jueves, 2 de julio de 2015

Clase N° 39 - jueves 25 de junio 2015


Marosa Di Giorgio y la poética del asombro vital

Es tan poderosa la poética de Marosa Di Giorgio que no deja de sorprendernos. A tal punto que, a la manera de los grandes –borgeano, nerudiano, cortazariano–, hemos creado para su poética el adjetivo marosiano.

Aunque en el taller de poesía, llegamos de hablar de “influencia marososa”. 

Sin duda es una gran poética del asombro. Es la Alicia en el país de las maravillas de América del Sur, del Río de la Plata, y sin necesidad de tener a un Lewis Carroll. Así de potente es su voz poética, que hoy celebramos.




En su obra, un canto a la naturaleza y a sus mutaciones, la mitología es una constante. 

Es una de las voces poéticas más singulares de Latinoamérica. En sus recitales poéticos -muchos de ellos reproducidos en casetes y otros formatos (abajo, un link)- demostraba una capacidad interpretativa muy particular, única, en la que se entremezclaban emociones como el miedo, la sorpresa, el desasosiego y el deseo, siempre con una voz trémula y delicada.

Hoy veremos la obra de la poeta Marosa Di Giorgio Medici (Salto, 16 de junio de 1932 - Montevideo, 17 de agosto de 2004), poeta y escritora uruguaya.
Descendiente de inmigrantes italianos (divertida, decía que descendía de los excéntricos Medici) y vascos que fundaron quintas en zonas rurales del Uruguay, sus padres fueron Giorgio y Clementina Medici. Marosa di Giorgio comenzó a publicar en los años ´50. En los dos tomos de Los papeles salvajes (1989 y 1991) recopiló sus poemas publicados hasta entonces.


El extenso Diamelas a Clementina Médici (2000) estuvo inspirado en la muerte de su madre. Sus textos narrativos eróticos son: Misales (1993), Camino de las pedrerías (1997), y Reina Amelia (1999). Su obra, que recibió numerosos premios, ha sido traducida al inglés, francés, portugués e italiano.

Antes de emprender la particularidad de su perturbador universo, es necesario hacer referencia a la “rareza” de su figura literaria, a la articulación de una imagen insólita que ofrece, sin duda, una puerta de lectura secreta a sus textos. En este sentido, aunque ya Rubén Darío dejara constancia en Los raros (1896) de que la experiencia se “crea” a partir del poema y nunca a la inversa, es evidente que, desde el Romanticismo, la actitud controvertida, la personalidad atrayente y la pose completan e iluminan la obra y han seguido siendo utilizadas por los artistas como una marca de distinción frente a una sociedad cada vez más homogeneizadora.

Como recurso, veremos la madre de todos ellos, absolutamente aplicable a Marosa Di Giorgio: hablaremos de la subversión del código. Y luego veremos algo de su poesía. Además, añadiremos links para que puedan escucharla decir su poesía. 

Hoy hablaremos acerca del código estético. En griego, estético significa sensible, lo que se aprende a través de los sentidos. Los bebés aprenden a hablar por mímesis. La memoria es la mejor herramienta para aprender. El lenguaje es el primer código que aprendemos, nos contiene y nos impone la forma de pensar, el proceso de cognición, proceso de codificación y decodificación de lo que se escucha.


Tres tipos de materiales que se adquieren a través de los sentidos:
·                   Materiales visuales
·                   Materiales auditivos
·                   Materiales mentales

Los materiales mentales son los que alimentan nuestro hambre literario, en todas sus variantes.

Estos tres materiales devienen en un código nuevo, el código estético.

Decodificamos con la ayuda de nuestra competencia cultural. Esa competencia cultural, que siempre es personal y única, es nuestra, tiene dos formas de aprender: identificación con la metáfora del otro y el rechazo o extrañamiento por esa subversión del código.

Lo que hace Marosa Di Giorgio, poeta posmoderna, es violar el código normal para dar lugar a un particular código estético, que jamás nos deja indiferentes. Dueña de una poética del asombro, es perversamente ingenua, muy erótica.

Su escritura parece por momentos un discurso excéntrico, incoherente, pero tiene una capacidad de transportar al lector, y desde ya muchísimo más al oyente a través de su prosa poética.

Rompe el código con un onirismo absoluto, a la que ella además le presta su voz, su cuerpo. Diríamos que es una cinta transportadora poética.

Leeremos – y escucharemos – algunos de sus poemas

A veces, en el trecho de huerta que va desde el hogar...

A veces, en el trecho de huerta que va desde el hogar
a la alcoba, se me aparecían los ángeles.
Alguno, quedaba allí de pie, en el aire, como un gallo
blanco -oh, su alarido-, como una llamarada de azucenas
blancas como la nieve o color rosa.
A veces, por los senderos de la huerta, algún ángel me
seguía casi rozándome; su sonrisa y su traje, cotidianos;
se parecía a algún pariente, a algún vecino (pero, aquel
plumaje gris, siniestro, cayéndole por la espalda
hasta los suelos...). Otros eran como mariposas negras
pintadas a la lámpara, a los techos, hasta que un día
se daban vuelta y les ardía el envés del ala, el pelo,
un número increíble.
Otros eran diminutos como moscas y violetas e iban
todo el día de aquí para allá y ésos no nos infundían miedo,
hasta les dejábamos un vasito de miel en el altar.

De "Historial de las violetas" 1965


A veces los caballos se reúnen

A veces, los caballos se reúnen allá. Las lechuzas con sus sobretodos oscuros, sus lentes muy fuertes, sus campanillas extrañas convocan a los hongos blancos como hueso, como huevos. A veces tenemos hambre y no hay un animalillo que degollar.
Entonces vamos por la escalera hacia el desván a buscar las viejas piñas, los racimos de tablas con sus uvas duras y oscuras, las viejas almendras. Al partirlas salta la vicheja, lisa, suave, anacarada, rosa o azul.
Si es de color oro la arrojamos al aire y ella se pone a girar envuelta en un anillo de fuego como un planeta.
A veces, ni tengo hambre. La luna está fija con sus plumas veteadas. Cantan los caballos...


Al asomarme, vi las antonias azules...

Al asomarme, vi las antonias azules. Sobre los pétalos de seda celeste brillaban las pecas violetas parecían arder y girar como si fueran almas o planetas.

A veces daban un pequeño maullido, se oía bramar a los dibujos azules… así que habían nacido la noche anterior de súbito y un poco antes de tiempo. A su lado, las otras flores no podían subsistir. Ya habían caído los azahares, la marcela, las rosas desenroscadas. Fui a esconderme, a encerrarme, a acostarme. Pensé en mamá en un lejano país, que no me había alertado lo suficiente. Tenía un miedo espantoso, como si un muerto anduviera libre y sin embargo… eran tan hermosas. Me atreví a espiarlas a través de una cortinilla. Les vi las caras redondas y los cálices estrellados. Después, todas las cosas parecieron cambiar de lugar. Torné a mi comarca, pero las antonias azules prosiguen su terrible proceso en el pasado y en lo que vendrá.

De: Papeles salvajes

 “Al mediodía las ásperas magnolias...

Al mediodía, las ásperas magnolias y las peras, los topacios con patas y con alas; azucenones, claros, rojos, semiabiertos; la casa de siempre, el patio familiar, parecían el paraíso, por el brillo de las ramas, los racimos, las estrellas en las hojas, cuyas figuras de cinco picos se reflejaban por los suelos. Y el bebé con sus plumas. No se sabía si era niño o era niña.
El bebé entre las cremas.
Blanco, celeste, color rosa.
Si era mujer o era hombre.
El bebé entre sus tules, sus claras y sus yemas, las "coronas de novia".
El deseo estuvo, allí, servido.
Era eso, exactamente.
Tocaron las campanas a rebato.
Cuando el asesinato, la violación del bebé; la devoración, la consunción.
Sonaron las campanas a rebato, cuando la visitación al bebé, y todo lo demás.
Las frutas desaparecieron. La casa quedó gris, chiquitita. Como antes, más que antes.
Pasó un minuto.
No sé si pasó un día, pasaron años.
Y Dios perdonó.
Se sintió el rumor de sus alas bajando por las uvas.
Dios quemó el pecado.
Lo borró.
Lo quemó.
Lo dejó blanco, como nieve, como espuma.


Había nacido con zapatos. Rojos, finos, de taco alto...

Había nacido con zapatos. Rojos, finos, de taco alto,
que fueron la desesperación de todos los que vivimos juntos
en aquel tiempo.
Y en la cara tenía varias dentaduras, y lentes celestes como
el fuego.
Al pasar, por la tarde, parecía el ángel de la devoración con
pie punzó.
Mas, en realidad, amó la luz solar. Comía guindas, llevándose
una a cada boca.
Y sentía temor y amor hacia el Maestro Tigre que llegaba
en la noche a buscar doncellas.
Y nunca la eligió.

De "La liebre de marzo" 1981


La naturaleza de los sueños

Al alba bebía la leche, minuciosamente, bajo la mirada vigilante de mi madre; pero, luego, ella apartaba un poco,
volvía a hilar la miel, a bordar a bordar, y yo huía hacia la inmensa pradera, verde y gris.
A lo lejos, pasaban las gacelas con sus caras de flor; parecían lirios con pies, algodoneros con alas. Pero, yo sólo miraba
a las piedras, a los altos ídolos, que miraban a arriba, a un destino aciago.
Y, qué podía hacer; tenderme allí, que mi madre no viese, que me pasara, otra vez, aquello horrible y raro.

De "Los papeles salvajes" 1991


Los hongos nacen en silencio; algunos nacen en silencio...

Los hongos nacen en silencio; algunos nacen en silencio;
otros, con un breve alarido, un leve trueno. Unos son
blancos, otros rosados, ése es gris y parece una paloma,
la estatua de una paloma; otros son dorados o morados.
Cada uno trae -yeso es lo terrible-- la inicial del muerto
de donde procede. Yo no me atrevo a devorarlos; esa carne
levísima es pariente nuestra.
Pero, aparece en la tarde el comprador de hongos y
empieza la siega. Mi madre da permiso. El elige como un
águila. Ese blanco como el azúcar, uno rosado, uno gris.
Mamá no se da cuenta de que vende a su raza.

De "Los papeles salvajes" 1971

Los leones rondaban la casa...

Los leones rondaban la casa.
Los leones siempre rondaron.
Siempre se dijo que los leones rondaron siempre.
Parecían salir de los paraísos y el rosal.
Los leones eran sucios y dorados.
Ellos eran muy bellos.
Los ojos como perlas. Y un broche brillante en el pecho
entre aquel pelo áureo.
Los leones entraron a la casa.
Corrimos a esconder los floreros de sal, de azúcar, el cometa
 Halley, las queridísimas sábanas nevadas, la
 colección
estampillas. Y a traer los sudarios.
Los leones eran al mismo tiempo, presentes e invisibles, al
mismo tiempo, visibles e invisibles.
Se oía el rumor de la leche que robaban, el clamor de la miel
y la carne que cortaban.
Llevaron hacia afuera a la abuela oscura, la que tenía una
guía de rositas alrededor del corazón.
Y la comieron fríamente. Como en un simulacro.
Y -como si hubiese sido un simulacro!- ella tornó a la
casa y dijo: -Los leones rondaron siempre. Están delante
de los paraísos y el rosal. Dijo: -Los leones están acá.

De "Mesa de esmeralda" 1985


Poema X

Este melón es una rosa,
este perfuma como una rosa,
adentro debe tener un ángel
con el corazón y la cintura siempre en llamas.
Este es un santo,
vuelve de oro y de perfume
todo lo que toca;
posee todas las virtudes, ningún defecto,
Yo le rezo,
después lo voy a festejar en un poema.
ahora, sólo digo lo que él es:
un relámpago,
un perfume,
el hijo varón de las rosas.

De "Magnolia" 1965

Anoche volvió otra vez La Sombra...

Anoche, volvió, otra vez, La Sombra; aunque ya habían pasado
cien años, bien la reconocimos. Pasó el jardín violetas,
el dormitorio, la cocina; rodeó las dulceras, los platos blancos
como huesos, las dulceras con olor a rosa.
Tomó al dormitorio, interrumpió el amor, los abrazos; los que
que estaban despiertos, quedaron con los ojos fijos; soñaban,
igual la vieron.
El espejo donde se miró o no se miró, cayó trizado. Parecía
que quería matar a alguno. Pero, salió al jardín. Giraba, cavaba,
en el mismo sitio, como si debajo estuviese enterrado un muerto.
La pobre vaca, que pastaba cerca de la violetas, se enloqueció,
gemía como una mujer o como un lobo. Pero, La Sombra se fue volando,
se fue hacia el sur. Volverá dentro de un siglo.

De "Los papeles salvajes" 1971


Árbol de magnolias...

Árbol de magnolias,
te conocí el día primero de mi infancia,
a lo lejos te confundes con la abuela, de cerca, eres el aparador
de donde ella sacaba el almíbar y las tazas.
De ti bajaron los ladrones;
Melchor, Gaspar y Baltasar;
de ti bajaban los pastores y los gatos;
los pastores, enamorados como gatos,
los gatos, serios como hombres, con sus bigotes y sus ojos de enamorados
Esclava negra sosteniendo criaturitas, inmóviles, nacaradas.
Virgen María de velo negro,
de velo blanco, allá en el patio.
Eres la abuela, eres mamá, eres Marosa, todo eres, con tu
eterna
juventud, tu vejez eterna,
niña de Comunión, niña de novia,
niña de muerte.
De ti sacaban las estrellas como tazas,
las tazas como estrellas.
Estuvo oculto en tus ramos el Libro del Destino.
Te has quedado lejos, te has ido lejos.
Pero, voy retrocediendo hacia ti,
voy avanzando hacia ti.
Te veré en el cielo.
No puede ser la eternidad sin ti.

De "Los papeles salvajes" 1991


Bajó una mariposa a un lugar oscuro...

Bajó una mariposa a un lugar oscuro; al parecer, de
hermosos colores; no se distinguía bien. La niña más chica
creyó que era una muñeca rarísima y la pidió; los otros
niños dijeron: -Bajo las alas hay un hombre.
Yo dije: -Sí, su cuerpo parece un hombrecito.
Pero, ellos aclararon que era un hombre de tamaño natural.
Me arrodillé y vi. Era verdad lo que decían los niños. ¿Cómo
cabía un hombre de tamaño normal bajo las alitas?
Llamamos a un vecino. Trajo una pinza. Sacó las alas. Y un
hombre alto se irguió y se marchó.
Y esto que parece casi increíble, luego fue pintado
prodigiosamente en una caja.

De "La liebre de marzo" 1981


De súbito, estalló la guerra. No sabía si era de día o de noche.

 Nunca estuvo nada tan oscuro ni tan claro.

 Hay un ruido tremendo en el horizonte y sube una estrella de diez pisos y se estrella.

 Y vienen los guerreros a caballo o en cometa. Las cometas son rojas, amarillas y rosadas. Son rosadas o rayadas. En forma de lechuga y mariposa. Algunas no traen pasajero; pero igual, se apean, pavorosamente.

 No sabemos qué hacer, y sacamos las trenzas falsas, los vestidos con lentejuelas y brillantes, de las guerras.

 Los guerreros van por todas partes, giran en torno de la casa; con un hacha trozan las sandías. De cada una salta un chorro de rubíes y corales; cruzan el almácigo de calas; cada uno saca una y la usa cual teléfono; da órdenes que van lejos.

 El abuelo vive, inmóvil, dicta leyes de otras guerras; pero, mi padre nada puede.

 Los gallos, tremolantes, tiritantes, vuelan al revés, con la espalda para el suelo.

 Y, al fin, todo pasa. Caballos al galope, raudos, se van rumbo al norte y rumbo al sur.

 Sólo queda un aire de violines de la guerra.

 Mamá, más allá, prepara té y leche.

 La esperamos. En puntas de pie. Con los guerreros vestidos irisados.


Al tornar del colegio...

Al tornar del colegio, los otros niños jugaban en el patio; mamá preparó el té. Comencé a quitarme el delantal. Enseguida, volvieron las plumas. Mi rostro quedó absolutamente de perfil, se arqueó la nariz; crucé la ventana, volé al aire azul, batiendo las alas, blancas, pardas, grises, entreabiertas. Bellísima, impresionante. El cuerpo era pequeño; parecía sólo una cabeza. Con desesperación recordé el lugar, el caminillo, el escondrijo. Llegué en un minuto; de un aletazo barrí el piso, la entrada, pulí los huevos, conté mis pollos; con miedo horrible de que no fuera alcanzarme el tiempo salí a buscar presas, maté ratones de un picotazo en el oído; los distribuí; a cada uno, uno. Torné de prisa, al aire azul. Pasó La Muerte, tan delgada, con el vestido largo, blanco, de organdí. Entonces, di el grito petrificante que alertó a todo el valle. Y en el mismo momento estuve, otra vez, de pie, en la otra casa. Mi madre recogía el delantal, servía el té, decía: “Gritó la lechuza”.

No te pierdas el escucharla, es una experiencia impactante. Aquí el link, con muchos de los poemas que aquí están también por escrito:



Suban por favor sus poemas al blog. ¡Esos, sí, los marososos!!!




2 comentarios:

  1. Ejercicio
    25-jun-15
    Marosa de Giorgio

    Hogares

    De la calle de las maestras y los colectivos
    dejamos todo acodado en esa escalera de caracol.
    Sí, esa que rodaba del torreón al avaro sótano
    pasando por la cuna impropia
    y por la pieza del loco que cría niños torpes.

    De la mano ahuecamos futuros
    que ya habíamos soñado en otras tardes
    y otros desmanes yermos
    de terrazas de chapa, de audacia ingenua
    y estrépitos secretos.

    Encantadoras parcas danzan desnudas
    golpeando con sus rodillas
    ese piso de roble de Eslavonia
    que domesticamos absortos
    en cansadas tardes de hastío.

    Bajo el retorcido riel de cortina,
    Armstrong y Aldrin apoyan sus escafandras
    sobre la invisible barrera que los separa
    de esa mujer manca, pálida y ausente
    y de ese par de chicos que alegremente
    los ignoramos.

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  2. BANQUETE MAROSOSO.

    Ayer u otro día del porvenir fui invitado
    La cena contaba con escenas lúdicas
    Pasaban platos calientes y fríos de mejillones al verdeo
    Arándanos y membrillos
    Comí dos plastos de muslos
    pelados a la cera
    dos ángeles revoloteaban como mariposa
    multicolor
    pelábamos las ramas del paraíso
    para atraparlas en nuestra infancia
    allá en el barrio chino
    de punta en blanco charco de por medio
    entones el regreso a casa estaba el amenazante golpe a las
    travesuras .
    las doncellas recién venidas de las islas Vírgenes
    sacudían su piel de Cordero que no quita los pecados
    bailaban su cumpleaños



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