Esta clase está dedicada a la memoria de Gustavo Cerati, poeta y músico genial, quien finalmente hoy levantó vuelo luego de pasar 4 años en coma. Y la mejor forma de
recordarlo es en su plenitud, lleno de vida, como se lo ve en
este videoclip desprolijo, íntimo, casi de entrecasa, en el que cuenta que él y su mujer están esperando a su primer hijo:
La semana que viene nos visitará María Rosa Lojo, una de
las más importantes escritoras argentinas contemporáneas, que además es
investigadora del Conicet. Ella “descubrió” para la literatura a Eduarda
Mansilla, hermana de Lucio V. Mansilla.
Ella acaba de publicar Todos éramos hijos, una novela
casi autobiográfica, ambientada en los ´70, sobre un grupo de estudiantes
secundarios de un colegio católico, que abrazan la teología de la liberación,
con todo lo que ello conllevó.
Pero el tema de su disertación versará sobre Olga Orozco,
una poeta argentina muy original, donde lo emergente de ella es el surrealismo.
Olga Orozco
Biografía
Hija de Carmelo Gugliotta, siciliano de Capo d' Orlando, y
de la argentina Cecilia Orozco. Pasó sus primeros años entre Toay (La Pampa),
patria chica de su madre, y Buenos Aires. En 1928, la familia se mudó a Bahía
Blanca y ocho años más tarde a Buenos Aires. Se graduó como maestra, profesión
que nunca ejerció, y más tarde se licenció en la facultad de Filosofía y
Letras. Desde muy joven fue una de las integrantes del grupo literario surrealista
Tercera Vanguardia, al cual pertenecían a su vez, entre otros, Oliverio Girondo
y Ulises Mezzera. En Letras conoció a Alejandra Pizarnik
Trabajó en periodismo empleando varios seudónimos y
dirigió, también, algunas publicaciones literarias. Así, colaboró en la revista
Canto que dirigía su primer esposo, el poeta Miguel Angel Gómez y reunía a la
llamada Generación del 40. Por esa época hacía comentarios sobre teatro clásico
español y argentino en Radio Municipal; fue actriz teatral (personaje Mónica Videla
1947-1954) y trabajó en Radio Splendid en la compañía de Nidia Reynal y Héctor
Coire. En los años sesenta fue redactora en la revista Claudia y organizó el
horóscopo del diario Clarín durante los años 1968 y 1974.
Formó parte de la generación «Tercera Vanguardia de marcada
tendencia surrealista, y basó su producción poética en la influencia que en
ella ejercieran San Juan de la Cruz, Rimbaud, Nerval, Baudelaire, Milosz y
Rilke (seis poetas sagrados e idolatrados por este grupo surrealista
argentino). Lo más importante de su producción se encuentra en los poemarios,
de alguna manera prolongados en un libro de prosas poéticas narrativas: La
oscuridad es otro sol (1967).
Su gran amor fue el arquitecto Valerio Peluffo, con quien
se casó en 1965. Después de la muerte de Peluffo, acaecida en 1990, le dedicó
el poema En la brisa, un momento, que contiene los siguientes versos:
Ah, si pudiera encontrar en las paredes blancas de la hora
más cruel / esa larga fisura por donde te fuiste, / ese tajo que atravesó el
pasado y cortó el porvenir, / acaso nos veríamos más desnudos que nunca, como
después de nunca, / como después del paraíso que perdimos, / y hasta quizás
podríamos nombrarnos con los últimos nombres, / esos que solamente Dios conoce,
/ y descubrir los pliegues ignorados de nuestra propia historia / cubriendo las
respuestas que callamos, / incrustadas tal vez como piedras preciosas en el
fondo del alma.
Falleció de un paro cardíaco a los 79 años en el sanatorio
Anchorena, Buenos Aires, en 1999.
Obra
Desde lejos (1946)
Las muertes (1952)
Los juegos peligrosos (1962)
La oscuridad es otro sol (1967)
Museo salvaje (1974)
Veintinueve poemas (1975)
Cantos a Berenice (1977)
Mutaciones de la realidad (1979)
La noche a la deriva (1984)
Páginas de Olga Orozco (1984) (Antología con prólogo de
Cristina Piña)
En el revés del cielo (1987)
Con esta boca en este mundo (1994)
También la luz es un abismo (1995)
Relámpagos de lo invisible (1998) (Antología)
Eclipses y fulgores (1998) (Antología)
Últimos poemas (2009)
El jardín posible (2009) (Antología con prólogo de Marisa
Negri)
Poesía Completa (2012) (Adriana Hidalgo Editora)
Sobre sus ocho seudónimos:
Habíamos comentado que Olga Orozco utilizó numerosos
seudónimos a lo largo de su carrera, que le permitieron escribir sobre temas
tan disímiles como horóscopos, consultorios sentimentales, además de su trabajo
periodístico. A continuación, presentamos un artículo publicado por Jorge
Boccanera, en ocasión de la salida del libro “Yo, Claudia” de Marisa Negri
donde se exploran esas diferentes facetas de su personalidad y su obra y una
inquietante “profecía” de ribetes siniestros:
La poeta “vidente” Olga Orozco firmó como “Jorge Videla”
La poeta argentina Olga Orozco (1920-1999), con una obra
relevante en la que ocupan lugares primordiales máscaras y desdoblamientos,
utilizó ocho seudónimos para firmar sus notas misceláneas publicadas en los
años 60 en la revista Claudia.
Por Jorge Boccanera
De reciente aparición el libro “Yo, Claudia” a cargo de
Marisa Negri, publicado por Ediciones en Danza con una selección de notas de
Orozco, permiten al lector adentrarse en una prosa fluida en sus distintos
abordajes: el retrato de personajes, la crítica literaria, el ensayo breve e
inclusive el correo sentimental.
Ese trabajo —Orozco colaboró también en otros medios— se
inscribe en un hacer “periodístico” que está en verdad más cerca del relato que
del dato informativo y la nota de actualidad; esa narrativa fantástica acuñada
en sus libros de cuentos: La oscuridad es otro sol y También la luz es un
abismo.
Con la salida de Yo, Claudia, es posible analizar notas
publicadas en la revista Claudia entre 1965 y 1974, como también observar el
contexto en que fueron escritas, y ver cómo resuenan esos trabajos en
consonancia con su obra poética y narrativa.
Un detalle imposible de pasar por alto es que entre los
seudónimos elegidos por la poeta —”Elena Prado”, “Valentine Charpentier”,
“Valeria Guzmán”, “Richard Reiner”, “Carlota Ezcurra”, “Sergio Medina” y
“Martín Yáñez”— resalta el de “Jorge Videla”, por las connotaciones políticas
que iba a tener este nombre diez años más tarde en el marco de la dictadura
argentina.
Hay que recordar que ya entre 1947 y 1954, Orozco había
trabajado como actriz en radio Splendid, bajo el nombre de “Mónica Videla”.
En una entrevista de fines de los 90, Orozco sostuvo:
“Entre otras cosas hice horóscopos para Clarín como «Canopus», el nombre de una
estrella (…) En la revista Claudia tuve ocho o nueve seudónimos (…)
Uno de los elegidos al azar, hoy me conmociona, ya que
firmaba los artículos científicos como Jorge Videla”.
En la misma entrevista cuenta haber sido una niña solitaria
con “videncia”, “vislumbres”: “adivinaba muchas cosas”.
Sin pretender instalar asociaciones forzadas respecto a la
elección de aquel seudónimo y esa supuesta capacidad premonitoria (subrayada
tanto en su vida como en obra poética) hay un dato en Yo, Claudia que llama
poderosamente la atención: Una de sus notas firmada como “Jorge Videla” durante
1967 en las páginas de la revista Claudia, se titula “Rapto” y entre sus
primeras líneas figura ésta: “Ha desaparecido nuestra hija”.
Si bien se ubica lejos del devenir político (la nota está
dirigida a raptos de jóvenes mediante engaños o violencia con fines
delincuenciales y sexuales) resulta imposible no relacionarla con los
secuestros, moneda corriente en la última dictadura; además habla de N.N, de
robo y apoderamientos de niños.
Al calor de lo dicho, se resignifica una línea de un
poema perteneciente a su
primer libro, Desde lejos(1946), en la que la voz que en su obra alude en forma
reiterada a un juego de presencias-ausencias: “la niña del espanto que escucha,
como antaño junto al muro derruido,/ las lentas voces de los desaparecidos”.
Este análisis no tiene la pretensión de ubicar esos textos
dentro de una intencionalidad política —aunque sí podría hablarse de la hondura
humana de Orozco—, sí resaltar ese tipo de ¿coincidencias? que resuenan en una
poesía signada por el presentimiento, tema que asoma en otras notas de Yo,
Claudia bajo los títulos de: “Videncia, un viaje al misterio” y “El futuro a
través del pasado”, entre otras.
Destacan entre los textos rescatados por Negri: “Otras
caras de Gardel” (con conocimiento del personaje y del tema del tango); “El
caso Marilyn” (donde indaga más allá de imagen frívola de la estrella para
culminar con una línea: “murió en un solo, inmenso naufragio”), y un resumen
biográfico de Madame Curie.
El lenguaje “periodístico” de Orozco es una prosa rica en
imágenes y un montaje que dinamiza el texto en base al modo de plantear
interrogantes (incorporando al lector), y apelar a traspasos de voz en los que
participan protagonistas y la propia Marilyn, recreada en un monólogo de Orozco.
Asimismo sobresalen notas dedicadas al Existencialismo y a
Jorge Luis Borges; a quien define en unos pocos conceptos: laberintos mentales,
conjeturas, vidas simbólicas, bifurcaciones de tiempos y de destinos, ajedreces
y espejos infinitos.
Respecto a las reseñas bibliográficas sobre libros de Juan
Filloy, Jack Kerouac, Macedonio Fernández y Griselda Gambaro, revelan una mirada crítica, informada
y nada condescendiente.
No hay dudas de que Yo, Claudia aporta un material
poco conocido de una de las
poetas más destacadas de Argentina, desdoblada en narradora, traductora y
dramaturga.
Aunque la brevísima introducción (Marisa Negri figura a
cargo del prólogo y la investigación), deja de lado aspectos relevantes como
los matices entre las voces encarnadas por los seudónimos; la relación entre
esta prosa y los libros de ficción y el marco cronológico de su labor en
Claudia, un tiempo por demás convulso en la vida argentina.
Y sobre todo deja de lado la marca de género de los textos
de Orozco, difundidos en una publicación “femenina” que llegó a un tiraje de
180 mil ejemplares y que con un lenguaje innovador, reflejó un estilo de vida
de la mujer moderna en el marco de las transformaciones culturales de los años
60.
Fuente Telam
Sobre su obra poética
Olga Orozco pertenecía a la generación de los ´40, que
adopta al surrealismo que viene de Francia, cuna de la cultura y de la
vanguardia de la época. Ésta es una poesía repentista. Hay tres excelentes
poetas argentinos, casi olvidados, Alberto Girri, Enrique Molina (mucho más
abordable que Girri, que es más hermético) y Olga Orozco.
El surrealismo tiene que ver con el inconsciente, que
“surgía” de la mano de Sigmund Freud. Se trabaja la escritura automática, que
tiene que ver con la poesía.
El fluir de la conciencia tiene que ver con la prosa. No es
algo fácil, pues en realidad es una construcción que imita el fluir de la
conciencia. El primero que experimenta este recurso es James Joyce, en su Ulises. El narrador omnisciente
va guiando al lector por el hilo de su pensamiento. Es una manera de
orientarlo… desorientándolo, sorprendiéndolo. Otro ejemplo donde podemos
encontrar el recurso del fluir de la conciencia es la novela El guardián entre el centeno,
de J. D. Salinger.
Volviendo a Olga Orozco, se caracteriza por una
inteligencia sutil que le permite una extraordinaria capacidad para recurrir a
los tropos —una característica suya es el uso frecuente y logrado que hace del
oxímoron—; también sabe hacer uso de versículos de la Biblia, en los que
desarrolla una especial y visionaria imaginación pródiga en expresiones.
Sus temas más frecuentes son la evocación de la
niñez, que asimila con la época del paraíso perdido, la adolescencia - época de
la develación - o, en última instancia, el recurso de la memoria en donde el
tiempo parece a resguardo y recuperable ante la muerte.
La influencia de los relatos en boca de su abuela María
Laureana la llevarán a desarrollar una poética en donde la infancia es una
puerta iniciática. Su vínculo con el tarot la lleva a escribir poemas como
"Cartomancia" o "Para destruir a la enemiga". Olga
ritualiza cada gesto vinculado con el acto de escribir. Así por ejemplo, solía
repetir en entrevistas que acostumbraba escribir con una piedra en cada mano.
Una traída de donde nació su padre, otra de la tierra de su madre y una tercera
que le había obsequiado un amigo de la infancia cuando se muda de Toay a Bahía
Blanca.
Ella se siente como una especie de médium, como el poeta
vidente hacia otros mundos.
La transformación de las palabras del vocabulario cotidiano
hacia un plano más elevado, como es de la poesía, hace que ella se transforme
en vidente. Eso se ve en Cantos
a Berenice, poemario dedicado a su gata.
En un reportaje, Olga Orozco
dijo:
“El poeta ve lo poético aún en
las cosas más corrientes“.
Veamos algunos de sus poemas:
En el final era el verbo
Como si fueran sombras de
sombras que se alejan las palabras,
humaredas errantes exhaladas
por la boca del viento,
así se me dispersan, se me
pierden de vista contra las puertas del silencio.
Son menos que las últimas
borras de un color, que un suspiro en la hierba;
fantasmas que ni siquiera se
asemejan al reflejo que fueron.
Entonces ¿no habrá nada que se
mantenga en su lugar,
nada que se confunda con su
nombre desde la piel hasta los huesos?
Y yo que me cobijaba en las
palabras como en los pliegues de la revelación
o que fundaba mundos de
visiones sin fondo
para sustituir los jardines
del edén sobre las piedras del vocablo.
¿Y no he intentado acaso
pronunciar hacia atrás todos los alfabetos de la muerte?
¿No era ese tu triunfo en las
tinieblas, poesía?
Cada palabra a imagen de otra
luz, a semejanza de otro abismo,
cada una con su cortejo de
constelaciones, con su nido de víboras,
pero dispuesta a tejer y a
destejer desde su propio costado el universo
y a prescindir de mí hasta el
último nudo.
Extensiones sin límites plegadas
bajo el signo de un ala,
urdimbres como andrajos para
dejar pasar el soplo alucinante de los dioses,
reversos donde el misterio se
desnuda,
donde arroja uno a uno los
sucesivos velos, los sucesivos nombres,
sin alcanzar jamás el corazón
cerrado de la rosa.
Yo velaba incrustada en el
ardiente hielo, en la hoguera escarchada,
traduciendo relámpagos,
desenhebrando dinastías de voces,
bajo un código tan
indescifrable como el de las estrellas o el de las hormigas.
Miraba las palabras al trasluz.
Veía desfilar sus oscuras
progenies hasta el final del verbo.
Quería descubrir a Dios por
transparencia.
El revés del cielo 1987
Ella toma versículos de la
biblia y trabaja la intertextualidad. Pero sin ser religiosa. Lanza una
catarata de imágenes muy fuertes.
Si la casualidad es la más
empeñosa jugada del destino...
Si la casualidad es la más
empeñosa jugada del destino,
alguna vez podremos interrogar
con causa a esas escoltas de genealogías
que tendieron un puente desde
tu desamparo hasta mi exilio
y cerraron de golpe las bocas
del azar.
Cambiaremos panteras de
diamante por abuelas de trébol,
dioses egipcios por profetas
ciegos, garra tenaz por mano sin descuido,
hasta encontrar las puntas
secretas del ovillo que devanamos juntas
y fue nuestro pequeño sol de
cada día.
Con errores o trampas, por
esta vez hemos ganado la partida.
No estabas en mi umbral...
No estabas en mi umbral
ni yo salí a buscarte para
colmar los huecos que fragua la nostalgia
y que presagian niños o
animales hechos con la sustancia de la frustración.
Viniste paso a paso por los
aires,
pequeña equilibrista en el
tablón flotante sobre un foso de lobos
enmascarado por los andrajos
radiantes de febrero.
Venías condensándote desde la
encandilada transparencia,
probándote otros cuerpos como
fantasmas al revés,
como anticipaciones de tu
eléctrica envoltura -el erizo de niebla,
el globo de lustrosos vilanos
encendidos, la piedra imán que absorbe su fatal alimento,
la ráfaga emplumada que gira y
se detiene alrededor de un ascua en torno de un temblor-.
Y ya habías aparecido en este
mundo, intacta en tu negrura inmaculada desde la cara
hasta la cola, más prodigiosa
aún que el gato de Cheshire,
con tu porción de vida como
una perla roja brillando entre los dientes.
De "Cantos a
Berenice" 1977
Recurso
Anadiplosis o conduplicación
Recurso literario que consiste en la duplicación de una
palabra o grupo de palabras al final de un verso y al principio del siguiente.
Y si ese recurso lo voy a repetir se llama “concatenación”. Se trata de un
recurso fónico.
Ejemplos
No es que muero de amor, muero de ti
Muero de ti, mi amor
Mi sien, florido balcón
de mis edades tempranas,
negra está, y mi corazón,
y mi corazón con canas.
Miguel Hernández, siglo XX
Nadie ama solamente un corazón:
un corazón no sirve sin un cuerpo.
José María Fonollosa, siglo XX
Mal te perdonarán a ti las horas;
las horas que limando están los días,
los días que royendo están los años.
Luis de Góngora, siglo XVII
A veces pienso en ti incluso vestida,
vestida de mujer para la noche,
la noche que cambió tanto en mi vida;
mi vida, deja que te
desabroche...'.
Javier Krahe, siglo XX
Ejercicio
ResponderBorrarAnadiplosis
06-sep-14 (variación)
Miradas
Sabíamos, claro que sabíamos
Nuestras miradas corriendo carreras desenfrenadas
Hacia brumosos abismos infinitos
Infinitos mares que recorrimos en sueños
Sueños oscuros, fríos, abrazados
Como si fuera Ulises
amarrado a ese mástil
Como si fueras Circe
esperando a su amado
Queríamos vivir
vivir soñando
eso que borramos
una y otra vez
POESÍA CON ABISMO G.C.
ResponderBorrarCantó el ruiseñor
Las canciones hechas de seda
Asomó el sol de la infancia
La sortija del calisetero
El ruiseñor balbuceo en eco
Tu nombre electrico
Labios secos
Lengua casi muerta
A la espera del milagro
Lengua muerta
La palabra final con eco
Nada espera de ella
Finalmente adios
La lluvia de la mano
Moja el pentagrama
Sin sonido acustico
Oidos miles retienen tu sol
Convertidos en melodia
Las manos frias en el jardin
Flores lilas lloran
Tu partida.
MIGUEL CURCIO.06/09/14.
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ResponderBorrarEQUILIBRIO
ResponderBorrarIntacta equilibrista,
desamparada hasta el exilio,
del desamparo,
me equilibro,
dentro de una madeja
que devano en devaneo.
Entorno a un temblor
de larga fisura y orfandad
equilibro,
tu negra lana y tus transparentes ojos,
equilibrados.