Hoy veremos la poética de un poeta jujeño que perteneció al
Grupo Tarja, Jorge Calvetti, autor de esta bella copla:
Como un animal voraz
la muerte me anda siguiendo
voy a entregarle mi cuerpo
y voy a seguir viviendo.
la muerte me anda siguiendo
voy a entregarle mi cuerpo
y voy a seguir viviendo.
Nacido en San Salvador de Jujuy el 4 de
agosto de 1916, pasó sus primeros años en la localidad quebradeña de Maimará.
Realizó estudios primarios y secundarios en el Colegio San José de Buenos Aires
y universitarios en las ciudades de Buenos Aires y La Plata.
En 1944, la Comisión Nacional de Cultura editó su libro de poemas Fundación en el cielo, tras haberlo galardonado con el premio Iniciación, para escritores inéditos menores de treinta años.
Luego publicó: Memoria Terrestre, poemas, 1948; Alabanza del Norte, cuentos, 1949; Libro de Homenaje, poemas, 1957; Juan Carlos Dávalos, ensayo crítico-biográfico, 1961; Imágenes y Conversaciones, poemas, 1966; El miedo inmortal, cuentos, 1968; La Juana Figueroa, poemas, 1968; Genio y Figura de José Hernández (en colaboración con Roque Aragón), ensayo crítico-biográfico, 1973; Sólo de muerte, poemas, 1976; Poemas conjeturales, 1992 y Escrito en la tierra, cuentos, 1993, este último obtuvo en 1994 el premio al mejor libro otorgado por los críticos de la Feria Internacional del Libro.
En 1977, el Fondo Nacional de las Artes editó su
Antología poética, de 112 páginas y en 1983 la editorial Torres Agüero publicó
una antología de sus poemas titulada Memoria
Terrestre.
Con varias de estas obras obtuvo premios nacionales, municipales e institucionales. Debe destacarse que Genio y Figura de José Hernández obtuvo el Premio Internacional EUDEBA, de la Universidad Nacional de Buenos Aires para conmemorar el Centenario de la aparición de El Gaucho Martín Fierro, obra de la cual la U.B.A. hizo un edición de 10.000 diez mil ejemplares, hoy agotada. Sus trabajos además fueron traducidos al inglés, francés, alemán, italiano y griego.
Con varias de estas obras obtuvo premios nacionales, municipales e institucionales. Debe destacarse que Genio y Figura de José Hernández obtuvo el Premio Internacional EUDEBA, de la Universidad Nacional de Buenos Aires para conmemorar el Centenario de la aparición de El Gaucho Martín Fierro, obra de la cual la U.B.A. hizo un edición de 10.000 diez mil ejemplares, hoy agotada. Sus trabajos además fueron traducidos al inglés, francés, alemán, italiano y griego.
Con Néstor Groppa, Mario Busignani, Medardo Pantoja y Andrés Fidalgo, fundó la famosa revista literaria Tarja.
Su producción literaria fue consagrada con el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores; el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía; la Pluma de Plata del Centro Argentino del PEN Club Internacional; el premio Esteban Echeverría de la institución Gente de Letras; el premio Konex y otros. También fue jurado de concursos nacionales, municipales e institucionales en las categorías poesía, narrativa y ensayo.
En 1984 fue elegido miembro de número de
la Academia Argentina de Letras y en 1986 se lo eligió vicepresidente de esa
institución, cargo que desempeñó durante nueve años.
En 1993 fue designado por
Melina Mercuri, ministra de Cultura de Grecia, para firmar la Declaración
del Mar Egeo, en conmemoración de la primera instalación humana en Europa,
documento que fue suscripto en la isla de Lemnos por figuras representativas de
treinta y dos países.
Además de las obras mencionadas más arriba, publicó, prologó y anotó, La muerte y su traje, cuentos de Santiago Dabove, con prólogo de Jorge Luis Borges, selección y retrato del autor por Jorge Calvetti, ediciones Alcándara, Buenos Aires, 1964.
Poemas
de Carlos Mastronardi, selección, prólogo y notas por Jorge Calvetti. Editorial
EUDEBA. Buenos Aires.
El
terruño, cuentos de Daniel Ovejero; selección, prólogo y notas por Jorge
Calvetti; Editorial EUDEBA, Buenos Aires, 1966.
Además
escribió los opúsculos El idioma Español en el Norte Argentino, El
humor de los tristes argentinos y Tonada del Norte, lejos; Ediciones
Roche, Buenos Aires entre los años 1960 y 1970.
En
1999 fue designado miembro correspondiente de la Real Academia Española.
Murió
en la ciudad de Buenos Aires el 4 de noviembre del año 2002. Sus restos
descansan en la provincia de Jujuy.
El recurso que veremos vinculado con su poética es el del símil o la comparación. Lo interesante de este recurso es que se trata del primero que utilizamos para poder aprehender el mundo, a través de la analogía.
Símil es una figura retórica que utiliza el recurso de la comparación o semejanza entre términos. Consiste en destacar o establecer semejanzas entre elementos (objetos, personas, animales, situaciones, hechos, etc.). Su carácter es más simple que el de la metáfora, y por ello aparece con más frecuencia que ésta tanto en las epopeyas clásicas como en la poesía popular.
Los símiles pueden ser reversibles (disponiendo sucesivamente los dos términos en distinto orden) o graduados (de inferioridad, igualdad o superioridad), así como asociarse a otras figuras (exemplum, alegoría, alusión, antonomasia, etc.)
En la actualidad, los repertorios de figuras literarias no establecen distinción entre el símil y la comparación y se insiste en el uso de elementos de relación como “como”, “cual”, “que” o “se asemeja a” para diferenciar formalmente a esta figura de la metáfora.
Con el nombre latino de símiles, se designan en retórica los razonamientos que se apoyan en la analogía o relación de semejanza entre los asuntos tratados.
Los símiles son también ampliamente utilizados en la literatura moderna. Sin embargo tienden a ser más espontáneos y expresivos. Se pueden también leer como una alegoría formulada. En la lengua cotidiana también se incorporan símiles, tales como “es tan astuto como un zorro” o “negro como boca de lobo”. En ese sentido, se trata de un recurso de fácil comprensión y popular.
Aristóteles dijo que los buenos símiles dan un “efecto de brillantez”, pero él prefirió el uso de la metáfora, pues era más corta y, por lo tanto, más atractiva en uso creativo.
Preguntas
¿Fue
en una calle de Córdoba del Tucumán
o
cerca del Café Royal, en la Regent Street,
donde
alguien me hizo ver un fantasma?
En
la vereda un enano ciego,
rasgueando
una guitarra con muñones,
cantaba
arrinconado,
solo.
¿Lo
vi? ¿escuché el canto?
¿O
Dios lo imaginó y lo mostró un instante,
para
que en él yo me viera espejado
y
dejara de balbucear,
contra
la pared del mundo
palabras
que nadie oye?
Habla un soldado de la conquista
Vine porque me pagaban
y yo quería comprar espadas y mujeres.
Vine porque me hablaron de montañas resplandecientes
como un atardecer en el mar
y con el oro con que me iba a vestir cuando volviera.
Pero sólo encontré flechas envenenadas,
humedad y mosquitos.
Conocí el terror, noches sigilosas,
indios vestidos con su belleza siniestra,
la fuerza de una tierra que nos doblegó
como la sed a los animales,
y la móvil mortaja de la selva.
A bordo alguien habló de "honor".
A bordo
hablaban y rezaban con lentas manos sobre libros de oro.
Con esas manos se ayudaron el grito y la desesperación;
con esas manos escarbaron la tierra que nos iba a cubrir.
Alguien habló de "historia" y de "futuro";
yo sólo pienso en lo que perdí.
Creo que todo es igual,
las mentiras que nos dijeron y las verdades que encontramos.
Siempre habrá tontos que vivirán de palabras,
y siempre el mundo mezclará en la misma indiferencia
la vida, que en el olvido crece,
la gloria, que se arrastra,
y la codicia laboriosa de la muerte.
Vine porque me pagaban
y yo quería comprar espadas y mujeres.
Vine porque me hablaron de montañas resplandecientes
como un atardecer en el mar
y con el oro con que me iba a vestir cuando volviera.
Pero sólo encontré flechas envenenadas,
humedad y mosquitos.
Conocí el terror, noches sigilosas,
indios vestidos con su belleza siniestra,
la fuerza de una tierra que nos doblegó
como la sed a los animales,
y la móvil mortaja de la selva.
A bordo alguien habló de "honor".
A bordo
hablaban y rezaban con lentas manos sobre libros de oro.
Con esas manos se ayudaron el grito y la desesperación;
con esas manos escarbaron la tierra que nos iba a cubrir.
Alguien habló de "historia" y de "futuro";
yo sólo pienso en lo que perdí.
Creo que todo es igual,
las mentiras que nos dijeron y las verdades que encontramos.
Siempre habrá tontos que vivirán de palabras,
y siempre el mundo mezclará en la misma indiferencia
la vida, que en el olvido crece,
la gloria, que se arrastra,
y la codicia laboriosa de la muerte.
W.H. Auden
Ayer,
en su retrato, miraba las huellas de la palabra vida
y
me decía: El tiempo ya no puede verlo,
nunca
más encontrará lugar en Auden donde dejar
/sus
ominosos rastros.
Se
ha cumplido también en ti, querido poeta, lo que está dispuesto.
También
en ti, que querías perturbar a los muertos.
Ahora,
(aunque
muchos piensen que más allá de la muerte
no
hay ni siquiera muerte)
tu
alma resplandece
abrazada
a la verdad y el misterio.
Yo,
que vivía en tu corazón cuando pensabas en el pueblo,
en
esta noche que te fue negada,
digo
palabras que no permitirán que mueras:
“Recibe,
¡Oh! Tierra, a un huésped honorable…”
Habla el desconocido de la columna de
Trajano
No
preguntes quién soy.
Hijo
de un trueno o del instinto, eso qué importa.
Sería
lo mismo si dijeras:
lo
ha creado un dios cuya memoria se ha desvanecido
o
la noche
y
los devastadores sueños de la eternidad de los
mortales.
Lo
cierto es que fui un hombre,
respiré
el aire libre, hollé la tierra,
me
resistí a los siglos
que
lamen y que gastan como el mar y los perros,
y
ahora estoy aquí, mirando
un
vano discurrir de tardes y generaciones.
Pero
he vivido.
Fui
valiente y soez y miserable y generoso y bueno.
Conocí,
esclavo, la invasión del miedo
que
cunde como una tempestad;
conocí
la pasión que es adorable
y
golpea el alma como una piedra, y pasa.
He
muerto muchas veces
en
las batallas y los terremotos,
en
los vastos pantanos donde Ovidio lloró
y
los dioses lo olvidaron,
en
las legiones, en las catacumbas.
No
preguntes quien soy. Yo he de decírtelo:
soy
el que hace la vida y la conquista.
Yo
soy el numeroso, el simple, el olvidado y el
humilde.
El
que sabe que un día
llegará
a ser el dueño de los días.
Maimará
Este es mi pueblo.
Su nombre quiere decir: “Estrella que cae”.
Hasta aquí llegan pocas noticias del mundo.
Recibo cartas de mis amigos; me dicen que todo marcha bien,
que en algunos países se vive una vida verdadera
y que en otros la esperanza crece.
Yo no sé nada. Me alegro por momentos
y me encierro otra vez en mi pueblo.
Todo me habla de soledad.
El viento sacude las noches como árboles.
Los mismos pájaros despiertan las mismas mañanas.
El tiempo golpea las casas
y las casas golpean contra el tiempo.
Aquí he vivido mi infancia.
Era feliz. Ignoraba hermosamente la vida.
La infancia...
Los recuerdos más viejos vagan por la memoria,
como doña Melchora por el pueblo.
Tiene ciento cuatro años. Habla sola, como los recuerdos.
Cuando me ve, me dice: “Buenas tardes, maestro...”
Aquí estoy,
buscado y dejado y encontrado por el amor.
Pero no creo que puede hablar de soledad.
Todos tenemos mucho que hacer en el mundo
y no hay tiempo para estar solos.
Es que el futuro está subiendo desde el fondo de la tierra,
Lo veo crecer en mi hijo. Me mira con los ojos de mi hijo.
Sí, ya lo sé. Son hermosos los carnavales
y la fastuosa inocencia de los pájaros...
Pero sé también que el canto y la alegría y el coraje
de muchos amigos del pueblo
están durmiendo en una botella de vino
¡y nosotros tenemos mucho que hacer!
Yo por lo menos,
trataré de luchar con mis palabras.
Tengo que decir a mis amigos que no estamos solos
y que debemos trabajar para que el mundo sea mejor.
Este pueblo es muy chico.
Un carnavalito puede envolverlo.
El galope de un caballo es demasiado para él.
¡Qué hermoso sería levantar su estrella
y poder llamarnos, con verdad, “hermanos”
en un mundo sin injusticia!
Mi pueblito es muy chico.
Así deben ser todos los pueblos chicos del mundo.
Por la calle de mi casa veo pasar la vida:
la desgracia, el amor, la humildad, los borrachos...
Pero creo que nadie piensa en nadie.
Nadie sale de sí mismo.
Todos, casi todos, están ahogados en ellos mismos
y es necesario cambiar.
Aquí todo sigue siempre igual...
Si subiera a las cumbres, estoy seguro,
vería pasar los años
como esos perros que acezando y husmeando el miedo pasan
interminablemente ocupados en sus sensaciones...
¡Y eso no puede ser, no puede ser!
Este es mi pueblo.
Su nombre quiere decir: “Estrella que cae”.
Hasta aquí llegan pocas noticias del mundo.
Recibo cartas de mis amigos; me dicen que todo marcha bien,
que en algunos países se vive una vida verdadera
y que en otros la esperanza crece.
Yo no sé nada. Me alegro por momentos
y me encierro otra vez en mi pueblo.
Todo me habla de soledad.
El viento sacude las noches como árboles.
Los mismos pájaros despiertan las mismas mañanas.
El tiempo golpea las casas
y las casas golpean contra el tiempo.
Aquí he vivido mi infancia.
Era feliz. Ignoraba hermosamente la vida.
La infancia...
Los recuerdos más viejos vagan por la memoria,
como doña Melchora por el pueblo.
Tiene ciento cuatro años. Habla sola, como los recuerdos.
Cuando me ve, me dice: “Buenas tardes, maestro...”
Aquí estoy,
buscado y dejado y encontrado por el amor.
Pero no creo que puede hablar de soledad.
Todos tenemos mucho que hacer en el mundo
y no hay tiempo para estar solos.
Es que el futuro está subiendo desde el fondo de la tierra,
Lo veo crecer en mi hijo. Me mira con los ojos de mi hijo.
Sí, ya lo sé. Son hermosos los carnavales
y la fastuosa inocencia de los pájaros...
Pero sé también que el canto y la alegría y el coraje
de muchos amigos del pueblo
están durmiendo en una botella de vino
¡y nosotros tenemos mucho que hacer!
Yo por lo menos,
trataré de luchar con mis palabras.
Tengo que decir a mis amigos que no estamos solos
y que debemos trabajar para que el mundo sea mejor.
Este pueblo es muy chico.
Un carnavalito puede envolverlo.
El galope de un caballo es demasiado para él.
¡Qué hermoso sería levantar su estrella
y poder llamarnos, con verdad, “hermanos”
en un mundo sin injusticia!
Mi pueblito es muy chico.
Así deben ser todos los pueblos chicos del mundo.
Por la calle de mi casa veo pasar la vida:
la desgracia, el amor, la humildad, los borrachos...
Pero creo que nadie piensa en nadie.
Nadie sale de sí mismo.
Todos, casi todos, están ahogados en ellos mismos
y es necesario cambiar.
Aquí todo sigue siempre igual...
Si subiera a las cumbres, estoy seguro,
vería pasar los años
como esos perros que acezando y husmeando el miedo pasan
interminablemente ocupados en sus sensaciones...
¡Y eso no puede ser, no puede ser!
FUNDACIÓN EN EL CIELO
a Santiago y César Davobe
Yo no he querido a nadie en el mundo
ni he cuidado amorosamente una esperanza.
He derivado mi destino ante el funesto esplendor de las palabras
y soy el testigo de mi desdén por los firmes destellos de la vida.
He recorrido campos,
la puna inhóspita y odiada
con pájaros que viven la libertad
y gentes de alma silenciosa.
He visto caballos buscando la sombra misera del cacto
y perros durmiendo a la sombra del caballo.
He respirado el aire sucio de las ciudades
y he aborrecido el día que me dio luz para mirar los hombres engañados.
He vivido en las noches borrosos gabinetes
con espejos que muestran el pasado y el dolor de todos los hombres,
en ellos he mirado con obcecación y sín lástima el latido horrible de mis sienes,
mi dolorosa imagen de hombre sin tiempo para llorar su descreimiento.
Yo no he mirado las cosas con cariño.
Soy el testigo de mi desdén
por los firmes y vanos destellos de la vida.
Sólo sé de la muerte que ordena las figuras
que mueve mareas ocultas del corazón
y me entrega palabras que yo digo en las noches
para borrar el mundo del sueño de los hombres.
a Santiago y César Davobe
Yo no he querido a nadie en el mundo
ni he cuidado amorosamente una esperanza.
He derivado mi destino ante el funesto esplendor de las palabras
y soy el testigo de mi desdén por los firmes destellos de la vida.
He recorrido campos,
la puna inhóspita y odiada
con pájaros que viven la libertad
y gentes de alma silenciosa.
He visto caballos buscando la sombra misera del cacto
y perros durmiendo a la sombra del caballo.
He respirado el aire sucio de las ciudades
y he aborrecido el día que me dio luz para mirar los hombres engañados.
He vivido en las noches borrosos gabinetes
con espejos que muestran el pasado y el dolor de todos los hombres,
en ellos he mirado con obcecación y sín lástima el latido horrible de mis sienes,
mi dolorosa imagen de hombre sin tiempo para llorar su descreimiento.
Yo no he mirado las cosas con cariño.
Soy el testigo de mi desdén
por los firmes y vanos destellos de la vida.
Sólo sé de la muerte que ordena las figuras
que mueve mareas ocultas del corazón
y me entrega palabras que yo digo en las noches
para borrar el mundo del sueño de los hombres.
CONOCIMIENTO DEL CUERPO
La mano palpa en la frente
el contorno de la idea
y siente que el pulso crea
su propio existir consciente.
La frente en la mano siente
que la vida se recrea
y que el tiempo la rodea
como voraz forma ausente.
Es el cuerpo. Es el oscuro
cuerpo entregado al futuro,
cerrado, ciego, vacío.
Duramente el alma advierte
que a este lado de la muerte
hay otro reino sombrío.
el contorno de la idea
y siente que el pulso crea
su propio existir consciente.
La frente en la mano siente
que la vida se recrea
y que el tiempo la rodea
como voraz forma ausente.
Es el cuerpo. Es el oscuro
cuerpo entregado al futuro,
cerrado, ciego, vacío.
Duramente el alma advierte
que a este lado de la muerte
hay otro reino sombrío.
CUANDO LA NOCHE LLEGA...
Cuando la noche llega, baja el cielo
hasta tu piel y mira la hermosura;
la claridad que muere en tu cintura
y la umbrosa delicia de tu pelo.
Mira mi corazón y su desvelo,
mi sed, mi amor, mi amor y la figura
del deseo dormido en tu ternura
junto a tu cuerpo, junto al hondo cielo.
Que Dios nos mire así. Que la mirada
del viejo Dios contemple estremecida
al hombre amante, a la mujer amada.
Sabrá que sólo así transfigurada
soportamos su don: la pobre vida,
viva ceniza, muerta llamarada.
hasta tu piel y mira la hermosura;
la claridad que muere en tu cintura
y la umbrosa delicia de tu pelo.
Mira mi corazón y su desvelo,
mi sed, mi amor, mi amor y la figura
del deseo dormido en tu ternura
junto a tu cuerpo, junto al hondo cielo.
Que Dios nos mire así. Que la mirada
del viejo Dios contemple estremecida
al hombre amante, a la mujer amada.
Sabrá que sólo así transfigurada
soportamos su don: la pobre vida,
viva ceniza, muerta llamarada.
AMABLES FANTASMAS
Vuelvo de una reunión elegante,
de conversar con mujeres hermosas
y jóvenes con aire griego en su apostura.
Llenamos con palabras, con pasado y futuro,
tres o cuatro horas falsas.
Mostraban una felicidad constante,
como si fuera su casa la alegría
y la paz su verdadera madre.
Nadie tenía en su pensamiento, pensamientos.
Una de ellas,
que evocaba suavísimos pecados
me miró sonriente.
Yo leí en su mirada una verdad oculta:
que ella o yo podíamos morir en ese instante.
Quise entonces decir: Mis amigos, un día
todos habremos muerto.
Somos unos amables fantasmas que se miran,
se acarician o charlan, ya desvaneciéndose.
¿Por qué no ser amables, también, con el misterio?
¿Por qué no recordamos a la muerte?
Me miraban sonriendo.
Si la vida de veras los rozara
arquearían las cejas, levemente asombrados
y alguien, tal vez, diría, volviendo la cabeza:
¿Quién me habla?...
de conversar con mujeres hermosas
y jóvenes con aire griego en su apostura.
Llenamos con palabras, con pasado y futuro,
tres o cuatro horas falsas.
Mostraban una felicidad constante,
como si fuera su casa la alegría
y la paz su verdadera madre.
Nadie tenía en su pensamiento, pensamientos.
Una de ellas,
que evocaba suavísimos pecados
me miró sonriente.
Yo leí en su mirada una verdad oculta:
que ella o yo podíamos morir en ese instante.
Quise entonces decir: Mis amigos, un día
todos habremos muerto.
Somos unos amables fantasmas que se miran,
se acarician o charlan, ya desvaneciéndose.
¿Por qué no ser amables, también, con el misterio?
¿Por qué no recordamos a la muerte?
Me miraban sonriendo.
Si la vida de veras los rozara
arquearían las cejas, levemente asombrados
y alguien, tal vez, diría, volviendo la cabeza:
¿Quién me habla?...
CARTA A MI PADRE
Los cielos caían cuando partí
y las estrellas se negaron.
Ahora juego con los recuerdos,
naipes ya muy gastados.
Quiero volver al aire transparente
y respirar en tu clemencia.
En la ciudad la mañana es herrumbre.
El sol, castigo.
Aquí sólo puedo mostrarte
mi destino estragado.
Tu hijo ya no se define de la vida.
Cuídame.
Pisa mi tiempo.
y las estrellas se negaron.
Ahora juego con los recuerdos,
naipes ya muy gastados.
Quiero volver al aire transparente
y respirar en tu clemencia.
En la ciudad la mañana es herrumbre.
El sol, castigo.
Aquí sólo puedo mostrarte
mi destino estragado.
Tu hijo ya no se define de la vida.
Cuídame.
Pisa mi tiempo.
CARTA A MI PADRE II
Así como el recuerdo de mi madre
pudo guiar a mi alma permitirle
pasos seguros en el más allá,
así, con no cansada mano,
con anhelo infinito,
tú me llevaste por la tierra.
Y ahora yo te guío,
criatura con un año de muerte
y te enseño a caminar a mi lado.
Padre mío,
aprende a caminar,
ven conmigo, acompáñame.
Sin ti no puedo soportar
esta batalla de ojos.
pudo guiar a mi alma permitirle
pasos seguros en el más allá,
así, con no cansada mano,
con anhelo infinito,
tú me llevaste por la tierra.
Y ahora yo te guío,
criatura con un año de muerte
y te enseño a caminar a mi lado.
Padre mío,
aprende a caminar,
ven conmigo, acompáñame.
Sin ti no puedo soportar
esta batalla de ojos.
El periodista Marcelo –Chango– Mendieta lo recuerda con enorme afecto y cuenta, por ejemplo, acerca del especial vínculo de Calvetti con su padre:
Con su padre mantenía una hermosa relación. Don Froilán venía a visitarlo a Buenos
Aires. Un día le dijo: “Pasé por una librería y vi su retrato en la vidriera. Parece que es
usted importante, m'hijo”. Otra noche salieron a comer y cuando llegó el “maitre” le
preguntó que iba beber. “Como siempre - respondió don Froilán - un buen vino tinto. ¿Y
usted?”. “Voy a pedir una botella de agua mineral, papá”. Asombrado, don Froilán
preguntó cual era el motivo y él le respondió: “Orden del médico, papá”. “¡Ah, no m'hijo,
no se deja así nomás a un amigo como el vino! ¡Cambie de médico, por favor!”. Esa
noche y siempre, ambos compartieron el vino.
El grupo poético “Tarja”
–cuenta Mario Goloboff en esta nota publicada por
Télam– nació alrededor de la revista del mismo nombre, que comenzó a publicarse
en San Salvador de Jujuy en noviembre-diciembre de 1955 y de la cual salieron dieciséis ejemplares de alta calidad
cultural, estética y gráfica hasta 1960. En buena medida herederos del
grupo “La carpa”, por su concepción enemiga de un “nativismo mezquino” y del
folklorismo, en el primer editorial se afirmaba: “…convenimos en dar a esta
palabra (tarja) el significado corriente con que se la usa aquí: marca que indica el día del trabajo
cumplido; faena concluida y asentada en la libreta de jornales...”.
La revista fue compilada por primera vez en 1962, en un tomo de 280 páginas, y en su presentación se sostenía: “Tarja se publica en Jujuy desde diciembre de 1955. Es una extraordinaria muestra de calidad artística y de fervor intelectual /…/ Mario Busignani, Jorge Calvetti, Andrés Fidalgo, Néstor Groppa y el artista Medardo Pantoja es el esforzado grupo que dio nacimiento a la revista jujeña. En el número inicial concretan sus aspiraciones: «Estamos convencidos de la incalculable temática de nuestro Norte y de las posibilidades de sus gentes para el trabajo intelectual. Por eso es que iniciamos esta labor, manifestando la necesidad de que esas posibilidades abandonen el silencio y adquieran las formas concretas del testimonio»”.
Colaboraron en ella artistas plásticos como Domingo Onofrio, Pompeyo Audivert, Víctor Rebuffo, Edgardo Antonio Vigo, Carlos Alonso, y ciertamente no solo escritores del norte como Jaime Dávalos, Raúl Aráoz Anzoátegui, Héctor Tizón, Manuel J. Castilla, Domingo Zerpa, Raúl Galán, Carlo E. Figueroa, sino también poetas y narradores de todo el país como León Benarós, Carlos Ruiz Daudet, Gastón Gori, Joaquín O. Giannuzzi, Carlos Mastronardi, Nicandro Pereyra, Horacio Jorge Becco, Luis Gudiño Kieffer, Mario Jorge De Lellis, Alvaro Yunque... Muchas de sus tapas fueron realizadas por Carlos Alonso, Enrique Policastro, Juan Carlos Castagnino, Lino Eneas Spilimbergo, Gertrudis Chale, Carlos Torrallardona, Raúl Soldi y, en su interior, la revista llevaba ilustraciones impresas con los tacos originales de lo mejor de la plástica del país de aquellas décadas.
En 1989, la Universidad Nacional de Jujuy editó dos volúmenes de 500 páginas que brindaron un panorama histórico y gráfico de tan importante publicación, con comentarios sobre la misma de Roberto Giusti, Tomás Eloy Martínez, Luis Emilio Soto, Aristóbulo Echegaray, y extractos de diferentes medios periodísticos del país que la elogiaban. “Órgano de un movimiento intelectual que honra a la provincia norteña y a la vez vivifica en cierto modo al de todo el país —pues une al culto por la tradición vernácula el sentido de la belleza pura— TARJA es una expresión de una inquietud vitalmente lozana y de una cultura en que lo selecto se armoniza con lo popular”, decía La Nación del 12-5-57, mientras La Gaceta, de Tucumán, del 17-6-56 afirmaba “TARJA es ya una de las mejores revistas literarias argentinas. Y no lo es sólo por su encomiable presentación y su excelente y profuso material de lectura, sino también por el fervor con que ha sido hecha”.
Dos de sus mayores poetas, fundadores y animadores del grupo, fueron, como se anotó, Néstor Groppa y Andrés Fidalgo. Del primero, escribe la crítica y académica jujeña Elena Bossi (Leer poesía, leer la muerte, Beatriz Viterbo Ed.): “La lírica de Néstor Groppa conmueve desde un principio porque no hay nada que quede fuera. Todo lo que existe merece ser nombrado, rescatado para el recuerdo. Un cuerpo que no está cuya voz sigue resonando, pese a la ausencia del poeta, en la memoria; y la memoria aparece como tumba de lo vivido, refugio de lo que ya no es. /…/ El tiempo suspendido de la lectura, el espacio borroneado de la nada se ubica entre el sueño y la vigilia. El poema es breve, fugaz y efímero instante de esplendor que precede a la caída, que llega irreparablemente a un fin. Ese fin impide que el enigma que subyace termine de develarse”. Además de Tarja, Groppa creó el sello editorial “Buenamontaña”, que editó decenas de títulos, fundó y dirigió la revista literaria Pliegos del Noroeste (1967) e inició el Suplemento Cultural del diario jujeño Pregón.
Del segundo, Andrés Fidalgo, nacido en Buenos Aires en 1919 y radicado en Jujuy a partir de los ’50, consta que se trató de un gran poeta y de un gran hombre, y que pocas veces como en su caso la fusión alcanzó tal grado. Deben releerse La copla (1958), un ensayo sobre la copla con cien coplas de su autoría, Elementos de poética (ensayo que obtuvo el premio “Consejo del escritor” en 1961-62), Aproximaciones a la poesía (1986) y muchos otros libros de poemas, reflexiones teóricas y literarias. Abogado, Juez de Instrucción, Fiscal, defensor de Derechos Humanos, estuvo en prisión y luego debió exiliarse en Venezuela durante la última dictadura militar. Perdió una hija, Alcira, asesinada por la misma. Falleció a los 89 años de edad, en 2008, en San Salvador de Jujuy.
Nota publicada en el Suplemento LT del JUEVES 6 DE SEPTIEMBRE DE 2012, que ya no está online, pero buscándolo en telam.com.ar se lo puede bajar en PDF.
La revista fue compilada por primera vez en 1962, en un tomo de 280 páginas, y en su presentación se sostenía: “Tarja se publica en Jujuy desde diciembre de 1955. Es una extraordinaria muestra de calidad artística y de fervor intelectual /…/ Mario Busignani, Jorge Calvetti, Andrés Fidalgo, Néstor Groppa y el artista Medardo Pantoja es el esforzado grupo que dio nacimiento a la revista jujeña. En el número inicial concretan sus aspiraciones: «Estamos convencidos de la incalculable temática de nuestro Norte y de las posibilidades de sus gentes para el trabajo intelectual. Por eso es que iniciamos esta labor, manifestando la necesidad de que esas posibilidades abandonen el silencio y adquieran las formas concretas del testimonio»”.
Colaboraron en ella artistas plásticos como Domingo Onofrio, Pompeyo Audivert, Víctor Rebuffo, Edgardo Antonio Vigo, Carlos Alonso, y ciertamente no solo escritores del norte como Jaime Dávalos, Raúl Aráoz Anzoátegui, Héctor Tizón, Manuel J. Castilla, Domingo Zerpa, Raúl Galán, Carlo E. Figueroa, sino también poetas y narradores de todo el país como León Benarós, Carlos Ruiz Daudet, Gastón Gori, Joaquín O. Giannuzzi, Carlos Mastronardi, Nicandro Pereyra, Horacio Jorge Becco, Luis Gudiño Kieffer, Mario Jorge De Lellis, Alvaro Yunque... Muchas de sus tapas fueron realizadas por Carlos Alonso, Enrique Policastro, Juan Carlos Castagnino, Lino Eneas Spilimbergo, Gertrudis Chale, Carlos Torrallardona, Raúl Soldi y, en su interior, la revista llevaba ilustraciones impresas con los tacos originales de lo mejor de la plástica del país de aquellas décadas.
En 1989, la Universidad Nacional de Jujuy editó dos volúmenes de 500 páginas que brindaron un panorama histórico y gráfico de tan importante publicación, con comentarios sobre la misma de Roberto Giusti, Tomás Eloy Martínez, Luis Emilio Soto, Aristóbulo Echegaray, y extractos de diferentes medios periodísticos del país que la elogiaban. “Órgano de un movimiento intelectual que honra a la provincia norteña y a la vez vivifica en cierto modo al de todo el país —pues une al culto por la tradición vernácula el sentido de la belleza pura— TARJA es una expresión de una inquietud vitalmente lozana y de una cultura en que lo selecto se armoniza con lo popular”, decía La Nación del 12-5-57, mientras La Gaceta, de Tucumán, del 17-6-56 afirmaba “TARJA es ya una de las mejores revistas literarias argentinas. Y no lo es sólo por su encomiable presentación y su excelente y profuso material de lectura, sino también por el fervor con que ha sido hecha”.
Dos de sus mayores poetas, fundadores y animadores del grupo, fueron, como se anotó, Néstor Groppa y Andrés Fidalgo. Del primero, escribe la crítica y académica jujeña Elena Bossi (Leer poesía, leer la muerte, Beatriz Viterbo Ed.): “La lírica de Néstor Groppa conmueve desde un principio porque no hay nada que quede fuera. Todo lo que existe merece ser nombrado, rescatado para el recuerdo. Un cuerpo que no está cuya voz sigue resonando, pese a la ausencia del poeta, en la memoria; y la memoria aparece como tumba de lo vivido, refugio de lo que ya no es. /…/ El tiempo suspendido de la lectura, el espacio borroneado de la nada se ubica entre el sueño y la vigilia. El poema es breve, fugaz y efímero instante de esplendor que precede a la caída, que llega irreparablemente a un fin. Ese fin impide que el enigma que subyace termine de develarse”. Además de Tarja, Groppa creó el sello editorial “Buenamontaña”, que editó decenas de títulos, fundó y dirigió la revista literaria Pliegos del Noroeste (1967) e inició el Suplemento Cultural del diario jujeño Pregón.
Del segundo, Andrés Fidalgo, nacido en Buenos Aires en 1919 y radicado en Jujuy a partir de los ’50, consta que se trató de un gran poeta y de un gran hombre, y que pocas veces como en su caso la fusión alcanzó tal grado. Deben releerse La copla (1958), un ensayo sobre la copla con cien coplas de su autoría, Elementos de poética (ensayo que obtuvo el premio “Consejo del escritor” en 1961-62), Aproximaciones a la poesía (1986) y muchos otros libros de poemas, reflexiones teóricas y literarias. Abogado, Juez de Instrucción, Fiscal, defensor de Derechos Humanos, estuvo en prisión y luego debió exiliarse en Venezuela durante la última dictadura militar. Perdió una hija, Alcira, asesinada por la misma. Falleció a los 89 años de edad, en 2008, en San Salvador de Jujuy.
Nota publicada en el Suplemento LT del JUEVES 6 DE SEPTIEMBRE DE 2012, que ya no está online, pero buscándolo en telam.com.ar se lo puede bajar en PDF.
Suban sus poemas al blog. ¡Buena semana poética!!
Ejercicio
ResponderBorrarJorge Calvetti
Recurso: Comparación
Subterráneo
Recorro el laberinto, oscuro y difuso como mi conciencia
Mi mente navega por los caminos que tomé
y sueña con los que dejé, varados en el silencio
esperando a que venga a pedir perdón.
La luz apenas acaricia los muros y oculta
pasadizos y encrucijadas, vidas extraviadas
en el caldo viscoso de una atormentada mente
Será tan vasto mi universo interno?
Será que mi luz no alcanza o no se atreve a más?
Los ausentes golpean a mi puerta
me reclaman no sé qué cosa que no hice o no dije.
Y yo, atribulado y confuso invento pretextos para adentro
o les niego existencia hasta que se disuelven en la nada.
Y esa sensación de pérdida, de camino equivocado flota en mi conciencia
como una servilleta de papel, abandonada en un bar
esperando que el mozo pase con el trapo.