lunes, 10 de julio de 2017

Clase N° 4 /año 4 - martes 4 de julio 2017


 RUBÉN DARÍO:

EL WALT WHITMAN
DEL CASTELLANO
Retrato de Rubén Darío
Abajo, su firma y las portadas de sus tres obras fundamentales





En el “Mes de la Amistad en las Letras”, iniciamos estos cuatro martes de encuentros en julio. 

Porque como nos recuerda la vicepresidenta de la Fundación Argentina para la Poesía, Lidia Vinciguerra, en su mensaje por este mes y con la frase del poeta Luis García Montero: “Los buenos versos y las buenas definiciones contagian una felicidad despreocupada, un ámbito de luz frente al caos y la muerte, un orden frente a la rueda deslenguada de la fortuna”.

Este primer encuentro se lo dedicamos a Rubén Darío (1867-1916), escritor, periodista, diplomático y el gran poeta de América hispana, nuestro Walt Whitman.

¿Por qué Walt Whitman? Porque como aquél del Norte, Darío se construyó a sí mismo a partir del canto original y genial hacia la América toda, en este caso América Latina. A tal punto se construyó, que pensó su nombre poético y profesional con cinco letras tanto para el nombre como para el apellido, y entre las dos palabras están las cinco vocales del castellano: sonoridad, paralelismo pitagórico y colorido.

Ambos fueron efusivamente saludados por dos escritores de renombre en ese momento que les dieron sustento y espaldarazo con sus cartas: a Walt Whitman, Ralph Waldo Emerson; a Rubén Darío, Juan de Valera.

Rubén Darío fue el gran motor de visibilidad del primer movimiento literario y artístico de América en castellano: el Modernismo, que  extasió e influyó en los miembros de la española Generación del ´98. Es que América Latina comenzó a ser, a tener entidad mítica, mágica y legendaria, gracias al Modernismo. Fue el escritor de mayor influencia en las letras hispanoamericanas hasta la llegada de Borges y García Márquez, el segundo gran movimiento latinoamericano, el Boom; pero esa es otra historia. 

Precisamente, nos visitó para contarnos acerca del que fue llamado “Príncipe de las Letras Castellanas” y “Padre del Modernismo” su bisnieto, Martín Rubén Jesús Katz Darío, arquitecto argentino, quien hace solo dos años –nos contó allí– abrazó con total fervor la difusión de la vida y obra de su gran bisabuelo.

Su bisnieto, Martín Katz Darío

Resultó una gratísima charla, a sala llena en el 4to piso de la Sociedad Argentina de Escritores de la calle Uruguay; un contrapunto que mágicamente fue entretejiéndose entre la poesía y la biografía. Como buen arquitecto, trajo maquetas, láminas con fotos y poemas. Y las casi dos horas se nos pasaron volando.

Hablamos de todo: de la precocidad de Rubén Darío, de que a los 3 años ya leía, a los 15 años estaba al frente de la redacción de un diario y a los 21 publicaba en Chile su primer gran poemario, Azul, 1888. Del apellido Darío, que lo adoptó conformándose un nombre y una personalidad, y que heredaron sus descendientes. De su originalidad poética, impronta e influencia a más de una generación; de sus hijos literarios: Leopoldo Lugones, Antonio Machado, Pablo Neruda, Alfonsina Storni, por citar sólo a unos poquísimos.

De sus otras dos grandes obras poéticas: Prosas profanas, 1896, y Cantos de vida y esperanza, 1905. De su prematura muerte en León, su querida ciudad nicaragüense. De que Metapa, donde nació, se llama desde 1920 Ciudad Darío. 

De su idolatría por la poesía francesa y especialmente por Verlaine. Del exotismo, del simbolismo del cisne, los mares, los barcos; del recurso más importante utilizado por él: la sinestesia de imágenes auditivas y visuales, de su amor cromático y musical. 

De sus poemas eróticos, de que consideraba el erotismo casi como una religión. De que en este 2017, más precisamente el 18 de enero pasado (fecha también de mi cumpleaños, oh casualidad del destino), se cumplieron 150 años de su nacimiento. Que el año pasado, el 6 de febrero, fue el centenario de su muerte, 1916.

De sus tres mujeres importantes en su vida, una de ellas –Rafaela Contreras, más conocida por el hipocorístico de Stella, bisabuela de nuestro invitado, que brilló con luz propia y murió tan joven–; que era muy enamoradizo o, tal vez, enamorado del amor. Del crucifijo que le regaló Amado Nervo, que portó toda la vida, a pesar de su gran vínculo con el paganismo grecorromano y el esoterismo.

Que fue una gran bengala, un astro que iluminó y sigue haciéndolo desde lo poético, que vivió al extremo sus 49 años –sí, sólo 49 años, como otro grande, Edgar Allan Poe– viajando, escribiendo poemas y crónicas, tomando alcohol, haciendo vida bohemia.

Hablamos de su posición política respecto de Estados Unidos, de su posición de escritor comprometido. Que vivió tiempos de miseria y tiempos de gran holgura económica, de pasar de no tener qué comer a hospedarse en los hoteles más lujosos. Que el trabajo más estable que tuvo en toda su vida fue haber sido corresponsal del diario La Nación de Buenos Aires durante décadas. Que cubrió periodísticamente por ejemplo la Guerra entre España y Estados Unidos de 1898 y la Exposición Universal de París de 1900, en la que se inauguró la torre Eiffel. Que amó sobremanera a la Argentina, porque aquí nunca se lo discutió y tuvo grandes amigos y grandes seguidores, y que le dedicó –en tanto poeta cívico– el Canto a la Argentina para el centenario. Que vivió en la Isla Martín García. 



Aquí los poemas que fueron leídos.

Los copiaré-pegaré todos luego más abajo, pero aquí pondré algunos de los comienzos más famosos y populares de esos poemas. Porque Rubén Darío fue tan pero tan popular que en los años de las décadas del ´40/´50 no había niño/niña que no recitara un poema de él:

Por ejemplo:

La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa? …



Yo soy aquel que ayer nomás decía
el verso azul y la canción profana…


Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque esa ya no siente…



Juventud divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!...



SONATINA

La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? 
Los suspiros se escapan de su boca de fresa, 
que ha perdido la risa, que ha perdido el color. 
La princesa está pálida en su silla de oro, 
está mudo el teclado de su clave sonoro, 
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. 

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales. 
Parlanchina, la dueña dice cosas banales, 
y vestido de rojo piruetea el bufón. 
La princesa no ríe, la princesa no siente; 
la princesa persigue por el cielo de Oriente 
la libélula vaga de una vaga ilusión. 

¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China, 
o en el que ha detenido su carroza argentina 
para ver de sus ojos la dulzura de luz? 
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes, 
o en el que es soberano de los claros diamantes, 
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz? 

¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa 
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, 
tener alas ligeras, bajo el cielo volar; 
ir al sol por la escala luminosa de un rayo, 
saludar a los lirios con los versos de mayo 
o perderse en el viento sobre el trueno del mar. 

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata, 
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata, 
ni los cisnes unánimes en el lago de azur. 
Y están tristes las flores por la flor de la corte, 
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte, 
de Occidente las dalias y las rosas del Sur. 

¡Pobrecita princesa de los ojos azules! 
Está presa en sus oros, está presa en sus tules, 
en la jaula de mármol del palacio real; 
el palacio soberbio que vigilan los guardas, 
que custodian cien negros con sus cien alabardas, 
un lebrel que no duerme y un dragón colosal. 

¡Oh, quién fuera hipsípila que dejó la crisálida! 
(La princesa está triste. La princesa está pálida.) 
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil! 
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe, 
(La princesa está pálida. La princesa está triste.) 
más brillante que el alba, más hermoso que abril! 

-«Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-; 
en caballo, con alas, hacia acá se encamina, 
en el cinto la espada y en la mano el azor, 
el feliz caballero que te adora sin verte, 
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, 
a encenderte los labios con un beso de amor».



  CANTOS DE VIDA Y ESPERANZA
              I
Yo soy aquel que ayer no más decía
el verso azul y la canción profana,
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana.
El dueño fui de mi jardín de sueño,
lleno de rosas y de cisnes vagos;
el dueño de las tórtolas, el dueño
de góndolas y liras en los lagos;
y muy siglo diez y ocho y muy antiguo
y muy moderno; audaz, cosmopolita;
con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo,
y una sed de ilusiones infinita.
Yo supe de dolor desde mi infancia,
mi juventud.... ¿fue juventud la mía?
Sus rosas aún me dejan su fragancia...
una fragancia de melancolía...
Potro sin freno se lanzó mi instinto,
mi juventud montó potro sin freno;
iba embriagada y con puñal al cinto;
si no cayó, fue porque Dios es bueno.
En mi jardín se vio una estatua bella;
se juzgó mármol y era carne viva;
una alma joven habitaba en ella,
sentimental, sensible, sensitiva.
Y tímida ante el mundo, de manera
que encerrada en silencio no salía,
sino cuando en la dulce primavera
era la hora de la melodía...
Hora de ocaso y de discreto beso;
hora crepuscular y de retiro;
hora de madrigal y de embeleso,
de «te adoro», y de «¡ay!» y de suspiro.
Y entonces era la dulzaina un juego
de misteriosas gamas cristalinas,
un renovar de gotas del Pan griego
y un desgranar de músicas latinas.
Con aire tal y con ardor tan vivo,
que a la estatua nacían de repente
en el muslo viril patas de chivo
y dos cuernos de sátiro en la frente.
Como la Galatea gongorina
me encantó la marquesa verleniana,
y así juntaba a la pasión divina
una sensual hiperestesia humana;
todo ansia, todo ardor, sensación pura
y vigor natural; y sin falsía,
y sin comedia y sin literatura...:
si hay un alma sincera, esa es la mía.
La torre de marfil tentó mi anhelo;
quise encerrarme dentro de mí mismo,
y tuve hambre de espacio y sed de cielo
desde las sombras de mi propio abismo.
Como la esponja que la sal satura
en el jugo del mar, fue el dulce y tierno
corazón mío, henchido de amargura
por el mundo, la carne y el infierno.
Mas, por gracia de Dios, en mi conciencia
el Bien supo elegir la mejor parte;
y si hubo áspera hiel en mi existencia,
melificó toda acritud el Arte.
Mi intelecto libré de pensar bajo,
bañó el agua castalia el alma mía,
peregrinó mi corazón y trajo
de la sagrada selva la armonía.
¡Oh, la selva sagrada! ¡Oh, la profunda
emanación del corazón divino
de la sagrada selva! ¡Oh, la fecunda
fuente cuya virtud vence al destino!
Bosque ideal que lo real complica,
allí el cuerpo arde y vive y Psiquis vuela;
mientras abajo el sátiro fornica,
ebria de azul deslíe Filomela.
Perla de ensueño y música amorosa
en la cúpula en flor del laurel verde,
hipsípila sutil liba en la rosa,
y la boca del fauno el pezón muerde.
Allí va el dios en celo tras la hembra,
y la caña de Pan se alza del lodo;
la eterna vida sus semillas siembra,
y brota la armonía del gran Todo.
El alma que entra allí debe ir desnuda,
temblando de deseo y fiebre santa,
sobre cardo heridor y espina aguda:
así sueña, así vibra y así canta.
Vida, luz y verdad, tal triple llama
produce la interior llama infinita.
El Arte puro como Cristo exclama:
Ego sum lux et veritas et vita!
Y la vida es misterio, la luz ciega
y la verdad inaccesible asombra;
la adusta perfección jamás se entrega,
y el secreto ideal duerme en la sombra.
Por eso ser sincero es ser potente;
de desnuda que está, brilla la estrella;
el agua dice el alma de la fuente
en la voz de cristal que fluye de ella.
Tal fue mi intento, hacer del alma pura
mía, una estrella, una fuente sonora,
con el horror de la literatura
y loco de crepúsculo y de aurora.
Del crepúsculo azul que da la pauta
que los celestes éxtasis inspira,
bruma y tono menor —¡toda la flauta!,
y Aurora, hija del Sol— ¡toda la lira!
Pasó una piedra que lanzó una honda;
pasó una flecha que aguzó un violento.
La piedra de la honda fue a la onda,
y la flecha del odio fuese al viento.
La virtud está en ser tranquilo y fuerte;
con el fuego interior todo se abrasa;
se triunfa del rencor y de la muerte,
y hacia Belén... ¡la caravana pasa!



LO FATAL

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...


CANCIÓN DE OTOÑO EN PRIMAVERA

Juventud, divino tesoro, 
¡ya te vas para no volver! 
Cuando quiero llorar, no lloro... 
y a veces lloro sin querer... 

Plural ha sido la celeste 
historia de mi corazón. 
Era una dulce niña, en este 
mundo de duelo y de aflicción. 

Miraba como el alba pura; 
sonreía como una flor. 
Era su cabellera obscura 
hecha de noche y de dolor. 

Yo era tímido como un niño. 
Ella, naturalmente, fue, 
para mi amor hecho de armiño, 
Herodías y Salomé... 

Juventud, divino tesoro, 
¡ya te vas para no volver! 
Cuando quiero llorar, no lloro... 
y a veces lloro sin querer... 

Y más consoladora y más 
halagadora y expresiva, 
la otra fue más sensitiva 
cual no pensé encontrar jamás. 

Pues a su continua ternura 
una pasión violenta unía. 
En un peplo de gasa pura 
una bacante se envolvía... 

En sus brazos tomó mi ensueño 
y lo arrulló como a un bebé... 
Y te mató, triste y pequeño, 
falto de luz, falto de fe... 

Juventud, divino tesoro, 
¡te fuiste para no volver! 
Cuando quiero llorar, no lloro... 
y a veces lloro sin querer... 

Otra juzgó que era mi boca 
el estuche de su pasión; 
y que me roería, loca, 
con sus dientes el corazón. 

Poniendo en un amor de exceso 
la mira de su voluntad, 
mientras eran abrazo y beso 
síntesis de la eternidad; 

y de nuestra carne ligera 
imaginar siempre un Edén, 
sin pensar que la Primavera 
y la carne acaban también... 

Juventud, divino tesoro, 
¡ya te vas para no volver! 
Cuando quiero llorar, no lloro... 
y a veces lloro sin querer. 

¡Y las demás! En tantos climas, 
en tantas tierras siempre son, 
si no pretextos de mis rimas 
fantasmas de mi corazón. 

En vano busqué a la princesa 
que estaba triste de esperar. 
La vida es dura. Amarga y pesa. 
¡Ya no hay princesa que cantar! 

Mas a pesar del tiempo terco, 
mi sed de amor no tiene fin; 
con el cabello gris, me acerco 
a los rosales del jardín... 

Juventud, divino tesoro, 
¡ya te vas para no volver! 
Cuando quiero llorar, no lloro... 
y a veces lloro sin querer... 
¡Mas es mía el Alba de oro!



SINFONÍA EN GRIS MAYOR

El mar como un vasto cristal azogado
refleja la lámina de un cielo de zinc;
lejanas bandadas de pájaros manchan
el fondo bruñido de pálido gris.
El sol como un vidrio redondo y opaco
con paso de enfermo camina al cenit;
el viento marino descansa en la sombra
teniendo de almohada su negro clarín.
Las ondas que mueven su vientre de plomo
debajo del muelle parecen gemir.
Sentado en un cable, fumando su pipa,
está un marinero pensando en las playas
de un vago, lejano, brumoso país.
Es viejo ese lobo. Tostaron su cara
los rayos de fuego del sol del Brasil;
los recios tifones del mar de la China
le han visto bebiendo su frasco de gin.
La espuma impregnada de yodo y salitre
ha tiempo conoce su roja nariz,
sus crespos cabellos, sus bíceps de atleta,
su gorra de lona, su blusa de dril.
En medio del humo que forma el tabaco
ve el viejo el lejano, brumoso país,
adonde una tarde caliente y dorada
tendidas las velas partió el bergantín...
La siesta del trópico. El lobo se aduerme.
Ya todo lo envuelve la gama del gris.
Parece que un suave y enorme esfumino
del curvo horizonte borrara el confín.
La siesta del trópico. La vieja cigarra
ensaya su ronca guitarra senil,
y el grillo preludia un solo monótono
en la única cuerda que está en su violín.



La Yapa

1- Canción de otoño en primavera, poema interpretado por Paco Ibáñez

2- Lo Fatal, interpretado por Luis Enrique Mejía Godoy 

3-A Roosevelt, recitado por Jorge Cafrune




El libro recomendado de la semana es:

Hispamérica - revista de literatura

Se trata de una prestigiosa revista académica de literatura, abocada a la difusión del latinoamericanismo. Fue fundada en Buenos Aires en 1971, y aparecieron aquí sus primeros veintidós números. Va ya por el 136, en su año XLVI de edición ininterrumpida. Hispamérica, revista de literatura –tal su nombre completo– trasladó su redacción a Estados Unidos, donde su fundador y director, Saúl Sosnowski, viajó a continuar sus estudios. 
Como revista académica, Hispamérica es nada convencional, variopinta y plural; conforma un particular espacio de diálogo latinoamericanista y, en ese sentido, de toma de posición, de apertura a nuevas voces, de búsqueda y exploración de los nexos de la interpretación. Con secciones tan dinámicas como recuperaciones (de reportajes a escritores), poesía, crítica, textos, entrevistas, ensayos, ficción, etc. Los autores que aparecen allí son de un espectro tan amplio que van desde los canónicos y hasta los emergentes.
Doctorado por la  Universidad de Virginia, Sosnowski dirigió durante veinte años el Departamento de Español y Portugués; en 1989 fundó el Centro de Estudios Latinoamericanos, que dirigió hasta 2008, y fue director de Programas Internacionales de la Universidad de Maryland desde 2000 a 2011.
Asimismo, es autor de: Julio Cortázar: una búsqueda mítica; Borges y la cábala: Senderos del verbo y Fascismo y nazismo en las letras argentinas, entre otros.
Entrevistó por ejemplo –y algunos de sus reportajes se encuentran en YouTube– a Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Manuel Puig, José Donoso, Augusto Roa Bastos, Adolfo Bioy Casares, entre muchos otros. 
Hispamérica es una publicación de aparición cuatrimestral en español, 128 págs, que circula sólo por suscripción: P. O. Box 2009/ Rockville, MD 20847, USA

* PS: 

Y en este link, que es del programa Los libros nos hablan, que conduce el editor Daniel Divinsky por Radio UBA FM 97.9 emitido el 19 de septiembre de 2016, Saúl Sosnowski se refiere a esta publicación y a varios aspectos vinculados con las revistas literarias. http://www.loslibroshablan.com/sauacutel-sosnowski.html





                                         Portadas de los dos más recientes números de Hispamérica


Aviso parroquial


Los esperamos los siguientes martes de julio, con este especial programa. Y este próximo, el 11 de julio, nos visitará el poeta y periodista Antonio Requeni, miembro de la Academia Argentina de Letras, quien se referirá a su poesía y a la creación. Y nos leerá sus poemas. Será una fiesta. 




¡Nos deseo una muy buena semana poética!




No hay comentarios.:

Publicar un comentario