Selfies + tres recursos vinculados con la palabra y el arte
Últimamente, han cobrado auge y visibilidad las selfies, autorretratos
individuales o grupales, realizados mayormente por teléfonos celulares y que
son difundidos viralmente a través de las redes sociales de internet. Hemos
visto presidentes, jugadores de fútbol y gente del común difundir sus
autorretratos.
¿Por qué le damos tanta importancia a nuestros retratos? ¿Qué
queremos mostrar? ¿Qué queremos ver?
Por eso, el tema de la clase de hoy y, seguramente, de la siguiente,
exploraremos el tema del retrato y el autorretrato a través de la literatura. El
autorretrato, en la literatura, implica escrutarse el rostro y captar la
imagen, la expresión.
Muchos pintores, como por ejemplo Hyeronimus Bosch, Miguel Ángel,
El Greco, Goya se han retratado dentro de sus cuadros. Esto parece ser una
manera de, por un lado, reafirmar
su autoría y también, refrendar las intenciones o el mensaje artístico del
cuadro. Pero más importante, es ser parte de la realidad que pinta.
Esta tendencia a aparecer dentro de una obra se ve también en el
cine. Por ejemplo, Alfred Hitchcock ha realizado cameos en muchas de sus
películas. Stan Lee, el creador de numerosos personajes de historieta
mundialmente conocidos como Spiderman, Hulk, Iron Man, ha intervenido en todas
las películas donde aparecen sus personajes.
Una autofoto —también conocida con las voces inglesas selfie o selfy— es un autorretrato realizado con una cámara fotográfica, típicamente una cámara digital o teléfono móvil. Se trata de una práctica muy asociada a las redes sociales, ya que es común subir este tipo de autorretratos a dichas plataformas.
El autorretrato es uno de los ejercicios de análisis más profundos que puede hacer un artista. Implica escrutarse el rostro y conocerse hasta tal punto que la expresión que tenga en ese momento se traduzca en el dibujo o la pintura que aborda. En épocas pictóricas como el barroco o el renacimiento, una de las costumbres era que el artista se autorretratara dentro de un gran cuadro, para reafirmar su autoría o para dar a entender sus intenciones, como lo hicieron Velázquez y otros.
Un autorretrato no necesariamente implica un género realista. Tampoco, el término se asocia siempre a la pintura. Existe como recurso literario, y está vinculado con la prosopografía y la etopeya.
Precisamente, dos de los tres recursos que, interrelacionados, veremos hoy. El tercero es la écfrasis.
Prosopografía: etimológicamente
significa (prósopon en griego)
descripción de un personaje. Se entienden cosas diferentes según se emplee este
término en preceptiva literaria o en historia.
Para la preceptiva literaria, indica la descripción física de una sola persona: rasgos físicos, estatura, corpulencias, facciones, etcétera; como tal se complementa con la etopeya o descripción psicológica, moral y de las costumbres de una persona. Ambas en conjunto constituyen el retrato o semblanza.
Para la historia, la prosopografía fue desde la antigüedad una disciplina auxiliar cuyo objetivo era estudiar las biografías de una persona en tanto que miembro de un colectivo social, esto es, la vida pública de una persona. Se trata así de ver una categoría específica de la sociedad, estamento, oficio o rango social, por lo general las élites sociales o políticas.
El término prosopografía se emplea actualmente en todas las divisiones cronológicas de la historia, y designa al estudio masivo de biografías.
Para la preceptiva literaria, indica la descripción física de una sola persona: rasgos físicos, estatura, corpulencias, facciones, etcétera; como tal se complementa con la etopeya o descripción psicológica, moral y de las costumbres de una persona. Ambas en conjunto constituyen el retrato o semblanza.
Para la historia, la prosopografía fue desde la antigüedad una disciplina auxiliar cuyo objetivo era estudiar las biografías de una persona en tanto que miembro de un colectivo social, esto es, la vida pública de una persona. Se trata así de ver una categoría específica de la sociedad, estamento, oficio o rango social, por lo general las élites sociales o políticas.
El término prosopografía se emplea actualmente en todas las divisiones cronológicas de la historia, y designa al estudio masivo de biografías.
Ejemplo:
Su vivir se asemeja, en el andar sin descanso, a un evangelista del civismo, cuya inmensa caída de prosélitos él viera por seis lustros alimentando muchedumbres, libertando galeotes, avizorando lejanías, fascinando mieses de pasión, aromando la extraña como propia tienda con el precioso sándalo de la bondad y del ingenio.
Guillermo León Valencia
Hay tantas maneras de describir a una persona, como puntos de vista e intenciones. Se puede describir a alguien desde el exterior como del interior; es decir, hablar de su físico o de su personalidad, es más, nos atrevemos a describirlo desde el punto de vista psicológico, destacando sus virtudes o poner en énfasis sus defectos y tal vez sus vicios, cuándo el énfasis de una descripción está puesto en los rasgos, tales como los sentimientos, las creencias, las virtudes o los defectos y, en fin, todo aquello que conforma la personalidad de un individuo.
La palabra etopeya, viene de las raíces griegas Ethos que significa costumbre y que ha venido a ser la base de la palabra ética, y Poiein, que significa hacer, describir, por lo tanto, en retórica antigua la finalidad de la etopeya era la descripción de los rasgos éticos y morales de una persona; actualmente, la etopeya puede estar compuesta por otros rasgos de la personalidad, tales como la manera de ser, la manera de ver la vida, las costumbres, las diferentes actividades, la actitudes, los sentimientos, y en fin todo lo que nos parezca o llame la atención de las personas.
Su vivir se asemeja, en el andar sin descanso, a un evangelista del civismo, cuya inmensa caída de prosélitos él viera por seis lustros alimentando muchedumbres, libertando galeotes, avizorando lejanías, fascinando mieses de pasión, aromando la extraña como propia tienda con el precioso sándalo de la bondad y del ingenio.
Guillermo León Valencia
Hay tantas maneras de describir a una persona, como puntos de vista e intenciones. Se puede describir a alguien desde el exterior como del interior; es decir, hablar de su físico o de su personalidad, es más, nos atrevemos a describirlo desde el punto de vista psicológico, destacando sus virtudes o poner en énfasis sus defectos y tal vez sus vicios, cuándo el énfasis de una descripción está puesto en los rasgos, tales como los sentimientos, las creencias, las virtudes o los defectos y, en fin, todo aquello que conforma la personalidad de un individuo.
La palabra etopeya, viene de las raíces griegas Ethos que significa costumbre y que ha venido a ser la base de la palabra ética, y Poiein, que significa hacer, describir, por lo tanto, en retórica antigua la finalidad de la etopeya era la descripción de los rasgos éticos y morales de una persona; actualmente, la etopeya puede estar compuesta por otros rasgos de la personalidad, tales como la manera de ser, la manera de ver la vida, las costumbres, las diferentes actividades, la actitudes, los sentimientos, y en fin todo lo que nos parezca o llame la atención de las personas.
La
écfrasis o ecfrasis (en plural:
écfrasein; en griego antiguo, ἔκφρασιϛ, 'explicar hasta el final') es la
representación verbal de una representación visual. Es un tipo de
intermedialidad; puede ser real o ficticia y, a menudo, su descripción está
insertada en una narración.
Umberto Eco considera que «cuando un texto verbal describe una obra de arte visual, la tradición clásica habla de écfrasis». El término écfrasis proviene de los vocablos griegos ek, “afuera” y phrasein «decir, declamar, pronunciar». Las primeras referencias acerca del concepto se encuentran en Hermógenes de Tarso (siglo II) dentro de Ecphrasis Progymnasmata y lo define como la «descripción extendida, detallada, vívida, que permitía presentar el objeto ante los ojos».
Umberto Eco considera que «cuando un texto verbal describe una obra de arte visual, la tradición clásica habla de écfrasis». El término écfrasis proviene de los vocablos griegos ek, “afuera” y phrasein «decir, declamar, pronunciar». Las primeras referencias acerca del concepto se encuentran en Hermógenes de Tarso (siglo II) dentro de Ecphrasis Progymnasmata y lo define como la «descripción extendida, detallada, vívida, que permitía presentar el objeto ante los ojos».
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A continuación, veremos algunos ejemplos de retratos literarios y cómo individualmente o mezclados, aparecen estos tres recursos:
Retrato
Antonio Machado
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
Este poema puede dividirse en tres partes:
Primera parte: Se describe físicamente y cuenta su origen.
Segunda parte: cómo es su obra
Tercera
parte: Sus relaciones con los demás.
Antonio
Machado hace una descripción de sí mismo, pero no lo titula “autorretrato” como sería
natural, sino simplemente “retrato”. De esta manera, consigue un distanciamiento
con el sujeto que va a describir, como si lo estuviera viendo desde fuera, y
puede ser más objetivo, aunque, en algunos momentos aparezca la subjetividad,
porque, claro, es difícil hablar de uno mismo y evitar por completo expresar
algo de lo que se siente.
Este poema lo escribió Machado en
1906, cuando tenía 31 años de edad. “Retrato” apareció por primera vez editado
en el poemario “Campos de Castilla”, de 1912, al inicio del libro, como una
presentación o una justificación a todo lo que vendría después. Consta de nueve
cuartetos de versos alejandrinos, es decir, de catorce sílabas, y rima alternada.
Se lo puede dividir en tres partes; corresponde a
la primera una presentación de cómo es él; a la segunda, cómo es su arte, y a
la tercera, sus relaciones consigo mismo y con los demás.
En el siguiente link, se puede además escuchar a Joan Manuel
Serrat interpretando este poema, que musicalizó hermosamente Alberto Cortez.
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Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695)
poeta mexicana
En este poema, ella rechaza la visión del artista que la retrató, Juan de Miranda. Ella objeta un cuerpo fijo como que el que ve en el lienzo, considera que la pintura es incapaz de retratar el alma. La poesía, sí. Y tal vez rechace la imagen de un cuerpo humano del que sólo pueden verse las manos y la cara. Por eso, ella muestra que el arte Barroco es incapaz de captar el alma. Lo externo sólo refleja un cuerpo fijo e ignora lo interno de su genio y alma, que para ella son los elementos de los seres que permiten acceder el conocimiento y la sabiduría. El cuerpo representa solamente un “vano artificio” sin el reflejo del alma de la persona.
Soneto CXLV
A su retrato
Este que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.
Y aquí, el retrato en cuestión
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Luis Cernuda (Sevilla, 1902 – México, D.F., 1963) fue un destacado poeta y
crítico literario español, miembro de la llamada Generación del ´27. Entre 1948
y 1950 Cernuda visitó el Museo de Bellas Arte de Boston. Allí tuvo ocasión de admirar el hermoso retrato de Fray
Hortensio Félix Paravicino que El Greco había pintado en 1609. La contemplación
del cuadro impulsó la escritura del conmovedor “Retrato de poeta”, que se
publicaría primero en la revista habanera Orígenes (1953) y luego se incluiría
en la colección Con las horas contadas. Retrato de poeta” se escribió entre el 2 de noviembre
y el 30 de diciembre de 1950, durante la que sería la última Navidad de Cernuda
en Mount Holyoke. El poema es una doliente reflexión sobre la soledad del
exilio. La crítica lo ha
estudiado en relación a este hecho y también como muestra del género de la
ékfrasis, la descripción poética o literaria de una obra de arte visual.
Sin embargo,
el texto admite también una lectura que lo vincule con la llamada “poesía de la
meditación”.
Este “retrato” lo es en realidad de
dos poetas, Paravicino y el encarnado en la voz lírica. La condición de poeta
de Fray Hortensio y la morada del cuadro lejos de España permiten que el sujeto
de la enunciación se equipare no a la figura del pintor o escultor, como en
otros textos ekfrásticos, sino a la del sujeto representado y, a la vez, al
propio objeto artístico, al lienzo. En palabras de Ruiz Silva, Paravicino es el
“pretexto” que le facilita a Cernuda el poder “meditar una vez más sobre su
destino como hombre, como poeta y como español”. Precisando el lenguaje técnico, la
figura del fraile es, más que un “pretexto”, un “ejemplo” insertado esta vez en
una meditación poética.
En el poema,
el autor dialoga con el
cuadro, y con el poeta y la obra del poeta que muestra el cuadro; y describe lo
que ve. Se observa el uso de etopeya y prosopografía.
Retrato de poeta
A Fray H. F. Paravicino, por El Greco (aquí también el cuadro, con el que se inspira)
A Ramón Gaya
¿También tú aquí, hermano, amigo,
Maestro, en este limbo? ¿Quién te trajo,
Locura de los nuestros, que es la nuestra,
Como a mí? ¿O codicia, vendiendo el
patrimonio
No ganado, sino heredado, de aquellos que
no saben
Quererlo? Tú no puedes hablarme, y yo
apenas
Si puedo hablar. Mas tus ojos me miran
Como si a ver un pensamiento me llamaran.
Y pienso. Estás mirando allá. Asistes
Al tiempo aquel parado, a lo que era
En el momento aquel, cuando el pintor
termina
Y te deja mirando quietamente tu mundo
A la ventana: aquel paisaje bronco
De rocas y encinas, verde todo y moreno,
En azul contrastado a la distancia,
De un contorno tan neto que parece triste.
Aquella tierra estás mirando, la ciudad
aquella,
La gente aquella. El brillante revuelo
Miras de terciopelo y seda, de metales
Y esmaltes, de plumajes y blondas.
Con su estremecimiento, su palpitar humano
Que agita el aire como ala enloquecida
De mediodía. Por eso tu mirada
Está mirando así, nostálgica, indulgente.
El instinto te dice que ese vivir soberbio
Levanta la palabra. La palabra es más plena
Ahí, más rica, y fulge igual que otros
joyeles,
Otras espadas, al cruzar sus destellos y
sus filos
En el campo teñido de poniente y de sangre,
En la noche encendida, al compás del sarao
O del rezo en la nave. Esa palabra, de la
cual tú conoces,
Por el verso y la plática, su poder y su
hechizo.
Esa palabra de ti amada, sometiendo
A la encumbrada muchedumbre, le recuerda
Cómo va nuestra fe hacia las cosas
Ya no vistas afuera con los ojos,
Aunque dentro las ven tan claras nuestras
almas;
Las cosas mismas que sostienen tu vida,
Como la tierra aquella, sus encinas, sus
rocas,
Que estás ahí mirando quietamente.
Yo no las veo ya, y apenas si ahora
escucho,
Gracias a ti, su dejo adormecido
Queriendo resurgir, buscando el aire
Otra vez. En los nidos de antaño
No hay pájaros, amigo. Ahí perdona y
comprende;
Tan caídos estamos que ni la fe nos queda.
Me miras, y tus labios, con pausa
reflexiva,
Devoran silenciosos las palabras amargas.
Dime. Dime. No esas cosas amargas, las
sutiles,
Hondas, afectuosas, que mi oído
Jamás escucha. Como concha vacía,
Mi oído guarda largamente la nostalgia
De su mundo extinguido. Yo aquí solo,
Aun más que lo estás tú, mi hermano y mi
maestro,
Mi ausencia en esa tuya busca acorde,
Como ola en la ola. Dime, amigo.
¿Recuerdas? ¿En qué miedos el acento
Armonioso habéis dejado? ¿Lo recuerdas?
Aquel pájaro tuyo adolecía
De esta misma pasión que aquí me trae
Frente a ti. Y aunque yo estoy atado
A prisión menos pía que la suya,
Aún me solicita el viento, el viento
Nuestro, que animó nuestras palabras.
Amigo, amigo, no me hablas. Quietamente
Sentado ahí, en dejadez airosa,
La mano delicada marcando con un dedo
El pasaje en el libro, erguido como a
escucha
Del coloquio un momento interrumpido,
Miras tu mundo y en tu mundo vives.
Tú no sufres ausencia, no la sientes;
Pero por ti y por mí sintiendo, la deploro.
El norte nos devora, presos de esta tierra,
La fortaleza del fastidio atareado,
Por donde sólo van sombras de hombres,
Y entre ellas mi sombra, aunque ésta en
ocio,
Y en su ocio conoce más la burla amarga
De nuestra suerte. Tú viviste tu día,
Y en él, con otra vida que el pintor te
infunde,
Existes hoy. Yo ¿estoy viviendo el mío?
¿Yo? El instrumento, dulce y animado,
Un eco aquí de las tristezas nuestras.
---
Para finalizar, una viñeta que apareció en la prensa
de hoy, el día siguiente de la clase, vinculado con el tema.
Por último, pero no menos importante, ahora hablarán los poemas de ustedes.
Actualización del domingo 7 de septiembre, 2014:
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-254722-2014-09-07.html