En
esta segunda clase del año haremos un acercamiento a la poética de una muy buena poeta argentina
contemporánea, Paulina
Vinderman.
También,
continuando con los recursos poéticos, hoy veremos uno de nivel semántico, que
se articula con el que vimos la semana pasada:
la enálage (del griego ‘εναλλαγή, 'cambio') es
una figura retórica que consiste en utilizar una palabra con una función
sintáctica que no le es propia. Así, podemos verlo en el soneto de Quevedo,
cuando dice:
soy
un fue, y un será, y un es cansado
las
formas verbales fue, será y es ejercen la función de atributo, como si se tratara de sustantivos.
En
ocasiones, se considera también enálage el uso traslaticio de un tiempo verbal
por otro, o de un género gramatical por otro.
Uno de
los rasgos característicos de los romances es el uso del tiempo imperfecto de
indicativo con valor de pretérito perfecto simple o de presente de indicativo.
Por ejemplo, el Romance del prisionero comienza
con el verso
Que
por mayo era, por mayo,
pero la
acción no sucede en el pasado, sino en el presente (cuando hace la calor; sino yo, triste y cuitado / que
yago en esta prisión).
Paulina Vinderman:
poeta y traductora argentina nacida en
Buenos aires en 1944. Es una importante exponente de la poesía argentina
contemporánea. Ha sido incluida en numerosas antologías y muchos de sus poemas
han sido traducidos al inglés, al italiano y al alemán. Colaboró con Nina
Anghelidis en la traducción al castellano de "Votos por Odiseo", de
la poeta griega Iulita Iliopulo y tradujo al castellano a John Oliver Simon.
Ha obtenido
importantes galardones entre los que se destacan, la Faja de Honor de la SADE
en 1988, el Tercer Premio de la Municipalidad de Buenos Aires en 1989, el
Primer Premio Municipal Ciudad de Buenos Aires en 2003, el Premio Literario de
la Academia Argentina de Letras en el género Poesía y el Premio Citta' di
Cremona 2006 por el conjunto de su obra.
Parte de su obra
está contenida en las siguientes publicaciones: "Los espejos y los
puentes" en 1978, "La mirada de los héroes" en 1982, "La
balada de Cordelia" publicado por la Fundación Argentina para la poesía,
1984, "Bulgaria" 1998, "El muelle" 2003,
"Transparencias" 2005, y "Hospital de veteranos" en 2006. Actualmente
reside en la ciudad de Buenos Aires.
Ha colaborado (con poemas,
artículos y reseñas literarias) en publicaciones del país y del exterior: La
Nación (Bs. As.), La Prensa (Bs. As.), Clarín (Bs. As.), El Espectador (Bogotá,
Colombia), Hora de Poesía (España), Babel (Bs. As.), Babel (Venezuela), Diario
de Poesía (Bs. As.), Intramuros (Bs. As.), Hispamérica (USA), entre otras.
Todo lo
suyo puede verse en su sitio web www.paulinavinderman.com.ar
Este que les muestro es el tomo XVI de Poesía Argentina Contemporánea, antología publicada
por la FAP (Fundación Argentina para la Poesía) a fines de 2007, de los que fueron
invitados a tomar parte los poetas (por orden alfabético de los apellidos):
Enrique Bossero, Leopoldo
Castilla, Susana Cattaneo, María del Mar Estrella, Cecilia Glanzmann, Ernesto
Goldar, Jorge Hirsch, Jorge Isaías, Santiago Kovadloff, Élida Manselli, Hugo
Mujica, Sandra Pien, Michou Pourtalé, María Inés Ure, Lidia Vinciguerra y
Paulina Vinderman.
Allí, en
la sección de participación de Vinderman, además de los poemas más relevantes,
elegidos por ella misma, se reproduce la crítica de tres poetas notables –María
Negroni, Sara Cohen y Jorge Ariel Madrazo- respecto de la obra de Vinderman; en
este caso, los prólogos de esos poetas que acompañaron a los poemarios titulados
El muelle (2003) y Hospital de veteranos (2008), que
probablemente estén online en el sitio de la FAP http://www.letrasargentinas.com.ar
En breve síntesis, dicen:
María
Negroni àPrólogo de El muelle.
“La
madurez de la incertidumbre. Imágenes aisladas, recuerdos, y la cita ´Reconstruir
es saber, pero saber a medias´.
Epopeya
privada: imágenes con algo de onírico, provisto de algunos saberes. Escribe
dentro del dolor del mundo, que por supuesto, es ella misma.
Perderse,
dar el salto, liberarnos de la carga del ser.
Y
la cita en un verso: “Ciudad de torres y tinta”.
Sara
CohenàPrólogo de Hospital de veteranos.
La
cita: “He llegado a un hotel tan ruinoso como mi alma”…
“Hospital
de otro siglo. El dolor que me ata a la silla despintada, también es de otro
siglo”. Relaciona el sueño, lo onírico, con el universo de la escritura.
Jorge
Madrazo à de Hospital de veteranos.
Dice:
“Lleva al lector a un paraje de extrañeza”.
Y
compara la obra de Vinderman con la de Cesare Pavese.
Poemas
de Paulina Vinderman
La
muerte de la imaginación
"Lo que más temo es la muerte de
la
imaginación."
Sylvia Plath
El
corazón no tiene quien le escriba,
nadie
se atreve a cruzar la noche remando
en
la intemperie
(nadie se ve)
Y
si no fue más que un amor negro, susurrante
que
nada da,
el
viaje más lejano fue el de mi cabeza
hacia
su hombro
(el más inútil)
La
rama golpea en la terraza
pero
es solamente oscura. El miedo
se
sienta a comer un pastel en la cocina
(y dice que es real)
¿Alguien
pudo tocar a la desesperación?
Terciopelo,
papel de diario, una lata oxidada,
no
hay vacuna contra las superficies.
El
mundo es un hueco tapado con barniz
(y no respira.)
Bulgaria
"We are such stuff as dreams are made of/
And our little life is rounded with a sleep."
"Estamos
hechos de la misma sustancia de los sueños/
Y nuestra
pequeña vida está cercada por un sueño."
W. Shakespeare
Varna. Geog.
Ciudad de Bulgaria, cap. del distrito de su nombre, en la costa del mar Negro.
Escala de las líneas de navegación que se dirigen a Odessa, Constanza y
Estambul. Centro industrial. Universidad. Emplazada en la antigua ciudad griega
de Odesos.
Si
el infierno fuera un color
ése
sería el color de la piel de mi padre esta mañana.
Carver
agregaría huevos revueltos en la sartén,
una
hornalla carcomida, palabras pesadas como piedras,
piedras
del color resinoso del suburbio.
Un
perro amarillo olfatearía los restos,
y
la enfermedad y el espionaje.
Pero
no puede haber perros en el departamento de mi padre.
Hay
un vaso irrompible de té a medio tomar
atrapando
el sol
entre
el reloj pulsera y una estación de tren
que
emerge de la llanura más próspera de la tierra.
-Anoche
soñé-quiero decirle-que sacaba un
pasaje
para Bulgaria.
Pero
es difícil hablar de sueños a un hombre como mi padre.
Ni
sueños ni palabras. Escasas acciones (como
luces
de linterna), salvatajes prolijos de rincón.
No
entiende de plasticidad, no entiende de confianza,
él
sabe de los bordes del mundo y de sus héroes
pero
reduce su lírica a cenizas
y
las guarda en su valija de cartón.
Aquellas
estaciones de tren deciden su escenario,
el
único que acepta
(por
poco tiempo y esa es su tragedia:
el
exilio, el no volver.)
Se
diría que siempre lo espera
una
partida de cartas sobre una mesa improvisada
con
durmientes. El jefe de estación, el boticario,
el
comisario del pueblo, a veces nadie.
A
veces juega contra nadie, mi padre, en un vacío
que
domina.
Un
pacto de silencio con el destino.
Ni
sueños ni palabras.
Ha
roto con paciencia infinita, a lo largo de los años,
todas
mis cartas
y
conservó los alambres, cortaplumas, sacacorchos,
una
agujereadora anaranjada y un cuadro
donde
el mar está pintado con tan poca fe
que
no sabe si quedarse cuando llegue la noche.
Ni
sueños ni palabras.
Aprieta
mi mano sin fuerza,
sus
dedos se mueven buscando una oportunidad,
no
una certeza:
mi
presencia imposible en un muelle, una bodega,
con
un perro de otro que husmea un viento de río
frente
a un horizonte incendiado.
-Anoche
soñé que sacaba un pasaje para Bulgaria-
quiero
decirle.
Llego
a una ciudad amplia y resuelta, apoyada en un
mar
interior (un mar de manual, con muchos barcos enhiestos.)
Inexplicablemente
la ciudad está callada
y
resuenan mis pasos sobre las calles.
Universidad,
dice un cartel,
y
otro me envía a las ruinas de un templo griego
que
instala la armonía en mi ceguera.
Feliz
y salvaje por haber escapado,
devoro
una salchicha contra el portón de hierro
de
una fábrica.
No
me despertaré, me digo, no sabré nunca
que
no estoy tan lejos como pensaba,
no
me dolerá odiarte: como cien cuchillos,
como
mil inviernos, como el anillo que estrecha
mi
nombre y el tuyo,
como
el lustre opaco que le dimos al encierro,
esta
ausencia trabajada, padre, del color de tu piel.
De Bulgaria
I
“Poi
piovve dentro a l´alta fantasia”
“Llovió
después en la alta fantasía”
Dante
Alighieri
Cuando
el otoño llegue va a empezar la novela, dice,
y
señala en el aire un café como quien señala el destino,
dueña
de esa música ambigua y perfecta que crea el corazón.
Habrá
un sueño para seguir, en un paisaje carbonizado .
Un
río para seguir, de orillas monótonas
con
árboles dormidos como grandes elefantes.
Habrá
pequeñas anotaciones en los bordes de las hojas
como
si la vida interfiriera,
como
si chamuscara un pergamino para envejecerlo,
como
si la memoria recortara en papel glacé
las
indecisiones, la epopeya privada.
Planea
los silencios, la inconstancia, la vaguedad
como
focos de poder
sobre
lo que no se puede recordar pero se sabe.
Un
abanico para su fiebre cuando surja:
Pensar
la aridez
en
el atardecer del pueblo más opaco, menos elocuente
que
pueda dar una escenografía
a
la emoción crónica de la realidad distorsionada por el arte.
La
flauta del pastor en el museo local.
Las
murallas bajo la amplitud de la noche.
Y
una fuente, donde sentarse a conversar con el personaje,
todavía
huraño, todavía presuntuoso,
en
el centro exacto de su historia.
II
Otra
vez cúpulas en el poema, otra vez la ciudad.
Las
travesías se volvieron copias
de
ciudades tocadas sólo por supervivencia,
para
regresar a la mía.
Como
si ella contuviera todos los números, los secretos,
las
pasiones del mundo.
Alguna
vez una calle me devuelve el desierto
y
cuando oscurece,
las
sombras de las bolsas de basura
son
instalaciones de museo, que sólo puedo ver
cuando
mi memoria agotada olvida el mar, aquellas grúas
detrás
de las cercas, la mujer del turbante azul que
me
vendió la caja mágica y la oportunidad
de
atesorar mis miedos como mariposas atrapadas
en
la belleza de su oro.
Hay
que aprender la asfixia como se aprende un idioma.
Nadie
llorará por la ausencia de las alas contra el cielo.
III
Puerto
Viejo es el nombre del café
y
hay un hombre en el fondo
fumando
en pipa.
Las
ciudades se definen en sus puertos
(o
en su carencia),
pienso,
en
lo inescrutable de los extravíos
y
la espera.
Me
inquieta este antiguo golpe del corazón,
esta
mirada directa de cuando era chica,
que
partía en dos los secretos de gente muy quieta
en
las habitaciones silenciosas del verano.
Perro
entrenado para escribir la luna,
la
espero en la huida de esta tarde,
frente
a las tipas de la ventana,
como
si fuera un puente tendido
expresamente
para no regresar
(lo
demuelen después que paso, sin ceremonia.)
En
este pequeño sitio debo construir algo que se anude,
como
un puerto a la ciudad.
Y
digo puerto como digo abrigo,
como
digo existencia,
erguida
sobre la memoria,
orgullosa
como
la pintada sobre la pared de la fábrica.
¿Qué
es escribir sino modificar la respiración
de
las ciudades?
El
hombre de la pipa ordena sus cosas para partir.
Tiene
ojos duros,
como
cristales de botellas,
preparados
para el calor y la soledad:
un
personaje de London en el trópico,
de
camisa gastada
y
manos bruscas.
¿Debo
averiguar su historia o inventarla?
Mientras
la noche viene,
me
cambio de mesa
para
aspirar mejor el olor de la pipa que flota todavía
como
un barco fantasma,
sobre
las historias muertas,
caídas
de bruces sobre los papeles.
«El
zorro se comió a la fábula», me grita, la pared. *
*Pintada de los sujetos, Buenos
Aires, 1992.
IV
Este
verano se parece a un pueblo todavía humeante
después
de un bombardeo.
Del
otro lado del río, en la bruma, un bote
está
listo para llevarme a la frontera.
Si
la metáfora suena dramática, es para proteger
esta
ausencia sin brillo,
el
riesgo de una soledad en sordina
y
a repetición.
Las
heroínas no huyen del calor
ni
de los muñecos quemados entre los escombros.
Hay
que llegar (del otro lado),
y
escribir.
Y
escribir es despojarme página por página
de
un nombre anotado demasiada vida.
Amo
este balanceo en la nada,
los
recuerdos como linternas en la noche
que
atraen a los animales y los alejan de sus cuevas.
Mi
cueva es este verano inmóvil, metafísico,
casi
reverente.
¿Hay
alguien ahí?
No
es fácil de entender tanta certeza, duele el mundo
y
yo soy el mundo.
Un
galpón atestado de maniquíes de vidrio,
para
verles de lejos y cerca,
los
hilos de la repetición.
V
Bichito colorado
mató a su mujer
con un
cuchillito de punta alfiler.
Le sacó las
tripas, las puso a vender:
«A veinte, a
veinte, las tripas calientes de mi mujer»
copla infantil
anónima
¿y
dónde empezó la historia?
«¿Dónde están
sus monumentos, sus batallas, sus mártires?»*
Viajo
para encontrarme con aquella crueldad
y
aquella fuerza
de
los sufridos gomeros en los balcones.
Ningún
mar,
ningún
pájaro,
ningún
acantilado.
Mojo
la pluma en el tintero y calco reinos de pesadilla
sobre
un hule floreado.
Busco
el lugar del resplandor
entre
muebles demasiado grandes para la habitación.
Así
después caminaré pueblos
casi
ocultos por la melancolía del sábado,
con
infaltable perro solitario, esperanzado y ocre
(del
color de la tierra, del color de la piel)
esperando
una flor en el tacho del traspatio,
el
almuerzo del domingo
y
un lagarto que fosforezca como la música de ayer.
Un
ómnibus infinito entra en la noche,
cada
vez más rápido,
cada
vez más profundo
y
deja atrás autopistas silenciosas,
caballos,
bahías apacibles,
ciudades
acunadas por un viejísimo rumor
que
creo reconocer
en
algún punto de algún lugar del mundo donde la canción
—
la sombra de la sombra de la vida—
no
signifique el lujo de la victoria,
bajo
otra luz que no sean las estrellas.
De El muelle
* verso
del poeta Derek Walcott
Bueno,
gente del taller: disculpen la demora en subir la clase al blog. Espero sus
poemas y les recuerdo -de paso, ya confirmado el tema- que en nuestro próximo encuentro, este jueves 23 de abril de
2015, vendrá a visitarnos y a compartir con nosotros su experiencia poética, la
poeta argentina Norma Pérez Martín.
HOSPITAL DE FANTASMAS
ResponderBorrarSobre el poema Hospital de Veteranos del libro del mismo nombre de Paulina Vinderman.
Bello encuentro fortuito
de un celular una cámara de fotos
sobre una mesa de autopsia
(disección)
después un mensaje
senos en primer plano (selfie)
entonces la sed perdura
lengua agridulce acechando
el dolor por la carne
bisturí oxidado
rigidez cadavérica
desgarra el corazón
las venas abiertas
no sangran
El alto
ResponderBorrar(Dedicado a mi abuelo Aaron Zamkow (1904?- 1984), que cargó con la abrumadora culpa de ser el único sobreviviente de su familia, exterminada por los nazis en 1943)
Mirada perdida
de ojos grises
vaga entre despojos
sin nombre.
Ausencia de abrazos
que poco pudimos mitigar
con lucecitas o manos calladas
recorriendo tus lecturas.
Rodeado de todos
te fuiste.
Bajo el azul eterno
de sueños
tu sepulcro
cobijó
esa íntima multitud
de cenizas.