Este un pequeño resumen de la clase de la Lic.
Sandra Pien, dedicada a la poética de Héctor
Negro, recientemente fallecido.
Héctor Negro
(Buenos Aires, 27 de marzo de 1934- 15 de septiembre de 2015) fue un poeta y
periodista argentino, cuyo nombre real era Ismael Héctor Varela y que tuvo una
vasta trayectoria como letrista de tango.
Fue autodidacta. Comenzó
de chico haciendo letras para murgas en el barrio de Belgrano donde había
nacido y ya en 1954 escribió su primer tango: Calle nuestra al que le puso
música Domingo Armendaro. En 1955 fundó el grupo de poesía El Pan Duro.
Escribió para la página de Tango del diario Clarín entre 1981 y 2000, además de
sus frecuentes colaboraciones en periódicos y revistas literarias, publicó los
libros de poemas Bandoneón de papel (1957), El fuego lúcido (1961), Luz de
todos (1965), Para cantarle a mi gente (Faja de Honor de la Sociedad Argentina
de Escritores) (1971), La ciudad invadida (1975), Testigos de la ciudad (1977),
Ciudad de los flacos aires (1981), De tango, de fútbol, de lunfardo (1985),
Cancionero - Levántate y canta (1985), Tanguitos para decir, milongas para
contar (1988), El tango y sus poetas (antología, 1996), Milongas, valses y
tangos de siempre (antología, 1996); Más tango, más fútbol, más lunfardo
(1997), Y voy cantando al andar (selección poética, 1998); Tangos: herencia y
desafíos (2001), Gorrión del mundo (2005)¸ El lenguaje y la poesía del fútbol
(2005) y La verdad sobre El Pan Duro-Grupo de poesía 1955/1964 (2007), entre
otros.
Fue Miembro de la
Academia Nacional del Tango y de la Academia Porteña del Lunfardo y fue jurado
en muchos concursos vinculados al tango. Disertó sobre tango en números países.
Es el autor de
numerosas letras de tangos, entre los que se destacan Esta ciudad que,
musicalizado por Osvaldo Avena fue galardonado en 1967 con el primer premio del
concurso de música ciudadana organizado por la empresa Odol. Sus tangos Un lobo
más, Responso para un hombre gris y Un mundo nuevo fueron incorporados a la
obra teatral Tres días con gerente, de Julio César Silvain, estrenada en 1966.
Otras letras de
tango destacadas son Bien de abajo, con música de Arturo Penón, estrenada y
grabada en 1967 por Osvaldo Pugliese, Tiempo de tranvías, estrenada con música
de Raúl Garello en 1979 y Viejo Tortoni, con música de Eladia Blázquez,
estrenada diciembre del mismo año en el café homenajeado en ese tango por
Osvaldo Arana. Varios son los compositores que pusieron música a sus letras:
José Dames en Nos quedamos sin hablar, Osvaldo Pugliese en Hermano, venga ese
abrazo, Luis Stazo en Al aire libre, Aquiles Roggero en A la luz de la pensión
y Osvaldo Arena en Responso para un hombre gris, Somos hoy, Oscura de piel
besada, Buenos Aires vos y yo, Quiero elegir mi vida, Para bailarlo juntos,
Canción de pobre, Aquella Reina del Plata y Piropo en milonga, entre otros.
Algunos de los
grandes artistas que interpretaron sus obras son Los Arroyeños, Carlos Barral,
Eladia Blázquez Roxana Falasca, Carmen Guzmán, César Isella, Rubén Juárez,
Julio Lacarra, José Larralde, Reinaldo Martín, Opus Cuatro, Osvaldo Piro,
Osvaldo Pugliese, Susana Rinaldi, Mercedes Sosa, Chany Suárez y Carlos Varela.
Fue galardonado,
entre otros reconocimientos, con el Premio Prensario en 1981, el Premio Konex
1985 en Música popular, el Gran Premio SADAIC en 1993, el premio del Círculo de
Poetas Lunfardos en 1998 y el Premio Konex 2005 en el rubro Música popular. La
Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires lo declaró Personalidad Destacada de
la cultura.
Recurso vinculante: Paronomasia.
Es un recurso
fónico que consiste en emplear parónimos (palabras que tienen sonidos
semejantes pero significados diferentes). Fue muy utilizado por los conceptistas
en sus burlas o sátiras. Utilizado en canciones. Aliteración, repetición.
Ejemplos:
¡
En esto
estoy y estaré siempre puesto (Garcilaso de la Vega).
¡
Entre
casado y cansado solo hay una letra de diferencia.
¡
El erizo
se irisa, se eriza, se riza de risa (Octavio Paz, "Trabajos del poeta,
V" en Libertad bajo palabra, 1949)
¡
La mujer
es para eso, paraíso, / para uso de los hombres (José María Fonollosa,
«Eldridge Street»).
¡
Mimarse no
es mirarse, ni minarse.
Obra poética
Hombre de dos mundos
En este tercer
mundo se vive en el quinto infierno.
La ciudad tiene
orillas que invaden sus arterias.
Tiene manos
tendidas suplicando mandrugos
y dormideros
turbios con cobijas de niebla.
Las vidrieras
resguardan los lujos del mercado.
Las bolsas de
residuos, la ración de los pobres.
Pero el paisaje
inerme se agobia con los parias,
que sin pudor
alguno lo pueblan y recorren.
El primer mundo
espía desde el "shopping" blindado.
Desde el confort
del "countri", desde la "caja idiota".
Espía mientras
crecen jugosos dividendos
y se agranda el
pedazo que le toca en la torta.
La libertad de
todos es el bien más preciado.
Pero al ser bien
con precio, cuesta poder usarla.
Quien más tiene más
usa, por lo tanto es más libre.
Hay un poder
privado que nos priva de mucho.
Y un no poder
cambiar estas reglas de juego.
La culpa es de esos
pobres: eternos fracasados,
que el tiempo
multiplica y fracasan de nuevo.
Yo que he venido al
mundo sin saber que había varios.
Que he tratado de
ser y crecer bajo su cielo.
Que no pienso
llevarme de este mundo más cosas
que haber pasado
limpio y terminado entero...
Pregunto: ¿si el primero
no es el mundo de todos?
¿Si el tercero es
acaso algún mal necesario?
¿No será que ya es
tiempo de emparejar los tantos?
¡Oh, señor del gran
cosmos que todo lo ordenaste!
Algo aquí no funciona
en este reino humano.
Los que tienen con
qué, se han comprado hasta el cielo.
Y a los que nada
tienen, ya ves, los condenaron.
Gorrión del mundo.
Cantos, versos y poemas, Marcelo Olivieri Editor, 2005
Un lobo más
La calle me clavó
la punta de su
cruz.
La calle me apretó
el hueco de la luz.
En suelas que
gasté.
En tanto andar
detrás.
La calle con mi
piel
y con la piel de
usted,
se puso la llovizna
y me enseñó a
morder.
Un lobo más
que tuvo que vivir.
Tibieza y pan
me puse a
perseguir.
Por pisar mal
a veces me caí.
Por no pegar
me la dieron a mí.
Un lobo más
que tuvo que
aprender
a no llorar
y a saberse vender.
Por no aflojar
de adentro me
arrugué
Por no entregar
lo poco que salvé.
La calle me enseñó
sus dientes y su
ley
y lo que quise yo
qué caro lo pagué.
(tango)
Dios y yo
A veces,
en las tremendas
tardes de Buenos Aires,
cuando el delirio y
la prisa
sacuden los grillos
que aún quedan,
en las cabezas de
los hombres;
entre la cifra y el
horario,
entre las frenadas
y los mordiscos afiebrados
que tratan de
sobrevivir en la locura,
saco unos papelitos
pequeños como alas
de libélulas,
blancos como esas
nubes
que nadie tiene
tiempo de mirar
y escribo
Trozos de poemas,
imágenes,
canciones,
sueños sin medida,
palabras para las
muchachas
que me escapan
apuradas
e indiferentes,
versos...
Porque quiero
salvarme,
salvar algún
pedazo,
dar de comer a mis
pájaros
atender a mis
grillos
Y llenar con toda
mi música
y la música que
nadie aprovecha,
mis bolsillos
cansados.
Por eso voy
silbando
y canto a media voz
en plena tarde
y sobrevivo a mi
manera.
Hasta que el
crepúsculo
desata mi alcancía
de sonidos con alma,
mueve mis ramas
hace flamear mis
pájaros ocultos.
Y mis papelitos se
sueltan
como mariposas,
como hojas del
otoño,
como la pelusa
celeste del cielo que se fuga
y se reparten en el
aire de mi ciudad,
montan su viento
y me reparten
desde la luz
agazapada de mis mejores gestos,
salvándome,
salvándome...
Porque siempre
vuelvo a
encontrarme con ellos
otra vez
en la tarde
siguiente.
en medio del
estruendo
en pleno forcejeo
cuando solamente
Dios y yo
sabemos
por qué es
necesario ganar la eternidad,
sobrevivir..
Dios y yo.
Ustedes, los
árboles, los pájaros,
los grillos las
muchachas, las lluvias,
mis papelitos
y yo.
¿Se dan cuenta?
La ciudad invadida
Cuidado
Baja el sol con los
dientes apretados.
La vías lo
prolongan hasta el miedo.
Cuidado que se
afila la rabia.
Cuidado que no
duerme el fogonero.
Sube el humo sus
lentas golondrinas
y el fuego
agazapado queda suelto.
Anda un viento de
rostro amotinado.
Cuidado con el
viento.
Cabecean un sueño
los soldados
allí donde madruga
el señalero.
La noche pesa mucho últimamente
Cuidado con el
sueño.
Hoy no ha traído
Pedro el ferroviario
la canción que me
silba su regreso.
Cuidado con los
pobres que no cantan
que Pedro está
cantando para adentro.
Hay un temblor
extraño en las calles
y un silencio
distinto que está ardiento.
Anda juntando fe
para la gente.
Cuidado este
silencio.
Cuando marchemos
todos bien del brazo.
Cuidado si es que
son los brazos nuestros.
Cuidado con el
miedo de los mansos
Cuidado con el pan
del panadero
Luz de todos. ediciones
La Rosa Blindada, 1962.
Esta ciudad
Ciudad,
que se me va de las
manos.
A mí
que la amasé en luz
y barro.
Ciudad,
abeja de hollín
porfiado.
Neón,
sobre el desvelo
clavado.
Jaulón,
de bache, pared y
asfalto.
La grúa sobre la
pena
y una garúa de
antenas
desplumándome el
gorrión.
Me la mojaron raras
olas de otra playa.
Entró a orejear un
caracol a transistores.
Y hasta el amor, el
pan y la baraja
se los trampearon
con mentiras de colores.
Y yo tras ella
manoteando entre las llagas,
buscándola en las
madrugadas fabriqueras,
en el amor, en la
amistad que no se paga,
en esa bronca que
nos une con cualquiera.
Y así,
hasta entender su
locura,
yo perseguí su
ternura
y con la luz que me
dura
le hice esta mueca
de amor.
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Bien de abajo
Yo soy bien de abajo
y anduve a los tumbos
cuerpeando la mala
y al fin le gané.
Me pesó en el lomo
conservar el rumbo.
Me costó mis
golpes, pero no aflojé.
Peleé por la luz
que quisieron robarme
y si perdí cosas,
salvé lo mejor.
Hoy tengo el
orgullo de no doblegarme.
De saber que nadie
me vende un buzón.
Por eso mi tango
nació retobado.
Porque me he
cansado de ver aguantar.
Cuando creo en
alguien, me pongo a su lado.
Y si estoy jugado
no me vuelvo atrás.
Y si es que mi vida
la vivo a los
saltos,
tengo tanto
asfalto,
que caigo
"parao".
Soy sangre rebelde,
muchacho de abajo.
Yo creo en mis
brazos, en lo que ellos dan.
Y del lado
izquierdo me caigo a pedazos,
cuando unos ojazos
me miran de más.
Mi barrio y mi
gente escuchan mi credo
que a los
barquinazos aprendí a cantar.
Como un canto
arisco, donde el sol que muerdo
calienta mis labios
para protestar.
De Buenos Aires morena
Viento que viene
del Sur,
fue su ardor de
muchacha.
Polen moreno en su
piel
y en su voz, la
fragancia.
Trajo el aroma
feliz
de la flor de su
patio.
Ganas de darse y
vivir
desvelaban sus
manos.
Sé que el poeta la
amó
y la puso en su
canto.
Y que su canto
lloró
cuando la vio
partir.
De Buenos Aires
morena...
ojos de llama y
milagro.
Fraguas de besos
que entregan
sus labios
quemando...
Cuando regresa
hacia el Sur,
ni los besos le
alcanzan.
Relampaguea de amor
y el adiós la
desangra.
Hay que robarla del
Sur
y a la vida
llevarla.
Darle a la noche la
luz
de su risa robada.
Sé que el poeta
tembló
cuando pudo
encontrarla.
Ella a sus brazos
volvió
por caminos del
Sur.
De Buenos Aires
morena...
Hay que robarla
cantando.
Pájaros ebrios y
estrellas
la vienen llamando.
Y las cigarras del
viento
le cuelgan su
canto.
Viejo Tortoni
Se me hace que el
palco llovizna recuerdos,
que allá en la
Avenida se asoman, tal vez,
bohemios de antaño
y que están volviendo
aquellos baluartes
del viejo Café.
Tortoni de ahora,
te habita aquel tiempo.
Historia que vive
en tu muda pared.
Y un eco cercano de
voces que fueron
se acoda en las
mesas, cordial habitué.
Viejo Tortoni.
Refugio fiel
de la amistad junto
al pocillo de café.
En este sótano de
hoy, la magia sigue igual
y un duende nos
recibe en el umbral.
Viejo Tortoni. En
tu color
están Quinquela y
el poema de Tuñón.
Y el tango aquel de
Filiberto,
como vos, no ha
muerto,
vive sin decir
adiós.
Se me hace que
escucho la voz de Carlitos,
desde esta
"Bodega" que vuelve a vivir.
Que están Baldomero
y aquel infinito
fervor de la
"Peña", llegando hasta aquí.
Tortoni de ahora,
tan joven y antiguo,
con algo de templo,
de posta y de Bar.
Azul, recalada, si
el fuego es el mismo,
¿quién dijo que
acaso no sirve soñar?
Tiempo de tranvías
Tiempo de tranvías
tropezando el empedrado.
Patios que se abren
a la luna y al parral.
Mágicos zaguanes
con temblor de besos largos.
Penas de ginebra
que tanguean en el bar.
Vuelven esos ecos
de las mesas de escolaso.
Noches con la barra
en la esquina fraternal.
Sábado y milonga
que promete el club del barrio
y el domingo, lleno
de ese fútbol sin igual.
Tiempo de tranvías,
que allá se
desbarrancaron.
De los carnavales
que fueron de otra
ciudad.
Te vieron mis ojos
pibes
encendidos y
asombrados.
Te canta mi tango
nuevo,
con ganas de
recordar.
Tiempo lindo de
tranvías,
que fueron de otra
ciudad...
Fueye de Pichuco
cuando el gordo era muchacho.
El violín de Gobbi
y la orquesta de Caló.
Barras milongueras
de Pugliese en cada barrio.
Tangos del 40 que
canté con otra voz.
Era mi Corrientes
colmenar de tango vivo.
Era cada ochava la
promesa de un cantor.
Tiempo de tranvías,
de las calles con silbidos.
Sé que ya el olvido
no podrá jamás con vos.
Tiempo lindo de
tranvías,
que fueron de otra
ciudad...
Ejercicio
ResponderBorrar17-Sep15
Héctor Negro
Paronomasia
Yo era el tango
Yo era el tango
Te acordás hermano?
yo era pueblo
yo era nostalgia, deseo, ironía ciudadana
yo era barrio, subsuelo, misterio
yo era la vieja, el café, el zaguán,
yo estaba prohibido
yo era Gardel.
Mis letras lloraban, gritaban, reían
Los garcas me despreciaban
por berreta, lujurioso, protestón.
Quién me mató?
Los Beatles?
Piazzolla?
Steve Jobs?
O será ese pueblo
que pelechó
y me tiró al tacho.
Ahora soy una pieza de museo,
Una pieza cara de museo.
Caro como los vinos que se burlan de la gilada.
Ahora soy exótico, exclusivo, extasiante
Todo ex.
Los yonis vienen y pagan 1000 mangos para escucharme
Como las pastoras doradas, el tilingaje
que antes me despreciaba
baila algo que creen que es milonga.
Qué gil que fui…
yo, que fui el capo de la nostalgia
del pasado añorado que fue mejor
voy a terminar enterrado debajo del estaño,
la fórmica y la fibra de carbono.
Eso sí: Iluminado con LEDs,
a todo color.