lunes, 4 de septiembre de 2017

Clase N° 12 /año 4 - martes 29 de agosto 2017

UNA INTRODUCCIÓN
AL LUNFARDO
PARA LUEGO PODER APROXIMARNOS
A SU POÉTICA
Y
TRABAJO DEL TALLER

“En el uso del vocabulario lunfardo –dice Oscar Conde– se percibe, además de la expresividad, una altísima cuota de rebeldía, de inconformidad. Pero también contiene mucho de lúdico. En definitiva, el habla popular constituye el terreno en el cual se entrecruzan lo que somos con los que somos”.

Decidimos asomarnos someramente a un abordaje básico del lunfardo para poder acercarnos luego a su poética. Al efecto, tomamos de nuestra biblioteca el excelente libro Lunfardo. Un estudio sobre el habla popular de los argentinos, de Oscar Conde, lunfardólogo, Doctor en Letras por la UBA, profesor de Latín y Griego, académico de la Academia Porteña del Lunfardo, y con quien además compartimos en los años universitarios la dicha de haber sido ambos alumnos del gran filólogo y lingüista Lorenzo Mascialino. Y a quien ambos veneramos, como muchos tantos otros. 

El párrafo citado al comienzo pertenece al Prólogo de esa obra, pág. 21.  

Luego, leímos un par de páginas, que nos tomamos la libertad de transcribir, para que se comprenda mejor desde el concepto mismo. Y agradecemos siempre al amigo Oscar Conde, que fundamentalmente es poeta. Entonces, doblemente nos honra su presencia en estas páginas. 


                                  


Oscar Conde en 2011, cuando lo entrevistamos por la edición de su obra Lunfardo. Un estudio sobre el habla popular de los argentinos, Ed. Taurus, 2011. Foto: Pablo Senarega.

Ni idioma ni dialecto
 Está claro que el lunfardo no es un idioma. No lo es porque es imposible hablar completamente en lunfardo, como sí puede hablarse en quichua, en guaraní o en portugués. Y esto es así porque el lunfardo no cuenta ni con pronombres ni preposiciones ni conjunciones, porque apenas suma unos cuantos adverbios y porque –esto es lo fundamental– utiliza básicamente los mismos mecanismos morfológicos del español para la conjugación de verbos y la flexión de sustantivos y adjetivos, y se sirve de la misma sintaxis castellana de cualquier hispanoparlante. En una palabra, no es posible hablar completamente en lunfardo sino a lo sumo hablar con lunfardo.
El lunfardo tampoco es un dialecto, si se considera dialecto a la variedad regional de una lengua. Aunque –debo ser sincero– las confusiones relativas a la cuestión de si un idioma es lengua o dialecto han sido y, en algunos casos, siguen siendo profundísimas. Durante siglos se consideró en España que el castellano era una lengua y que el catalán, el gallego, el asturleonés, el valenciano y hasta el vasco –que nada tiene que ver con todos ellos, dado que no es una lengua indoeuropea- eran apenas dialectos. El error se ha vuelto manifiesto en la actualidad, cuando diversas comunidades autónomas de España definen sus respectivas lenguas muy enérgicamente. Pero lo que parece claro y evidente para las lenguas de la península ibérica a muchos les resulta difícil de comprender en el caso de las lenguas de la península itálica. ¿Cuántas veces se escucha todavía que el napolitano, el calabrés, el véneto, el siciliano, el genovés son dialectos del italiano? Y nótese que aquello que comúnmente se denomina italiano es simplemente la lengua de la Toscana, esto es el toscano. ¿Por qué el napolitano y el siciliano tendrían menos entidad que el toscano? ¿No son acaso todas lenguas itálicas del mismo nivel? ¿Será esto una clasificación lingüística o una clasificación política? Abiertamente es lo segundo: una vez lograda la unidad política de Italia a mediados del siglo XIX, se impuso como idioma nacional la lengua de la Toscana. Sin ningún mérito particular que las distinguiera de las otras, pero con un respaldo –esto es cierto– de un corpus literario varias veces centenario en el que se destaca La comedia que Dante había escrito, en toscano, a comienzos del siglo XIV.
En el caso de España, el castellano –denominado mayormente español–prevaleció antes que nada por razones políticas: no en vano fue la lengua de los reinos que se constituyeron en artífices de la reconquista cristina. Porque si Pelayo, después de vencer a los moros en Covadonga en 718, hubiese avanzado con sus tropas hacia el sur y sus descendientes hubiesen sido más fuertes y más ambiciosos de lo que lo fueron unos siglos más tarde los reyes de castilla y Aragón, hoy los españoles y de rebote todos los hispanoamericanos, hablaríamos asturiano. Aun cuando pueda sonar exagerada, la definición que en 1945 acuñó Max Weinreich –y no su hijo Uriel, el famoso lingüista, como habitualmente se dice– es bien gráfica: a language is a dialect with an army and a navy. (“una lengua es un dialecto con un ejército y una armada”).
El lunfardo  no es un dialecto entonces, porque un dialecto es una variedad regional de una lengua. Dicho de otro modo, sería el conjunto “de formas lingüísticas que utilizan, en forma ideal, todos los miembros de una comunidad lingüística, para comunicarse entre sí”. Evidentemente existe un dialecto rioplatense o porteño de la lengua española, lo cual implica la confluencia de diversos elementos además de aquellos que pertenecen al campo lexical: una fonética determinada –uno modo particular de pronunciar la ese, la ce y la ye, etcétera– pronombres alternativas de segunda persona –“vos” y “ustedes”– diferentes de los pronombres del español estándar –“tú” y “vosotros” –, la consiguiente concordancia verbal con estos pronombres  “vos podés” y no “vos puedes”; “ustedes saben” y no “ustedes sabéis”-.
Claro que un dialecto también se reconoce por sus palabras y, en ese caso, podría decirse que el lunfardo es un elemento más entre los que caracterizan al dialecto de buenos aires. Pero en el plano léxico deben considerarse otros aspectos que nada tienen que ver con el lunfardo. Los hablantes de un dialecto seleccionan, entre todos los vocablos, -lexemas es la palabra técnica- que integran la lengua, algunos que difieren de los que eligen los hablantes de esa misma lengua en otros lugares. Por ejemplo, un hablante del dialecto rioplatense reconoce como “frutilla” y “durazno” a las frutas que un hablante del español peninsular denomina respectivamente fresa y melocotón, o “pollera” a la vestimenta que en España es una falda. En la península se enciende el fuego con cerillas y en el Río de la Plata con fósforos”. [pág. 41 y ss]




                                                                                                      

Antes, leímos y trabajamos los poemas de los talleristas, repasamos algunos conceptos gramaticales, de estilos literarios, idiomas, y nos referimos a las poéticas de Jorge Luis Borges y de Ernest Heminway y su teoría del iceberg. Como recurso, trabajamos la enumeración y sus dos adláteres, polisíndeton y asíndeton. 



La Yapa

1- En la presentación de su libro Lunfardo, un estudio historio-etimológico del fenómeno lingüístico del Río de la Plata, Conde lee unos versos de Enrique Cadícamo. https://www.youtube.com/watch?v=i4ot_bPmkBo


    2-Programa Dar de Nuevo, que conduce Horacio Salas y entrevista a Oscar Conde.  Bloques 1, 2 y final https://www.youtube.com/watch?

v=noU_5Yl49as https://www.youtube.com/watch?v=TpF0dzh-

kU0 https://www.youtube.com/watch?v=PmIh1vp3FKg


  3-Programa en la televisión chilena en el que OC es reporteado via Skype y habla por supuesto del lunfardo  https://www.youtube.com/watch?v=f5I6_ngqS9c

  4-El reportaje que hicimos a Oscar Conde en 2011 y al que hicimos referencia  http://www.soldadosdigital.com/2011/179-julio/179-Pag-3031.pdf





¡Nos deseo una muy buena semana poética! 
Y para los talleristas que quieran, ¡suban sus poemas!! :)





1 comentario:

  1. Ejercicio
    Recurso
    Enumeración
    Asíndeton: Sin ningún coordinante

    Síntesis

    Alba
    tibieza
    intensidad

    Consignas
    lejanías
    destiempos

    Imagen
    vínculos
    creación

    Ocaso
    silencio
    eternidad

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