DE LA MANO
DE LA POÉTICA DE
SILVINA
OCAMPO
RETOMAMOS
EL TRABAJO DEL TALLER
¿Por qué subir montañas? le preguntaron al gran
escalador Lionel Terray. Porque están
ahí, respondió.
¡Saludos,
ABORDAJEROS!! La noticia hoy volvió a
ser la poesía por la poesía misma, porque está allí,
diría, parafraseando al gran montañista francés.
Esta
semana retomamos el sabor del anonimato poético para deleitarnos primeramente
con la gran voz de una de las grandes escritoras y poetas del siglo XX, Silvina Ocampo.
Recurrimos
siempre a ella para volver al redil, para regresar a las casas, como se diría
en el campo que ella tanto amó; para sostener el hilván de narrar desde la
emoción de la sorpresa y la mágica búsqueda ante la vida. Tal era el asombro metafórico
de Silvina Ocampo.
Poca
poesía de ella hay en internet. A tal punto que tuvimos que tipear el poema que
leímos-desmenuzamos-despanzurramos-disfrutamos de ella.
Primeramente,
porque comenzó una segunda etapa del año y además, porque se suman al taller nuevos
alumnos, dimos una introducción a esto de tratar de enhebrar palabras de manera
poética para poder vislumbrar, comprender, apreciar algo de esto que los
talleristas que nos acompañan en esta actividad ya lo hacen habitualmente: disfrutar de la
palabra enriquecida y tratar de escribir poemas.
Luego leímos y trabajamos poéticamente dando cuenta de los recursos literarios
de Las horas de una estancia, un
bello poema en endecasílabos creado a la manera clásica con cinco subpoemas por Silvina Ocampo, por primera vez
colocado por completo aquí, en internet, perteneciente a la obra Poesía
completa I, Ed. Emecé, 2002, y dedicado al que fue su suegro, Adolfo
Bioy.
Las horas de una estancia
♦ El alba
Tiene un nombre con alas esta estancia,
parece una isla sola en la distancia.
La yerra dejó manchas de amapola,
la esquila dejó nubes en el suelo.
Con venturosos cantos en mi cielo,
el patio y el aljibe me agradecen
esta naciente luz. Rosadas crecen,
como si no crecieran, ramas. Quieta,
la madreselva sube en su glorieta,
y lenta la trenzada mecedora,
evoca una pacífica señora.
Soy la dorada espera en las persianas.
Me contemplan sin verme las paisanas
atentas, con saludos apacibles,
deslumbradas por trenes invisibles,
con las manos sombreándose los ojos,
buscando las lecheras, los rastrojos.
♦ La mañana
Parece de humo el polvo que levantan
las ruedas. Los caballos no se espantan.
De terracota una mujer suspira
y la palmera plácida se estira.
Aquí será la rosa más rosada
y la tarde más dulce y prolongada.
Se oirá mejor la forma del silencio.
El estudioso canto de la urraca
y la sagrada imagen de la vaca
y el árbol y la sombra reverencio.
♦ El medio día (sic)
No omito la tormenta venerada,
tampoco omito la ornitología,
la botánica tan enumerada.
Hago dormir la agusanada oveja
con hilo negro atado en una oreja.
Abunda en mí la fiel monotonía:
ocupan lentas horas los modestos
diálogos y las frutas en los cestos,
las sentenciosas voces en la sombra
y una melancolía que me asombra.
Oscuras casuarinas y el umbral
de las puertas me temen. El ritual
comienzo de la siesta, suavemente
me espera enamorado y elocuente.
♦ La tarde
En las largas entradas de eucaliptos,
el coche de caballos y el otoño
el follaje herrumbrado y algún moño
que vuela con el viento, circunscriptos
quedarán en la estancia, como el sol,
como el ámbito azul del parasol,
como el mugido triste del ganado.
En horas de la siesta y del peinado,
en la penumbra inmóvil una rosa
nocturnamente blanca y temblorosa,
inventando un pasado que la enciende,
en la cerrada habitación trasciende
con un zumbido musical remoto,
la ancha distancia y el recuerdo ignoto.
La grávida mujer y el mes de enero
son míos, y las moscas, la osamenta
y aquella flor podrida y macilenta
que llevará la hormiga a su hormiguero.
♦ La noche
Soy el sueño de Elisa y Micaela,
y el relente que busca la diamela.
En mis horas las alas del murciélago
vuelan, las cabelleras se estremecen,
despacio las hortensias convalecen.
Mi noche sin orillas, como un piélago,
entra a cuarto del peón que está dormido,
lo abandona a sus sueños, abstraído,
o en insistentes y callados lazos
le cambia la postura de los brazos.
Mi noche no ha de ser interrumpida
ni por tranvías ni por muchas casas,
mi noche es un declive, indefinida,
con silenciosas plumas de torcazas
se acerca lentamente a las lagunas
y en el fondo del barro deja lunas.
Y además hablamos acerca de:
♦ qué es la poesía, esa emoción escrita.
♦ Que el recurso más rico poéticamente hablando es el
de la ambigüedad.
♦ Y que el otro gran recurso es la duda.
♦ Hablamos de Umberto Eco, semiólogo italiano, y de su
obra Opera aperta. Recordamos uno de
sus conceptos esenciales: Toda obra literaria queda abierta hasta que la
finaliza el lector. Por lo tanto, existirán tantas versiones de obras como
lectores haya. Esto es un concepto del siglo XX.
♦ El siglo XX es el siglo del gran quiebre, el de la
subjetividad. Y dos enormes mentes científicas exógenas a la poesía fueron las
que más colaboraron con los poetas:
♦ Sigmund Freud, con su La interpretación de los sueños, de 1900.
♦ Y
Albert Einstein y su teoría de la relatividad.
♦ Voltaire, que decía que “La poesía y la música son
intraducibles”.
♦ Que en Occidente la
poesía comienza con Homero. La épica de la Ilíada
y la Odisea. Luego le siguen Virgilio:
la Eneida, Dante Alighieri: la divina comedia.
♦ Que estamos aquí para encontrar la propia voz. Para ello, dimos consignas y ejercicios que serán leídos el martes próximo. Y luego los talleristas podrán subirlos al blog.
La Yapa
1-http://www.lanacion.com.ar/676245-silvina-ocampo-adolfo-bioy-casares-extrana-pareja Alicia Dujovne Ortiz cuenta acerca de esa extraña pareja: Silvina Ocampo & Adolfo Bioy Casares. Un lujo de bien escrita.
2- Sus cuentos completos II, ¡¡no te los pierdas!!! Allí reside su gran voz lírica.
¡Nos deseo una muy buena semana poética!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario