración paródica. Pone la mirada desde la ruptura,
desde las negras, criticadas por el color de piel. Lo que hace Galeano es
mostrar un panorama sin tomar partido en forma abierta pero desde la mirada de
los más desposeídos y la perplejidad de esta sociedad hipócrita en la que vivimos.
Sherezade
Por vengarse de una, que lo había traicionado, el rey degollaba
a todas.
En el crepúsculo se casaba y al amanecer enviudaba.
Una tras otra, las vírgenes perdían la virginidad y la cabeza.
Sherezade fue la única que sobrevivió a la primera noche, y
después siguió cambiando un cuento por cada nuevo día de vida.
Esas historias, por ella escuchadas, leídas o imaginadas, la
salvaban de la decapitación. Las decía en voz baja, en la penumbra del
dormitorio, sin más luz que la luna. Diciéndolas sentía placer, y lo daba, pero
tenía mucho cuidado. A veces, en pleno relato, sentía que el rey le estaba
estudiando el pescuezo.
Si el rey se aburría, estaba perdida.
Del miedo de morir nació la maestría de narrar.
Voces de la
noche
En
este amanecer del año 44 antes de Cristo, Calpurnia despertó llorando.
Ella
había soñado que el marido, acribillado a puñaladas, agonizaba en sus brazos.
Y
Calpurnia le contó el sueño, y llorando le rogó que se quedara en casa, porque
afuera le esperaba el cementerio.
Pero
el pontífice máximo, el dictador vitalicio, el divino guerrero, el dios
invicto, no podía hacer caso al sueño de una mujer.
Julio
César la apartó de un manotazo, y hacia el Senado de Roma caminó su muerte.
La
televisión
Me lo contó Rosa María Mateo, una de las figuras más populares
de la televisión española. Una mujer le había escrito una carta, desde algún
pueblito perdido, pidiéndole que por favor le dijera la verdad:
—Cuando yo la miro, ¿usted me mira?
Rosa María me lo contó, y me dijo que no sabía qué contestar.
El
título sin duda es siempre un lugar de anclaje, único lugar desde donde el autor se comunica y le muestra el camino al lector. Aquí nos dice que el estrato social es un lugar de creencias, de supersticiones.
Lo
que hace Galeano es dar vuelta el prejuicio. La mujer, percibida como ignorante,
establece una pregunta profundamente filosófica,
que cuestiona el sistema de comunicación de las clases dominantes. Muestra una
sociedad injusta desde el otro lado, desde el revés, desde la costura.
En
tal sentido, la novela 1984 de George
Orwell es premonitoria en lo que respecta a la manipulación de la población a
través del lenguaje y del mensaje. Asimismo, muestra un sistema de monitoreo de
la vida privada de la gente (las cámaras dentro de las casas) que hoy es
prácticamente autoimpuesto por la profunda inserción de las redes sociales en
la vida de las personas.
Dice
Galeno en este texto:
El
arte de dibujarte
En algún lecho del golfo de Corinto, una mujer contempla, a la
luz del fuego, el perfil de su amante dormido.
En la pared, se refleja la sombra.
El amante, que yace a su lado, se irá. Al amanecer se irá a la
guerra, se irá a la muerte. Y también la sombra, su compañera de viaje, se irá
con él y con él morirá.
Es noche todavía. La mujer recoge un tizón entre las brasas y
dibuja, en la pared, el contorno de la sombra.
Esos trazos no se irán.
No la abrazarán, y ella lo sabe. Pero no se irán.
El
tema eterno: la mujer que quiere atrapar lo que no se puede atrapar. El viento
es masculino.
El
mundo encoge
Hoy es el Día de las lenguas maternas.
Cada dos semanas, muere una lengua.
El mundo disminuye cuando pierde sus humanos decires, como
pierde la diversidad de sus plantas y sus bichos.
En 1974 murió Ángela Loij, una de las últimas indígenas onas de
la Tierra del Fuego, allá en el fin del mundo; y la última que hablaba su
lengua.
Solita cantaba Ángela, para nadie cantaba, en esa lengua que ya nadie
recordaba:
Voy andando por las pisadas de aquellos que se fueron.
Perdida estoy.
En tiempos idos, los onas adoraban varios dioses. El dios
supremo se llamaba Pemaulk.
Pemaulk significaba Palabra.
El mundo encoje, las distancias se achican, se pierden las
lenguas. Tenemos el idioma castellano que es riquísimo, es el número 2 en
hablantes. El 1 es el chino. El tercero es el inglés. Que es el idioma del
imperio, que tiene más fuerza. Es posible que en un par de siglos los demás
idiomas se conviertan en objetos de estudio para lingüistas, pero carentes de
población hablante.
Cuando
Lelia trabaja
...Dice Lelia, catorce años, criada a la buena de Dios en las
calles de Río de Janeiro:
–Todos roban. Yo robo y me roban.
Cuando Leila trabaja, vendiendo su cuerpo, le pagan poco o le
pagan pegándole. Y cuando roba, los policías le roban lo que ella roba, y
además le roban el cuerpo.
Dice Angélica, dieciséis años, arrojada a las calles de ciudad
de México:
–Le dije a mi mamá que mi hermano había abusado de mí, y ella me
corrió de la casa. Ahora vivo con un chavo, y estoy embarazada. Él dice que me
va a apoyar, si tengo niño. Si tengo niña, no dice...
Y
terminamos con palabras que aparecen en este libro a modo de prólogo:
Galeano nos narra un mundo loco, pero lleno de dignidad y
sueños.
Esta selección debía hacerse, pues, a través del sueño y de la
poesía.
Cada mujer representa a todas las mujeres. Todas ellas nos
salvan de la locura.
Hasta
la semana próxima, les deseo una buena mirada poética. Suban si quieren sus
textos al blog. Veamos cómo nos inspira Galeano.
Ejercicio
ResponderBorrarSobre la obra Mujeres, de Eduardo Galeano
Esa mujer
La mirada estaba sentada sobre la penumbra.
Cansada, distraída, reverberaba en recuerdos
de paisajes disputados, de imágenes de nada.
Los cajones que escondían palabras rotas
el sol que la acariciaba cuando subía a ese tren,
el cuarto de sueños desengaños entrelazados.
Entonces, el silencio estalla en mil caricias:
es hora de dar de comer al bebé.