ANTONIO
REQUENI:
EL FERVOR
POR LA POESÍA
DE UN HOMBRE FELIZ
“El
arte de la poesía es escribir con palabras lo que no puede decirse con palabras”
nos dice al pedirle una imposible definición de poesía. La poesía es pasión y
música insiste enseguida Requeni y señala luego categóricamente: “No sé si la vida tiene sentido, pero la
poesía me ayuda a pensar que sí la tiene”.
Este es el reportaje y homenaje que le
hicimos en el taller ABORDAJES POÉTICOS al poeta y periodista argentino Antonio
Requeni.
Es miembro de número de la Academia Argentina
de Letras; ocupa el sillón Miguel Cané, que antes ocuparon los grandes Manucho
Mujica Láinez y Roberto Juárroz. Es correspondiente de la Real Academia Española
de la Lengua. Es también miembro de la Academia Nacional de Periodismo, sillón Ezequiel
P. Paz.
Nacido el 8 de septiembre en Buenos
Aires en 1930, se desempeñó en el diario La
Prensa durante 36 años, desde 1958 hasta 1994, año en que se jubiló como
secretario de redacción. Colaboró en diarios del interior y del exterior; fue
corresponsal de Radioprogramas Hemisferio de La Voz de las Américas, Estados
Unidos, y dirigió la revista Italpress.
Fue crítico bibliográfico en La Nación. Obtuvo
una mención especial en ADEPA y los Premios Konex en las categorías Literatura
Testimonial y Periodismo Cultural, respectivamente. Publicó una decena de
libros de poemas, un libro de cuentos para niños (fue colaborador de Billiken), un volumen de crónicas de
viaje y el Cronicón de las peñas de
Buenos Aires, que mereció el Primer Premio Municipal de Ensayo. También fue
distinguido con el Primer Premio Municipal de Poesía por su libro Línea de sombra. Fue condecorado por la
República Italiana con la Orden de Cavalliere
Ufficiale.
Fue una entrevista gozosa. Los que lo
escuchamos tanto dar respuesta a nuestros requerimientos como recitar su poesía,
lo hicimos con el deleite y el gustazo de quien escucha a un maestro, un grande
en lo suyo.
Por suerte, pudimos grabar este
reportaje, aquí el link.
Nos habló de su larga y fructífera vida, de que es
un hombre feliz y agradecido.
De que tiene cuatro primeros poemarios de
los que –como dice el Quijote– no quiere acordarse. Ni siquiera de los nombres,
insiste.
Nos habló de su
amistad con la poeta Alejandra Pizarnik, seis años menor que él, de que vivían
ambos en Avellaneda.
De que cuando entró a trabajar a La Prensa escribía las crónicas periodísticas en endecasílabos, que
luego debía cortar.
De que nunca
dejó de leer poesía, que ahora escribe poco, cada vez menos, que su esperanza
es ser recordado por sus “poemas menos malos”.
De que escribir
sonetos hoy en día es una actitud transgresora.
A la pregunta de si es posible definir qué es poesía,
respondió con otra pregunta: ¿Puede definirse el gusto del dulce de leche?
Antonio Requeni fue uno de los ocho
autores de entre 130, seleccionados mediante una encuesta pública, que figuran
en el tomo Antología Consultada de la
Joven Poesía Argentina editada en 1969,
para autores menores de 40 años de edad. Recuerda riéndose que entró al filo,
porque en ese entonces tenía 39. Poemas suyos figuran en una decena de
antologías publicadas en el país y en el exterior. Fueron traducidos al
italiano por Antonio Aliberti, al inglés por William Shand, al francés por
Enriqueta Muñiz y Gloria Alcorta, y al hebreo por Oded Sverdlik. En 1984 se le confirió el Gran Premio de
Honor de la Fundación Argentina para la Poesía.
Es autor de la selección y prólogo de la
antología poética de quien fue su maestro y profesor del secundario en el Nacional de Barracas: José González Carbalho, publicada
por Ediciones Culturales Argentinas de la Secretaría de Cultura de la Nación,
1961.
A fines de 1996, el Fondo Nacional de
las Artes lo eligió entre los mejores diez poetas vivos de la Argentina, y editó con ellos una Antología poética, junto con otros poetas como Olga Orozco,
Rodolfo Alonso, Amelia Biagioni, Horacio Armani, Francisco Madariaga, entre
otros. Y en 2015 la Academia Argentina de Letras editó su Poesía reunida.
Arriba: Poesía Reunida, volumen editado por la Academia
Argentina de Letras, se trata de una selección rigurosa realizada por el mismo Requeni que
recoge sólo los libros que a su criterio lo representan: Umbral del horizonte, Línea de sombra, El vaso de agua e Inventario.
Abajo, el poemario aparecido en la colección Erato/ SUMMA POÉTICA -junto a otros 24 poetas- con el que la Editorial Vinciguerra celebró su 30° aniversario, titulado Gratitudes.
Requeni nos habló de la génesis de su obra. De
que sus primeros textos estuvieron sujetos a la métrica tradicional, aunque
luego se abrió a la poesía en prosa y otras formulaciones.
Que fue fundamental para él la enseñanza de los clásicos: Garcilaso, Góngora,
Quevedo. Y desde luego, la española Generación del 27: Alberti, García Lorca,
Salinas.
De su gran vínculo con España, de su
primera infancia allí, en Valencia. De los poemas a su madre y a su padre, que nos los
leyó.
De que cada palabra es metáfora de lo
que designa y es mediante una personal elaboración de imágenes y metáforas que
el poeta crea nuevas realidades verbales.
De sus mejores recuerdos periodísticos,
que se vinculan con las personas con las que trabajó, y también los relativos a
las personalidades que le tocó entrevistar, como Neruda, Asturias, García
Márquez, Camilo José Cela, Leloir, Dámaso Alonso, Carmen Conde, Francisco
Ayala, Jorge Amado, más algunos pintorescos, como los que realizó al navegante
Jacques Cousteau a bordo de su legendario barco “Calypso” y a los actores Marcel
Marceau y Victorio Gassman.
Y por último: “Escribo con la esperanza de ser leído, no por todos, naturalmente, pero sí por seres normalmente cultos y sensibles que gusten de la poesía”.
Este es el retrato que le dedicó Antonio Berni y abajo, los poemas y prosa poética que nos leyó:
El
vaso de agua
Cuando
me acuesto, desde que era niño,
pongo
a mi lado un vaso de agua.
Al
apagar la luz, si lo contemplo
brillar
en la penumbra, me imagino
que
el agua es otro nombre de mi madre
y
estoy seguro de que, ya dormido,
alumbrará
el acuario de mis sueños.
Sombra,
misterio, música nocturna
que
bebo a lentos sorbos o me bebe.
¿Eres
tú quien me sueña en ese extraño
país
donde algún día nos veremos?
¿Dormir
es un ensayo de la muerte?
Por
las mañanas, cuando me recuerdo,
muchas
veces el vaso está vacío.
Y
vuelvo, desganado, a la rutina
de
calles y de rostros, mientras llega
la
oscuridad, el rito silencioso
de
llenar nuevamente el vaso de agua
para
ponerlo al lado de mis sueños
y
saber que allí estás, que me proteges,
que
hay algo puro en medio de la noche.
Piedra libre
El
padre juega con sus criaturas.
La
cara vuelta contra la pared
y
el brazo levantado hasta los ojos,
está
contando como si llorara.
Y
mientras cuenta sus criaturas crecen,
van
por el mundo, suben escaleras,
se
enamoran o estudian geografía.
Cuando
termina de contar, el padre
entra
en los cuartos y revisa los muebles.
Apenas
ve. ¿Quién apagó las luces?
Su
voz, que ha enronquecido, los invita
a
dejar de una vez sus escondites.
Y
los hijos regresan, jubilosos.
¡Cómo
han crecido! Son casi tan altos
como
los sueños que en su juventud
solían
desvelarlo dulcemente.
¡A
contar! ¡A contar! - exclama el padre.
(Los
grandes siempre vuelven a ser niños).
Y
los hijos se apoyan contra el muro,
hunden
la frente entre los brazos. Cuentan.
Y
mientras cuentan -once, doce, trece...-
el
padre se va haciendo pequeñito.
Cuando
terminan de contar lo buscan.
Lo
buscan pero el padre no aparece.
Se
ha escondido debajo de la tierra.
Milan
Kundera
Milan
Kundera dice que la poesía ha muerto.
Debe
tener razón porque ya nadie
(salvo
algunos poetas)
acostumbra
a temblar con las palabras
en
un libro de versos.
Si
me lo hubieran avisado
—aunque
yo soy su deudo más humilde—
habría
concurrido a las exequias
y
dejado una flor en su tumba.
Ahora
estoy triste. Pienso en cuántas veces
ella
me hizo feliz. Y ya no está.
¿Pero
qué hacer si las palabras vienen
por
el aire o se trepan a mis piernas?
¿Si
las palabras vuelven, temblorosas,
bellas,
sensuales, perentorias, mágicas,
y
me reclaman una forma antigua
o
un resplandor herido de futuro?
Tendré
que consultarlo con los pájaros.
Islas eolias
Vengo
del mar color de vino.
En
Taormina vi el mágico espectáculo
del
sol entre las rocas y a Afrodita
jugando
con la espuma iridiscente.
Los
dioses me ayudaron a escapar
ileso
de las fauces
de
Caribdis y Scila.
Ahora
voy por la maraña
de
las calles de Lípari
-Giove,
Giunone, vícolo di Venere-
Eolo
es ese marinero
que
me mira, impasible, tras el humo
de
su pipa que borra el horizonte.
Los
viejos pescadores no conocen
mi
historia de viajero apasionado
por
la belleza y la nostalgia, ignoran
mis
azarosas aventuras
de
hoteles y taxímetros
en
el país de los feacios.
El
tiempo y la memoria me persiguen
y
siento una lejana voz recóndita,
una
luz que me atrae hacia su origen.
Pero
debo volver a mi ciudad.
Mi
nombre aquí siempre sería Nadie.
Mi
esposa está esperándome y en tanto
corrige,
infatigable, las carpetas
de
sus alumnos. Allá están mis hijos
con
sus cassettes y su computadora.
Debo
volver a lo que es mío
antes
que el don del sueño se aproxime
con
afelpado paso o me seduzcan
con
su engañoso canto las Sirenas.
Mi
nave me conduce por el mapa
de
un intrincado laberinto
donde
al final recobraré mi rostro.
Buenos
Aires no es Itaca.
Pero
yo soy Ulises.
Primera
cana
Es nada más que un hilo blanco, una
pálida hebra entre la urdimbre de otras hebras oscuras, pero se encrespa y
resiste cuando el peine pretende nivelarla, confundirla con las demás. Es
solamente una hebra blanca, pero se sabe invulnerable, como que la he
conquistado con mi vida, con muchos años de dudas, equivocaciones, compañías
luminosas, soledades, esperanzas. Es mi único y verdadero patrimonio. No
pienso, pues, dilapidarlo. No la cubriré con obscenas tinturas, no la arrancaré
con unas pinzas ni voy a echarla al aire. ¿Cómo podría albergar tanta soberbia?
Este hilo tenue, este delgadísimo filamento – tibio suspiro ó resplandor lunar
– guiará desde hoy mis pasos, tirará de mí hacia lo que aún queda de mí, me
recordará constantemente lo que soy y lo
que he sido. Súbito río de mi sien. Plateado afluente de mis pensamientos. Metáfora
o trofeo de los años. El destino prende ahora de esta hebra que me estranguló
mi juventud.
Octogenario
No
quiero, no quisiera despedirme
de
todo lo que amé, pero es preciso
decirle
adiós a la felicidad,
al
sol entre las hojas del verano,
a
unos versos queridos, a la música,
a
aquel niño que fui, a aquel muchacho
que
anhelaba el amor y los viajes,
el
milagro del arte y la belleza.
Estoy
viejo, lo sé. ¿Pero estoy viejo?
Los
errores del cuerpo lo confirman,
pero
mi corazón herido se rebela,
se
resiste a pensar que todo acaba,
que
está cerca la noche y su misterio,
la
nada horizontal, toda la nada,
eso
que llaman muerte.
No
quiero, no quisiera despedirme
del
diario despertar, de la costumbre
del
beso de los hijos de mis hijos,
del
ser y estar entre la maravilla
y
la inconsciencia de vivir. Es cierto,
estoy
viejo, lo sé, pero aún me quedan
las
palabras que escribo y que me escriben
para
decir ahora lo que quiero;
estas
tal vez efímeras señales
de
un hombre que pasó por este mundo.
Gratitudes
El
bosque, el mar, los pájaros, la estrella,
el
olor de la lluvia, los sabores,
el
color y el calor de las palabras,
la
mirada de un niño, el curso mágico
del
río del amor, profundo y dulce;
la
noche de los cuerpos, la memoria,
el
silencio, la música, la frágil
perfección
de la hoja y el insecto,
un
violín, una rosa, un epitafio,
el
zumo y el fulgor de la naranja,
Garcilaso
en el último crepúsculo,
las
doncellas románticas de Schubert,
Chejov
y Proust, la Yourcenar, Fellini,
San
Antonio Machado y Federico,
el
sobrio endecasílabo de Borges
cuya
cadencia imitan estos versos,
el
mar Mediterráneo de mi infancia,
los
absortos cipreses de Florencia,
el
banco de una plaza en Buenos Aires,
lo
que no fue, lo que será, la incierta
razón
de lo que nace y lo que muere;
en
la piel el secreto escalofrío
del
misterio inasible.
El
ritual balbuceo del poema.
La Yapa
2- La presentación de Poesía reunida, las palabras de Pedro Barcia y lecturas de sonetos de Enrique Banchs.
Aviso parroquial
Este martes próximo, el 18 de julio, nos visita la poeta María del Mar Estrella.
¡Nos deseo una muy buena semana poética!